Vídeo cristiano | Los fariseos de los últimos días (Programa de variedades)
El cristiano Zhang Yi ha conocido el testimonio de que el Señor ha regresado, pero mientras investiga el camino verdadero, su pastor y su anciano tratan en varias ocasiones de impedírselo y evitarlo, diciéndole: “Quienes afirman que el Señor ha venido encarnado difunden una herejía y falsas enseñanzas. ¡No les hagas caso, no leas sus palabras ni tengas contacto con ellos!”. Esto confunde a Zhang Yi, pues el Señor Jesús dijo claramente: "Pero a medianoche se oyó un clamor: '¡Aquí está el novio! Salid a recibirlo'" (Mateo 25:6). "Mis ovejas oyen mi voz […]" (Juan 10:27). Según las palabras del Señor, las personas han de ser vírgenes prudentes y buscar y escuchar activamente la voz del Señor para poder recibirlo, pero su pastor y su anciano intentan de todo con tal de impedir y frenar que los creyentes oigan la voz de Dios. ¿Por qué les da miedo que los creyentes investiguen el camino verdadero? Tras debatir con su pastor y su anciano, al final Zhang Yi descubre quiénes son los fariseos de los últimos días y quién es el verdadero obstáculo que impide que los creyentes reciban al Señor.
La biblia dice: “13 Mas ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; que ni vosotros entráis, ni á los que están entrando dejáis entrar. 15 Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque rodeáis la mar y la tierra por hacer un prosélito; y cuando fuere hecho, le hacéis hijo del infierno doble más que vosotros” (Mateo 23:13,15).
Cuando el Señor Jesús vino a trabajar, los líderes religiosos lo condenaron y Jesús fue crucificado porque los líderes religiosos judíos se confabularon con el gobierno romano. Cuando el Señor regresó en los últimos días, los pastores religiosos se esfuerzan por proteger su propio estatus, influencia e ingresos, paran a los creyentes buscar y investigar la obra de los últimos tiempos de Dios, reaparece la historia. ¿Quién es el fariseo contemporáneo, cómo distinguir sus rumores, la opinión pública? Esto es muy importante para los que creemos en el Señor, deben romper la atadura de los fariseos. El video de 18 minutos le dirá la verdad.
Scripture quotations taken from LBLA (http://www.LBLA.com). Copyright by The Lockman Foundation.
Aunque muchas personas creen en Dios, pocas entienden qué significa la fe en Él, y qué deben hacer para ser conformes a Su corazón. Esto se debe a que, aunque están familiarizadas con la palabra “Dios” y expresiones como “la obra de Dios”, no le conocen, y mucho menos Su obra. No es de extrañar, por tanto, que todos los que no conocen a Dios posean una creencia confusa. No se toman en serio la creencia en Él, porque es demasiado desconocido, demasiado extraño para ellos. De esta forma, no están a la altura de las exigencias de Dios. Es decir, si las personas no conocen a Dios ni Su obra, no son aptas para que Él las use, y menos aún pueden satisfacer Su deseo. “La creencia en Dios” significa creer que hay un Dios; este es el concepto más simple de la fe en Él. Aún más, creer que hay un Dios no es lo mismo que creer verdaderamente en Él; más bien es una especie de fe simple con fuertes matices religiosos. La fe verdadera en Dios significa que la gente experimenta Sus palabras y Su obra en base a la creencia de que Él tiene soberanía sobre todas las cosas. Por tanto, se logrará desechar el carácter corrupto, se satisfará el deseo de Dios, y se llegará a conocerlo. Sólo emprendiendo ese paso se puede decir que se cree en Dios. Sin embargo, las personas consideran a menudo que la creencia en Dios es algo muy simple y frívolo. Las personas que creen en Dios de esta manera han perdido el significado de creer en Él y, aunque pueden seguir creyendo hasta el final, jamás obtendrán Su aprobación, porque marchan por la senda equivocada. Hoy siguen existiendo quienes creen en Dios en las letras, en doctrinas huecas. No son conscientes de que su creencia en Dios no tiene esencia, y de que son incapaces de obtener Su aprobación, y siguen orando por la paz y la gracia suficiente de Dios. Deberíamos tranquilizarnos y reflexionar: ¿Creer en Dios podría ser realmente la cosa más fácil en la tierra? ¿No significa creer en Dios algo más que recibir mucha gracia de Él? ¿Pueden las personas que creen en Él, sin conocerle, y las que creen en Él pero se le oponen, satisfacer realmente Su deseo?
No se puede hablar de Dios y del hombre como iguales. Su esencia y Su obra son lo más insondable e incomprensible para el hombre. Si Dios no realiza personalmente Su obra ni pronuncia Sus palabras entre los hombres, este nunca sería capaz de entender Su voluntad, y así, incluso aquellos que le han dedicado toda su vida, serían incapaces de obtener Su aprobación. Sin la obra de Dios, no importa qué tan bien esté trabajando el hombre, no servirá para nada, porque los pensamientos de Dios siempre serán más elevados que los del hombre, y Su sabiduría es insondable para este. Por tanto, afirmo que quienes “ven claramente” a Dios y Su obra son ineficaces; que todos son arrogantes e ignorantes. El hombre no debería definir la obra de Dios; además, no puede hacerlo. A los ojos de Dios, el hombre es simplemente más pequeño que una hormiga, así que, ¿cómo puede este sondear Su obra? Los que están diciendo constantemente: “Dios no obra de esta o de esa manera” o “Dios es esto o aquello”, ¿no son todos ellos arrogantes? Deberíamos saber todos que Satanás ha corrompido a las personas, que son de la carne. Su naturaleza es oponerse a Dios, y no están en paridad con Él, mucho menos pueden ofrecer consejo para la obra de Dios. Cómo guía Él al hombre es Su propia obra. El hombre debería someterse, y no tener tal y tal opinión, porque no es sino polvo. Puesto que tratamos de buscar a Dios, no deberíamos superponer nuestros conceptos en la obra de Dios para Su consideración, menos aún emplear nuestro carácter corrupto para intentar deliberadamente oponernos a la obra de Dios. ¿No nos convertiría esto en anticristos? ¿Cómo podrían esas personas decir que creen en Dios? Puesto que creemos que existe Dios, y puesto que deseamos satisfacerlo y verlo, deberíamos buscar el camino de la verdad, y un camino compatible con Él. No deberíamos permanecer en una oposición terca hacia Dios; ¿qué de bueno podría salir de tales acciones?
Hoy, Dios tiene nueva obra. Puede que no aceptes estas palabras; tal vez te parezcan extrañas, pero te aconsejo que no reveles tu naturalidad, porque sólo aquellos que tienen verdaderamente hambre y sed de justicia delante de Dios pueden obtener la verdad. Él sólo puede ilustrar y guiar a aquellos que son verdaderamente devotos. Nada se obtendrá de buscar la verdad por medio de disputas. Sólo al buscar con calma se puede obtener resultados. Cuando digo que “Dios tiene hoy nueva obra”, me estoy refiriendo a Su regreso a la carne. Quizás no te importen estas palabras, quizás las desprecies o quizás sean de un gran interés para ti. Cualquiera que sea el caso, espero que todos los que anhelan realmente la aparición de Dios puedan afrontar esta realidad y considerarla con detenimiento. Es mejor no saltar a las conclusiones. Esta es la forma en que deberían actuar las personas sabias.
Investigar algo así no es difícil, pero requiere que cada uno de nosotros conozca esta verdad: Aquel que es la encarnación de Dios tendrá Su esencia, y Aquel que es la encarnación de Dios tendrá Su expresión. Haciéndose carne, Dios traerá la obra que debe hacer, y haciéndose carne expresará lo que Él es; será, asimismo, capaz de traer la verdad al hombre, de concederle la vida, y de mostrarle el camino. La carne que no contiene la esencia de Dios seguramente no es el Dios encarnado; de esto no hay duda. Para investigar si es la carne encarnada de Dios, el hombre debe determinarlo a partir del carácter que Él expresa y de las palabras que Él habla. Es decir, si es o no la carne encarnada de Dios, y si es o no el camino verdadero, debe discernirse a partir de Su esencia. Y así, para determinar[a] si es o no la carne de Dios encarnado, la clave está en prestar atención a Su esencia (Su obra, Sus palabras, Su carácter, y mucho más), en lugar de fijarse en Su apariencia exterior. Si el hombre sólo ve Su apariencia exterior, y pasa por alto Su esencia, demostrará la ignorancia y la ingenuidad del hombre. La apariencia externa no determina la esencia; es más, la obra de Dios jamás puede ajustarse a los conceptos del hombre. ¿No estaba reñida la apariencia exterior de Jesús con los conceptos humanos? ¿No eran Su aspecto y Sus vestiduras incapaces de proporcionar pista alguna sobre Su verdadera identidad? ¿No fue la razón por la que los antiguos fariseos se opusieron a Jesús, porque simplemente miraban Su aspecto exterior, y no se tomaron en serio las palabras que Él habló? Mi esperanza es que los hermanos y hermanas, que buscan la aparición de Dios, no repitan la tragedia histórica. No debéis convertiros en los fariseos de los tiempos modernos y clavar a Dios de nuevo en la cruz. Deberíais considerar cuidadosamente cómo dar la bienvenida al retorno de Dios, y tener una mente clara acerca de cómo ser alguien que se somete a la verdad. Esta es la responsabilidad de todo aquel que está esperando que Jesús vuelva con las nubes. Deberíamos frotarnos nuestros ojos espirituales, y no caer presas de las palabras llenas de ilusiones. Deberíamos pensar en la obra actual de Dios, y echar un vistazo a Su lado práctico. No os dejéis llevar demasiado ni os perdáis en fantasías esperando siempre el día en que el Señor Jesús descienda repentinamente sobre vosotros en una nube para llevaros a vosotros que nunca lo habéis conocido o visto, y que no sabéis cómo hacer Su voluntad. ¡Es mejor pensar en asuntos prácticos!
Tal vez hayas abierto este libro con el propósito de investigar, o con la intención de aceptar; cualquiera que sea tu actitud, espero que lo leas hasta el final, y que no lo dejes de lado fácilmente. Después de leer estas palabras, tal vez tu actitud cambie, pero eso depende de tu motivación y de tu grado de comprensión. Sin embargo, deberías saber una cosa: la palabra de Dios no puede hablarse como la del hombre, y menos aún que la de este se pronuncie como la de Dios. Un hombre usado por Dios no es el Dios encarnado, y el Dios encarnado no es un hombre usado por Dios; en esto, hay una diferencia esencial. Después de leer estas palabras quizás no aceptes que sean las palabras de Dios, y sólo las aceptes como las palabras de un hombre que ha sido iluminado. En ese caso, eres demasiado ignorante. ¿Cómo pueden ser las palabras de Dios lo mismo que las de un hombre que ha sido iluminado? Las palabras del Dios encarnado inician una nueva era, guían a toda la humanidad, revelan misterios y le muestran al ser humano la dirección de avance en una nueva era. La iluminación obtenida por el hombre no es sino simple práctica o conocimiento. No puede guiar a toda la humanidad a una nueva era ni revelar el misterio de Dios mismo. Después de todo, Dios es Dios, y el hombre es hombre. Dios tiene la esencia de Dios, y el hombre la del hombre. Si este considera las palabras habladas por Dios como una simple iluminación del Espíritu Santo, y las de los apóstoles y profetas como palabras habladas personalmente por Dios, está equivocado. Pese a quien pese, nunca deberías considerar erróneo lo correcto ni hablar de lo elevado como bajo, ni de lo profundo como superficial. Pese a quien pese, nunca deberías refutar deliberadamente aquello que sabes que es la verdad. Todo el que cree que existe Dios debería considerar este problema desde el punto de vista correcto, y aceptar Su nueva obra y Sus nuevas palabras como una criatura de Dios; de lo contrario, será eliminado por Él.
Después de la obra de Jehová, Jesús se encarnó para hacer Su obra en medio del hombre. No la llevó a cabo de forma aislada, sino que la construyó sobre la de Jehová. Era una obra para una nueva era después de que Dios pusiera fin a la Era de la Ley. De forma parecida, después de que terminara la obra de Jesús, Dios continuó Su obra para la siguiente era, porque toda Su gestión siempre va avanzando. Cuando pase la vieja era, será sustituida por una nueva, y una vez que la antigua obra se haya completado, una nueva obra continuará la gestión de Dios. Esta encarnación es la segunda de Dios tras la terminación de la obra de Jesús. Por supuesto, no ocurre de forma independiente, sino que es la tercera etapa después de la Era de la Ley y la de la Gracia. Cada nueva etapa de la obra de Dios siempre trae un nuevo comienzo y una nueva era. Así también hay cambios correspondientes en el carácter de Dios, en Su forma de obrar, en el lugar de Su obra y en Su nombre. No es de extrañar, por tanto, que al hombre le resulte difícil aceptar la obra de Dios en la nueva era. Pero independientemente de cómo se le oponga el hombre, Dios siempre está realizando Su obra, y guiando a toda la humanidad hacia adelante. Cuando Jesús vino al mundo del hombre, trajo la Era de la Gracia y terminó la de la Ley. Durante los últimos días, Dios se hizo carne una vez más y, esta vez acabó la Era de la Gracia y trajo la del Reino. Todos aquellos que acepten la segunda encarnación de Dios serán conducidos a la Era del Reino, y podrán aceptar personalmente Su dirección. Aunque Jesús hizo mucha obra entre los hombres, sólo completó la redención de toda la humanidad, se convirtió en la ofrenda por el pecado del hombre, pero no lo libró de su carácter corrupto. Salvar al hombre totalmente de la influencia de Satanás no sólo requirió a Jesús cargar con los pecados del hombre como la ofrenda por el pecado, sino también que Dios realizara una obra mayor para librar completamente al hombre de su carácter, que ha sido corrompido por Satanás. Y así, después de que los pecados del hombre fueron perdonados, Dios volvió a la carne para guiar al hombre a la nueva era, y comenzó la obra de castigo y juicio, que llevó al hombre a una esfera más elevada. Todos los que se someten bajo Su dominio disfrutarán una verdad más elevada y recibirán mayores bendiciones. Vivirán realmente en la luz, y obtendrán la verdad, el camino y la vida.
Si las personas permanecen en la Era de la Gracia, nunca se liberarán de su carácter corrupto, por no decir que nunca conocerán el carácter inherente de Dios. Si las personas viven siempre en medio de una abundancia de gracia pero no tienen el camino de vida que les permita conocer y satisfacer a Dios, entonces nunca lo obtendrán verdaderamente aunque crean en Él. Qué forma más deplorable de creer. Cuando hayas terminado de leer este libro, cuando hayas experimentado cada etapa de la obra del Dios encarnado en la Era del Reino, sentirás que las esperanzas de muchos años se han realizado finalmente. Sentirás que sólo ahora has visto realmente a Dios cara a cara; sólo ahora has mirado Su rostro, oído Sus declaraciones personales, apreciado la sabiduría de Su obra, y sentido realmente cuán real y todopoderoso es Él. Sentirás que has obtenido muchas cosas que las personas de tiempos pasados nunca han visto o poseído. En esta ocasión, sabrás claramente qué es creer en Dios, y qué es ser conforme a Su corazón. Por supuesto, si te aferras a los puntos de vista del pasado, y rechazas o niegas la realidad de la segunda encarnación de Dios, entonces te quedarás con las manos vacías y no obtendrás nada, y en última instancia serás culpable de oponerte a Dios. Los que obedecen la verdad y se someten a la obra de Dios vendrán bajo el nombre del segundo Dios encarnado, el Todopoderoso. Serán capaces de aceptar la dirección personal de Dios, y adquirirán más verdad y más elevada, y recibirán la vida humana real. Contemplarán la visión que las personas del pasado nunca han visto: “Y me volví para ver la voz que me hablaba. Y cuando había volteado, vi siete candelabros dorados. Y en medio de ellos había uno como el Hijo del hombre, vestido con ropa hasta los pies y ceñido por encima del pecho con una faja dorada. Su cabeza y Su cabello eran blancos como la lana, tan blancos como la nieve; y Sus ojos eran como flamas de fuego; y Sus pies como bronce fino, como si se estuvieran quemando en una estufa; y Su voz como el sonido de muchas aguas. Tenía en Su mano derecha siete estrellas; y de Su boca salía una espada afilada de dos lados; y Su semblante era como el sol cuando resplandece en su fuerza” (Apocalipsis 1:12-16).* Esta visión es la expresión de todo el carácter de Dios, y tal expresión del mismo lo es también de la obra de Dios cuando se hace carne esta vez. En los torrentes de castigos y juicios, el Hijo del hombre expresa Su carácter inherente hablando palabras, permitiendo que todos aquellos que acepten Su castigo y juicio vean el verdadero rostro del Hijo del hombre, un rostro que es un fiel retrato del rostro del Hijo del hombre visto por Juan. (Por supuesto, todo esto será invisible para aquellos que no acepten la obra de Dios en la Era del Reino). El verdadero rostro de Dios no puede articularse plenamente usando las palabras del hombre, y por tanto Dios usa la expresión de Su carácter inherente para mostrar Su verdadero rostro al hombre. Es decir, todos los que han experimentado el carácter inherente del Hijo del hombre han visto Su verdadero rostro, porque Dios es demasiado grande y no puede articularse usando las palabras del hombre. Una vez que este haya experimentado cada paso de la obra de Dios en la Era del Reino, sabrá el verdadero sentido de las palabras de Juan cuando hablaba del Hijo del hombre entre los candeleros: “Su cabeza y Su cabello eran blancos como la lana, tan blancos como la nieve; y Sus ojos eran como flamas de fuego; y Sus pies como bronce fino, como si se estuvieran quemando en una estufa; y Su voz como el sonido de muchas aguas. Tenía en Su mano derecha siete estrellas; y de Su boca salía una espada afilada de dos lados; y Su semblante era como el sol cuando resplandece en su fuerza”.* En ese momento, sabrás sin duda que esta carne ordinaria que ha hablado tantas palabras es realmente el segundo Dios encarnado. Y sentirás realmente cuán bendecido eres, y te sentirás el más afortunado. ¿No deseas a aceptar esta bendición?
La primera parte de este libro es “Declaraciones de Cristo en el principio”. Estas palabras representan la transición desde el final de la Era de la Gracia hasta el principio de la Era del Reino, y son el testimonio público del Espíritu Santo a las iglesias, respecto al Hijo del hombre. Son, asimismo, el cumplimiento de las palabras de Apocalipsis: “El que puede oír, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.* Esta es la obra que Dios comenzó en la Era del Reino. La segunda parte de este libro son las palabras que el Hijo del hombre pronunció personalmente, después de revelarse a sí mismo de manera oficial. Incluye un rico contenido de varios tipos de declaraciones y de palabras como profecías, la revelación de misterios y el camino de vida. Son predicciones para el futuro del reino, revelaciones de los misterios del plan de gestión de Dios, disecciones de la naturaleza del hombre, exhortaciones y advertencias, juicios severos, palabras de consolación sinceras, hablar de la vida, de la entrada, etc. En resumen, lo que Dios tiene y lo que Él es, y Su carácter se expresan todos en Su obra y palabras. Por supuesto, cuando Dios se hace carne esta vez, Su obra es expresar Su carácter, principalmente por medio del castigo y el juicio. Usando esto como el fundamento, trae más verdad al hombre, muestra más formas de práctica, y por tanto logra Su objetivo de conquistar al hombre y salvarlo de su carácter corrupto. Esto es lo que hay detrás de la obra de Dios en la Era del Reino. ¿Deseas entrar en la nueva era? ¿Deseas librarte del carácter corrupto? ¿Deseas obtener una verdad más elevada? ¿Deseas ver el verdadero rostro del Hijo del hombre? ¿Deseas vivir una vida que merezca la pena? ¿Deseas que Dios te perfeccione? Entonces, ¿cómo acogerás el regreso de Jesús?
Nota al pie:
a. El texto original dice “en cuanto a”.
The Bible quotation in this article are translated from AKJV.
Película cristiana completa en español | "Libres de la trampa" Asistir al banquete con el Señor
Hace 2000 años, cuando el Señor Jesús realizó la obra de redención, sufrió la calumnia y condena airadas de la comunidad religiosa judía. Los líderes judíos se aliaron con el Gobierno romano y lo crucificaron. En los últimos días, Dios Todopoderoso, el Señor Jesús que ha regresado en la carne, ha venido a China a realizar la obra de juicio. De nuevo afronta la condena, la represión y la detención frenéticas, esta vez por parte del Gobierno comunista chino y el mundo religioso. Los rumores y engaños que se han extendido para juzgar y difamar a la Iglesia de Dios Todopoderoso son una especie de trampa invisible que envuelve y controla a un sinnúmero de creyentes. Se repite la tragedia histórica…
Dios Todopoderoso dice:"Con toda seguridad, bajo la guía de Mi luz, atravesaréis por los dominios de las fuerzas de la oscuridad. Con seguridad, en medio de la oscuridad, no perderéis la luz que os guía. Con seguridad seréis el maestro de toda la creación. Con seguridad seréis un vencedor ante Satanás. Con seguridad, a la caída del reino del gran dragón rojo, os erguiréis en medio de la infinidad de multitudes para ser testigo de Mi victoria". De "La Palabra manifestada en carne"
Antaño, los rumores de los demonios comunistas chinos y de los anticristos de las comunidades religiosas atrapaban su mente como una red, por lo que no se atrevía a buscar ni estudiar el camino verdadero. Actualmente, y por medio de la verdad de las palabras de Dios y los hechos, ha descubierto el engaño de los rumores ¡y se ha liberado de la trampa de Satanás para recibir la segunda venida del Señor Jesús!
Hermanos y hermanas, todos sabemos que orar a Dios es la manera más directa para que los cristianos se comuniquen con Dios. Por eso, además de las oraciones de la mañana y de la tarde, oramos en muchos otros momentos, como cuando leemos la Biblia, en las reuniones, cuando observamos el Sabbath o cuando nos encontramos en dificultades. Pero, ¿son nuestras oraciones acordes a la voluntad del Señor y va Él a molestarse en escucharlas? Es importante que cada hermano y hermana entienda esto; de lo contrario, da igual cuántas veces oremos o durante cuánto tiempo, tales oraciones no obtendrán la aprobación de Dios. De hecho, el Señor Jesús nos dio estas respuestas hace mucho tiempo. ¡Busquemos juntos este aspecto de la verdad!
1. Conoced nuestro lugar como ser creado en la oración
En Lucas 18:9–14 se registró: “Refirió también esta parábola a unos que confiaban en sí mismos como justos, y despreciaban a los demás: Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo y el otro recaudador de impuestos. El fariseo puesto en pie, oraba para sí de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos. ‘Yo ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de todo lo que gano.’ Pero el recaudador de impuestos, de pie y a cierta distancia, no quería ni siquiera alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘Dios, ten piedad de mí, pecador.’ Os digo que éste descendió a su casa justificado pero aquél no; porque todo el que se ensalza será humillado, pero el que se humilla será ensalzado”. Es fácil ver a partir de la parábola del Señor Jesús que el Señor aprobó la oración del publicano y estaba disgustado con la oración del fariseo. Eso se debe a que esta última consistía en lucirse y exhibirse, en enumerar sus obras para Dios. Se colocó a sí mismo en una posición muy alta, incluso al mismo nivel que Dios. Hacía tratos con Dios y quería crédito por su trabajo; no poseía ni la más mínima piedad ante Dios. Carecía totalmente de un corazón de reverencia hacia Dios, y esto despertó el asco y el odio de Dios. Pero el publicano era completamente diferente: sabía que era un humilde pecador, así que en su oración tenía un corazón de reverencia hacia Dios y se desnudaba a sí mismo, reconociendo su propia corrupción y pidiendo sinceramente el perdón de Dios. Al final, recibió la misericordia de Dios. Dios adoptó distintas actitudes hacia cada uno de ellos debido a sus diferentes actitudes hacia Él. Comparad esto con nuestras propias oraciones. Frecuentemente adoptamos una postura equivocada. A veces, por ejemplo, cuando nos encontramos con un problema, sabemos que lo que estamos haciendo no está de acuerdo con las palabras del Señor, pero aun así nos mostramos decididos a hacerlo y en nuestras oraciones queremos que Dios haga las cosas de acuerdo a nuestra propia voluntad. Cuando cumplimos con nuestro deber, o cuando nos arrestan y no traicionamos al Señor, sentimos que somos muy devotos del Señor, que realmente lo amamos. Cuando oramos, cantamos nuestras propias alabanzas y nos damos palmaditas en la espalda y, si Dios no nos bendice, nos enfadamos con Él. Cuando enfermamos o algo terrible sucede en casa, en nuestras oraciones culpamos a Dios por no protegernos, e incluso tratamos de razonar con Dios y ajustar cuentas con Él. La lista sigue y sigue. Todas estas oraciones tienen como fin hacerle demandas a Dios y tratar de forzar Su voluntad; eso es explotarlo y culparlo, incluso oponernos y enfrentarnos a Él. Este tipo de oraciones carecen por completo de conciencia y razón; todas están en oposición a Dios. Para que Dios nos escuche, los cristianos debemos orar como el publicano. Debemos conocer nuestro propio lugar como seres creados, tener una actitud de piedad ante Él y orarle a Dios con la precondición de la obediencia. No debemos tratar de reclamarle nuestros propios deseos a Dios o exigirle que actúe de acuerdo a nuestra propia voluntad. Sólo debemos pedir que Dios haga las cosas de acuerdo a su propia voluntad. Sólo de esa manera escuchará Dios nuestras oraciones y nos iluminará y guiará.
2. Orad a Dios con sinceridad y honestidad
El Señor Jesús le dijo una vez a Sus discípulos: “Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas; porque a ellos les gusta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mateo 6:5–6). Según lo escrito en la Biblia podemos ver que, cuando los fariseos oraban, a menudo les gustaba elegir un lugar lleno de gente. Les gustaba situarse en las sinagogas o en las intersecciones para orar, y allí con frecuencia recitaban las escrituras y decían largas oraciones para lucirse. Todo aquello era para que los demás los vieran, para que la gente los considerara los más devotos, los más piadosos, y ganarse así las loas de los demás, que los admiraran. Ese tipo de oración no es otra cosa que querer encumbrarse y alardear; es tratar de engañar a Dios. Por eso el Señor Jesús dijo que ellos y sus oraciones eran hipócritas, por eso le resultaban repugnantes. Si reflexionamos, muchas veces cuando oramos también albergamos motivaciones incorrectas. Por ejemplo, cuando oramos en las reuniones no le hablamos a Dios sobre nuestras verdaderas dificultades o nuestra corrupción ni le hablamos de corazón y le pedimos que nos guíe. En vez de eso, decimos palabras floridas y soltamos alabanzas vacías, si es que no estamos recitando capítulos de la Biblia o mencionado las escrituras sin parar. Creemos que alguien que ha memorizado más escrituras y puede hablar con más elocuencia ora mejor. También pensamos que mientras más a menudo hacemos nuestra vigilia matutina y nuestras oraciones vespertinas, además de orar antes de las comidas y dar las gracias a Dios después de comer, y cuanto más tiempo dediquemos a estas cosas, más espirituales y devotos seremos. Pensamos que orar de esta manera se acerca más a la voluntad del Señor. De hecho, orar de esa manera no es compartir nuestros corazones con el Señor ni adorarle de verdad. Por el contrario, se trata de aferrarse a nuestros propios motivos y metas con el fin de mostrar a los demás lo grande que es nuestra búsqueda, con intención de presumir. Orar de esa manera es simplemente hacerlo de memoria, seguir los pasos, orar como un rito religioso. Es simplemente ser superficial con Dios y tratar de engañarlo; esto a Él le repugna. El Señor Jesús dijo, “Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad” (Juan 4:24). Dios es el Señor de la creación, así que cuando los seres creados oran ante el Creador, debemos tener un corazón reverente y adorarlo con sinceridad, aceptar Su examen y decirle a Dios lo que hay en nuestro corazón, lo que es real. Sólo este tipo de oración le causa alegría a Dios.
3. Orad a Dios para hacer su voluntad
En Mateo 6:9-10, 13 el Señor Jesús dijo: “Vosotros, pues, orad de esta manera: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.’ Venga tu reino. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. […] Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal”. Desde que la humanidad fue corrompida por Satanás, Dios ha estado obrando para salvar a la humanidad y que podamos escapar del mal, de las restricciones y el daño de Satanás, y finalmente ser ganados por Dios. Así que Dios espera que la gente pueda acudir a Él y aceptar Su salvación. También espera que la gente pueda vivir de acuerdo a Sus palabras, venerarlo en Su grandeza, hacer la voluntad de Dios en la tierra, lograr el reino de Cristo en la tierra. Por eso en nuestras oraciones no sólo debemos hacer apelaciones para nosotros mismos, sino que también debemos ser considerados con la voluntad de Dios, llevar una carga para ayudar a que se haga la voluntad de Dios en la tierra y el reino de Cristo aparezca en la tierra. Debemos orar para que el evangelio de Dios se extienda a cada rincón del mundo. Este es otro sendero de práctica para que las oraciones de los cristianos lleguen a estar de acuerdo con la voluntad de Dios. Por ejemplo, cuando nos encontramos con dificultades, burlas y apuros al difundir el Evangelio y nos sentimos débiles y negativos, debemos orarle sinceramente a Dios y pedirle que nos dé fe y fuerza, que nos permita abandonar la carne y superar todas las dificultades y no estar sujetos a las restricciones de las fuerzas enemigas. Cuando obramos y predicamos, debemos orar a Dios con una carga, pidiéndole que nos ilumine y nos guíe para que entendamos Sus palabras de manera que podamos compartir Su voluntad en la comunicación durante las reuniones. Entonces podremos guiar a los hermanos y hermanas a practicar y experimentar las palabras de Dios, llevándolos ante Dios y permitiendo que se haga Su voluntad. Cuando vemos que se hacen cosas malas y deshonestas en la iglesia, debemos orar a Dios y pedirle fe y valor, y también debemos entender la verdad para no dejarnos engañar por los trucos de Satanás y defender los intereses de la casa de Dios. Si oramos con frecuencia para que venga el reino de Dios y se haga Su voluntad y somos capaces de ofrecer nuestra propia fuerza para la difusión de Su evangelio, entonces Dios aprobará nuestras oraciones y estas cumplirán Su voluntad. De hecho, hay algunas oraciones en la Biblia que obtuvieron la aprobación de Dios, como cuando el rey David le construyó un templo a Jehová Dios para que el pueblo pudiera adorar a Dios en él. David a menudo le oraba a Dios con ese fin y también lo puso en práctica; sus súplicas obtuvieron la aprobación de Dios, y al final se convirtió en alguien en concordancia con la voluntad de Dios. Cuando Salomón se convirtió en rey, Dios se le apareció en un sueño para preguntarle qué le pediría; Salomón no pidió riquezas ni una larga vida, lo único que le pidió a Dios es que le concediera sabiduría para poder gobernar mejor al pueblo de Dios, de tal modo que su pueblo pudiera adorar mejor a Dios. Dios aprobó sus oraciones, y no sólo le otorgó esa sabiduría, sino también las riquezas y la larga vida que ni siquiera había pedido. Queda claro que orar con el fin de que se haga la voluntad de Dios es una oración totalmente de acuerdo con Su voluntad.
4. Orad al Señor con energía y determinación – No perdáis la fe
En Lucas 18:1–8 dice: “Y les refería Jesús una parábola para enseñarles que ellos debían orar en todo tiempo, y no desfallecer, diciendo: Había en cierta ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a hombre alguno. Y había en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él constantemente, diciendo: ‘Hazme justicia de mi adversario.’ Por algún tiempo él no quiso, pero después dijo para sí: ‘Aunque ni temo a Dios, ni respeto a hombre alguno, sin embargo, porque esta viuda me molesta, le haré justicia; no sea que por venir continuamente me agote la paciencia.’ Y el Señor dijo: Escuchad lo que dijo el juez injusto. ¿Y no hará Dios justicia a sus escogidos, que claman a El día y noche? ¿Se tardará mucho en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. No obstante, cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe en la tierra?” Esta parábola muestra que cuando le oramos al Señor para buscar la voluntad de Dios o pedir algo, no podemos tener prisa por su resolución. Hay principios respecto a qué oraciones son cumplidas por Dios y debemos aprender a esperar, buscar y obedecer. Dios es todopoderoso y práctico. Él no hace cosas sobrenaturales, pero Su obra de guiar y dar sustento a la humanidad está basada en la estatura real de la gente y se basa totalmente en lo que de verdad puede lograr la gente. Mientras nuestras súplicas concuerden con Su voluntad, Él ciertamente consumará nuestras oraciones. Debemos tener fe en Dios. Todos hemos pasado por este tipo de cosas; a veces, cuando nos topamos con una dificultad y no sabemos qué hacer, nos acercamos a Dios en oración y, a través de la lectura de las palabras de Dios y de la comunicación con los hermanos y hermanas, Dios nos ilumina y nos guía muy rápidamente, nos da un camino de práctica. O a veces oramos mucho tiempo por algo y no recibimos una respuesta de Dios, y en esos momentos necesitamos callar nuestros corazones y esperar que la voluntad de Dios se nos revele. Otras veces, Dios prueba nuestra fe para ver si somos capaces de apoyarnos verdaderamente en Él. Algunas veces Dios pretende exponer la adulteración dentro de nosotros y purificar nuestra corrupción. A veces Dios quiere movilizar y disponer que algunas personas, cosas o eventos sucedan de una determinada forma para que así cumplan con nuestras oraciones, y esto requiere tiempo y un cierto proceso. También hay momentos en que Dios ve que nuestra estatura actual es pequeña y no podemos encargarnos de algo, no podemos alcanzarlo, así que Él espera hasta que nuestra estatura haya crecido un poco y luego nos lo hace llegar… En general, da igual que nuestras oraciones a Dios se hayan consumado, debemos tener fe en Dios y creer que todo lo que Él hace en nosotros es bueno, que es beneficioso para nuestro crecimiento en la vida y que la buena voluntad de Dios existe dentro de todo. Así que, ya se hallen las dificultades a la que nos enfrentamos en nuestra vida diaria o en nuestro servicio a Dios, nunca debemos perder la fe o desanimarnos, sino que debemos ser como las viudas que buscan reparación y tienen un corazón constante y una fe auténtica en Dios, que se presentan con frecuencia ante Él en oración y búsqueda a esperar que Su voluntad nos sea revelada. Debemos creer que cuando llegue el momento de Dios, obtendremos la iluminación y el esclarecimiento del Espíritu Santo y veremos la omnipotencia, la sabiduría y las maravillas de Dios.
Estos cuatro elementos de la oración son un camino de práctica para la oración cristiana y si podemos tratar de ponerlos en práctica cada día, seremos capaces de establecer una relación apropiada con Dios y entender la verdad dentro de las palabras del Señor. Nuestra condición espiritual será cada vez mejor, tendremos cada vez más confianza en nuestra fe y en nuestro seguimiento de Dios. ¡Nuestras oraciones también se ganarán la aprobación de Dios!
Nota del editor: Cómo orar para ganar la aprobación de Dios es una verdad en la que necesitamos entrar urgentemente. Este ensayo señala el camino de cómo deben orar los cristianos para que el Señor nos escuche. Podemos orarle honestamente a Dios desde nuestras almas, decirle a Dios lo que hay en nuestros corazones, conocer nuestro lugar como seres creados y ofrecer a menudo oraciones para que se cumpla la voluntad de Dios. Creo que si ponemos en práctica estos cuatro principios, nuestras oraciones serán oídas por Dios. Ojalá entremos juntos en este aspecto de la verdad.
Películas Evangélicas "Llamar a la puerta" Escena 1 - ¿Cuál es la práctica más importante para recibir la venida del Señor?
Anteayer, mi tía me visitó. Ella dijo que su colega le predicó recientemente que el Señor había regresado para llevar a cabo una nueva obra, pero pensó en el verso que el pastor solía decir, "En ese momento, si alguien le decía: 'Entonces, si alguno os dijere: He aquí está el Cristo, ó allí, no creáis. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y darán señales grandes y prodigios; de tal manera que engañarán, si es posible, aun á los escogidos" (Mateo 24:23-24). Ella no se atrevió a escuchar, temía estar confundida, y se negó con las excusas del trabajo ocupado. Después de escuchar sus palabras, pensé en la película "Llamar a la puerta" la que habló de este tema, entonces encontré esta película y la vi con ella. Después de ver, tía dijo: “¡Es peligroso! Porque escuché a los ancianos y los pastores, tenía miedo de estar confundido y Siempre he tomado la actitud de no escuchar, no mirar, no investigar, ¡y casi pierdo la oportunidad de recibir al Señor!”
El Señor Jesús dijo: "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen" (Juan 10:27 ). También se profetiza muchas veces en el Libro del Apocalipsis: "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias". La voz y las palabras del Espíritu son la voz del Señor; y son las ovejas de Dios las que reconocerán la voz de Dios. Entonces, ¿qué práctica es más importante para los cristianos cuando reciben la venida del Señor?
Some Scriptures taken from www.LBLA.com. Copyright by The Lockman Foundation
Testimonio cristiano: El amor de Dios estuvo conmigo en la prisión oscura del diablo
Yang Yi, provincia de Jiangsu
Soy una cristiana de la Iglesia de Dios Todopoderoso. He sido una seguidora de Dios Todopoderoso durante más de diez años. Durante este tiempo, una cosa que nunca olvidaré es la horrible tribulación experimentada cuando la Policía del PCCh me arrestó hace una década. En aquel momento, a pesar de que demonios malvados me torturaron y pisotearon, y de que estuve cerca de la muerte en varias ocasiones, Dios Todopoderoso usó Su mano poderosa para guiarme y protegerme, para traerme de vuelta a la vida, y llevarme de nuevo a la seguridad… A través de esto, experimenté realmente la trascendencia y la grandeza del poder de la vida de Dios, y obtuve la valiosa riqueza de vida que Dios me confirió.
Era el 23 de enero de 2004 (el segundo día del Año Nuevo chino). Yo tenía que ir a visitar a una hermana de la iglesia que tenía problemas y necesitaba ayuda urgentemente. Vivía muy lejos, por lo que tuve que madrugar para tomar un taxi y estar de vuelta el mismo día. Salí de casa con la primera luz del día. Apenas había nadie en las calles, sólo los basureros recogiendo la basura. Busqué un taxi con impaciencia, pero no había ninguno. Fui a una parada a esperar, y me metí en la carretera con el fin de parar a uno que vi venir, pero resultó ser un vehículo de la Oficina de Protección Medioambiental. Me preguntaron por qué los había parado. “Lo siento, fue una equivocación, pensé que era un taxi”, les dije yo. “Pensamos que estabas pegando carteles ilegales”, contestaron. “¿Me visteis? ¿Dónde están los carteles que estaba pegando?”, dije. Sin darme la oportunidad de defenderme, los tres se abalanzaron sobre mí y me registraron el bolso a la fuerza. Revolvieron todo lo que había en él: una copia de un sermón, un bloc de notas, una cartera, un teléfono móvil y un buscapersonas desactivado, entre otras cosas. Después miraron con más detenimiento la copia del sermón y el bloc de notas. Al ver que no había carteles en mi bolso, sostuvieron en alto la copia del sermón y dijeron: “Puede que no hayas estado pegando carteles ilegales, pero crees en Dios Todopoderoso”. Seguidamente, llamaron a la División Religiosa de la Brigada de Seguridad Nacional. Poco después, llegaron cuatro personas de la Brigada de Seguridad Nacional. Supieron que yo era una creyente en Dios Todopoderoso tan pronto como vieron las cosas que había en mi bolso. Sin dejarme decir nada, me metieron en su vehículo y cerraron la puerta con llave para evitar que huyera.
Cuando llegamos a la Oficina de Seguridad Pública, la policía me llevó a una habitación. Uno de ellos empezó a toquetear mi buscapersonas y mi teléfono móvil en busca de pistas. Encendió el móvil, pero tenía poca batería, y después dijo que esta estaba completamente vacía. Por más que intentaba, no podía conseguir encenderlo. Sosteniendo el teléfono, parecía preocupado. Yo también estaba desconcertada —lo había cargado justo esa mañana—. ¿Cómo era posible que no tuviera batería? De repente fui consciente de que Dios había dispuesto esto milagrosamente para evitar que la policía encontrara información sobre los demás hermanos y hermanas. También entendí las palabras pronunciadas por Dios: “Cualquiera de todas las cosas, vivas o muertas, cambiarán, se moverán, se renovarán y desaparecerán de acuerdo con los pensamientos de Dios. Así es como Dios gobierna sobre todas las cosas” (‘Dios es la fuente de la vida del hombre’ en “La Palabra manifestada en carne”). En realidad, todas las cosas y todos los sucesos están en manos de Dios. Estén vivas o muertas, todas las cosas cambian de acuerdo con los pensamientos de Dios. En este momento, esto me dio un verdadero conocimiento de la soberanía de Dios y de Su disposición de todas las cosas, y fortaleció mi fe para enfrentarme al inminente interrogatorio. Mientras señalaba hacia las cosas de mi bolso, el oficial de policía preguntó en tono acusador: “Estas cosas demuestran claramente que no eres una miembro corriente de la iglesia. Debes de ser alguien de la alta dirección, alguien importante. Porque los líderes de menor rango no tienen buscapersonas ni teléfonos móviles. ¿Estoy en lo correcto?”. “No entiendo lo que estáis diciendo”, contesté. “¡Estás fingiendo!”, gritó él, y después me ordenó que me pusiera en cuclillas para hablar. Al ver que yo no iba a colaborar, me rodearon y empezaron a darme puñetazos y patadas —lo suficiente como para matarme—. Con la cara ensangrentada e hinchada, con un dolor insoportable en el cuerpo, caí al suelo. Yo estaba indignada. Quería razonar con ellos, argumentar mi caso: ¿Qué he hecho mal? ¿Por qué me golpeasteis así? Pero no tuve forma de hablar con ellos con sensatez, porque el Gobierno del PCCh no es nada sensato. Yo estaba perpleja, pero no quería ceder ante sus golpes. Justo cuando estaba confundida, de repente pensé en que, como estos oficiales malvados del Gobierno del PCCh estaban siendo tan absurdos, como no me estaban dejando razonar, yo no necesitaba decirles nada. Era mejor que me mantuviera en silencio, de esa forma no les sería útil. Cuando pensé esto, dejé de prestar atención a lo que estaban diciendo.
Al ver que esta estrategia no surtía efecto en mí, los policías malvados se pusieron furiosos e incluso más salvajes: recurrieron a la tortura para sacarme una confesión. Me esposaron a una silla metálica atornillada al suelo en una posición en la que no podía estar en cuclillas ni de pie. Uno de ellos me puso la mano no esposada en la silla y la golpeó con un zapato, y sólo paró cuando el dorso de la mano se había puesto morado; otro me aplastó los dedos de los pies con su zapato de cuero. Sólo entonces experimenté que el dolor en los dedos se refleja directamente en el corazón. Después de eso, seis o siete policías hicieron turnos conmigo. Uno de ellos se concentró en mis articulaciones, y las apretó con tanta fuerza que un mes después seguía sin poder doblar el brazo. Otro me agarró del pelo y me sacudió la cabeza de lado a lado, después tiró de ella hacia atrás y me quedé mirando hacia arriba. “¡Mira al cielo a ver si hay un Dios!”, dijo vilmente. Siguieron hasta el anochecer. Al ver que no iban a conseguir nada de mí, y como era el Año Nuevo chino, me enviaron directamente al centro de detención.
Cuando llegué al centro de detención, un guardia ordenó a una presa que me quitara toda la ropa y la tirara a la basura. Después me hicieron ponerme un uniforme carcelario sucio y maloliente. Los guardias me pusieron en una celda y mintieron a las otras presas, diciendo: “Ella rompía especialmente la familia de las personas. Muchas familias se han visto destruidas por ella. Es una mentirosa, engaña a personas honestas y altera el orden público…”. “¿Por qué parece una mentecata?”, preguntó una de las presas. A lo que los guardias contestaron: “Está actuando para evitar una condena. ¿Quién de vosotras es tan lista? Quienquiera que piense que es una necia es la mayor idiota de todas”. ¡Engañadas así por los guardias, todas las demás presas dijeron que me estaban absolviendo con demasiada facilidad, y que la única cosa buena para alguien tan mala como yo era el pelotón de fusilamiento! Oír esto me enfureció, pero no había nada que yo pudiera hacer. Mis intentos de resistencia habían sido inútiles, sólo me trajeron más tortura y salvajismo. En el centro de detención, los guardias hacían que los presos recitaran las reglas cada día: “Confiesa tus crímenes y sométete a la ley. No se permite incitar a otros a cometer crímenes. No se permite formar bandas. No se permite pelear. No se permite acosar a otros. No se permite acusar a otros en falso. No se permite tomar la comida ni las posesiones de otros. No se permite engañar a los demás. Se deben tomar medidas contra los matones de la prisión. Cualquier violación de las normas debe informarse inmediatamente a los supervisores o los vigilantes. No debes encubrir los hechos ni intentar proteger a las presas que hayan violado el reglamento, y el control debería ser humano. […]”. En realidad, los guardias alentaban a las demás presas a atormentarme, y les permitían hacerme jugarretas cada día: cuando la temperatura era de 8 o 9 grados bajo cero, empapaban mis zapatos; echaban agua en mi comida a escondidas; por la noche, cuando yo dormía, empapaban mi chaqueta de algodón acolchado; me hacían dormir al lado de los aseos, me quitaban frecuentemente la colcha por la noche, me tiraban del pelo, para evitar que durmiera; me quitaban mis bollos al vapor; me obligaban a limpiar los aseos, me metían los residuos de su medicina en la boca, no me dejaban hacer mis necesidades… Si yo no hacía lo que ellas decían, se juntaban y me pegaban y a menudo en tales ocasiones los supervisores o los vigilantes se apresuraban a desaparecer o fingían no haber visto nada; a veces incluso se escondían a cierta distancia y observaban. Si pasaban algunos días sin que las presas me atormentaran, estos les preguntaban: “Esa perra estúpida se ha vuelto más lista estos últimos días, ¿verdad? Entretanto, vosotras ya no pensáis bien. Cualquiera que reanime a esa perra estúpida conseguirá un indulto”. El tormento brutal de los guardias me llenó de odio hacia ellos. Hoy, si no hubiera visto esto con mis propios ojos y no lo hubiera experimentado, nunca habría creído que el Gobierno del PCCh, que se supone que está lleno de benevolencia y moralidad, podía ser tan oscuro, terrorífico y horrible, nunca habría visto su verdadero rostro, un rostro fraudulento y engañoso. Todo su discurso de “servir al pueblo, crear una sociedad civilizada y armoniosa” no son más que mentiras diseñadas para engañar y embaucar a la gente, un medio, un truco para embellecerse y obtener un prestigio que no merece. En ese momento, pensé en las palabras de Dios: “Poco sorprende, pues, que el Dios encarnado permanezca totalmente escondido: en una sociedad oscura como esta, donde los demonios son inmisericordes e inhumanos, ¿cómo podría el rey de los diablos, que mata a las personas en un abrir y cerrar de ojos, tolerar la existencia de un Dios hermoso, bondadoso y además santo? ¿Cómo podría aplaudir y vitorear Su llegada? ¡Esos lacayos! Devuelven odio por amabilidad, han desdeñado a Dios desde hace mucho tiempo, lo han maltratado, son en extremo salvajes, no tienen el más mínimo respeto por Dios, roban y saquean, han perdido toda conciencia, no tienen rastro de amabilidad, y tientan a los inocentes para que sean insensibles. ¿Antepasados de lo antiguo? ¿Amados líderes? ¡Todos ellos se oponen a Dios! ¡Su intromisión ha dejado todo lo que está bajo el cielo en un estado de oscuridad y caos! ¿Libertad religiosa? ¿Los derechos legítimos y los intereses de los ciudadanos? ¡Todos son trucos para tapar el pecado!” (‘Obra y entrada (8)’ en “La Palabra manifestada en carne”). Al comparar las palabras de Dios con la realidad, vi la esencia demoníaca oscura y malvada del Gobierno del PCCh con perfecta claridad. Para mantener su dominio oscuro, mantiene un férreo control sobre las personas, y no se detiene ante nada para embaucarlas y engañarlas. Superficialmente, pretende proveer libertad religiosa, pero, en secreto, arresta, oprime, persigue y asesina a la gente que cree en Dios por todo el país. Incluso intenta dar muerte a todas ellas. ¡Qué malvado, brutal y reaccionario es el diablo! ¿Dónde está la libertad? ¿Dónde están los derechos humanos? ¿No son todos trucos para engañar a las personas? ¿Pueden estas atisbar cualquier esperanza o luz bajo su oscuro dominio? ¿Cómo pueden ser libres para creer en Dios y buscar la verdad? Sólo entonces reconocí que Dios había permitido que esta persecución y tribulación me sobreviniera, que Él la había usado para mostrarme la perversidad y la brutalidad del Gobierno del PCCh, su esencia demoníaca que se encuentra enemistada con la verdad y es hostil a Dios, y que la policía del pueblo, que el Gobierno promueve con vigor y pregona como ente que castiga el mal y que aboga por el bien y promueve la justicia, son los cómplices y secuaces que ha educado meticulosamente, una panda de verdugos que tienen rostro de hombres pero corazón de bestias, y que matarían en un abrir y cerrar de ojos. Para obligarme a rechazar y traicionar a Dios y ceder ante su poder despótico, el Gobierno del PCCh no se detuvo ante nada a la hora de torturarme y destrozarme, sin embargo, no podía imaginarse que cuanto más me torturaba, con más claridad veía yo su rostro diabólico, y más lo despreciaba y rechazaba en lo más profundo de mi corazón, lo que me hacía anhelar a Dios y confiar en Él verdaderamente. Más aun, fue precisamente a causa de la tortura de los guardias que llegué a entender sin saberlo lo que significa realmente amar lo que Dios ama, y odiar lo que Dios odia, dar la espalda a Satanás y volver el corazón a Dios, qué es ser salvaje, cuáles son las fuerzas de las tinieblas y, además, qué es ser malicioso e insidioso, así como falso y engañoso. Estaba agradecida a Dios por haberme permitido experimentar este entorno, distinguir lo bueno de lo malo y determinar la senda de vida correcta que tomar. El amor de Dios había despertado finalmente a mi corazón, que Satanás había engañado durante tanto tiempo. Yo sentía que había un gran sentido en que yo tuviera la fortuna de experimentar esta tribulación y prueba, en que se me hubiera mostrado realmente un favor especial.
Después de intentarlo todo, la malvada policía ideó otro plan: trajeron a una Judas que había vendido a mi iglesia. La mujer dijo que yo creía en Dios Todopoderoso y además intentó convencerme para que le diera la espalda a Dios. Al ver a esta sierva malvada que había informado de muchos hermanos y hermanas que difundían el evangelio, y al oír todas las palabras impías que salían de su boca —palabras que vilipendiaban, difamaban a Dios y blasfemaban contra Él—, mi corazón se llenó de ira. Yo quería gritarle y preguntarle por qué era tan inconscientemente hostil a Dios. ¿Por qué había unido fuerzas con los diablos malignos para perseguir a los escogidos de Dios, si había disfrutado tanto de la gracia de Dios? En mi corazón, había una tristeza y un dolor indecibles. También sentí un gran remordimiento y endeudamiento; me odié a mí misma porque, en el pasado, no había intentado buscar la verdad y nunca había conocido otra cosa que el disfrute de la gracia y las bendiciones de Dios como un niño ingenuo, sin pensar en el dolor y la humillación que Dios había soportado por causa de nuestra salvación. ¡Sólo ahora, cuando estaba en lo profundo de esta guarida de demonios, sentía cuán duro fue para Dios obrar en este país inmundo y corrupto, y cuán grande fue el dolor que Él sufrió! Verdaderamente, el amor de Dios hacia el hombre lleva un gran dolor. Él lleva a cabo la obra de salvar a la humanidad mientras soporta la traición del hombre. Esta no le ha traído otra cosa que dolor y daño. No es de extrañar que Dios dijera una vez: “Incluso, en el espacio de sólo una noche, pueden pasar de ser una persona sonriente y ‘de buen corazón’ a un asesino de aspecto espantoso y feroz, tratando de repente a su benefactor de ayer como su enemigo mortal, sin ton ni son” (‘La obra de Dios y la práctica del hombre’ en “La Palabra manifestada en carne”). Hoy, aunque yo hubiera caído en las garras del diablo, no traicionaría a Dios pasara lo que pasara. Independientemente de cuán grande fuera la dificultad que sufriera, yo no sería un Judas por salvar mi propio pellejo, no causaría dolor ni aflicción para Dios. Como consecuencia de que esta Judas me vendiera, la policía malvada intensificó su tortura. Aquella, entretanto, se quedó a un lado y dijo: “No distingues el bien del mal. ¡Mereces esto! No aprecias mi bondad. ¡Mereces ser torturada hasta la muerte!”. Oír estas crueles y malvadas palabras me indignó, pero también tuve una sensación inexplicable de tristeza. Quería llorar, pero sabía que no debía hacerlo; no quería que Satanás viera mi debilidad. En mi corazón, oré en secreto: ¡Oh Dios! Quisiera que ganaras mi corazón. Aunque no puedo hacer nada por ti en este momento, deseo dar un testimonio victorioso de ti ante Satanás y esta persona impía, para avergonzarlos totalmente y traer consuelo a Tu corazón por medio de ello. ¡Oh Dios! Quisiera que protegieras mi corazón, y me hicieras más fuerte. Si tengo lágrimas, que fluyan por dentro, no puedo dejar que ellos las vean. Debería estar feliz porque entiendo la verdad, porque Tú has pulido mis ojos, me has dado la capacidad de diferenciar, y ver con claridad la naturaleza y la esencia de Satanás, que es oponerse a ti y traicionarte. En medio del refinamiento, también he visto cómo Tu mano sabia lo dispone todo. Deseo confiar en Ti para enfrentarme al inminente interrogatorio y derrotar a Satanás, deseo que seas glorificado en mí. Después de orar, mi corazón tuvo la fuerza para no descansar hasta haber completado mi testimonio de Dios. Sabía que Él me la había dado, que Él me había dado una gran protección y me había conmovido en gran manera. La policía malvada quiso usar a la persona impía para que yo traicionara a Dios, pero Él es un Dios sabio, y empleó a esta como contraejemplo para mostrarme la naturaleza rebelde de la humanidad corrupta, y estimular mi determinación y fe para satisfacerlo a Él. Aún más, tuve algún conocimiento de la sabia obra de Dios, vi que Él gobierna y maneja todo lo que hay en el servicio para perfeccionar al pueblo de Dios. Esta es la realidad invulnerable del uso de la sabiduría por parte de Dios para derrotar a Satanás.
Al ver que no iban a conseguir que yo dijera nada de lo que ellos querían que dijera, no escatimaron en gastos —ya sea en mano de obra o en recursos materiales o económicos— para ir por todas partes buscando pruebas de que yo era una creyente en Dios. Tres meses después, todos sus movimientos se habían quedado en nada. Al final, quemaron su último cartucho: encontraron a un interrogador experto. Se decía que todos los que habían sido llevados a él habían sido sometidos a sus tres formas de tortura, y que todos habían confesado. Un día, vinieron cuatro oficiales de policía y me dijeron: “Hoy, te llevamos a un nuevo hogar”. Después, me metieron a empujones en una camioneta de transporte de presos, me esposaron las manos por detrás de la espalda y me pusieron una capucha en la cabeza. La situación me hizo pensar que me estaban sacando para ejecutarme en secreto. En mi corazón, no pude evitar entrar en pánico. Pero después pensé en el himno que solía cantar cuando creía en Jesús: “Desde los primeros tiempos de la iglesia, los que siguen al Señor han tenido que pagar un alto precio. Decenas de miles de allegados espirituales se han sacrificado por el evangelio, y han obtenido así la vida eterna. Martirio por el Señor, estoy preparado para morir como mártir por el Señor”. Ese día, entendí finalmente el himno: los que siguen al Señor han tenido que pagar un alto precio. Yo también estaba preparada para morir por Dios. Para sorpresa mía, después de entrar en la camioneta, oí sin querer la conversación que mantenía la policía malvada. Parecía que me llevaban a otro lugar para interrogarme. ¡Ah! No me llevaban a ejecutarme, ¡y yo había estado preparándome para morir como mártir por Dios! Justo cuando estaba pensando esto, por alguna razón desconocida uno de los policías apretó las cuerdas de la capucha que me tapaba la cabeza. Poco después, empecé a sentirme incómoda, sentí como si me asfixiaran. Me preguntaba si realmente iban a torturarme hasta la muerte. En ese momento, pensé en cómo se habían sacrificado los discípulos de Jesús para difundir el evangelio. Yo no iba a ser una cobarde. Aunque muriera, no iba a rogarles que aflojaran las cuerdas, mucho menos admitiría la derrota. Pero no pude controlarme: me desmayé y caí sobre ellos. Al ver lo que estaba pasando, los policías aflojaron rápidamente la capucha. Empecé a echar espuma por la boca, y después no pude parar de vomitar. Sentía como si fuera a vomitar todas mis entrañas. Me sentía mareada, mi cabeza vacía, y no podía abrir los ojos. No tenía fuerza en ningún punto del cuerpo, como si estuviera paralizada. Sentía como si tuviera algo pegajoso en la boca que no podía sacar. Siempre había sido delicada, y después de que abusaran de mí de esta forma sentía que estaba en problemas, que podía dejar de respirar en cualquier momento. En medio del dolor, le oré a Dios: “¡Oh Dios! Siento que no puedo soportarlo. Si de verdad la malvada policía pretende torturarme hasta la muerte, la usaré con gusto para satisfacerte y dar firme testimonio de ti. Aunque los demonios del PCCh pueden matar mi carne, no pueden matar mi alma. Confío en que todo lo que Tú haces es justo, y quisiera que protegieras mi corazón, de forma que yo pueda adherirme a todo lo que Tú orquestas y dispones”. Algún tiempo después, la camioneta llegó a un hotel. En ese momento, todo mi cuerpo se sentía débil y yo no podía abrir los ojos. Me llevaron a una habitación sellada. Lo único que podía oír era el sonido de los muchos secuaces del Gobierno del PCCh hablando de mí a mi alrededor, diciendo que verme era como ver cómo había estado Liu Hulan. ¡Qué revelador, qué impresionante! ¡Ella es incluso más dura de lo que era Liu Hulan! Al oír esto, el corazón se entusiasmó. Me di cuenta de que si me apoyaba en la fe y confiaba en Dios, ¡la victoria sobre Satanás sin duda llegaría, que este estaba bajo los pies de Dios! Di gracias y alabé a Dios. En este momento, olvidé el dolor. Me sentí tremendamente satisfecha de estar glorificando a Dios.
Poco después, llegó el “experto en interrogatorios” del que había hablado la policía. Tan pronto como entró, gritó: “¿Dónde está esa perra estúpida? ¡Dejadme verla!”. Se puso delante de mí y me agarró. Después de abofetearme una docena de veces, me dio varios puñetazos fuertes en el pecho y la espalda, después se quitó uno de sus zapatos de cuero y me pegó en la cara con él. Después de que me golpeara así, perdí la sensación de que había algo que no podía sacarme de la boca o del estómago. El aturdimiento abandonó mi cabeza y pude abrir los ojos. Mis miembros recuperaron gradualmente la sensibilidad y mi cuerpo empezó a recobrar fuerzas. Seguidamente, él me agarró con dureza por los hombros y me empujó contra la pared, y me ordenó que lo mirara y respondiera sus preguntas. Ver que yo no le estaba prestando ninguna atención lo enfureció, e intentó hacerme reaccionar vilipendiando, difamando y blasfemando a Dios. Usó los medios más deleznables y despreciables para hostigarme, y dijo ominosamente: “Te estoy atormentando deliberadamente con lo que es insoportable para tu carne y alma, para que sufras un dolor que ninguna persona normal podría sufrir, vas a desear haber muerto. Al final, me rogarás que te deje ir, y entonces será cuando hablarás con sentido, y dirás que tu destino no está en las manos de Dios —está en las mías—. Si yo quiero que mueras, ocurrirá inmediatamente; si quiero que vivas, vivirás; y cualquiera que sea la dificultad que quiera que sufras, eso es lo que sufrirás. Tu Dios Todopoderoso no puede salvarte, sólo vivirás si nos ruegas que te salvemos”. Frente a estos matones despreciables, sinvergüenzas, deleznables, animales salvajes, y demonios malignos, yo quería luchar realmente contra ellos. “Todas las cosas en el cielo y en la tierra son creadas por Dios y controladas por Él”, pensé. “Mi destino también está sujeto a la soberanía y los arreglos de Dios. Él es el árbitro de la vida y la muerte; ¿crees que voy a morir sólo porque tú así lo quieras?” En ese momento mi corazón se llenó de furia. Sentí que no podía contenerla; quería gritar, luchar y proclamar lo siguiente: “¡Un humano nunca suplicaría misericordia de un perro!”. Yo creía que este era un sentido de la justicia, pero para mi sorpresa, cuanto más pensaba de esta manera, más oscuro se volvía mi interior. Me vi sin palabras de oración, incapaz de pensar en ningún himno. Mis pensamientos se nublaron, no sabía qué hacer, y en ese punto empecé a asustarme un poco. Me calmé rápidamente ante Dios. Reflexioné acerca de mí e intenté conocerme, y en ese momento las palabras de juicio de Dios vinieron a mí: “Lo que tú admiras no es la humildad de Cristo […] No amas la belleza ni la sabiduría de Cristo […]” (‘¿Eres un verdadero creyente en Dios?’ en “La Palabra manifestada en carne”). Sí, yo había visto a Cristo demasiado pequeño, había admirado el poder y la influencia, no la humildad de Cristo, mucho menos la sabiduría de la obra oculta de Dios. Él usa Su sabiduría para derrotar a Satanás, usa Su humildad y ocultación para revelar el verdadero rostro de este, y para reunir evidencias para castigar a los impíos. Así también, todos los actos despreciables que los policías habían perpetrado contra mí, y todas las cosas blasfemas y que se oponían a Dios que habían dicho hoy, exponían claramente su sustancia demoníaca como odiadores de la verdad y opositores a Dios, y serían la prueba necesaria para justificar la condena, castigo y destrucción de Dios. Sin embargo, fui incapaz de percibir la sabiduría y la humildad de Cristo y, pensando que “Una persona amable es susceptible de sufrir acoso, del mismo modo que a un caballo manso se le monta a menudo”, no me contentaba con ser humillada y oprimida. Incluso creía que defenderme era lo más justo, digno y valiente que podía hacer. Yo no sabía que Satanás deseaba incitarme a luchar contra ellos, obligarme a reconocer el hecho de mi creencia en Dios con el fin de condenarme. Si realmente luchaba contra ellos con una valentía impulsiva, ¿no habría caído yo presa de sus estratagemas engañosas? Yo estaba realmente agradecida a Dios por este castigo y juicio oportunos sobre mí, los cuales me protegieron en medio de mi rebeldía, de modo que pude conocer la intención de las estratagemas engañosas de Satanás, y reconocí su veneno en mi interior, y obtuve algo de conocimiento sobre lo que Dios es y Su esencia vital humilde y oculta. Pensé en cómo hizo frente Cristo a ser perseguido, cazado y matado por el diablo del PCCh, y cómo toda la humanidad lo juzgó, condenó, difamó y abandonó. En todo momento, Él cargó con todo esto en silencio y soportó todo este dolor para llevar a cabo Su obra de salvación, sin quejarse nunca. ¡Vi lo bondadoso, bello y honorable que es el carácter de Dios! Entretanto, yo —una persona inmunda, corrupta— había querido usar mi valentía impulsiva para defender mi supuesta dignidad, para luchar por mi propia justicia basándome en mi propia voluntad cuando me persiguieron los demonios malvados. ¿Dónde estaba el sentido de la justicia en esto? ¿Dónde estaban la fuerza del carácter y la dignidad? Con esto, ¿no estaba yo mostrando mi desagradable rostro satánico? ¿No estaba revelando mi naturaleza arrogante? Al pensar esto, mi corazón se llenó de remordimientos. Me decidí a imitar a Cristo. Estaba dispuesta a someterme a este entorno e intentar hacer todo lo posible para cooperar con Dios, y no dar ninguna oportunidad a Satanás.
Mi corazón se calmó y esperé en silencio la siguiente ronda de esta batalla con demonios. Mi negativa a confesar había hecho perder mucho prestigio al supuesto experto. Me torció con furia uno de los brazos por detrás de la espalda y tiró del otro hacia detrás de mi hombro, después me esposó con fuerza las manos. En menos de media hora, grandes gotas de sudor caían por mi rostro, y me impedían abrir los ojos. Al ver que yo iba a seguir sin contestar sus preguntas, me tiró al suelo y después me levantó por las esposas que tenía por detrás de la espalda. Mis brazos gritaron inmediatamente de dolor, como si se hubieran roto. Me dolía tanto que apenas podía respirar. Después, me empujó contra la pared y me hizo estar de pie contra ella. El sudor me nublaba los ojos. Me dolía tanto que todo mi cuerpo estaba cubierto del mismo, incluso mis zapatos estaban empapados. Siempre había sido frágil, y en este momento me derrumbé. Lo único que podía hacer era jadear. El demonio estaba a un lado mirándome. No sé lo que vio, quizás tenía miedo de que lo culparan si yo moría; cogió rápidamente un puñado de pañuelos de papel para secarme el sudor y después me dio una taza de agua. Hizo esto cada menos de media hora. No sé cuál era mi aspecto en ese momento. Imagino que debía de ser bastante aterrador, porque yo sólo podía jadear con la boca abierta; parecía que había perdido la capacidad de respirar por la nariz. Mis labios estaban secos y agrietados y necesitaba toda la fuerza que tenía simplemente para respirar. Sentí una vez más que la muerte se me acercaba, quizás esta vez moriría realmente. Pero en ese momento, el Espíritu Santo me esclareció. Pensé en Lucas, uno de los discípulos de Jesús, y en su experiencia al ser colgado vivo. En mi corazón, recobré espontáneamente la fuerza y seguí diciendo lo mismo una y otra vez para recordármelo a mí misma: “Lucas murió al ser colgado vivo. Yo, también, debo ser Lucas, debo ser Lucas, ser Lucas… Obedezco de buen grado las orquestaciones y disposiciones de Dios, deseo serle leal hasta la muerte como Lucas”. Justo cuando el dolor se volvió insoportable y yo estaba a punto de morir, de repente oí a uno de los policías malvados decir que varios hermanos y hermanas que creían en Dios Todopoderoso habían sido arrestados. Me consterné en mi corazón: van a torturar a más hermanos y hermanas. Serán especialmente duros con los hermanos. Mi corazón se llenó de preocupación. Seguí orando por ellos en silencio, y pedí a Dios que los guardara y les permitiera dar un testimonio victorioso ante Satanás y no traicionar nunca a Dios, porque no deseaba que ningún otro hermano o hermana sufriera como yo lo había hecho. Quizás estuviera tocada por el Espíritu Santo; oré sin cesar, y cuanto más oraba más inspirada estaba. Olvidé inconscientemente mi dolor. Sabía muy bien que estas eran las sabias disposiciones de Dios; Él era consciente de mi debilidad y me estaba guiando en mi momento más doloroso. Esa noche, ya no me importó cómo me trataba la policía, y no presté la más mínima atención a sus preguntas. Al ver lo que estaba aconteciendo, los malvados policías usaron los puños para golpear salvajemente mi rostro, después enrollaron el pelo de mi sien en sus dedos y tiraron de él. Mis orejas estaban hinchadas porque me las retorcieron, mi cara era irreconocible, la parte baja y alta de mis piernas quedaron magulladas y despellejadas cuando me pegaron con un trozo grueso de madera, y mis dedos también habían quedado amoratados tras ser aplastados con un trozo de madera. Después de colgarme por las esposas durante seis horas, cuando los malvados policías las abrieron, estas habían arrancado la carne por debajo de mi pulgar izquierdo, sólo me quedaba una fina capa antes del hueso. Las esposas también me habían dejado las muñecas cubiertas de ampollas amarillas, y no hubo manera de volver a ponérmelas de nuevo. En ese momento, entró una mujer oficial de policía de aspecto importante. Me miró de arriba abajo, y les dijo: “No podéis pegarle más a esta, está a punto de morir”.
La policía me encerró en una de las habitaciones del hotel. Las cortinas se mantenían bien cerradas veinticuatro horas al día. Pusieron a alguien de guardia en la puerta, y nadie del personal de servicio podía entrar, como tampoco nadie podía ver las escenas de sus torturas y ataques salvajes dentro. Hacían turnos para interrogarme sin respiro. No me dejaron dormir durante cinco días con sus noches, no me dejaban sentarme o estar en cuclillas ni comer mi ración de comida. Sólo me permitían estar de pie apoyada contra la pared. Un día, vino un oficial a interrogarme. Al ver que yo lo estaba ignorando, se enfureció y me mandó volando debajo de la mesa de una patada. Después, me sacó de un tirón y me dio un puñetazo, provocando que me saliera sangre de la comisura de los labios. Para encubrir su salvajismo, cerró rápidamente la puerta para que nadie entrara. Después cogió un puñado de pañuelos de papel y limpió la sangre, me quitó con agua la de la cara y limpió la del suelo. Yo dejé deliberadamente parte de la sangre en mi jersey blanco. Sin embargo, cuando volví al centro de detención, la policía malvada dijo a las otras presas que la sangre de mi ropa era de cuando me examinaron en el hospital mental, y que allí es donde yo había estado los últimos días. Las heridas y la sangre de mi cuerpo las habían provocado los pacientes; ellos, la policía, no me habían tocado… Estos hechos crueles me mostraron la crueldad, la astucia insidiosa y la falta de humanidad de la “policía del pueblo”, y sentí el desamparo y la desesperación de quienes caen en sus manos. Al mismo tiempo, obtuve un profundo aprecio de la justicia, santidad, luminosidad y bondad de Dios, y sentí que todo lo que viene de Él es amor, protección, esclarecimiento, provisión, consuelo y apoyo. Cada vez que mi dolor pasaba por su peor momento, Dios seguía esclareciéndome y guiándome, aumentando mi fe y mi fuerza, permitiéndome imitar el espíritu de los santos que habían sido martirizados por causa del Señor a lo largo de los siglos, dándome la valentía para mantenerme firme por la verdad. Cuando el salvajismo de la policía malvada me dejó a las puertas de la muerte, Dios me permitió oír las noticias del arresto de otros hermanos y hermanas, y lo usó para moverme más a orar por ellos, de forma que olvidé mi dolor y vencí sin saberlo los obstáculos de la muerte. Gracias al contrapunto del mal, el brutal Satanás, vi que sólo Dios es la verdad, el camino, y la vida, y que sólo Su carácter es el símbolo de la justicia y la bondad. Sólo Dios lo gobierna todo, y lo dispone todo, y usa Su gran poder y sabiduría para guiar cada uno de mis pasos en la derrota del asedio de multitudes de demonios, en la victoria sobre la debilidad de la carne y los obstáculos de la muerte, permitiéndome sobrevivir tenazmente en esta oscura guarida. Cuando pensaba en el amor y la salvación de Dios, me sentía inspirada en gran manera, y me decidí a luchar contra Satanás hasta el final. Aunque me pudriera en la cárcel, me mantendría firme en mi testimonio y satisfaría a Dios.
Un día, muchos policías malvados que nunca había visto antes vinieron a verme y debatir mi caso. Sin quererlo, oí al supuesto experto decir: “De todos los interrogatorios que he llevado a cabo, nunca he sido tan duro con nadie como con esta perra estúpida. La tuve colgada por las esposas durante ocho horas (fueron realmente seis horas, pero él quería alardear, temeroso de que su superior le dijera que era un inútil) y siguió sin confesar”. Oí una voz femenina decir: “¿Cómo pudiste golpear a esa mujer con tanta maldad? Eres cruel”. Resultaba que, entre todos los arrestados, yo había sufrido más que nadie. ¿Por qué había sufrido tanto? ¿Era yo más corrupta que otras personas? ¿Era lo que yo había sufrido el castigo de Dios para mí? ¿Quizás había demasiada corrupción en mí, y yo ya había alcanzado el punto del castigo? Al pensar en esto, no pude contener las lágrimas. Sabía que no debía llorar. No podía dejar que Satanás viera mis lágrimas, si lo hacía, este creería que yo había sido derrotada. Pero yo no podía contener el sentimiento de agravio en mi corazón, y las lágrimas me salían sin control. En medio de mi desesperación, yo sólo podía clamar a Dios: “¡Oh Dios! En este momento, me siento profundamente agraviada. Sigo queriendo llorar. Por favor, protégeme, evita que yo incline la cabeza ante Satanás, no puedo dejar que él vea mis lágrimas. Sé que el estado en el que estoy es incorrecto. Estoy pidiéndote cosas, y quejándome. Y sé que hagas lo que hagas, es lo mejor, pero mi estatura es demasiado pequeña, mi carácter rebelde demasiado grande, y soy incapaz de aceptar alegremente este hecho, y tampoco sé qué debería hacer para salir de este estado incorrecto. Quisiera que me guiaras, y me permitieras obedecer Tus orquestaciones y disposiciones, y nunca más malinterpretarte o quejarme de ti”. Cuando oraba, un pasaje de las palabras de Dios flotaba en mi cabeza: “Tú también debes tomar de la copa amarga que Yo he bebido (esto es lo que Él le dijo después de la resurrección), tú también debes caminar el camino que Yo he caminado y debes dar tu vida por Mí” (‘Cómo Pedro llegó a conocer a Jesús’ en “La Palabra manifestada en carne”). Mis lágrimas se detuvieron inmediatamente. El sufrimiento de Cristo era incomparable al de cualquier ser creado y ningún ser creado podía soportarlo, mientras aquí estaba yo, sintiéndome agraviada y quejándome a Dios de que eso era injusto tras sufrir una pequeña dificultad. ¿Dónde estaban la conciencia y la razón en esto? ¿Cómo era yo apta para ser llamada humana? Después de eso, pensé en lo que Dios dijo: “Pero la corrupción en su naturaleza debe resolverse por medio de pruebas. En los aspectos en los que no estás purificado, en esos aspectos debes ser refinado: este es el arreglo de Dios. Dios crea un entorno para ti y te fuerza a ser refinado en ese entorno para que puedas conocer tu propia corrupción” (‘Cómo satisfacer a Dios en medio de las pruebas’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). Al meditar en las palabras de Dios y reflexionar sobre mí misma, entendí que lo dispuesto por Dios iba dirigido a mi corrupción y mis deficiencias y era precisamente lo que mi vida necesitaba. Sólo a través de este sufrimiento y tormento inhumano pude darme cuenta de que complazco demasiado a mi carne, que soy egoísta, de poca valía, exigente con Dios y que no me contento con sufrir por Él y ser un brillante testimonio para Dios. Si no hubiera padecido este sufrimiento, habría seguido con la impresión equivocada de que ya había satisfecho a Dios; nunca me habría dado cuenta de que todavía tengo mucha corrupción y rebeldía dentro de mí, y mucho menos habría adquirido experiencia de primera mano de lo arduo que es para Dios hacer Su obra entre la humanidad corrupta para salvarla. Tampoco habría abandonado de verdad a Satanás y regresado ante Dios. Esta dificultad era el amor de Dios por mí, era Su bendición especial para mí. Al haber entendido la voluntad de Dios, mi corazón se sintió de repente claro y despejado. Mi malinterpretación de Dios desapareció. ¡Sentí que había un gran valor y sentido en que yo fuera capaz de sufrir dificultad!
Después de intentar todo lo que pudieron, los policías malvados no habían conseguido nada de mí. Al final, dijeron convencidos: “Los comunistas están hechos de acero, pero los que creen en Dios Todopoderoso son de diamante, están en un nivel superior que los comunistas en todos los aspectos”. Tras oír estas palabras, no pude evitar alegrarme y alabar a Dios: ¡Oh Dios, te doy gracias y te alabo! Con Tu omnipotencia y sabiduría has vencido a Satanás y derrotado a Tus enemigos. Eres la autoridad más alta, ¡que la gloria sea para ti! Solo en ese momento entendí que da igual lo cruel que sea el gobierno del PCCh, ya que está controlado y orquestado por las manos de Dios. Como dicen Sus palabras: “Todas las cosas en los cielos y sobre la tierra deben venir bajo Su dominio. No pueden tener ninguna elección y deben someterse todas a Sus orquestaciones. Esto fue decretado por Dios y es Su autoridad” (‘El éxito o el fracaso dependen de la senda que el hombre camine’ en “La Palabra manifestada en carne”).
Un día, los policías malvados vinieron para interrogarme una vez más. Esta vez, todos parecían un poco extraños. Me miraban cuando hablaban, pero no parecían estar hablándome a mí. Parecían estar discutiendo algo. Como en las ocasiones anteriores, este interrogatorio acabó en fracaso. Más tarde, la policía malvada me llevó de vuelta a mi celda. Por el camino, de repente los oí decir que parecía que me liberarían el primer día del mes siguiente. Al oír esto, mi corazón casi estalla de entusiasmo: ¡Esto significa que estaré fuera en tres días! ¡Puedo marcharme finalmente de este infierno demoníaco! Reprimí la alegría en mi corazón y esperé y aguardé que pasara cada segundo. Tres días parecieron tres años. ¡Finalmente, llegó el primer día del mes! Ese día, miraba hacia la puerta, esperando que alguien dijera mi nombre. Pasó la mañana, y no ocurrió nada. Puse todas mis esperanzas en marcharme por la tarde, pero cuando llegó la noche, siguió sin ocurrir nada. A la hora de la cena, no tenía ganas de comer. Tenía un sentimiento de derrota en mi corazón; en ese momento, era como si mi corazón hubiera caído del cielo al infierno. “¿Por qué no come?”, preguntó el guardia a las demás presas. “No ha comido mucho desde que volvió del interrogatorio aquel día”, respondió una de las presas. “Ponedle la mano en la frente; ¿está enferma?”, dijo el guardia. Una presa vino y lo hizo. Dijo que estaba ardiendo, que yo tenía fiebre. Y la tenía de verdad. La enfermedad había aparecido de forma muy repentina, y era muy grave. En ese momento, me desfallecí. En el transcurso de dos horas, la fiebre empeoró más y más. ¡Yo lloraba! Todos ellos, incluyendo el guardia, me veían llorar. Estaban todos perplejos: opinaban de mí que yo era alguien que nunca se dejó seducir por la zanahoria ni intimidar por el palo, que no había derramado una sola lágrima cada vez que hizo frente a una dolorosa tortura, a quien habían colgado por las esposas durante seis horas sin que soltara ni un gemido. Pero hoy, sin ninguna tortura, lloraba. Ellos no sabían de dónde venían mis lágrimas, simplemente pensaron que yo debía de estar muy enferma. En realidad, sólo Dios y yo sabíamos la razón. Todo esto se debía a mi rebeldía y desobediencia. Estas lágrimas fluían porque sentí desesperación cuando mis expectativas se habían quedado en nada y mis esperanzas se habían frustrado. Eran lágrimas de rebeldía y queja. En ese momento, ya no quería poner más mi determinación en dar testimonio de Dios. Ni siquiera tenía la valentía para ser puesta a prueba así de nuevo. Esa noche, lloré lágrimas de aflicción porque ya había tenido bastante de la vida en la cárcel, despreciaba a estos demonios y aún más que eso, odiaba estar en este lugar de demonios. No quería pasar ni un segundo más allí. Cuanto más pensaba en ello, más desanimada estaba, y más tenía un gran sentimiento de agravio, lástima, y soledad. Me sentía como si fuera una barca solitaria en el mar, que el agua podía tragarse en cualquier momento; además, sentía que los que estaban a mi alrededor eran tan insidiosos y espantosos que podrían descargar su ira sobre mí en cualquier momento. No podía parar de clamar: “¡Oh Dios! Te ruego que me salves. Estoy a punto de derrumbarme, podría traicionarte en cualquier momento y lugar. Quisiera que sostuvieras mi corazón y me permitieras volver ante ti una vez más, quisiera que te compadecieras de mí una vez más, y me permitieras aceptar Tus orquestaciones y disposiciones. Aunque yo no pueda entender lo que Tú estás haciendo ahora, sé que todo lo que haces es bueno, y deseo que me salves una vez más, y permitas que mi corazón se vuelva a ti”. Después de orar, dejé de sentir miedo. Empecé a tranquilizarme y reflexionar sobre mí misma, y en ese momento las palabras de juicio y la revelación de Dios vinieron a mí: “¿Quieres la carne o quieres la verdad? ¿Quieres el juicio o la comodidad? Habiendo experimentado tanto de la obra de Dios, y habiendo contemplado la santidad y la justicia de Dios, ¿cómo debes buscar? ¿Cómo debes caminar esta senda? ¿Cómo debes poner en práctica tu amor por Dios? ¿Han logrado el castigo y el juicio de Dios algún efecto en ti? ¡Sea que tengas un conocimiento del castigo y el juicio de Dios o no, depende de lo que vivas y hasta qué punto ames a Dios! Tus labios dicen que amas a Dios, pero lo que vives es el carácter antiguo y corrupto; no tienes temor de Dios, mucho menos tienes una conciencia. ¿Aman tales personas a Dios? ¿Son leales esas personas a Dios? […] ¿Podría ser Pedro alguien así? ¿Tienen los que son como Pedro sólo el conocimiento, pero no el vivir?” (‘Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio’ en “La Palabra manifestada en carne”). Cada una de las palabras de juicio de Dios era como una espada de doble filo que golpeaba mi talón de Aquiles, y amontonaba condenación sobre mí: sí, muchas fueron las ocasiones en las que hice juramentos solemnes ante Dios, diciendo que lo abandonaría todo y soportaría toda dificultad por causa de la verdad. Pero hoy, cuando Dios usó la realidad para pedirme algo, cuando necesitaba que yo sufriera realmente y pagara un precio con el fin de satisfacerlo, yo no había escogido la verdad o la vida, sino que me había dejado llevar ciegamente por la ansiedad, la angustia y la preocupación a causa de los intereses y planes de la carne. Ni siquiera tuve la menor fe en Él. Con esto, ¿cómo podía yo satisfacer la voluntad de Dios? Él quería que yo viviera para ser fructífera. No quería florituras, juramentos vacíos. Sin embargo, ante Él yo tenía conocimiento, pero no realidad, y hacia Él, no tenía lealtad ni amor sincero, mucho menos obediencia alguna; yo no vivía otra cosa que engaño, rebeldía y oposición. Con esto, ¿no era alguien que traicionaba a Dios? ¿No era alguien que quebrantaba Su corazón? En ese momento, pensé en cuando arrestaron al Señor Jesús y lo clavaron en la cruz. Uno detrás de otro, los que habían disfrutado frecuentemente de Sus gracias lo abandonaron. En mi corazón, no pude evitar que los remordimientos me vencieran. Odiaba mi rebeldía, mi falta de humanidad, quería estar firme una vez más, usar acciones reales para hacer realidad mis promesas a Dios. Aunque me pudriera en la cárcel, nunca más heriría el corazón de Dios. Nunca más podría traicionar el precio de sangre que Él había pagado en mí. Dejé de llorar, y en mi corazón oré a Dios en silencio: Oh Dios, gracias por esclarecerme y guiarme, por permitirme entender Tu voluntad. Veo que mi estatura es muy pequeña, y que no tengo el menor amor y obediencia hacia ti. Oh Dios, justo ahora deseo entregarme completamente a ti. Aunque pasara toda mi vida en la cárcel, nunca haría concesiones a Satanás. Sólo deseo usar mis acciones reales para satisfacerte.
Después de un tiempo, hubo más rumores de que me iban a liberar. Dijeron que sólo sería cuestión de días. A causa de la lección que había aprendido la última vez, en esta ocasión fui en cierto modo racional y mantuve la cabeza fría. Aunque me sentía muy entusiasmada, deseaba orar y buscar ante Dios, para no contar nunca más con mis propias opciones. Sólo pedía a Dios que me protegiera para poder obedecer todas Sus orquestaciones y disposiciones. Algunos días más tarde, los rumores habían vuelto a quedarse en nada. Aún más, oí al guardia decir que aunque yo muriera en la cárcel, no me dejarían irme, porque yo no les diría mi dirección ni mi nombre, así que estaría encarcelada para siempre. Oír esto fui realmente dura, pero yo sabía que este era el dolor que debía sufrir. Dios quería que yo diera este testimonio de Él, y estaba dispuesta a obedecerlo, e atender a Su voluntad, y yo confiaba en que todos los asuntos y todas las cosas están en Sus manos. Esta era la gracia especial de Dios y Su elevación de mí. Antes, aunque había dicho que me pudriría en la cárcel, esas eran sólo mis aspiraciones y deseos, yo no tenía esta realidad. Hoy, estaba dispuesta a dar este testimonio a través de mi vivir práctico y permitir que Dios encontrara consuelo en mí. Cuando yo estaba llena de odio hacia Satanás y me decidí a luchar contra él hasta el final, a dar realmente un testimonio genuino de pudrirme en la cárcel, vi la omnipotencia y los hechos milagrosos de Dios. El 6 de diciembre de 2005, la camioneta de la cárcel me recogió del centro de detención y me dejó al lado de la carretera. Desde ese momento, terminó mi vida de dos años en la cárcel.
Después de experimentar esta horrible tribulación, aunque mi carne había soportado alguna dificultad, yo había ganado cien, incluso mil veces más: no sólo había desarrollado perspectiva y diferenciación, y había visto realmente que el Gobierno del PCCh es la personificación de Satanás el diablo, una banda de asesinos que mataría personas en un abrir y cerrar de ojos, sino que también había llegado a entender la omnipotencia y la sabiduría de Dios, así como Su justicia y santidad, había llegado a apreciar los buenos propósitos de Dios al salvarme, así como Su cuidado y protección hacia mí, permitiéndome, durante el salvajismo de Satanás, vencer a este paso a paso, y mantenerme firme en mi testimonio. Desde ese día en adelante, deseé dar todo mi ser completamente a Dios. Yo lo seguiría fielmente, para poder ser ganada antes por Él.
Película cristiana en español latino | Nunca es mal momento para la integridad
En la era actual de admirar el dinero, muchos hombres de negocios usan el engaño para ganar dinero de mente oscura para satisfacer sus propios intereses. Incluso si son unas personas que tiene humanidad, su conciencia no le permite, pero para ganar más dinero, seguirán esta tendencia social malvada y vivirán con dolor e impotencia. Del mismo modo, después de que el protagonista en la película ha ganado algo de dinero, a menudo se siente doloroso y perturbador por dentro, y luchando en el fango del pecado, no puede deshacerse. Más tarde, en una fiesta de clase, conoció a su compañera de clase ... Ella finalmente halló una manera de deshacerse del pecado, ¿Quieres saber en qué fuerza está confiando para liberarse de este atolladero pecaminoso?
Wang Xinyu y su esposo dirigen una tienda de ropa y, aunque al principio tratan de llevarla de forma íntegra y consciente, no ganan mucho dinero y su vida es muy difícil. Sin embargo, cuando ven que los demás recurren a la mentira y al engaño para hacer negocios, que se compran coches y casas y viven lujosamente, deciden que ellos no quieren quedarse atrás. Guiándose por sus iguales, siguen la tendencia de la sociedad y comienzan a hacer negocios por medio de la mentira y el engaño. Unos años más tarde, aunque ganan algo de dinero, muchas veces no tienen la conciencia tranquila y sienten un vacío en el corazón. Entonces aceptan el evangelio de Dios Todopoderoso de los últimos días, leen las palabras de Dios, con las que descubren que a Dios le gustan las personas honestas y aborrece a las mentirosas, y aprenden que los honestos reciben Sus bendiciones. No obstante, también ven la maldad y la oscuridad que hay en el mundo y les preocupa que no serán capaces de ganar dinero haciendo negocios con integridad e, incluso, se arriesgarán a perder dinero, pero si siguen usando mentiras y trampas para engañar a los clientes, saben que Dios los detestará por ello… Tras varios esfuerzos y fracasos, al final deciden ser honestos, de conformidad con las palabras de Dios, y se sorprenden al recibir Sus bendiciones. No sólo prospera su negocio, sino que también disfrutan de la paz y la seguridad de ser personas honestas.
Palabra de Dios | “Cómo servir en armonía con la voluntad de Dios” Las palabras del Espíritu Santo
Dios Todopoderoso dice: Hoy principalmente estaré enseñando acerca de cómo deben servir las personas a Dios en su creencia en Él, qué condiciones deben cumplirse y qué verdades deben entender los que sirven a Dios, y en dónde podéis estaros desviando en vuestro servicio. Deberíais entender todo esto. Estos asuntos afectan vuestra forma de creer en Dios, cómo camináis por la senda de la dirección del Espíritu Santo y cómo os sometéis a las disposiciones de Dios en todas las cosas, y os permitirán conocer cada paso de Su obra en vosotros. Cuando alcancéis ese punto, apreciaréis qué es la fe en Dios, cómo creer apropiadamente en Él y qué debéis hacer para actuar en armonía con la voluntad de Dios. Esto os hará completa y totalmente obedientes a la obra de Dios y no tendréis quejas ni juzgaréis o analizaréis y, mucho menos, investigaréis. Además, seréis todos capaces de obedecer a Dios hasta la muerte, permitiéndole dirigiros y sacrificaros como a una oveja, de forma que todos podáis ser los Pedros de los años noventa y podáis amar a Dios al máximo, incluso en la cruz, sin la más mínima queja. Sólo entonces podréis vivir como Pedros de los años noventa.
Todo aquel que así lo haya decidido puede servir a Dios; sin embargo, debe ocurrir que sólo aquellos que le presten toda la atención a la voluntad de Dios y la entiendan están calificados y facultados para servirle. He descubierto esto entre vosotros: muchas personas creen que siempre que difundan con fervor el evangelio para Dios, recorran los caminos, se entreguen y se sacrifiquen por Dios, y así sucesivamente, eso es servir a Dios; incluso las personas más religiosas creen que servir a Dios significa correr de un lado para otro con una Biblia en las manos, difundir el evangelio del reino celestial y salvar a las personas haciendo que se arrepientan y se confiesen; existen muchos oficiales religiosos que piensan que servir a Dios es predicar en capillas después de estudiar en el seminario, enseñar a las personas leyendo capítulos de la Biblia; también hay personas en regiones pobres que creen que servir a Dios significa sanar a los enfermos y echar fuera demonios u orar por los hermanos y hermanas o servirlos; entre vosotros hay muchos que creen que servir a Dios significa comer y beber Sus palabras, orar a Dios cada día, así como visitar iglesias y realizar obra en las iglesias en todas partes; hay otros hermanos y hermanas que creen que servir a Dios significa no casarse nunca o no tener una familia y dedicar todo su ser a Dios. No obstante, pocas personas saben lo que significa realmente servir a Dios. Aunque hay tantas personas que sirven a Dios como estrellas en el cielo, el número de los que pueden servir directamente y que pueden servir de acuerdo con la voluntad de Dios es insignificante, extremadamente pequeño. ¿Por qué digo esto? Lo digo porque no entendéis la esencia de la expresión “servicio a Dios” y comprendéis muy poco de cómo servir de acuerdo con la voluntad de Dios. Hoy estoy hablando principalmente de cómo servir según la voluntad de Dios y de cómo hacerlo para cumplir Su voluntad.
Si deseáis servir de acuerdo con la voluntad de Dios, debéis entender primero qué tipo de personas son agradables para Dios, a qué tipo de personas aborrece Dios, a qué tipo de personas perfecciona Dios y qué tipo de personas están capacitadas para servir a Dios. Esto es lo mínimo con lo que deberíais estar equipados. Además, deberíais conocer los objetivos de la obra de Dios y la obra que Dios hará aquí y ahora. Después de entender esto, y a través de la dirección de Sus palabras, primero entraréis y recibiréis la comisión de Dios. Cuando experimentéis realmente con base en Sus palabras, y cuando conozcáis verdaderamente Su obra, estaréis capacitados para servir a Dios. Y es cuando le servís que Dios esclarece vuestros ojos espirituales, os permite tener un mayor entendimiento de Su obra y ver con más claridad. Cuando entres en esta realidad, tus experiencias serán más profundas y reales, y todos aquellos de vosotros que hayáis tenido esas experiencias seréis capaces de caminar por las iglesias y proveer a los hermanos y hermanas, de modo que cada uno pueda aprovechar las fortalezas del otro para compensar vuestras propias deficiencias y obtener un conocimiento más rico en vuestro espíritu. Sólo después de lograr este efecto seréis capaces de servir de acuerdo con la voluntad de Dios y ser perfeccionados por Él en el transcurso de vuestro servicio.
Los que sirven a Dios deben ser íntimos con Él; deben ser agradables para Dios y ser capaces de mostrar lealtad absoluta hacia Dios. Independientemente de si actúas a espaldas de las personas o delante de ellas, eres capaz de obtener el gozo de Dios delante de Él, de mantenerte firme delante de Él, e independientemente de cómo te traten otras personas, siempre caminarás por tu propia senda, y consideras la responsabilidad de Dios. Sólo así se es un íntimo de Dios. Que los íntimos de Dios sean capaces de servirle directamente se debe a que se les ha dado la gran comisión de Dios y la carga de Dios, a que son capaces de tomar el corazón de Dios como suyo y la carga de Dios como suya, y no analizan si ganan o pierden perspectiva: aun cuando no tengan expectativas ni obtengan nada, siempre creerán en Dios con un corazón amoroso. Por tanto, este tipo de persona es un íntimo de Dios. Los íntimos de Dios son también Sus confidentes; sólo estos podrían compartir Su inquietud, y Sus necesidades, y aunque su carne es dolorosa y débil, son capaces de soportar el dolor y abandonar lo que aman para satisfacer a Dios. Dios da más cargas a esas personas y lo que Él hará se expresa por medio de ellas. Así, estas personas son agradables para Dios, son siervos de Dios según Su corazón y sólo ellos pueden gobernar junto a Él. Cuando hayas llegado a ser de verdad un íntimo de Dios será precisamente entonces cuando gobernarás junto a Él.
Jesús fue capaz de completar la comisión de Dios —la obra de la redención de toda la humanidad—, porque Él se preocupaba mucho por la voluntad de Dios, sin Sus propios planes ni consideraciones personales. Él también era el íntimo de Dios, Dios mismo, algo que todos entendéis muy bien. (De hecho, era el Dios mismo, del que Dios dio testimonio; menciono esto aquí para ilustrar la cuestión mediante la realidad de Jesús). Él fue capaz de poner el plan de gestión de Dios como el centro mismo, y siempre oró al Padre celestial y buscó Su voluntad. Él oró, diciendo: “¡Dios Padre! Cumple lo que sea Tu voluntad, y no actúes según Mis propósitos; hazlo según Tu plan. El hombre puede ser débil, ¿pero por qué deberías preocuparte por él? ¿Cómo podría el hombre ser digno de Tu preocupación, el ser humano que es como una hormiga en Tu mano? En Mi corazón sólo deseo cumplir Tu voluntad, y quisiera que pudieras hacer lo que desearas en Mí, según Tus propios propósitos”. En el camino hacia Jerusalén, Jesús se sintió angustiado, como si le estuvieran retorciendo un cuchillo en el corazón, pero no tenía la más mínima intención de volverse atrás en Su palabra; siempre había una poderosa fuerza que lo empujaba hacia adelante hacia el lugar de Su crucifixión. Finalmente, fue clavado en la cruz y se convirtió en la semejanza de la carne pecaminosa, completando esa obra de redención de la humanidad, y levantándose por encima de los grilletes de la muerte y el Hades. Delante de Él, la mortalidad, el infierno y el Hades perdieron su poder, y Él los venció. Vivió treinta y tres años en los que siempre hizo todo lo que pudo para cumplir la voluntad de Dios, según la obra de Dios en ese momento, no considerando nunca Su propia ganancia o pérdida personal y pensando siempre en la voluntad de Dios Padre. Por ello, después de ser bautizado, Dios dijo de Él: “Este es Mi Hijo amado, en quien me regocijo grandemente”. Por Su servicio delante de Dios, que estaba en armonía con la voluntad de Dios, Dios colocó sobre Sus hombros la pesada carga de redimir a toda la humanidad y le hizo ir a cumplirla, y Él estaba calificado y autorizado para llevar a cabo esta importante tarea. A lo largo de Su vida, soportó un sufrimiento inconmensurable por Dios, y Satanás lo tentó innumerables veces; pero nunca se descorazonó. Dios le encomendó esa tarea porque confiaba en Él, y lo amaba, y por eso dijo personalmente: “Este es Mi Hijo amado, en quien me regocijo grandemente”. En ese momento, sólo Jesús podía cumplir esta comisión, y esta era una parte de la terminación de Dios de Su obra de redención de toda la humanidad en la Era de la Gracia.
Si, como Jesús, podéis preocuparos por las cargas de Dios y dais la espalda a vuestra carne, Él os confiará Sus importantes tareas, de forma que cumpláis las condiciones de servir a Dios. Sólo bajo tales circunstancias os atreveréis a decir que estáis haciendo la voluntad de Dios y completando Su comisión; sólo entonces os atreveréis a decir que estáis sirviendo verdaderamente a Dios. En comparación con el ejemplo de Jesús, ¿te atreves a decir que eres un íntimo de Dios? ¿Te atreves a decir que estás haciendo la voluntad de Dios? ¿Te atreves a decir que estás sirviendo realmente a Dios? Hoy, no entiendes cómo servir a Dios, ¿te atreverías a decir que eres íntimo de Dios? Si dices que sirves a Dios, ¿no blasfemas contra Él? Piensa en ello: ¿estás sirviendo a Dios o a ti mismo? Sirves a Satanás, pero dices obstinadamente que estás sirviendo a Dios. ¿No estás blasfemando contra Dios en esto? Muchas personas detrás de Mí codician la bendición del estatus, se dan atracones de comida, aman dormir y prestan toda la atención a la carne, siempre temerosos de que no haya salida de ella. No desarrollan su función correcta en la iglesia, sino que gorronean de la iglesia, o bien amonestan a los hermanos y hermanas con Mis palabras, tratan despóticamente a los demás desde posiciones de autoridad. Estas personas siguen diciendo que están haciendo la voluntad de Dios, siempre dicen que son los íntimos de Dios, ¿no es esto absurdo? Si tienes las motivaciones correctas, pero eres incapaz de servir de acuerdo con la voluntad de Dios, estás siendo insensato; pero si tus motivaciones no son correctas, y sigues diciendo que sirves a Dios, eres alguien que se opone a Dios, ¡y deberías ser castigado por Él! ¡No tengo simpatía por tales personas! En la casa de Dios gorronean, codiciando siempre las comodidades de la carne, y no consideran los intereses de Dios; siempre buscan lo que es bueno para ellos, no prestan atención a la voluntad de Dios, el Espíritu de Dios no escudriña todo lo que hacen, siempre están maquinando y engañando contra los hermanos y hermanas, y tienen dos caras, como un zorro en una viña, siempre robando uvas y pisoteando la misma. ¿Pueden ser tales personas los íntimos de Dios? ¿Eres apto para recibir las bendiciones de Dios? No asumes responsabilidades para tu vida y la iglesia, ¿eres apto para recibir la comisión de Dios? ¿Quién se atrevería a confiar en alguien como tú? Cuando sirves así, ¿podría atreverse Dios a confiarte una tarea mayor? ¿No estás retrasando las cosas?
Os digo esto para que podáis saber qué condiciones deben cumplirse a fin de servir en armonía con la voluntad de Dios. Si no dais vuestro corazón a Dios, si no os preocupáis por la voluntad de Dios como lo hizo Jesús, entonces Dios no puede confiar en vosotros y acabará juzgándoos. Quizás hoy, en tu servicio a Dios, siempre albergas el propósito de engañarlo, pero Él seguirá tomando nota de ti. En resumen, independientemente de todo lo demás, si engañas a Dios caerá sobre ti un juicio despiadado. Deberíais aprovecharos de haber entrado en el camino correcto del servicio a Dios para darle en primer lugar vuestro corazón, sin lealtades divididas. Independientemente de si estas delante de Dios o delante de otras personas, tu corazón siempre debería mirar a Dios, y tendrías que estar decidido a amarlo tal como lo hizo Jesús. De esta forma, Dios te hará perfecto, de forma que te conviertas en un siervo suyo que sea conforme a Su corazón. Si deseas sinceramente que Dios te perfeccione, y que tu servicio esté en armonía con Su voluntad, deberías cambiar tus opiniones anteriores acerca de la fe en Él, y la forma en que le servías, de manera que Él pueda perfeccionar más de ti; así, Dios no te abandonará y, como Pedro, estarás a la vanguardia de aquellos que le aman. Si sigues sin arrepentirte, tendrás el mismo final que Judas. Todos los que creen en Dios deberían entender esto.
The Bible quotation in this article are translated from AKJV.
Al igual que otros muchos hermanos y hermanas cristianos, anhelo con impaciencia la segunda venida del Señor Jesús. Nos ceñimos al siguiente pasaje de la Biblia: “Entonces nosotros, los que estemos vivos y que permanezcamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes al encuentro del Señor en el aire, y así estaremos con el Señor siempre” (1 Tesalonicenses 4:17). Por esta razón, miramos estúpidamente a los cielos anhelando el día en que Jesús vuelva y nos lleve en las nubes para que podamos estar con el Señor. Sin embargo, después de que hayan pasado tantísimos años, las cuatro lunas de sangre ya han aparecido; terremotos, hambrunas, plagas, guerra y toda clase de otros desastres están volviéndose cada vez más intensos. Las profecías de la segunda venida del Señor ya se han cumplido básicamente. Sin embargo, aún no hemos visto a un solo cristiano arrebatado al cielo. No puedo evitar pensar: “¿Por qué no viene el Señor a recibirnos? El Señor es confiable. Él prometió que nos llevaría al reino celestial en los últimos días. La promesa del Señor sin duda alguna se logrará y cumplirá. No dudo en absoluto de esto. Pero ¿cómo es que hasta ahora aún no hemos sido arrebatados al cielo por el Señor? ¿Podría ser que haya algunos problemas con nuestro anhelo?”.
Justo cuando me sentía muy desconcertada, una predicadora que había llevado a cabo obra en zonas del extranjero durante muchos años volvió y recibí alguna nueva luz de ella. La hermana contestó directamente a mi pregunta: “El pasaje de la Biblia al que te referiste fue algo que Pablo dijo. No fue algo que el Señor Jesús dijo. Pablo fue simplemente un apóstol. Aunque sus palabras fueron registradas en la Biblia, sólo algunas de ellas podrían describirse como el esclarecimiento del Espíritu Santo. Aunque sus palabras estuvieran de acuerdo con la verdad, no eran las palabras de Dios y no pueden mencionarse como si lo fueran en los mismos términos que ellas. Además, algunas de las cosas que Pablo dijo no podrían describirse como esclarecimiento del Espíritu Santo. En su lugar, derivaban de sus nociones e imaginaciones y traen consigo el significado del hombre. Estas palabras no se basan en las palabras de Dios. Por tanto, cuando se trata del asunto de dar la bienvenida a la segunda venida del Señor, no debemos usar las palabras de Pablo como fundamento. En su lugar, debemos usar las palabras del Señor como fundamento y buscar Sus intenciones porque sólo las palabras del Señor son la verdad y 100% precisas”. Al oír esto, pensé: “Sí. El Señor Jesús nunca dijo realmente ‘arrebatados al cielo’. Estas palabras fueron de Pablo. Pablo fue sólo un hombre. Sus palabras realmente no pueden igualarse con las de Dios. No debemos usar las palabras de Pablo como base para dar la bienvenida a la segunda venida del Señor. Como alguien que cree en Dios, debo usar las palabras y la obra de Dios como base. ¡Esto es lo que está de acuerdo con las intenciones de Dios!”.
La hermana siguió hablando: “Jesús dijo ‘Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, es decir, el Hijo del Hombre que está en el cielo’ (Juan 3:13). En las palabras del Señor Jesús, pudimos ver que aparte del Hijo del Hombre que descendió del cielo, que es el Dios encarnado, nadie más ascendió al cielo. El cielo es el trono de Dios. Sólo Dios mismo puede ascender a este lugar elevado. Como seres humanos, no podemos ascender a ese lugar elevado para ver a Dios. En su lugar, cuando Dios creó al hombre, predestinó que la humanidad viviera en la tierra. Dios usó la tierra para crear a los antepasados de la humanidad, Adán y Eva, y les ayudó a establecerse en el Jardín del Edén. Ellos escuchaban las palabras de Dios, recibían Sus bendiciones y lo gestionaban todo dentro del jardín. Después, la humanidad también lo gestionaría todo en la tierra pero no en el cielo. Cuando la humanidad fue profundamente corrompida y la tierra se llenó de corrupción y violencia, Dios decidió usar un diluvio para destruir el mundo. Dios salvó a Noé, una persona justa que lo adoraba, pero no lo arrebató al cielo para que evitara las aguas del diluvio. En su lugar, hizo que Noé construyera el arca. Cuando llegó el diluvio, Noé y su familia de ocho personas se refugiaron en el arca. Cuando salieron del arca, Noé y su familia siguieron viviendo en la tierra y se multiplicaron. Durante la Era de la Ley, los israelitas sufrieron bajo la esclavitud a manos del Faraón de Egipto. Cuando Dios sacó a los israelitas de Egipto y les ayudó a escapar de la persecución de Faraón, Él no los arrebató al cielo. En su lugar, manifestó Su autoridad en la tierra llevando a cabo toda clase de milagros para que las personas pudieran presenciar Su omnipotencia y conocer Su sabiduría y lo maravilloso que es Él. Después, Dios promulgó Sus leyes y mandamientos por medio de Moisés y guió a los israelitas en cuanto a cómo vivir en la tierra. Durante la Era de la Gracia, cuando la humanidad no podía acatar las leyes y se enfrentaba a los peligros de la ejecución, el hombre no fue al cielo para expiar sus pecados. En su lugar, Dios se encarnó en la imagen de Jesús y descendió a la tierra. Para salvar a la humanidad, fue clavado en la cruz. Esta era la única manera de que el hombre obtuviera la salvación del Señor. Claramente, nosotros, como seres humanos, pertenecemos a la tierra. Dios nos predestinó para vivir en la tierra. Además, el Señor Jesús nos enseñó: ‘Vosotros, pues, orad de esta manera: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”’ (Mateo 6:9-10). Las palabras que el Señor habla contienen Sus intenciones. El Señor quiere que lo adoremos en la tierra. El reino de Cristo también descenderá a la tierra. Hay una profecía en el libro de Apocalipsis que dice: ‘He aquí, el tabernáculo de Dios está entre los hombres, y El habitará entre ellos y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos’ (Apocalipsis 21:3). Claramente, nuestro deseo de ser arrebatados al cielo para encontrarnos con el Señor es completamente nuestra propia noción e imaginación y no es en absoluto un hecho”. Después de escuchar a la hermana comunicar, entendí muy claramente que por mucho que examinemos la obra que Dios llevó a cabo en el pasado o las profecías del Señor, Dios nunca mencionó que seríamos arrebatados al cielo. Si seguimos creyendo que Dios volverá y nos arrebatará al cielo, ¿no es esto nuestra propia noción e imaginación? ¿No es esto nuestro propio pensamiento ilusorio? Fundamentalmente, ¡esto no está de acuerdo con las palabras e intenciones de Dios! Mi corazón sintió que las cosas se habían aclarado. Sin embargo, yo aún tenía una pregunta más: aunque nuestra aceptación del arrebatamiento sea errónea, ¿a qué se refiere exactamente el arrebatamiento? Seguí preguntando a esta hermana para buscar con respecto a esta cuestión.
La hermana dijo: “Con respecto al arrebatamiento, esto es un misterio y nosotros, como seres humanos, no podemos desentrañarlo. Dios Todopoderoso, Cristo de los últimos días, ha venido y expresado millones de palabras y revelado toda clase de verdades y misterios. Yo sólo llegué a entender lo que acabo de comunicar a partir de la lectura de las palabras de Dios. Con respecto al tema del arrebatamiento, echemos un vistazo a las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dijo: ‘“Ser arrebatado” no es ser tomado de un lugar bajo para ser colocado en un lugar alto, como las personas imaginan. Esto es un tremendo error. Ser arrebatado se refiere a Mi predeterminación y Mi selección. Va dirigido a todos los que Yo he predestinado y escogido. […] Esto es sumamente incompatible con las nociones de las personas. Todas las que tengan participación en Mi casa en el futuro son personas que han sido arrebatadas delante de Mí. Esto es absolutamente cierto, nunca cambia y nadie lo puede refutar. Este es el contraataque contra Satanás. Todo aquel a quien Yo predestiné será arrebatado delante de Mí’ (‘La centésima cuarta declaración’ en “La Palabra manifestada en carne”). A partir de las palabras de Dios pudimos ver que el arrebatamiento no era de la manera que imaginábamos. No se trataba de ascender de la tierra al cielo para ver a Dios. En su lugar, se refiere a los que Dios ha predeterminado y seleccionado. Esto incluye a los que pueden oír la voz de Dios y aceptar la obra de Dios. Ellos irán ante Dios cuando Él venga a la tierra a llevar a cabo Su obra. Estas son las personas que son llevadas ante Dios. Esto es parecido al último período de la Era de la Ley. Cuando el Señor Jesús vino a llevar a cabo Su obra, todos los que pudieron decir que las palabras del Señor Jesús eran la voz de Dios y aceptaron a Jesús como el Señor de la salvación fueron llevados ante Dios. Esto incluyó a Pedro, Juan, Mateo y los demás discípulos, los apóstoles y todos los que aceptaron la salvación de Dios. Todos ellos fueron llevados ante Dios. En cuanto a todos los que se ceñían a la Biblia del Antiguo Testamento, como los fariseos y el pueblo llano, no sólo no aceptaron la salvación de Dios, sino que condenaron, se resistieron y blasfemaron la nueva obra de Dios. No sólo no fueron llevadas esas personas ante Dios, sino que fueron totalmente reveladas, eliminadas y abandonadas por la nueva obra de Dios. Ahora, ya estamos en los últimos días y Dios Todopoderoso ha llevado a cabo una obra nueva y expresado palabras que purifican y salvan al hombre. Los que puedan ver que esto es la voz de Dios hablando las palabras de Dios, sigan los pasos del Cordero y acepten la nueva obra de los últimos días de Dios, serán llevados ante Dios. Desde que la obra de los últimos días de Dios Todopoderoso se reveló, cada vez más hermanos y hermanas verdaderamente fieles, a partir de la lectura de las palabras de Dios Todopoderoso, creen firmemente que las palabras de Dios Todopoderoso son la verdad y que son las palabras que el Espíritu Santo habla a las iglesias. Uno tras otro, han regresado ante Dios Todopoderoso. Todos ellos son vírgenes prudentes y han aceptado el riego, nutrición, juicio y reprensión de las palabras de Dios. Su carácter corrupto ha sido purificado gradualmente y ellos conocen verdaderamente a Dios. Todos ellos son llevados ante Dios. En cuanto a los que esperan estúpidamente que el Señor venga y los arrebate al cielo donde se encontrarán con Dios, simplemente se ciñen a su propia noción e imaginación. No sólo no buscan ni investigan la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días, sino que juzgan, difaman y se resisten a la nueva obra de Dios. Todos ellos son vírgenes necias. No sólo no serán llevados ante Dios, sino que al final descenderán en medio del desastre y serán castigados por Dios”.
Cuando oí estas cosas de esta hermana, de repente vi la luz. Resulta que arrebatamiento se refiere a cuando nosotros aceptamos la nueva obra de Dios, seguimos los pasos del Cordero y venimos ante Dios. La forma en la que ella comunicó esto fue realmente muy iluminadora. Es mucho más realista que la forma en que creíamos originalmente que seríamos arrebatados al cielo donde nos encontraríamos con el Señor. Si no fuera porque las palabras de Dios abrieron este misterio, por mucho tiempo que creyéramos en el Señor, no podríamos entender. ¡Estaríamos viviendo en nuestra noción e imaginación y esperaríamos estúpidamente que el Señor nos arrebatara al reino de los cielos!
Cuando esta hermana se marchó, reflexioné repetidamente sobre lo que ella dijo. Reconocí que si queremos ser llevados ante Dios, la clave es que debemos buscar con la mente abierta las palabras que el Espíritu Santo habla a las iglesias. Debemos ser vírgenes prudentes y buscar e investigar proactivamente la voz del Señor. De esta manera, ¡podremos dar la bienvenida al retorno del Señor y ser llevados ante Dios! En ese momento, pensé en una de las enseñanzas del Señor Jesús: “Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos. […] Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios” (Mateo 5:3, 8). Estoy agradecida de que el esclarecimiento de Dios me haya ayudado a encontrar una senda práctica. Entendí finalmente el verdadero significado de arrebatamiento. Actualmente, toda clase de desastres se están produciendo uno tras otro en países por todo el mundo. El gran desastre está ante nuestros ojos y la búsqueda de la aparición de Dios es inminente. Hoy, sólo la Iglesia de Dios Todopoderoso da testimonio del hecho de que el Señor ya ha regresado. Además, el evangelio de la Iglesia de Dios Todopoderoso ya ha llegado a todos los rincones del globo. Sus libros, vídeos y películas están disponibles online y las personas de todo el mundo pueden acceder a ellos e investigar. En estos momentos, lo único que debo hacer es investigar inmediatamente las palabras de Dios Todopoderoso y ver si estas son o no la voz de Dios y la verdad. ¡Este es el acontecimiento importante más crucial cuando se trata de dar la bienvenida al retorno del Señor!
Palabra de Dios: El Salvador ya ha regresado sobre una “nube blanca”
Por varios miles de años el hombre ha anhelado poder ser testigo de la llegada del Salvador. El hombre ha anhelado contemplar a Jesús el Salvador sobre una nube blanca mientras desciende, en persona, entre aquellos que lo han añorado y anhelado durante miles de años. El hombre ha deseado que el Salvador regrese y se reúna con el pueblo, es decir, que Jesús el Salvador vuelva al pueblo de quien ha estado separado durante miles de años. Y el hombre espera que Él lleve a cabo una vez más la obra de redención que Él hizo entre los judíos, que sea compasivo y amoroso con los hombres, que perdone sus pecados, que los lleve e incluso que lleve todas las transgresiones del hombre y lo libre del pecado. Anhela que Jesús el Salvador sea el mismo que antes, un Salvador que sea adorable, afable y venerable, que nunca esté airado con el hombre ni le haga reproches, que este Salvador perdone y lleve todos los pecados del hombre e incluso muera en la cruz una vez más por él. Desde que Jesús partió, los discípulos que lo siguieron, y todos los santos que fueron salvos gracias a Su nombre, lo han estado añorando y esperando desesperadamente. Todos aquellos que fueron salvos por la gracia de Jesucristo durante la Era de la Gracia han estado anhelando ese día gozoso durante los últimos días, cuando Jesús el Salvador llegue sobre una nube blanca y aparezca entre los hombres. Por supuesto, este también es el deseo colectivo de todos aquellos que aceptan el nombre de Jesús el Salvador hoy. En todo el universo, todos aquellos que saben de la salvación de Jesús el Salvador han estado anhelando desesperadamente la llegada repentina de Jesucristo para cumplir Sus palabras cuando estuvo en la tierra: “Llegaré tal como partí”. El hombre cree que después de la crucifixión y la resurrección Jesús volvió al cielo sobre una nube blanca y tomó Su lugar a la diestra del Altísimo. De forma parecida, el hombre concibe que Jesús descenderá de nuevo sobre una nube blanca (esta nube se refiere a la nube sobre la que Jesús cabalgó cuando regresó al cielo) entre aquellos que lo han anhelado desesperadamente durante miles de años, y que Él llevará la imagen y las vestimentas de los judíos. Después de aparecer al hombre, Él le concederá comida y hará que el agua viva brote para él y vivirá en medio de él, lleno de gracia y amor, vivo y real. Y así sucesivamente. Sin embargo, Jesús el Salvador no hizo esto; Él hizo lo contrario de lo que el hombre concibió. No llegó entre los que habían anhelado Su regreso ni se les apareció a todos los hombres mientras cabalgaba sobre la nube blanca. Él ya ha llegado, pero el hombre no lo conoce y permanece ignorante de Él. El hombre solamente está esperándolo sin propósito, sin darse cuenta de que Él ya ha descendido sobre una “nube blanca” (la nube que es Su Espíritu, Sus palabras, todo Su carácter y todo lo que Él es) y está ahora entre un grupo de vencedores que Él formará durante los últimos días. El hombre no sabe esto: aunque el santo Salvador Jesús está lleno de afecto y amor hacia el hombre, ¿cómo podía obrar en “templos” habitados por la inmundicia y los espíritus inmundos? Aunque el hombre ha estado esperando Su llegada, ¿cómo podría Él aparecer a aquellos que comen la carne de los injustos, que beben la sangre de los injustos, que visten las ropas de los injustos, que creen en Él, pero que no lo conocen y que constantemente lo chantajean? El hombre sólo sabe que Jesús el Salvador está lleno de amor y compasión y que es la ofrenda por el pecado llena de redención. Pero el hombre no tiene idea de que Él también es Dios mismo, que rebosa de justicia, majestad, ira y juicio, que posee autoridad y está lleno de dignidad. Así pues, aunque el hombre ansiosamente anhela y ansía el regreso del Redentor, y hasta el cielo es conmovido por las oraciones del hombre, Jesús el Salvador no aparece a quienes creen en Él, pero que no lo conocen.
“Jehová” es el nombre que adopté durante Mi obra en Israel y significa el Dios de los israelitas (el pueblo escogido de Dios) que puede tener compasión del hombre, maldecirlo y guiar su vida. Significa el Dios que posee gran poder y está lleno de sabiduría. “Jesús” es Emanuel y significa la ofrenda por el pecado que está llena de amor, de compasión y que redime al hombre. Él hizo la obra de la Era de la Gracia y representa la Era de la Gracia, y sólo puede representar una parte del plan de gestión. Es decir, sólo Jehová es el Dios del pueblo escogido de Israel, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, el Dios de Moisés y el Dios de todo el pueblo de Israel. Y así en la era presente, todos los israelitas excepto la tribu de Judá, adoran a Jehová. Le hacen sacrificios en el altar y le sirven usando las túnicas de los sacerdotes en el templo. Lo que esperan es la reaparición de Jehová. Sólo Jesús es el Redentor de la humanidad. Él es la ofrenda por el pecado que redimió a la humanidad del pecado. Es decir, el nombre de Jesús vino de la Era de la Gracia y existió debido a la obra de redención en la Era de la Gracia. El nombre de Jesús existió para permitir que las personas de la Era de la Gracia nacieran de nuevo y fueran salvas, y es un nombre particular para la redención de toda la humanidad. Y por tanto el nombre de Jesús representa la obra de la redención y denota la Era de la Gracia. El nombre de Jehová es un nombre particular para el pueblo de Israel que vivía bajo la ley. En cada era y etapa de la obra, Mi nombre no carece de fundamento, sino que tiene un significado representativo: cada nombre representa una era. “Jehová” representa la Era de la Ley y es el título honorífico para el Dios adorado por el pueblo de Israel. “Jesús” representa la Era de la Gracia y es el nombre del Dios de todos aquellos que fueron redimidos durante la Era de la Gracia. Si el hombre sigue anhelando la llegada de Jesús el Salvador durante los últimos días, y sigue esperando que llegue con la imagen que llevó en Judea, entonces todo el plan de gestión de seis mil años se detendría en la Era de la Redención y sería incapaz de progresar más lejos. Los últimos días, además, nunca llegarían y la era nunca acabaría. Esto se debe a que Jesús el Salvador es sólo para la redención y salvación de la humanidad. Yo adopté el nombre de Jesús por el bien de todos los pecadores en la Era de la Gracia y no es el nombre por el cual llevaré a su fin a toda la humanidad. Aunque Jehová, Jesús y el Mesías representan todos a Mi Espíritu, estos nombres sólo denotan las diferentes eras en Mi plan de gestión y no me representan en Mi totalidad. Los nombres por los cuales me llaman las personas en la tierra no pueden expresar todo Mi carácter y todo lo que Yo soy. Son simplemente nombres diferentes por los que soy llamado durante las diferentes eras. Así pues, cuando la era final —la era de los últimos días— llegue, Mi nombre cambiará de nuevo. No se me llamará Jehová o Jesús, mucho menos el Mesías, sino que seré llamado el potente Dios Todopoderoso mismo y bajo este nombre pondré fin a toda la era. Una vez se me conoció como Jehová. También se me llamó el Mesías, y las personas me llamaron una vez Jesús el Salvador porque me amaban y respetaban. Pero hoy no soy el Jehová o el Jesús que las personas conocieron en tiempos pasados; Yo soy el Dios que ha regresado en los últimos días, el que pondrá fin a la era. Soy el Dios mismo que surge de los confines de la tierra, repleto de todo Mi carácter y lleno de autoridad, honor y gloria. Las personas nunca se han relacionado conmigo, nunca me han conocido y siempre han sido ignorantes de Mi carácter. Desde la creación del mundo hasta hoy, ni una sola persona me ha visto. Este es el Dios que aparece al hombre durante los últimos días, pero que está oculto en medio de los hombres. Él mora entre los hombres, verdadero y real, como el sol ardiente y la llama de fuego, lleno de poder y rebosante de autoridad. No hay una sola persona o cosa que no será juzgada por Mis palabras y ni una sola persona o cosa que no será purificada por el fuego ardiente. Finalmente, todas las naciones serán bendecidas debido a Mis palabras y también serán hechas pedazos debido a ellas. De esta forma, todas las personas durante los últimos días verán que Yo soy el Salvador que ha regresado, que Yo soy el Dios Todopoderoso que conquista a toda la humanidad, y que una vez fui la ofrenda por el pecado para el hombre, pero en los últimos días también me convierto en las llamas del sol que queman todas las cosas, así como el Sol de justicia que revela todas las cosas. Tal es Mi obra de los últimos días. Tomé este nombre y soy poseedor de este carácter para que todas las personas puedan ver que Yo soy un Dios justo, Yo soy el sol abrasador y la llama de fuego. Es para que todos puedan adorarme, el único Dios verdadero, y para que puedan ver Mi verdadero rostro: no soy sólo el Dios de los israelitas ni soy sólo el Redentor, soy el Dios de todas las criaturas en todos los cielos, la tierra y los mares.
Cuando llegue el Salvador durante los últimos días, si se le siguiera llamando Jesús y naciera de nuevo en Judea e hiciera Su obra allí, entonces esto demostraría que Yo sólo creé y redimí al pueblo de Israel y que no tengo nada que ver con los gentiles. ¿No contradiría esto Mis palabras de que “Yo soy el Señor que creó los cielos y la tierra y todas las cosas”? Dejé Judea y hago Mi obra entre los gentiles porque no soy solamente el Dios del pueblo de Israel, sino el Dios de todas las criaturas. Aparezco entre los gentiles durante los últimos días porque Yo no sólo soy Jehová, el Dios del pueblo de Israel, sino, además, porque Yo soy el Creador de todos Mis escogidos entre los gentiles. No sólo creé a Israel, Egipto y Líbano, sino que también creé a todas las naciones gentiles más allá de Israel. Y, debido a esto, Yo soy el Señor de todas las criaturas. Simplemente usé Israel como el punto de partida para Mi obra, empleé Judea y Galilea como las fortalezas de Mi obra de redención y usé las naciones gentiles como la base desde la que pondré fin a toda la era. Hice dos etapas de la obra en Israel (las dos etapas de la obra de la Era de la Ley y de la Era de la Gracia) y he estado llevando a cabo dos etapas más de la obra (la Era de la Gracia y la Era del Reino) a través de las naciones más allá de Israel. Entre las naciones gentiles haré la obra de conquistar y concluiré así la era. Si el hombre siempre me llama Jesucristo, pero no sabe que he comenzado una nueva era durante los últimos días y que me he embarcado en una nueva obra, y si el hombre siempre espera obsesivamente la llegada de Jesús el Salvador, entonces llamaré a las personas como esta las que no creen en Mí. Son personas que no me conocen y su creencia en Mí es una farsa. ¿Podrían tales personas ser testigos de la llegada de Jesús el Salvador desde el cielo? Lo que esperan no es Mi llegada sino la llegada del Rey de los judíos. No anhelan Mi aniquilación de este viejo mundo impuro, sino que anhelan la segunda venida de Jesús con la cual serán redimidos; esperan que Jesús redima una vez más a toda la humanidad de esta tierra inmunda e injusta. ¿Cómo pueden tales personas convertirse en quienes completen Mi obra durante los últimos días? Los deseos del hombre son incapaces de lograr Mis deseos o de completar Mi obra, porque el hombre simplemente admira o aprecia el recuerdo la obra que he hecho antes y no tiene idea de que Yo soy el Dios mismo que siempre es nuevo y nunca viejo. El hombre sólo sabe que Yo soy Jehová y Jesús, y no tiene ni idea de que Yo soy el Último, Aquél que pondrá fin a la humanidad. Todo lo que el hombre anhela y conoce es por sus propios conceptos y es simplemente lo que puede ver con sus propios ojos. No está en consonancia con la obra que Yo hago sino en discordancia con ella. Si Mi obra se condujera de acuerdo con las ideas del hombre, entonces, ¿cuándo terminaría? ¿Cuándo entraría la humanidad en el reposo? ¿Y cómo podría Yo entrar en el séptimo día, en el Sabbat? Yo obro de acuerdo a Mi plan, a Mi objetivo y no según la intención del hombre.