Fe en Dios

Testimonio cristiano | Al fin encontré el camino de la purificación


Testimonio cristiano | Al fin encontré el camino de la purificación

Por Chen Liang, Estados Unidos

Nací en una familia católica y a los 13 años estudié catecismo y me bauticé. Después decidí hacerme sacerdote para servir a Dios. Así que ingresé en un seminario a los 22 años. Allí estudié teología y las Escrituras, además de otros cursos. Pero pasaba el tiempo y no me sentía más cercano a Dios, y mi deseo de casarme y tener una familia no me abandonaba. Oraba y oraba, pero no podía quitármelo de la cabeza. Había hecho ante Dios la promesa de la castidad, para poder entrar en el reino de los cielos, pero quería abjurar esa promesa. ¿Acaso no estaba pecando y mintiéndole a Dios? ¿Cómo iba a entrar en el reino de Dios? Estuve en el seminario 10 años. Cuando me gradué, me fui a un monasterio en Indonesia un año más, pero seguía teniendo pensamientos impuros de vez en cuando. Estaba muy desanimado. Tras terminar mis estudios, decidí convertirme en un parroquiano normal. Volví a casa y me casé. Pero en el día a día, discutía con mi esposa por cosas sin importancia y perdía la paciencia fácilmente. A veces mentía para proteger mis propios intereses. Acudía a Dios para confesarme y arrepentirme de muchas de estas cosas, pero después las seguía haciendo. Quería reparar mi relación con Dios yendo a misa y orando más, pero eso no solucionó mis problemas.

En 2014 vine a Estados Unidos y conocí en misa a Li y a Liu, una pareja de parroquianos. Siempre que podía, discutía asuntos de la fe con ellos. Recuerdo que una vez estábamos compartiendo las Escrituras y Liu dijo que conocía a un diácono devoto buen conocedor de la Biblia que creía en el Relámpago Oriental. Dijo que un par más de fervientes miembros de la iglesia se habían apuntado también. Se preguntaba qué clase de iglesia era el Relámpago Oriental y por qué tantos creyentes entusiastas se habían unido a ella. A mí también me extrañaba esto, porque también conocía a un diácono devoto que se había unido al Relámpago Oriental. No sabía qué predicaba el Relámpago Oriental ni por qué atraía a tantos cristianos devotos. ¿Estaría inspirada por el Espíritu Santo? Me decidí a comprobarlo y a ver qué tenía de especial lo que predicaba esa iglesia. Me preguntaba si me sería de utilidad con mis devocionales y con el conocimiento de Dios. Al pensar eso, les dije a Li y Liu que quería conocer la Iglesia de Dios Todopoderoso. Les pareció bien.

Cuando fuimos, una hermana nos puso un vídeo “El Origen y el Desarrollo de la Iglesia de Dios Todopoderoso”. y en él aprendimos que el Señor Jesús había vuelto, tal y como yo llevaba tanto deseando. Él es Dios Todopoderoso hecho carne y expresa verdades para realizar la obra del juicio. Por eso personas de todo tipo que aman la verdad y ansían la aparición de Dios leen las palabras de Dios Todopoderoso, ven que son la verdad, que son la voz de Dios y aceptan la obra de Dios Todopoderoso. Además, el evangelio de Dios Todopoderoso se ha propagado desde China, en oriente, a muchos países occidentales, cumpliendo así la profecía del Señor Jesús: “Porque así como el relámpago sale del oriente y resplandece hasta el occidente, así será la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:27). Me sorprendió mucho que fuera así como se cumplía esta profecía. La había leído muchos años antes sin entenderla.

Después un hermano puso una película sobre el evangelio llamada La Biblia y Dios. Esta me conmovió incluso más y comprobé que había muchos misterios en la Biblia. Había leído muchos libros espirituales, pero ningún teólogo ni estudioso de la Biblia jamás me había explicado de manera tan clara la verdad tras la Biblia, cómo se creó y su relación con Dios. Esa película me abrió los ojos. Ahora entendía por qué tantos creyentes aceptaban a Dios Todopoderoso tras oír Sus palabras. Sabía que tenía que comprobarlo.

Después de aquello, dijeron que en los últimos días, Dios Todopoderoso expresa verdades para hacer la obra del juicio, empezando con la casa de Dios, para purificar y salvar a la humanidad de una vez por todas. Estaba confundido, porque el Señor Jesús dijo “Consumado es” en la cruz. Eso querría decir que la obra de Dios para salvar a la humanidad estaba acabada, así que, ¿por qué necesitaba Dios juzgar a la humanidad para purificarla y salvarla? Quería descubrirlo, pero se me hacía tarde, así que decidí volver al día siguiente. Camino a casa estaba muy entusiasmado. Había aprendido varias cosas en la enseñanza de aquel día y me sentía más cerca del Señor. Parecía muy probable que la Iglesia de Dios Todopoderoso estuviese hablando efectivamente de la obra del Señor. Sería maravilloso que el Señor hubiese regresado y yo pudiese vivir junto a Él, como hizo Pedro. Esto me hizo esperar con más ansia todavía la reunión del día después.

Nada más salir del trabajo al día siguiente fui al lugar de reunión y en seguida le pregunté a la hermana: “Dices que el Señor Jesús ha vuelto y ha expresado verdades para hacer la obra del juicio. Pero en la cruz, Él dijo ‘Consumado es’. Esto significa que la obra de Dios para salvar a la humanidad estaba completada. Nuestros pecados son perdonados a través de nuestra fe, somos justificados y salvos por fe, y cuando llegue el Señor, nos podrá llevar directo a Su reino. ¿Por qué ha de hacer más obra de salvación? ¿Qué significado tiene eso?”.

Me dijo: “El Señor Jesús dijo ‘Consumado es’ porque Su obra de redención se había completado. Eso no significaba que la obra de Dios para salvar a la humanidad se hubiese acabado. Si llegamos a la conclusión de que la obra de Dios para salvar a la humanidad estaba hecha porque el Señor Jesús díjo ‘Consumado es’ y que no haría nuevas obras cuando volviese, ¿cómo podrían cumplirse estas profecías? ‘Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir’ (Juan 16:12-31)”. “El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien lo juzgue; la palabra que he hablado, esa lo juzgará en el día final’ (Juan 12:48). También tenemos una en Pedro 4:17: ‘Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios’”. “Estas profecías muestran que en los últimos días, el Señor expresará más verdades y obrará para juzgar y purificar a la humanidad. Si decimos que la obra de salvación de Dios está completamente acabada, ¿cómo podrían entonces cumplirse estas profecías?”. “La Biblia también profetiza que en los últimos días, el Señor separará a los buenos sirvientes de los malos, a las ovejas de las cabras, el trigo de la cizaña, a las vírgenes prudentes de las insensatas. Tal como el Señor Jesús dijo: ‘El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre, y el campo es el mundo; y la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del maligno; y el enemigo que la sembró es el diablo, y la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. Por tanto, así como la cizaña se recoge y se quema en el fuego, de la misma manera será en el fin del mundo. El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que son piedra de tropiezo y a los que hacen iniquidad; y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos, que oiga’ (Mateo 13:37-43)”. “Apocalipsis también profetiza que Dios creará un grupo de vencedores en los últimos días y que Su reino vendrá a la tierra. Todo esto es obra que el Señor hace en los últimos días. Si afirmamos que la obra de Dios para salvar a la humanidad está completamente acabada porque el Señor Jesús acabó Su obra, ¿cómo podrían cumplirse estas profecías? “Así pues este entendimiento no cuadra con las palabras del Señor ni con la realidad de la obra de Dios”.

Asentía al oír estas palabras. Sentía que tenía razón. ¿Cómo no había visto antes algo tan obvio? Siguió leyendo varios pasajes de las palabras de Dios Todopoderoso. Dios Todopoderoso dice: “Por todo lo que el hombre pueda haber sido redimido y perdonado de sus pecados, sólo puede considerarse que Dios no recuerda sus transgresiones y no lo trata de acuerdo con estas. Sin embargo, cuando el hombre, que vive en un cuerpo de carne, no ha sido liberado del pecado, sólo puede continuar pecando, revelando, interminablemente, su carácter satánico corrupto. Esta es la vida que el hombre lleva, un ciclo sin fin de pecado y perdón. La mayor parte de la humanidad peca durante el día y se confiesa por la noche. Así, aunque la ofrenda por el pecado siempre sea efectiva para el hombre, no podrá salvarlo del pecado. Sólo se ha completado la mitad de la obra de salvación, porque el hombre sigue teniendo un carácter corrupto” (‘El misterio de la encarnación (4)’ en “La Palabra manifestada en carne”). “Para ti, que aún eres del viejo ser, es cierto que Jesús te salvó y que no perteneces al pecado gracias a la salvación de Dios, pero esto no demuestra que no seas pecador ni impuro. ¿Cómo puedes ser santo si no has sido cambiado? En tu interior, estás cercado por la impureza, egoísta y miserable, pero sigues deseando descender con Jesús; ¡qué suerte tendrías! Te has saltado un paso en tu creencia en Dios: simplemente has sido redimido, pero no has sido cambiado. Para que seas conforme al corazón de Dios, Él debe realizar personalmente la obra de cambiarte y purificarte; si sólo eres redimido, serás incapaz de alcanzar la santidad. De esta forma no serás apto para participar en las buenas bendiciones de Dios, porque te has saltado un paso en la obra de Dios de gestionar al hombre, que es el paso clave del cambio y el perfeccionamiento. Tú, un pecador que acaba de ser redimido, eres, por tanto, incapaz de heredar directamente la herencia de Dios” (‘Acerca de los apelativos y la identidad’ en “La Palabra manifestada en carne”). “Aunque Jesús hizo mucha obra entre los hombres, sólo completó la redención de toda la humanidad y se convirtió en la ofrenda por el pecado del hombre; no lo libró de la totalidad de su carácter corrupto. Salvar al hombre totalmente de la influencia de Satanás no sólo requirió que Jesús se convirtiera en la ofrenda por el pecado y cargara con los pecados del hombre, sino también que Dios realizara una obra incluso mayor para librar completamente al hombre de su carácter satánicamente corrompido. Y, así, ahora que el hombre ha sido perdonado de sus pecados, Dios ha vuelto a la carne para guiar al hombre a la nueva era, y comenzó la obra de castigo y juicio. Esta obra ha llevado al hombre a una esfera más elevada. Todos los que se someten bajo Su dominio disfrutarán una verdad más elevada y recibirán mayores bendiciones. Vivirán realmente en la luz, y obtendrán la verdad, el camino y la vida” (‘Prefacio’ en “La Palabra manifestada en carne”). “El objetivo esencial de la obra del castigo y el juicio de Dios es purificar a la humanidad y prepararla para el día del reposo final. Sin esta purificación, nadie de la humanidad podrá ser clasificado en diferentes categorías según su especie ni entrar en el reposo. Esta obra es el único camino de la humanidad para entrar en el reposo. Solo la obra de purificación de Dios purificará a los humanos de su injusticia y solo Su obra de castigo y juicio traerá a la luz aquellos elementos rebeldes entre la humanidad, separando de ese modo a los que pueden ser salvados de los que no, y aquellos que permanecerán de los que no. Cuando esta obra termine, todas aquellas personas a las que se les permita permanecer serán purificadas y entrarán en un estado superior de humanidad en el que disfrutarán de una segunda vida humana más maravillosa sobre la tierra; en otras palabras, comenzarán su día del reposo humano y convivirán con Dios. Después de que aquellos a los que no se les permite permanecer hayan sido castigados y juzgados, su verdadera forma de ser se revelará por completo; después de esto todos serán destruidos y, al igual que Satanás, ya no se les permitirá sobrevivir sobre la tierra. La humanidad del futuro no incluirá ya a nadie de ese tipo de personas; tales personas no son aptas para entrar a la tierra del último reposo ni tampoco para participar en el día del reposo que Dios y la humanidad compartirán, porque son blanco del castigo, son malvadas y no son justas. […] Su obra última de castigar el mal y recompensar el bien es para purificar por completo a todos los humanos para que Él pueda llevar a una humanidad completamente santa al reposo eterno. Esta etapa de Su obra es la más crucial. Es la etapa final de toda Su obra de gestión” (‘Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo’ en “La Palabra manifestada en carne”).

Después del video, compartió esta enseñanza: “El Señor Jesús llevó a cabo la obra de la redención durante la Era de la Gracia, así que mientras sigamos creyendo en Él, orando, confesándonos y arrepintiéndonos, nuestros pecados serán perdonados. Podemos disfrutar de la gracia de Dios y de Sus bendiciones y no se nos condenará bajo la ley. Esto es lo que la obra de redención del Señor Jesús consiguió, y el significado verdadero de ‘salvados por la fe’. El Señor Jesús perdona nuestros pecados, ya no cometemos pecados obvios y nos comportamos correctamente. Pero aun no estamos libres de pecado”. “Seguimos mintiendo y engañando por nuestro propio interés, somos avaros, celosos, llenos de odio y albergamos pensamientos malvados. No podemos resistirnos a las tendencias mundanas, ansiamos el dinero y adoramos la vanidad. Le echamos en cara con altivez a la gente las cosas que no nos gustan. Estamos llenos de carácter satánico como la arrogancia y el engaño, nos repugna la verdad y adoramos el mal. Este carácter satánico está más arraigado que los pecados externos. Nos lo ha inculcado Satanás y es la raíz de nuestros pecados y nuestra resistencia a Dios. Hasta que no se resuelva, no podremos evitar seguir pecando y no podemos liberarnos de los vínculos pecaminosos. La Biblia dice: ‘Sed santos, porque Yo soy santo’ (1 Pedro 1:16). Dios es santo, al igual que Su reino. No puede permitir la entrada de humanos inmundos. Los que pecamos a diario somos sirvientes del pecado, así que, ¿cómo vamos a poder entrar en el reino de Dios?”. “Así pues, la obra de redención del Señor Jesús fue solo una parte de la obra de Dios para salvar a la humanidad, no toda ella. Nuestros pecados han sido perdonados, pero no se nos ha librado del pecado ni se nos ha quitado la influencia de Satanás. Dios todavía no ha ganado completamente al hombre. Dios Todopoderoso ha venido en los últimos días. Expresa verdades y lleva a cabo la obra del juicio para purificar nuestro carácter corrupto y despojarnos de la naturaleza pecaminosa que nos opone a Dios, para así poder deshacernos de los grilletes del pecado y salvarnos completamente para entrar en el reino de Dios”. “La aparición y la obra de Dios Todopoderoso también distingue a los buenos sirvientes de los malos, a las ovejas de las cabras, al trigo de la cizaña, y a las vírgenes prudentes de las insensatas”. “Quienes se niegan a escuchar la voz del Señor y niegan y condenan la obra de Dios Todopoderoso en los últimos días son las vírgenes insensatas, la cizaña y los sirvientes malos, que acabarán llorando y rechinando los dientes”. “Quienes reconozcan la voz de Dios en las palabras de Dios Todopoderoso y acepten Su obra de los últimos días son las vírgenes prudentes, el trigo y las ovejas. Se someten al juicio de Dios de los últimos días, son purificados y al final entran al reino de Dios. Esto completará la profecía mencionada en el Apocalipsis. Así que cuando la obra del juicio esté hecha, la obra de Dios para salvar a la humanidad se habrá completado”.

Su enseñanza me abrió los ojos. Me di cuenta de que el Señor Jesús solo llevó a cabo la obra de redención y que solo la obra del juicio de Dios Todopoderoso en los últimos días puede purificar por completo y salvar a la humanidad. Se nos redime de nuestros pecados por nuestra fe, pero no de nuestra naturaleza pecaminosa, y por eso vivimos en un estado de pecado y confesión. Todo lo que podía hacer antes era obligarme a no pecar, pero el leer las Escrituras y seguir las reglas del monasterio no me había apartado de pecar. Entonces entendí que la única manera de arrancar el problema del pecado era ser juzgado y purificado por Dios en los últimos días. Le pregunté a la hermana cómo realizaba Dios la obra del juicio para purificar a la gente.

Puso otro video de una lectura de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “En los últimos días, Cristo usa una variedad de verdades para enseñar al hombre, para exponer la sustancia del hombre y para analizar minuciosamente sus palabras y acciones. Estas palabras comprenden verdades diversas tales como el deber del hombre, cómo el hombre debe obedecer a Dios, cómo debe ser leal a Dios, cómo debe vivir una humanidad normal, así como la sabiduría y el carácter de Dios, etc. Todas estas palabras están dirigidas a la sustancia del hombre y a su carácter corrupto. En particular, las palabras que exponen cómo el hombre desdeña a Dios se refieren a que el hombre es una personificación de Satanás y una fuerza enemiga contra Dios. Al emprender Su obra del juicio, Dios no aclara simplemente la naturaleza del hombre con unas pocas palabras; la expone, la trata y la poda a largo plazo. Estos métodos de exposición, de trato y poda no pueden ser sustituidos con palabras corrientes, sino con la verdad de la que el hombre carece por completo. Solo los métodos de este tipo pueden llamarse juicio; solo a través de este tipo de juicio puede el hombre ser doblegado y completamente convencido de la sumisión a Dios y, además, obtener un conocimiento verdadero de Dios. Lo que la obra de juicio propicia es el entendimiento del hombre sobre el verdadero rostro de Dios y la verdad sobre su propia rebeldía. La obra de juicio le permite al hombre obtener mucho entendimiento de la voluntad de Dios, del propósito de la obra de Dios y de los misterios que le son incomprensibles. También le permite al hombre reconocer y conocer su esencia corrupta y las raíces de su corrupción, así como descubrir su fealdad. Estos efectos son todos propiciados por la obra del juicio, porque la esencia de esta obra es, en realidad, la obra de abrir la verdad, el camino y la vida de Dios a todos aquellos que tengan fe en Él. Esta obra es la obra del juicio realizada por Dios” (‘Cristo hace la obra del juicio con la verdad’ en “La Palabra manifestada en carne”). Tras el video, siguió con su enseñanza: “Dios expresa verdades en los últimos días para juzgar y purificar a la gente. Expresa todas las verdades que la humanidad necesita para entender y poder ser purificada y salvada por completo. Ha revelado los misterios de Su plan de gestión de 6000 años, las tres fases de Su obra para salvar a la humanidad, los misterios de la obra de Dios en la carne y los misterios de Su obra de juicio en los últimos días. También juzga y expone la raíz de por qué la humanidad peca y se opone a Dios, así como la verdad de nuestra corrupción satánica y toda clase de estados corruptos. Además, revela el carácter inofendible, justo y santo de Dios y nos dice quién le complace y quién le repugna, quién puede entrar al reino de Dios y quién será castigado, así como el destino y el desenlace para cada clase de persona. También nos ofrece una senda para transformar el carácter vital. Al experimentar el juicio y el castigo de las palabras de Dios podemos ver lo mucho que nos ha corrompido Satanás y lo llenos que estamos de actitudes satánicas, como la arrogancia o el engaño, la maldad, la crueldad y el odio a la verdad, y que no podemos vivir con una semejanza humana. También vemos el carácter justo de Dios y desarrollamos reverencia por Dios, comenzamos a odiarnos de verdad y a estar dispuestos a abandonar la carne y practicar la verdad. Es entonces cuando nuestro carácter corrupto se va cambiando gradualmente”.

Tras esta enseñanza, me puso otro vídeo con testimonios llamado Aparece la verdadera luz. El protagonista tenía un pequeño talento en el que se centraba y que usaba para despreciar a los demás. Era arrogante y condescendiente y quería que todo el mundo le escuchara. Era creyente y oraba y se confesaba a menudo, pero perdía los estribos y reprendía a los demás. Todos sus compañeros guardaban las distancias y su esposa y su hija le tenían miedo. No tenía ni una persona en la que confiar. Vivía en pecado y sufría enormemente. Tras aceptar la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días, y pasar por el juicio y el castigo de las palabras de Dios, vio que si siempre se anteponía a todo, si se daba importancia y exigía la obediencia de los demás era a causa de su arrogancia y su insensatez y que esto era parte de su carácter satánico. Eso repugnaba a Dios y le alejaba de los demás. Cuando se dio cuenta, se odió de verdad y se llenó de arrepentimiento. Entonces se volvió más amable con los demás y cuando se enfrentaba a un problema, abandonaba la carne, buscaba la verdad y escuchaba a los demás. Ya no era tan arrogante como antes.

Me emocioné al ver ese vídeo. Vi la autoridad y el poder que tienen las palabras de Dios Todopoderoso, cómo purifican y transforman a la gente. Comencé a leer las palabras de Dios Todopoderoso siempre que podía y a ver películas del evangelio y vídeos de himnos de la Iglesia de Dios Todopoderoso. Cuantas más veía, más alentado me sentía. Hasta tener la certeza de que las palabras de Dios Todopoderoso son la verdad y la voz de Dios, que Dios Todopoderoso es el Señor regresado. Acepté la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días.

Hoy en día, los desastres como terremotos, plagas y hambrunas están ocurriendo con frecuencia, esto es la señal del fin del mundo en la biblia que nos dice que el día del Señor ha llegado, el Señor ha regresado. ¿Cómo debemos recibir al Señor? Puede hacer clic en los siguientes datos de contacto para discutir y comunicarse con nosotros en línea, nuestros especialistas le responderán online.

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Las escrituras tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.




Se han cumplido las 6 señales del fin del mundo en la Biblia




 Se han cumplido las 6 señales del fin del mundo en la Biblia


Hace dos mil años, el Señor Jesús nos prometió: “He aquí, yo vengo pronto” (Apocalipsis 22:12). Ya han aparecido toda clase de señales de Su regreso y muchos hermanos y hermanas han tenido premoniciones de que se acerca el día del Señor. ¿Ya ha regresado el Señor? ¿Qué podemos hacer para recibirlo? Vamos a abordarlo ahora analizando las profecías de la Biblia.

Primera señal del fin del mundo: El suceso frecuente de terremotos, hambrunas, epidemias y guerras

En Mateo, capítulo 24, versículos del 6 al 8, dice: “Y habréis de oír de guerras y rumores de guerras. ¡Cuidado! No os alarméis, porque es necesario que todo esto suceda; pero todavía no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino, y en diferentes lugares habrá hambre y terremotos. Pero todo esto es solo el comienzo de dolores”. En los últimos años, con frecuencia han estallado guerras, como el derrocamiento del régimen talibán en Afganistán, el conflicto entre India y Pakistán, la invasión de Estados Unidos sobre Irak y la continua escalada bélica entre Israel y Palestina. También se ven por doquier epidemias, incendios, inundaciones y terremotos. Cabe destacar en particular el “nuevo coronavirus”, que se declaró en Wuhan (China) en 2019 y desde entonces se ha extendido por todo el mundo. También se produjeron fuertes incendios forestales en Australia en septiembre de 2019, mientras que en África Oriental, al otro lado del planeta, tuvo lugar un grave brote de langostas y muchos países se enfrentan ahora a la hambruna. En enero de 2020, Indonesia sufrió una inundación y Terranova, en Canadá, se vio afectada por el mayor temporal de nieve en un siglo. Ha habido terremotos en Elazig (Turquía), en el sur de Cuba, en el Caribe, y otros lugares. Estas señales evidencian que esta profecía se ha cumplido.

Segunda señal del fin del mundo: La aparición de anomalías celestes

Apocalipsis 6:12 dice: “Vi cuando el Cordero abrió el sexto sello, y hubo un gran terremoto, y el sol se puso negro como cilicio hecho de cerda, y toda la luna se volvió como sangre”. Joel 2: 30-31 dice: “Y mostraré maravillas en los cielos y en la tierra, sangre y fuego, y columnas de humo. El sol será convertido en oscuridad y la luna en sangre, antes de que llegue el gran y terrible día de Jehová”.* En los últimos años, en muchas ocasiones la luna se ha vuelto roja como la sangre. Por ejemplo, durante el bienio 2014-2015 tuvo lugar una serie de cuatro “lunas de sangre”, y el 31 de enero de 2018 hubo una “superluna azul de sangre”, que solamente aparece una vez cada 150 años. Después salió una “superluna de sangre de lobo” en enero de 2019. También ha aparecido el fenómeno profetizado del sol negro y, de hecho, ha habido muchos eclipses totales de sol, como el de Singapur el 26 de diciembre de 2019 y el de Chile el 2 de julio del mismo año. Con estos fenómenos queda patente el cumplimiento de esta profecía.

Tercera señal del fin del mundo: La desolación de las iglesias están desoladas y el enfriamiento del amor de los creyentes

Mateo 24:12 dice: “Y debido al aumento de la iniquidad, el amor de muchos se enfriará”. La desolación se extiende por todo el mundo religioso. La predicación de los pastores y ancianos repite tópicos hasta la saciedad y no provee a los creyentes. En su lucha por el estatus, algunos pastores forman grupúsculos y facciones en las iglesias, y algunos hasta han hecho negocios poniendo en marcha fábricas para llevar a los creyentes por el camino secular; entre los creyentes, mientras tanto, la confianza está en general debilitada, hay renuencia a separarse del mundo y viven inmersos en sus tediosas intrigas. Algunas iglesias parecen concurridas y animadas desde fuera, pero mucha gente va a la iglesia solo para ampliar su red y vender productos: la iglesia como lugar de comercio. ¿Cuál es la diferencia entre una iglesia de hoy en día y un templo de finales de la Era de la Ley? Estas cosas dejan patente el pleno cumplimiento de esta profecía del regreso del Señor.

Cuarta señal del fin del mundo: La aparición de falsos cristos

Mateo 24:4-5 dice: “Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: ‘Yo soy el Cristo’, y engañarán a muchos”. En la profecía del Señor podemos apreciar que, cuando el Señor regrese, aparecerán falsos Cristos que engañarán a la gente. En los últimos años han aparecido falsos Cristos que han engañado a la gente en países como China, Corea del Sur y Japón. Estos falsos Cristos no poseen la esencia de Cristo ni pueden proclamar la verdad, pero afirman ser Cristo. Aquí queda patente el cumplimiento de esta profecía.

Quinta señal del fin del mundo: La restauración de Israel

Mateo 24:32-33 dice: “Y de la higuera aprended la parábola: cuando su rama ya se pone tierna y echa las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, sabed que Él está cerca, a las puertas”. Muchos creyentes en el Señor saben que las tiernas ramas y hojas de la higuera se refieren a la restauración de Israel. Cuando se restaure Israel, el día del Señor estará cerca, e Israel se restauró el 14 de mayo de 1948. Es obvio que esta profecía del regreso del Señor se ha cumplido íntegramente.

Sexta señal del fin del mundo: La difusión del evangelio hasta los confines de la tierra

Mateo 24:14 apunta lo siguiente: “Y este evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin”. En Marcos 16:15, el Señor Jesús les dijo a Sus discípulos tras resucitar: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”. Cuando el Señor Jesús resucitó y ascendió a los cielos, el Espíritu Santo comenzó a guiar a Sus seguidores para que dieran testimonio de Él. Hoy en día, los cristianos se han extendido por todo el mundo y muchos países democráticos han adoptado el cristianismo como religión de Estado. Incluso en China, donde el partido gobernante es ateo, decenas de millones de personas han aceptado el evangelio del Señor Jesús, lo que evidencia la difusión a nivel mundial del evangelio de la redención de la humanidad por medio del Señor Jesús. Con esto queda patente el cumplimiento de la profecía del regreso del Señor.

¿Cómo debemos recibir el regreso del Señor?

A partir de los hechos enumerados podemos comprobar que ya han aparecido seis señales de la venida del Señor. Ahora es el momento clave para recibir la venida del Señor. ¿Qué debemos hacer para poder recibir el regreso del Señor? Él nos dio la respuesta a esta pregunta hace mucho tiempo.

En Juan 16:12-13, el Señor Jesús dijo: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir”. Apocalipsis 3:20 dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo”. También hay muchas profecías en los capítulos 2 y 3 del Apocalipsis: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Como se aprecia en estos versículos, cuando el Señor regrese emitirá declaraciones y hablará a las iglesias para decirnos todas las verdades que antes no entendíamos. Aquellos que, tras oír la alocución de Dios y reconocer Su voz, lo acepten y se sometan a Él podrán recibir al Señor y asistir a la fiesta del Cordero; los que no reconozcan la voz de Dios, en cambio, de ninguna manera serán ovejas de Dios, que los desenmascarará y descartará. Esto deja patente que, al aguardar la venida del Señor, es crucial que busquemos las palabras del Espíritu Santo a las iglesias y aprendamos a escuchar la voz de Dios. Como dice Dios Todopoderoso: “Ya que estamos buscando las huellas de Dios, nos corresponde a nosotros buscar la voluntad de Dios, Sus palabras y declaraciones; porque dondequiera que haya nuevas palabras dichas por Dios, allí está la voz de Dios, y donde están las huellas de Dios, ahí están Sus hechos. Donde está la expresión de Dios, ahí aparece, y cuando aparece, ahí existe la verdad, el camino y la vida” (‘La aparición de Dios ha dado lugar a una nueva era’ en “La Palabra manifestada en carne”).

Al oír esto, puede que algunas personas pregunten: “Entonces, ¿dónde buscamos la voz de Dios?”. En Mateo 25:6, el Señor Jesús dijo: “Pero a medianoche se oyó un clamor: ‘¡Aquí está el novio! Salid a recibirlo’”. Dado que el Señor llama a Sus ovejas con Sus declaraciones y Su alocución, seguro que algunas personas serán las primeras en oír la voz del Señor y seguir las huellas del Cordero, y luego pregonarán por todas partes “Aquí está el novio” para correr la voz del regreso del Señor y de las palabras de Su segunda venida, a fin de que todos tengan ocasión de oír la voz de Dios. Por eso se dice que nuestra capacidad o no de ir al compás de las huellas del Cordero depende de si nuestro corazón ansía buscarlo y de si sabemos reconocer la voz de Dios. Es igual que cuando el Señor Jesús apareció por primera vez, comenzó a obrar y Pedro, María y otros lo reconocieron como el Mesías por Su obra y Sus alocuciones, lo siguieron y empezaron a dar testimonio de Su evangelio. Quienes oyen la obra y las palabras del Señor Jesús y reconocen la voz de Dios son las vírgenes prudentes, mientras que aquellos sacerdotes, escribas y fariseos que no amaban la verdad oyeron la autoridad y el poder de las palabras del Señor Jesús, pero no las investigaron. Por el contrario, se atuvieron obstinadamente a sus nociones y fantasías creyendo que “aquel a quien no llaman Mesías no es Dios” y esperando que el Mesías se les apareciera. Incluso condenaron la obra del Señor Jesús, blasfemaron contra ella y acabaron perdiendo la salvación de Dios. También están los creyentes judíos que, haciendo caso a los fariseos, no distinguieron la voz de Dios en la obra y las palabras del Señor Jesús, que obedecieron ciegamente a los sacerdotes, escribas y fariseos y rechazaron la salvación del Señor. Esas personas se convirtieron en las vírgenes insensatas abandonadas por el Señor. Tal vez algunas personas pregunten “¿cómo se distingue la voz de Dios?” cuando, en realidad, no es difícil. Las declaraciones y alocuciones de Dios deben ser inexpresables para el hombre. Deben ser especialmente autoritativas y poderosas. Podrán revelar los misterios del reino de los cielos, la corrupción del hombre y cosas por el estilo. Todas estas palabras son verdades y pueden ser la vida del hombre. Cualquiera con alma y corazón lo notará al oír la palabra de Dios y confirmará en su interior que el Creador nos habla y emite Sus declaraciones a los seres humanos. Las ovejas de Dios escuchan Su voz. Si estamos seguros de que estas palabras son la voz de Dios, debemos aceptarlas y obedecerlas a poco que se adecúen a nuestras nociones. Esa es la única manera que tenemos de recibir el regreso del Señor.

En el mundo actual, solo la Iglesia de Dios Todopoderoso da testimonio de que el Señor, Dios Todopoderoso encarnado, ya ha regresado. Dios Todopoderoso ya ha expresado millones de palabras, que están publicadas en Internet para que las examine gente de todo país y condición social. Una por una, las muchas personas de cada nación que anhelan la verdad vienen con la esperanza de oír la voz de Dios y recibir al Señor. Como dice la Biblia, “¡Aquí está el novio! Salid a recibirlo”. Si simplemente leemos más palabras de Dios Todopoderoso mientras escuchamos para discernir si son la voz de Dios, podremos determinar si el Señor ha regresado o no. Como afirmó el Señor Jesús en Juan 10:27, “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen”. Creo que, mientras tengamos un corazón de humilde búsqueda, podremos reconocer la voz de Dios y recibir el regreso del Señor.

Unas citas bíblicas son tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.

Testimonio cristiano | Qué bien sienta quitarse el disfraz


Testimonio cristiano  | Qué bien sienta quitarse el disfraz

Por Chen Yuan, China

En septiembre de 2018 me eligieron líder de la iglesia. En ese momento me sentí muy feliz. Creía que mi elección se debía a que era mejor que la mayoría de hermanos y hermanas, y que debía buscar la verdad y cumplir con mis deberes. No quería que nadie pensara que mi liderazgo era solo simbólico. Un día fui a una reunión grupal. Al comentar sobre obra, algunos hermanos y hermanas empezaron a hablar de competencias especializadas. Me puse un poco nerviosa. No sabía casi nada de eso. ¿Y si me hacían preguntas y no sabía responder? ¿Me despreciarían y se preguntarían por qué era líder si no entendía nada? Podía quedarme callada, pero ¿no me convertía eso en una líder inútil? ¿Qué podía hacer? Me quedé allí sentada, con los nervios de punta, preocupadísima. No entendía nada de lo que decían. Cuando terminaron de hablar, dije rápidamente: “Si no hay más preguntas, aquí acaba la reunión”. No pude relajarme hasta que me marché. Pensé: “Este grupo requiere mucho conocimiento profesional y yo no sé nada al respecto, mejor será que no vaya a muchas reuniones. Si los demás se enteran de que no sé mucho sobre asuntos profesionales, sin duda me despreciarán. ¿Quién me tomaría en serio después de eso?”.

Durante las dos semanas siguientes, me reuní a diario con otros grupos y ayudé a resolver sus problemas y dificultades. Nuestra vida de iglesia mejoró. Todo el mundo me apoyaba, y me apetecía reunirme con esos grupos. Pero me preocupaba el grupo que necesitaba conocimientos especializados. Tenía miedo de no saber de qué hablaban, así que inventaba excusas y rara vez iba. Una noche, la hermana con la que trabajaba me dijo que el grupo tenía algunos problemas, así que me pidió que fuera a una reunión. Acepté de mala gana, pero estaba muy nerviosa. Pensé: “Si no puedo resolver el problema, ¿dirán los demás que soy una líder incompetente?”. Estaba preocupada. Al día siguiente, después de comunicar la palabra de Dios, temí que hicieran preguntas profesionales y parecer estúpida si no sabía responderlas. Así que me armé de valor y continué hablando para esquivar la situación, pero me sentía intranquila. Les pregunté si quedaba algún problema más por resolver. El líder del grupo habló de sus problemas y soluciones. Me hice un lío cuando empezó a usar argot. No estaba segura de si los problemas se habían resuelto del todo o no. Si no encontraban una solución, afectaría a su progreso. Pero si les hacía preguntas concretas, seguramente querrían oír mi opinión. Además, como no entendía nada, sería incómodo. Después de considerarlo mucho, no dije nada. Entonces, una hermana habló de algunas dificultades que estaba experimentando, relacionadas con ciertos asuntos profesionales. Aquello me confundió todavía más. No me atreví a preguntarle qué quería decir. Temía que no me considerara una buena líder si no podía resolver su problema. Apenas hablé un poco y evité el tema diciendo: “Me ocuparé de eso más adelante”. Después de la reunión, estaba totalmente agotada. Me sentía vacía. No se había resuelto nada en ella. ¿Acaso no estaba simplemente saliendo del paso en mi deber? También sabía que los miembros de ese grupo no habían logrado mucho. Su obra apenas progresaba y me sentía mal por ello. Temía que me acusaran de no entender la obra y me despreciaran. Simplemente me las iba apañando en cada reunión. Nunca llegaba a entender la situación de la obra ni a resolver ningún problema real. No hacía nada de obra real. ¿Acaso no estaba engañando a Dios y a mis hermanos y hermanas? Me sentía incómoda y me culpaba a mí misma. Le oré a Dios para que me ayudara a hacer introspección y tratar de conocerme a mí misma.

Un día, durante los devocionales, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Todos los seres humanos corruptos manifiestan este problema: cuando son hermanos y hermanas normales sin estatus, no se dan importancia al relacionarse o hablar con alguien ni adoptan un determinado estilo o tono discursivo; son, sencillamente, normales y corrientes y no necesitan aparentar. No sienten presión psicológica y saben compartir abiertamente y de corazón. Son accesibles y es fácil relacionarse con ellos; a los demás les parecen muy buena gente. Sin embargo, en cuanto logran estatus, se vuelven altivos y nadie es lo suficientemente bueno para ellos; creen merecer respeto, que ellos y la gente normal están cortados por distintos patrones, y dejan de compartir abiertamente con los demás. ¿Por qué ya no comparten abiertamente? Sienten que ahora tienen estatus y son líderes. Piensan que los líderes deben tener determinada imagen, estar un poco por encima de la gente normal, tener más estatura y ser capaces de asumir más responsabilidad; creen que, en comparación con la gente normal, los líderes deben tener más paciencia, ser capaces de sufrir, de esforzarse más y de soportar toda tentación. Piensan, incluso, que los líderes no pueden llorar, con independencia de cuántos miembros de su familia mueran, y que, si tienen que llorar, deben hacerlo en privado para que nadie vea en ellos limitaciones, defectos ni debilidades. Llegan a creer que los líderes no pueden decir a nadie que han caído en la negatividad; por el contrario, deben ocultar todas esas cosas. Creen que así debe actuar una persona con estatus” (‘Para resolver el propio carácter corrupto, la persona debe tener una senda específica de práctica’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). Las palabras de Dios revelaron mi verdadero estado. Antes de ser líder, si no entendía algo, se lo preguntaba a alguien. Compartía abiertamente con los demás si tenía algún problema o dificultad. Tras convertirme en líder, creía que debía ser mejor que los demás, que al haber sido elegida por mis hermanos y hermanas, debía actuar como una líder. Tenía que ser mejor que ellos, debía ser capaz de entender y resolver cualquier cosa. Por eso, cuando iba a las reuniones grupales, me comportaba diferente. Pero como había algunas cosas que no entendía, tenía miedo de que los demás me despreciaran. Empecé a actuar de manera falsa, a fingir y a eludir mi deber. Atendía a los grupos con las tareas más fáciles para poder mostrar mi talento, y evitaba los grupos que se enfrentaban a tareas difíciles o ámbitos que no entendía para no perder reputación ni hacer un mal trabajo. Aunque hubiera acudido, me habría limitado a decir cosas sin sentido para salir del paso. No podía enfrentarme a los problemas reales de esos grupos. Me importaba demasiado de mi vanidad y ser líder. La casa de Dios exige que los líderes profundicen en todas las tareas para comunicar la verdad y resolver los problemas a los que se enfrentan los hermanos y hermanas, y así desempeñen sus deberes de acuerdo con los principios de la verdad. Eso implica hacer obra real y preocuparse por la voluntad de Dios. Sabía que los hermanos y hermanas de ese grupo se enfrentaban a dificultades, pero no estaba dispuesta a ocuparme de sus problemas ni a buscar la verdad para resolverlos. Estaba obsesionada con mi propia vanidad, era descuidada en mi deber y vivía solo para el prestigio. Olvidé toda la obra de la casa de Dios. Por tanto, los problemas de ese grupo no se resolvieron y su progreso se retrasó. ¿Acaso no era una falsa líder que disfrutaba de ese estatus sin hacer obra real? Buscar estatus es agotador y provoca inquietud. También conlleva la interrupción de la obra de la casa de Dios, es una situación insostenible. Si no me arrepentía, estaría haciendo el mal y oponiéndome a Dios, que sin duda me abandonaría. Oré enseguida a Dios y busqué el camino de práctica.

Entonces, leí otro pasaje de las palabras de Dios. “Cuando no tienes estatus, puedes analizarte con frecuencia y llegar a conocerte. Los demás pueden sacar provecho de esto. Cuando tienes estatus, puedes analizarte igualmente con frecuencia y llegar a conocerte, con lo que los demás entenderán la realidad de la verdad y comprenderán la voluntad de Dios a partir de tus experiencias. También la gente puede sacar provecho de esto, ¿no? Si practicas así, tengas o no estatus, otras personas sacarán provecho de todos modos. Entonces, ¿qué significa el estatus para ti? En realidad, es un añadido, algo adicional, como una prenda de ropa o un sombrero; mientras no lo consideres demasiado importante, no te podrá limitar. Si amas el estatus y haces especial hincapié en él, de tal forma que siempre lo consideras un asunto de importancia, te tendrá bajo su control; después ya no querrás conocerte ni estarás dispuesto a sincerarte y desenmascararte, ni a dejar de lado tu rol de líder para hablar y relacionarte con los demás y cumplir con el deber. ¿Qué problema tienes? ¿No has asumido este estatus por ti mismo? ¿Y luego no has continuado ocupando esa posición y no estás dispuesto a renunciar a ella, e incluso a rivalizar con otros para preservar tu estatus? ¿No te estás atormentando? Si terminas atormentándote hasta la muerte, ¿a quién podrás culpar? Si al tener estatus eres capaz de abstenerte de mirar a los demás por encima del hombro, y en cambio te centras en la manera correcta de cumplir con el deber, haciendo todo lo que debes y cumpliendo con los deberes que tienes, y si te consideras un hermano o una hermana normal, ¿no te habrás quitado de encima el yugo del estatus?” (‘Para resolver el propio carácter corrupto, la persona debe tener una senda específica de práctica’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). Después de leer las palabras de Dios, entendí que, cuando Dios me exaltó para cumplir con mi deber como líder, no me estaba dando estatus, sino una comisión, una responsabilidad. No importaba lo complicados que fueran los problemas, debía dedicarme totalmente a resolverlos. Al interactuar con los hermanos y hermanas, no debía confiar en mi estatus de líder. Siempre que revele un carácter corrupto o surjan dificultades o carencias, debo comunicar abiertamente y ser sincera, y dejar que otros vean mi corrupción y mis carencias y sepan exactamente quién soy. No debe haber farsas ni pretensiones. Solo debo ser yo misma y comunicar sobre lo que entiendo. Cuando no entienda algo, debo buscar la verdad y compartir con mis hermanos y hermanas para hacer la mejor obra posible juntos. Más tarde volví a las reuniones de ese grupo. Cuando me encontraba con problemas que requerían ciertos conocimientos, abandonaba mi ego conscientemente. Preguntaba activamente lo que no entendía y les pedía que me lo explicaran. Y eso no hacía que me infravaloraran. También se sinceraron sobre sus problemas y dificultades en su obra. Cuando hablaban, los escuchaba atentamente e intentaba comprender. Así conseguí entender mejor sus problemas y compartir con ellos usando los principios de la verdad. Además, estudiaba los asuntos más especializados en mi tiempo libre. Cuando me encontraba con alguna dificultad, les preguntaba en busca de respuestas. Obrando juntos, fuimos capaces de complementarnos. Comenzamos a resolver muchos problemas de nuestra obra y logramos mejores resultados en nuestro deber. Me sentí mucho más tranquila y relajada.

Unos meses después, la iglesia amplió el alcance de mi obra. Sabía que tenía mucho que aprender. Cuando me veía en dificultades, a menudo le oraba a Dios, ponía en práctica Sus palabras y resolvía algunos problemas prácticos. Los hermanos y hermanas comenzaron a aprobarme y admirarme, Sin darme cuenta, empecé a centrarme de nuevo en el estatus. Un día, durante una reunión de colaboradores, nuestro líder dijo que las reuniones de cierta iglesia no habían sido muy efectivas. Mis compañeros recomendaron que fuera a la iglesia para resolver el problema. Pensé: “Parece que poseo algo de realidad de la verdad y puedo ayudar a resolver problemas. Debo destacar entre los colaboradores. Tengo que trabajar duro y demostrarles lo que puedo hacer”. A causa de mis intenciones equivocadas, Dios organizó una situación para tratarme. Un día, la hermana Li, una líder de grupo, tuvo algunas dificultades y se sentía un poco negativa. Encontré rápidamente dos pasajes de las palabras de Dios y usé mi experiencia para compartir con ella. Pasados treinta minutos, parecía no tener ningún efecto en ella. Además, sentía que mi comunicación era aburrida y no resolvía nada. Entonces, la hermana An mencionó un pasaje de las palabras de Dios y la hermana Li comenzó a asentir, sonriente. En ese momento, me sentí un poco avergonzada. El pasaje al que se refería la hermana An era más apropiado. Me pregunté qué pensaría la hermana Li de mí. ¿Diría que no era una líder cualificada, que no podía citar pasajes adecuados de las palabras de Dios o resolver problemas tan bien como la hermana An? Me sentí frustrada y no quise seguir con la comunicación. Unos días después, el hermano Zhang estaba en una mala situación. Busqué de antemano algunos pasajes y pensé: “Necesito que esta comunicación vaya bien para mantener mi reputación ante la hermana An. Si no, ¿cómo voy a hacer este trabajo?”. Cuando vi al hermano Zhang, me sentí muy enérgica y proactiva. Traté de comunicar todo lo que sabía. Inesperadamente, el hermano Zhang me dijo con impaciencia: “Hermana, entiendo lo que dices, pero mi estado no mejora. Déjame pensarlo un poco más”. Sus palabras me sorprendieron. No supe qué decir. Quería esconderme debajo de una piedra. Estaba muy preocupada, y pensé: “¿Qué me pasa? Esto no solía suceder cuando hablaba con otros hermanos y hermanas. ¿Por qué sigo metiendo la pata? Esto hará que me menosprecien. ¿Dirán que lo único que hago es hablar y que no resuelvo problemas reales?”. Olvidé cómo terminó aquella reunión.

Después de eso, cada vez que estaba con la hermana An, me sentía muy cohibida. A veces, la forma en que me miraba o me hablaba eran un poco duras. Pensaba: “¿Tendrá algún problema conmigo? ¿Será que no me aprueba?”. Sentía que debía mantener las distancias en el futuro para no revelar más defectos. Delante de otros hermanos y hermanas, también mantuve con cuidado las apariencias. Me distancié de ellos intencionadamente y rara vez les hablaba o les ayudaba con sus problemas. Dejé de cumplir responsablemente con mi deber. Poco a poco, empecé a sentir una oscuridad que se cernía sobre mi corazón. No era capaz de entender o resolver los problemas de los demás. A veces, tenía miedo de reunirme con ellos. Cada día salía del paso y sentía que Dios me había abandonado. Fue entonces cuando, finalmente, le oré a Dios: “Dios, siempre trato de mantener mi reputación, siempre finjo. Ya no soy responsable en mi deber. Me has ocultado Tu rostro y esta es Tu justicia, pero estoy dispuesta a volverme hacia Ti y a reflexionar sobre mí misma”. Después de eso, leí las palabras de Dios: “Las personas mismas son objetos de creación. ¿Pueden los objetos de creación alcanzar la omnipotencia? ¿Pueden alcanzar la perfección y la impecabilidad? ¿Pueden alcanzar la destreza en todo, llegar a entenderlo todo y lograrlo todo? No pueden. Sin embargo, dentro de los humanos hay una debilidad. Tan pronto como aprenden una habilidad o profesión, las personas sienten que son capaces: ‘Soy alguien con estatus, una persona de valor; un profesional’. Sin importar lo capaces o incapaces que puedan ser, antes de que esto salga a la luz siquiera, quieren envolverse y disfrazarse como figuras importantes y volverse perfectas e impecables, sin ningún defecto. Simplemente quieren armarse de modo que a los ojos de los demás sean grandes, poderosos, totalmente capaces y sin nada que no pueda nacer; desean parecer capaces de hacerlo todo. Creen que, si pidieran ayuda en algún asunto, parecerían incapaces, débiles e inferiores y la gente los despreciaría. Por eso siempre quieren mantener las apariencias. […] ¿Qué tipo de carácter es este? ¡Estas personas son tan arrogantes que han perdido todo sentido!” (‘Los cinco estados necesarios para ir por el camino correcto en la fe propia’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). “Algunas personas idolatran de manera particular a Pablo: les gusta salir a pronunciar discursos y hacer obra, les gusta reunirse y hablar; les gusta que las personas las escuchen, las adoren y las rodeen. Les gusta tener estatus en el corazón de los demás y aprecian que otros valoren la imagen que muestran. Analicemos su naturaleza a partir de estos comportamientos: ¿Cuál es su naturaleza? Si de verdad se comportan así, entonces basta para mostrar que son arrogantes y engreídos. No adoran a Dios en absoluto; buscan un estatus elevado y desean tener autoridad sobre otros, poseerlos, y tener estatus en sus mentes. Esta es una imagen clásica de Satanás. Los aspectos de su naturaleza que más destacan son la arrogancia y el engreimiento, la negativa a adorar a Dios, y un deseo de ser adorados por los demás. Tales comportamientos pueden darte una visión muy clara de su naturaleza” (‘Cómo conocer la naturaleza del hombre’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). Después de leer las palabras de Dios, entendí que solo soy una de las criaturas de Dios. Es imposible para mí entender y dominarlo todo. Ya se trate de la verdad o de conocimientos especializados, mi comprensión es muy limitada. Es normal pasar cosas por alto y cometer errores, pero no me conocía a mí misma, y no quería admitir mis defectos. Quería ser perfecta, importante y poderosa, solo fingía ser otra persona y prestaba demasiada atención a lo que los demás pensaban de mí. Cuando mis compañeros recomendaron que fuera a esa iglesia a resolver sus problemas, sentí que tenía la realidad de la verdad y era mejor que ellos, así que quería mostrar mi talento y probarme. Cuando trabajaba con la hermana An, sentía que yo era la líder que acudía a resolver los problemas, así que debía ser mejor que ella en todo. Cuando vi que la hermana An resolvía los problemas de los demás y yo seguía metiendo la pata, sentí que había perdido reputación y quise salir corriendo, así que me distancié deliberadamente de los demás y empecé a eludir mi deber. Los problemas en la vida de iglesia continuaban, y eso impedía que los hermanos y hermanas ganaran la entrada en la vida. Me di cuenta de que mi falsedad se debía a que había sido corrompida por los venenos de Satanás, como: “El hombre siempre debería esforzarse para ser mejor que sus contemporáneos”, “Al igual que un árbol vive por su corteza, el hombre vive por su imagen”, y “Vaya donde vaya, uno siempre quiere dejar una buena impresión en los demás”. En cualquier grupo al que acudía, salía del paso fingiendo y ocultando mis defectos. Quería que la gente solo viera mi lado bueno y dejar una buena impresión. Pensaba que le daba valor y dignidad a mi vida, pero cuando desaparecía esa sensación, me quedaba abatida. Estaba siempre en guardia y sospechaba de los demás. Era agotador. Dios me elevó para cumplir mi deber como líder para exaltar y dar testimonio de Él, comunicar la verdad para resolver problemas prácticos y llevar a los hermanos y hermanas ante Dios. Pero no me esforcé en mantener la obra de la casa de Dios. En su lugar, lo tomé como una oportunidad para alardear y ser admirada. Como no conseguía lo que quería, descuidaba mi obra. Solo pensaba en cómo crecían o caían mi prestigio y mi estatus, y no busqué la verdad ni cumplí con mis responsabilidades. Por eso Dios me despreció y mi espíritu moró en la oscuridad. No solo no podía resolver ningún problema real, ni siquiera podía hacer las cosas de las que solía ser capaz. Fui testigo de la justicia y la santidad de Dios. La naturaleza de Pablo era arrogante y competitiva. Buscaba ciegamente el estatus y quería ser admirado. Llevó a la gente ante él y emprendió el camino de oposición a Dios. Yo buscaba ciegamente el estatus, no la verdad. Me importaba demasiado lo que los demás pensaban de mí y quería ganármelos y engañarlos. ¡Igual que Pablo, tomé la senda de oposición a Dios! Cuando me di cuenta, me apresuré a orar a Dios y me arrepentí. Ya no quería fingir más ni proteger mi propio estatus. Quería practicar la verdad y ser una persona honesta.

Cuando me volví a reunir con mis hermanos y hermanas, quise contarles lo que había pasado para exponer mi propia corrupción, pero no encontraba las palabras. Era la líder de la iglesia y se suponía que debía supervisar su obra. Si les contaba todo con pelos y señales, ¿pensarían que no soy una persona que busca la verdad, que no soy apta para ser líder? Era como un tira y afloja en mi mente. Fue entonces cuando me di cuenta de que de nuevo estaba tratando de fingir y mantener mi reputación. Pensé que seguía valorando el estatus una y otra vez, lo que alteraba la obra de la casa de Dios y me colocaba en la senda equivocada. Mi corazón se llenó de miedo. Pensé en las palabras de Dios: “No es necesario que ocultes nada, hagas modificaciones ni emplees trucos por el bien de tu reputación, tu dignidad y tu estatus, y esto también es aplicable a cualquier error que hayas cometido; ese trabajo absurdo es innecesario. Si no lo haces, vivirás de forma fácil y descansada y totalmente en la luz. Esa es la única clase de personas que pueden ganarse el elogio de Dios” (‘Solo quienes practican la verdad temen a Dios’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). Las palabras de Dios iluminaron mi corazón y me motivaron. Sentí que estar en ese ambiente era una oportunidad para practicar la verdad. Ya no podía ocultar mi verdadero ser y proteger mi estatus, así que compartí toda mi corrupción y las lecciones que había aprendido con mis hermanos y hermanas. Todos obtuvimos algo de esa comunicación y nos acercamos los unos a los otros. También hablamos de los problemas de la obra y, aprovechando las fortalezas de cada uno, pudimos rectificar los errores en nuestro deber. Pasado algún tiempo, los problemas en esa iglesia se resolvieron. El estado de los hermanos y hermanas también mejoró, y comenzaron a cumplir activamente con su deber. Después de eso, cuando hacía mi deber, aunque a veces me sentía oprimida por pensamientos sobre el estatus, podía orar conscientemente a Dios, practicar la verdad y ser honesta, y podía ser franca respecto a mi corrupción. Poco a poco, dejé de prestar tanta atención a mi estatus. Desde entonces, he sido capaz de llevarme bien con mis hermanos y hermanas simplemente siendo franca, sin fingir. Sin tanta farsa, soy capaz de buscar la verdad y cumplir mi deber con los pies en la tierra. ¡Este es el resultado del juicio y castigo de las palabras de Dios! ¡Gracias a Dios!

Película cristiana basada en hecho real | "¡Soy buena persona!"


 

Película cristiana
basada en hecho real | "¡Soy buena persona!"

Desde pequeña, a la cristiana Yang Huixin le encanta ser buena persona. No le gusta ofender. Se cree buena persona porque es amable y agradable con los demás. Sin embargo, al aceptar el evangelio de Dios de los últimos días y experimentar el juicio y el castigo de las palabras de Dios, es cuando despierta y se da cuenta de que no es una buena persona de verdad. Más bien vive según las filosofías satánicas y es una “buena chica” muy egoísta y astuta. Decide de corazón buscar la verdad y convertirse en una buena persona, honesta y recta… ¿Por qué experiencias pasa Yang Huixin para llegar a experimentar semejante transformación?


Testimonio de fe en Dios | La semejanza humana se logra resolviendo la arrogancia

Testimonio de fe en Dios | La semejanza humana se logra resolviendo la arrogancia

Por Qi Yuan, Estados Unidos

En marzo de 2017, comencé a hacer trabajos de diseño gráfico para la iglesia, en su mayoría pósteres de películas y viñetas. Al comienzo no conocía bien el aspecto técnico, así que constantemente aprendía principios y habilidades de diseño. Con modestia, pedía ayuda a hermanas y hermanos y procuraba aplicar a mis diseños los consejos de los demás. Con el tiempo, ya manejaba mejor las destrezas que necesitaba para el deber. Mis viñetas se publicaban en línea y la tasa de clics era bastante buena. Un póster en particular, para un documental, fue muy elogiado por varios hermanos y hermanas. La gente me consultaba mucho sobre asuntos técnicos, así que sentía que tenía verdadero talento en el área de diseño gráfico. Sin darme cuenta me volví arrogante.

Luego, mientras diseñaba viñetas, algo más fácil que los pósteres de películas, sentí que estaba capacitada para terminarlas rápido. Así que comencé a hacerlas basándome en mis destrezas técnicas, sin pensarlas demasiado ni considerando los principios. Como resultado, en su devolución, los hermanos y hermanas dijeron que ni la luz ni el color iban con el tema. Ni consideré ni acepté su devolución, pero pensé: “¿Acaso no tienen buen gusto? Mi diseño es audazmente creativo. Consideré lo que dijeron pero no me pareció un problema. Sugieren cosas desde la ignorancia”. Mantuve mi postura firme e incluso me enfadé. Me negué a hacer modificaciones. Como resultado, algunas de mis viñetas fueron rechazadas por problemas con las imágenes. Supe luego que una hermana se sintió muy restringida por mí y temía hacerme más sugerencias. Me sentí un poco mal cuando me enteré, pero no reflexioné sobre mí misma a la luz de lo que había pasado.

Al poco tiempo, trabajé en el diseño de otro póster. La película era sobre una creyente controlada y engañada por pastores y ancianos y limitada por sus nociones religiosas, que por ende no aceptaba la nueva obra de Dios. Al final, luego de buscar la verdad, aceptó la obra de los últimos días de Dios Todopoderoso, y comenzó a vivir bajo Su luz. Tuve en cuenta este tema y pensé: “El póster debería mostrar el paso de la oscuridad a la luz, no hay mejor idea que esa”. Estuve siglos buscando un póster similar para usar como referencia. Cuando miré mi imagen final, pensé que era realmente buena y que parecía un póster de un éxito de taquilla. Me estaba felicitando a mí misma, cuando una hermana vio mi póster y me hizo esta sugerencia: “Aquí es muy oscuro. No hay detalles y es demasiado aburrido”. Otra hermana sugirió: “Es demasiado oscuro en general, no es claro. Es un tanto sombrío. La película da testimonio de Dios, las imágenes no deberían ser demasiado oscuras”. Me resistí mucho a lo que decían y pensé: “Para mí es genial. Ustedes no saben manejar el sombreado y me dicen a mí cómo hacerlo. ¿No estarán siendo quisquillosos?”. Pero dije: “¿No es este el sombreado correcto? Tiene que haber una distinción entre la luz y la oscuridad. Además, es el póster de una película, la idea es trabajar el sombreado. Así se hacen este tipo de pósteres. El mío no tiene nada de malo”. Luego les envié copia de uno de los pósteres al que me había referido. Ante mi sorpresa, dijeron que mi póster tenía demasiados espacios oscuros y que no estaba tan bien como el otro. Cuando dijeron esto me enfurecí y pensé: “No olviden que siempre me piden consejo sobre el sombreado. No tienen siquiera un manejo básico del tema, pero me dicen cómo hacerlo. ¿No están tratando de enseñar a un pez a nadar?”. Para probar que tenía razón, les envié a otros hermanos y hermanas la imagen que había diseñado, pero también les pareció demasiado oscura. Tuve que hacer de tripas corazón y cambiarla. Aún pensaba que mi idea era correcta y que se ajustaba a los principios del sombreado, “así que hice pequeños cambios, pero igual no fue aceptada.” Como resultado, llevaba casi un mes trabajando en una imagen que debería haberme llevado una semana. La terminaron descartando por problemas conceptuales de diseño. Lo sentí como una bofetada. Estaba muy desalentada y desanimada y no quise abrirme para compartirlo con los demás. Caí en un pozo oscuro y doloroso. Luego, el líder del grupo me recordó que ninguno de mis diseños recientes había sido bueno y que de inmediato debía reflexionar sobre mí misma ante Dios. Recién allí me presenté ante Dios y reflexioné y descubrí algunas de Sus relevantes palabras.

Un día, leí esto en mi devocional: “Cuando se te presenten problemas, no debes ser santurrón y pensar, ‘Entiendo los principios y tengo la última palabra. Vosotros no sois aptos para hablar. ¿Qué sabéis vosotros? Vosotros no entendéis; ¡yo sí!’ Esto es ser santurrón. Ser santurrón es un carácter satánico corrupto; no es algo dentro de la humanidad normal”. “Puedes estar justificado y puede no haber falta en lo que haces; puede que no hayas cometido ningún error, y puede que tengas un mejor entendimiento que otros sobre un aspecto técnico de un asunto, pero una vez que te comportas y practicas de esta manera, otros lo verán y dirán: ‘¡El carácter de esta persona no es bueno! Cuando se le presentan problemas, no acepta nada de lo que dicen los demás, sea acertado o no. Todo es resistencia. Esta persona no acepta la verdad.’ Y si las personas dicen que no aceptas la verdad, ¿qué debe pensar Dios? ¿Es capaz Dios de ver estas expresiones tuyas? Dios las puede ver con enorme claridad. Dios no sólo examina el corazón más íntimo del hombre, sino que Él también observa todo lo que dices y haces en todo momento, en todas partes. Y cuando Él ve estas cosas, ¿qué hace? Él dice: ‘Estás endurecido. Eres así cuando se da el caso de que tienes razón y eres igual cuando estás equivocado. En todos los casos, todas tus revelaciones y expresiones son conflictivas y de oposición. No aceptas ninguna de las ideas o sugerencias de otros. Todo en tu corazón es contradicción, cerrazón y rechazo. ¡Eres muy difícil!’” (‘Los que no pueden vivir siempre delante de Dios son no creyentes’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). Dios sí que ve el interior de nuestro corazón y nuestra mente. Esto dejó expuesto mi estado. Había estado revelando el carácter satánico de la arrogancia. Cuando mis hermanas y hermanos aprobaban y elogiaban mis pósteres, pensaba que era por mis propias destrezas y que nadie podía estar a la altura de mis diseños y conocimiento técnico. Cuando los demás me sugerían algo, me negaba a aceptarlo, pensando que no entendían. Incluso cuando varios me hacían la misma sugerencia, me ponía realmente rígida. Fingía aceptar lo que decían, pero me aferraba a mi propio parecer. Solo cambiaba lo que me era fácil aceptar y rechazaba aquello con lo que no estaba de acuerdo. Encontraba todo tipo de excusas para discutir con los demás e incluso perdía los estribos. Así, terminé sometiendo a una hermana. Me di cuenta de que yo era arrogante más allá de todo sentido. ¡Era completamente irracional! Tan arrogante y santurrona que no quería aceptar las sugerencias de nadie. Mis imágenes no solo debían ser editadas una y otra vez, retrasando el trabajo, sino que mi propio estado seguía deteriorándose. Si no hubiera afrontado esos fracasos y contratiempos, jamás me habría puesto ante Dios para reflexionar y conocerme. Si no revertía esto y seguía viviendo regida por mi carácter arrogante, los demás me rechazarían y Dios se indignaría. Estaba llena de arrepentimiento y sentí un poco de miedo ante esa noción. Me puse de inmediato ante Dios en mis oraciones, dispuesta a arrepentirme.

Luego, me abrí a las hermanas del equipo sobre la corrupción que había demostrado y les dije que estaba dispuesta a aceptar sugerencias y a que me abordaran. De allí en más, en mi deber, hermanos y hermanas me hicieron varias sugerencias y al principio fue bastante difícil aceptarlas. Pero al recordar mis recientes fracasos, oraba y me hacía a un lado. Pensaba en por qué habían hecho esa sugerencia, qué se podía lograr si la seguía y dónde radicaba el problema. Luego la consideraba basándome en los principios. Con este enfoque, me fue más fácil entender y aceptar las sugerencias de los demás y mis correcciones fueron mucho mejor recibidas. También descubrí qué maravillo es practicar la verdad. Pero mi carácter arrogante estaba muy arraigado así que no pude deshacerme de él con una sola experiencia de fracaso.

Volví a hundirme en la arrogancia poco después. Una vez tuve que diseñar las viñetas de unos himnos de la iglesia. Pensé que como se trata de hermanos y hermanas alabando a Dios luego de experimentar Su obra, las viñetas debían tener un estilo cálido y romántico. Recurrí a algo de lo aprendido sobre teoría de color, sobre que el morado encarna ese tipo de sentimiento y que denota majestuosidad y elegancia. Sentí que al usar morado como color primario no me iba a equivocar. Cuando terminé, algunos hermanos y hermanas dijeron que les gustó la lógica aplicada y que el color era bonito. Estaba contenta conmigo misma y pensé que, después de todo, estaba capacitada y tenía cierta aptitud para el diseño. Entonces me sorprendió la sugerencia de una hermana que apenas había comenzado en el diseño: “Los himnos de la iglesia son experiencias y conocimientos reales de hermanos y hermanas. El morado remite a algo demasiado onírico y no encaja con la atmósfera de los himnos. No es muy bonito. Sugiero cambiarlo”. Leí la sugerencia pero sentí una verdadera resistencia interna. Pensé: “Hay mucho material instructivo que dice que el morado da una bonita calidez. Además, hay muchos otros diseños en línea donde se usa así. ¿Por qué dices que no es bonito? Como si fuera poco, estás dando tus primeros pasos y casi no has diseñado nada sola y me haces sugerencias. No conoces tus límites”. Pero, como no me sentía cómoda con rechazarla de plano, la desestimé y le dije que consideraría las sugerencias de otros hermanos y hermanas. Pero no volví a pedir opinión a nadie y le resté importancia.

Unos días después, otra hermana me hizo la misma devolución. Dijo que el color que había usado era deprimente y sugirió que lo cambiara. líder del equipo me recordó que no fuera obstinada y que hiciera cambios para seguir revisando el diseño. A esa altura, no me atreví a mantenerme firme en mi postura así que intenté hacer algunos cambios. Pero no estaba muy dispuesta a renunciar al diseño morado. Pensé: “Mi diseño con este color no puede estar tan mal. A algunos les gustó, ¿por qué debería cambiarlo?”. Pero si pensaba así, me costaba cambiarlo. Luego de algunos intentos, seguía sin gustarme. En eso, mientras editaba la imagen, surgió un error y dediqué horas a buscar una solución, sin éxito. Me sentía increíblemente frustrada, sin saber qué hacer y sentí ganas de abandonarlo todo. Recordé que había trabajado un mes en esa imagen, que la había editado seis veces y que los demás me habían hecho muchas sugerencias. Todavía no la tenía lista y estaba retrasando nuestro trabajo. Estaba realmente molesta. Recordé que antes había entorpecido nuestro trabajo por ser arrogante y no saber recibir devoluciones. Ahora estaba siendo arrogante otra vez y rechazaba las sugerencias de los demás. ¿No era el problema de siempre? De inmediato me puse ante Dios en mi oración: “Oh, Dios, mi carácter arrogante es cosa seria. En esta situación no puedo someterme. Esclaréceme y guíame para que pueda entender Tu voluntad, para conocerme de veras y poder salir de este estado”.

Más tarde leí este pasaje de la palabra de Dios: “La arrogancia es la raíz del carácter corrupto del hombre. Cuanto más arrogante es la gente, más propensa es a oponerse a Dios. ¿Hasta dónde llega la gravedad de este problema? Las personas de carácter arrogante no solo consideran a todas las demás inferiores a ellas, sino que lo peor es que incluso son condescendientes con Dios. Aunque algunas personas, por fuera, parezcan creer en Dios y seguirlo, no lo tratan en modo alguno como a Dios. Siempre creen poseer la verdad y tienen buen concepto de sí mismas. Esta es la esencia y la raíz del carácter arrogante, y proviene de Satanás. Por consiguiente, hay que resolver el problema de la arrogancia. Creerse mejor que los demás es un asunto trivial. La cuestión fundamental es que el propio carácter arrogante impide someterse a Dios, a Su gobierno y Sus disposiciones; alguien así siempre se siente inclinado a competir con Dios por el poder sobre los demás. Esta clase de persona no venera a Dios lo más mínimo, por no hablar de que ni lo ama ni se somete a Él. Las personas que son arrogantes y engreídas, especialmente las que son tan arrogantes que han perdido la razón, no pueden someterse a Dios al creer en Él e, incluso, se exaltan y dan testimonio de sí mismas. Estas personas son las que más se resisten a Dios. Si las personas desean llegar al punto en que veneren a Dios, primero deben resolver su carácter arrogante. Cuanto más minuciosamente resuelvas tu carácter arrogante, más veneración tendrás por Dios, y solo entonces podrás someterte a Él y serás capaz de obtener la verdad y conocerle” (“Registros de las pláticas de Cristo”). Esto me ayudó a entender que la arrogancia es la raíz de la resistencia a Dios. Controlada por mi carácter arrogante, siempre pensaba que tenía razón, como si mi punto de vista fuera la verdad y tuviera autoridad. No sentía deseo alguno de buscar la verdad ni de someterme a Dios. No aceptaba las sugerencias de nadie. Sobre todo cuando provenían de gente sin mis destrezas técnicas o que no entendía ciertos aspectos técnicos. Me resistía mucho. Fingía aceptar las sugerencias, pero en realidad, no las tomaba en serio. Dios me recordó en varias oportunidades a través de los demás que debía poner mi voluntad de lado, concentrarme en lo que beneficiaba a la casa de Dios, y buscar, intentar y crear la mejor versión. Pero era increíblemente obstinada y engreída. Consideraba mis ideas y mi experiencia como la verdad y me ponía firme cuando las sugerencias de los demás no me parecían satisfactorias. Esto obstaculizaba la obra de la casa de Dios. Finalmente comencé a entender Su palabra: “Las personas de carácter arrogante no solo consideran a todas las demás inferiores a ellas, sino que lo peor es que incluso son condescendientes con Dios”. “Cuanto más arrogante es la gente, más propensa es a oponerse a Dios”. Me convencí por completo de esto. Y también sentí un poco de miedo. Me hizo recordar a los anticristos en la iglesia. Estos eran muy arrogantes y dictatoriales y nunca escuchaban las sugerencias de los demás. Incluso arremetían contra los que les daban devoluciones y los excluían, obstaculizando la obra de la casa de Dios y ofendiendo Su carácter. Los anticristos fueron erradicados por Dios. Yo jamás hubiera hecho el mal que hicieron ellos, pero ¿en qué se diferenciaba el carácter que demostré yo? Fui allí que me di cuenta de lo serio de las consecuencias si no resolvía mi arrogancia. Me puse de inmediato en presencia de Dios con mis oraciones, dispuesta a arrepentirme.

Luego, leí este pasaje de Su palabra: “Contemplándolo ahora, ¿es difícil cumplir adecuadamente con el deber? En realidad, no; la gente solo debe ser capaz de tener una actitud humilde, un poco de sentido y una actitud apropiada. Independientemente de la formación que creas tener, de los premios que hayas ganado o lo mucho que hayas conseguido, y por muy elevadas que consideres tu aptitud y tu jerarquía, debes empezar por dejar de lado todas estas cosas, pues no valen nada. Por muy grandes y buenas que sean, en la casa de Dios no pueden estar por encima de la verdad; no son la verdad ni pueden ocupar su lugar. Por eso digo que debes tener lo que se denomina sentido. Si dices: ‘Tengo mucho talento, una mente muy aguda y reflejos rápidos, aprendo enseguida y tengo excelente memoria’, y siempre utilizas estas cosas como tu capital, esto ocasionará problemas. Si consideras estas cosas la verdad o por encima de la verdad, te costará aceptarla y ponerla en práctica. A los altivos y arrogantes, que siempre actúan con superioridad, les cuesta más que a nadie aceptar la verdad y son los más propensos a caer. Si uno es capaz de corregir el problema de su arrogancia, se le hará fácil poner en práctica la verdad. Por lo tanto, primero has de dejar y negar aquellas cosas que a primera vista parecen agradables y elevadas y provocan envidia. No son la verdad; más bien pueden impedirte entrar en ella” (“Registros de las pláticas de Cristo”). Allí entendí que debía hacerme a un lado y debía negarme a mí misma para resolver mi carácter arrogante. Las destrezas humanas, las capacidades, la experiencia y los dones no son la verdad, por más maravilloso que sea uno. Son solo herramientas para cumplir con nuestro deber. No deberíamos intentar capitalizarlas. Buscar la verdad, actuar según los principios, trabajar bien con los demás y aprender de ellos es la clave. Es la única manera de cumplir bien con nuestro deber. Luego observé algunos de los mejores pósteres que había diseñado y descubrí claros problemas de concepto, sombreado, color y composición en mis imágenes originales. Pero después de editarlas basándome en la devolución de mis hermanos y hermanas, las pude mejorar mucho y algunas sufrieron una transformación total. Me avergonzó observar esto. Pensé que había alcanzado cierto éxito en mi trabajo y que los demás me habían elogiado porque tenía mejores destrezas técnicas y más experiencia que ellos. Capitalicé esto, negándome a escuchar a nadie. Pero, en realidad, mis diseños solo habían sido exitosos porque me había regido por los principios de la verdad y aceptado sugerencias. Mis diseños estaban hechos con la guía y el esclarecimiento de Dios y trabajando en armonía con hermanos y hermanas. Cuando solo me apoyaba en mis destrezas técnicas, sin perseguir los principios de la verdad ni aceptando devoluciones, mis imágenes no eran buenas y esto realmente entorpecía la obra de la iglesia. Sentía mucha vergüenza al recordar el enfoque arrogante y santurrón que había tenido. Claramente, yo no era nada especial. Solo sabía algunas cosas de diseño, lejos estaba de ser una verdadera profesional. Aún así estaba muy segura de mí misma y era arrogante. Había sido tan presumida... Al darme cuenta de esto, elevé una oración y abandoné mi punto de vista. Acepté las devoluciones de los demás y pensé en cómo hacer correcciones para obtener mejores resultados. No solo resolví el problema principal sino que encontré un color mejor. Corregí la imagen muy rápido y los hermanos y hermanas dijeron que con los cambios estaba mucho mejor. Me sentí muy avergonzada de ver esto. Habíamos hecho varias revisiones de la imagen, solo por mi arrogancia, hice perder tiempo valioso a los demás y fui una molestia. Esto interrumpió la obra de la casa de Dios. Y no solo mis destrezas se estancaron, sino que mi entrada en la vida sufrió un revés. Me di cuenta de que vivir regida por mi carácter arrogante solo me perjudicaba. Me arrepentí profundamente y, en silencio, resolví: “Sin importar la devolución que reciba, aprenderé a hacerme a un lado, a buscar la verdad y a priorizar los intereses de la casa de Dios. No puedo seguir viviendo en la arrogancia”.

Hace poco diseñé una viñeta para el video de una lectura de la palabra de Dios y cuando les mostré el primer boceto a mis hermanos y hermanas, dijeron que la imagen del globo era demasiado grande y que quedaba apiñada en el centro y que el campo visual no era lo suficientemente abierto. Me enviaron algunas imágenes como referencia para ayudarme a mejorarla. Pensé: “El globo tiene que ser así de grande para que tenga el efecto adecuado y ustedes no tienen ni capacitación ni experiencia profesional en diseño gráfico. Yo estoy más cualificada en esta área. No gano nada con su devolución”. Así que leí muy por encima sus comentarios y quise editar la imagen según mi propio criterio. Me di cuenta de que estaba de nuevo mostrando mi arrogancia y de que no había considerado con calma ni la devolución ni el resultado final. Estaba juzgando ciegamente y eso iba en contra de la voluntad de Dios. Oré de inmediato, pidiéndole a Dios que aquietara mi corazón para poder practicar la verdad y abandonar mi carne. Luego, leí este pasaje de Su palabra: “Primero debes tener una actitud de humildad, dejar de lado lo que crees correcto y permitir que todos hablen. Aunque creas que lo que dices es correcto, no debes seguir insistiendo en ello. Esa, para empezar, es una suerte de paso adelante; demuestra una actitud de búsqueda de la verdad, abnegación y satisfacción de la voluntad de Dios. Una vez que tienes esta actitud, a la vez que no te apegas a tu propia opinión, oras. Como no distingues el bien del mal, dejas que Dios te revele y diga qué es lo mejor y lo más adecuado que puedes hacer. Mientras todos comparten juntos, el Espíritu Santo les otorga esclarecimiento. Dios da esclarecimiento a las personas de acuerdo con un procedimiento que, a veces, simplemente hace balance de tu actitud. Si tu actitud es de autoafirmación inflexible, Dios te ocultará Su rostro y se aislará de ti; te dejará en evidencia y se asegurará de que te topes contra un muro. Si, por el contrario, tu actitud es correcta —ni empeñada en tener razón, ni mojigata, arbitraria e imprudente, sino una actitud de búsqueda y aceptación de la verdad—, cuando hables con el grupo y el Espíritu Santo empiece a obrar entre vosotros, quizá te guíe hacia el conocimiento a través de las palabras de otra persona” (“Registros de las pláticas de Cristo”). Allí entendí que, en mi deber, cuando me topaba con ideas diferentes de otros, eso era algo que Dios permitía. Dios observa todos nuestros pensamientos y acciones, así que yo debería practicar la verdad y aceptar Su escrutinio. No podía tomar las cosas de manera literal y juzgar el profesionalismo de los demás. Por más que tuviera más conocimientos y que mi idea me pareciera razonable, debía bajarme del caballo, dejar de lado mis propios planes, perseguir la verdad y hacer lo que fuera más efectivo. Incluso si resultaba que tuviera razón, al menos habría perseguido y practicado la verdad. Eso es invalorable. Dios detestaba mi carácter satánico, que es enemigo de Él, así que desplegar mi arrogancia era peor que cometer un error. Pensé en cómo mi arrogancia había realmente alterado la obra de la casa de Dios y sentía que ya no podía ser tan obstinada. Debía encarar las sugerencias con calma y esforzarme por mejorar la imagen. Luego de esto tomé seriamente las sugerencias de los demás y noté que una imagen de referencia era de muy buen gusto y que podía aprender de ella. Lo conversé con los demás miembros del equipo y coincidieron en que las correcciones debían hacerse según lo sugerido. Volví a trabajar en el diseño y en algunos aspectos más y de buenas a primeras lo tuve listo. Sentí que todo lo había logrado a través del esclarecimiento y la guía de Dios. Si bien recibí unas pocas sugerencias más, las manejé apropiadamente y no me sentí tan resistente. Fui feliz de cambiar el diseño cuanto fuera necesario para dar testimonio de Dios. Luego de algunas pasadas de revisión, todos dijeron que estaba genial y que no tenían más sugerencias. Me di cuenta de lo maravilloso que era realizar mi deber de esa manera.

Luego de que me disciplinaran y me expusieran, y al leer la palabra de Dios, finalmente entendí y odié mi carácter satánico arrogante y entendí que es clave buscar y aceptar la verdad en todo. Ya no soy arrogante como era antes y puedo aceptar las sugerencias de los demás. Hice ese cambio únicamente por el juicio, el castigo y la disciplina de Dios.

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