¿Cómo leer la Biblia para poder obtener la obra del Espíritu Santo? Aquí hay 3 formas.
Xiao Xiao (Francia)
La lectura de la Biblia es una obligación diaria para los cristianos, además de indispensable en la senda hacia la verdad y la madurez en la vida espiritual. El Señor Jesús dijo: “Escrito está: ‘No solo de pan vivira el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’” (Mateo 4:4). Es evidente que leer las palabras de Dios con frecuencia y valorarlas con el corazón es obligación de todo cristiano, pero ¿cómo debemos leer la Biblia para recibir la guía del Espíritu Santo y lograr resultados positivos? Esta es una cuestión de suma importancia para nosotros. Es probable que todos hayamos leído la Escritura de la siguiente manera. A veces somos capaces de recibir el esclarecimiento y la guía de Dios y de entender Su voluntad y Sus exigencias; nuestro espíritu se conmueve y tenemos fe y determinación para practicar las palabras de Dios en la vida diaria. Cada vez nos gusta más asistir a reuniones, orar y leer la Escritura y durante ese tiempo, además, maduramos en la vida espiritual. Sin embargo, algunas veces no disfrutamos la lectura de la Biblia y no percibimos el esclarecimiento ni la iluminación del Espíritu Santo. Sólo entendemos el significado literal de los pasajes bíblicos y nos falta sentido de la voluntad y las exigencias de Dios; no sabemos defender las palabras de Dios en la vida diaria y no maduramos espiritualmente. En ocasiones puede que hasta nos entre sueño leyendo la Biblia y cada vez tengamos menos ganas de hacerlo, de asistir a reuniones y de orar. Esto puede ser muy confuso. Si leemos la Biblia como siempre, ¿por qué se dan dos resultados totalmente distintos? ¿Cómo podemos leer la Biblia para obtener resultados positivos? A fin de recibir luz a partir de la lectura de la Biblia, comprendiendo estos tres principios podemos acercarnos más a Dios y recibir Su esclarecimiento y guía con facilidad.
1. Al leer la Biblia, es imprescindible sosegar el corazón ante Dios para recibir el esclarecimiento y la guía del Espíritu Santo.
Aunque perseveremos en la lectura diaria de la Biblia a una hora fija, si no sosegamos el corazón ante Dios durante ese tiempo, simplemente leeremos la Biblia mientras pensamos en cómo ocuparnos de los asuntos familiares o laborales. Esa manera de leer la Escritura se limita a seguir una norma y llevar a cabo un ritual. En tal caso, es probable que lo hagamos mecánicamente y alcancemos una comprensión superficial; de ningún modo podremos recibir esclarecimiento del Espíritu Santo, no adquiriremos nueva luz y, naturalmente, ya no tendremos gozo espiritual. Especialmente en una época tan acelerada, las ocupaciones laborales y las complicadas relaciones interpersonales nos dejan exhaustos de cuerpo y mente, así que, cuando leamos la Escritura, debemos tener todavía más en cuenta el sosiego ante Dios y meditar con esmero Sus palabras. Esta es la única vía para recibir esclarecimiento y guía del Espíritu Santo.
Dice la palabra de Dios: “Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren” (Juan 4:23). “Acallar el corazón de uno delante de Dios es uno de los pasos más cruciales para entrar en las palabras de Dios […]. Sólo cuando pueden estar en paz delante de Dios, el Espíritu Santo puede tocar a las personas y el Espíritu Santo las puede esclarecer e iluminar, sólo entonces pueden realmente tener comunión con Dios y pueden entender la voluntad de Dios y la guía del Espíritu Santo […]” (“Acerca de acallar el corazón de uno delante de Dios”). En las palabras de Dios comprobamos que Él nos exige que lo adoremos con honestidad de espíritu. Si deseamos ser movidos por el Espíritu Santo y conseguir resultados positivos de la lectura de la Biblia, debemos sosegarnos ante Dios, meditar con esmero Sus palabras y escuchar Su guía, pues el tiempo que pasamos leyendo la Escritura es también el tiempo que tenemos para acercarnos a Dios, adorarlo y entender verdades de la Escritura. Sólo si veneramos a Dios de corazón, nos volcamos de todo corazón en Sus palabras y buscamos y meditamos sinceramente podemos recibir esclarecimiento y orientación del Espíritu Santo, ser movidos por Él y comprender el sentido de las palabras de Dios. Por tal motivo, antes de leer la Biblia debemos encontrar un lugar tranquilo y evitar a las personas, circunstancias o cosas que puedan distraernos. Debemos hacer una oración antes de empezar, sosegar deliberadamente el corazón ante Dios y pedirle que nos guíe para que entendamos la verdad de Sus palabras. Cuando nos volcamos de todo corazón en las palabras de Dios podemos recibir Su esclarecimiento y guía, y no sólo podemos comprender Su voluntad y Sus exigencias, sino también aprender nuevas perspectivas y conocimientos sobre Sus palabras. Cuanto más practiquemos esto, más oportunidades tendremos de ser movidos por el Espíritu Santo al leer la Escritura y seremos capaces de descubrir qué podemos hacer para cumplir la voluntad de Dios. Entonces maduraremos en la vida espiritual con mayor rapidez.
2. No leas por leer: elige pasajes acordes a tus problemas y dificultades reales.
En primer lugar, hemos de saber que leer la Biblia no implica seguir una norma ni llevar a cabo una tarea. Se trata, más bien, de resolver nuestros problemas y dificultades de carácter práctico para tener un sendero de práctica en nuestra vida diaria. Sin embargo, estamos sujetos a error en la lectura de la Biblia; a veces nos limitamos a seguir las normas y pasar de un capítulo a otro, de un versículo a otro, o leemos cualquier página a la que llegamos sin rumbo. Leer la Escritura así, sin ningún objetivo, no da resultados positivos. Es como si un enfermo intenta tratar su enfermedad: no puede esperar una mejoría tomándose cualquier medicamento, sino que primero tiene que entender qué ha provocado realmente la enfermedad y de qué tipo es para poder recuperar la salud con el medicamento adecuado a su patología concreta. Lo mismo sucede al leer la Escritura. La palabra de Dios dice: “Cuando comas y bebas las palabras de Dios, las debes medir contra tu propio estado real. Es decir, después de que descubras las deficiencias en ti mismo durante tus experiencias reales, debes ser capaz de encontrar una senda para practicar y dar la espalda a tus motivaciones y concepciones que están mal. Si siempre te esfuerzas en esto, y tu corazón siempre está enfocado en estas cosas, tendrás una senda para seguir, no te sentirás vacío y así podrás mantener un estado normal. Sólo entonces serás alguien que está agobiado por tu propia vida y sólo entonces serás alguien que tiene fe” (“Práctica (7)”). Con las palabras de Dios comprendemos que debemos tener en cuenta las dificultades y los problemas que nos encontramos en nuestra vida normal y que leer las palabras de Dios selectivamente es la única vía para lograr resultados positivos. Por tanto, antes de hacer la lectura diaria de las palabras de Dios, primero hemos de pensar un poco en nuestra situación espiritual actual, en la clase de personas, circunstancias y cosas a que nos hemos enfrentado últimamente, en el aspecto de la verdad con el que guardan relación y en el tipo de práctica que debemos tener para cumplir la voluntad de Dios. Entonces podremos buscar conscientemente, para su lectura, unas palabras de Dios adecuadas a nuestras dificultades reales. Esto es así porque las palabras de Dios dejarán al descubierto nuestras motivaciones incorrectas y nuestra corrupción, lo que puede señalarnos el sendero correcto de práctica. Siempre que actuemos según las exigencias de Dios y desechemos nuestras motivaciones y perspectivas incorrectas, nuestros problemas se resolverán y nuestra situación espiritual y nuestra relación con Dios podrán ir mejorando. Incorporando nuestros problemas personales a la lectura de la Biblia podemos lograr resolver nuestros problemas prácticos.
Por ejemplo, digamos que surge un conflicto entre nosotros y nuestra familia, o nuestros hermanos y hermanas, y no somos tolerantes ni pacientes con ellos, sino que damos muestras de mal genio. Para empezar, debemos aprender a sosegarnos ante Dios, plantearnos con qué aspecto de la verdad guarda relación este problema, qué nos exige Dios, etc. Una vez que hayamos captado estas cosas, sabremos buscar en la Escritura las exigencias de Dios para que tengamos amor, tolerancia y paciencia hacia los demás. Asimismo, podremos buscar pasajes en los que Dios nos pide introspección y que no nos centremos solamente en la otra persona. También podríamos leer cómo el Señor Jesús amaba y perdonaba a la gente. Con esta clase de lectura selectiva de la Escritura podemos apreciar lo arrogantes, ofendidos, mezquinos y conflictivos que somos con los demás. Igualmente podemos reconocer que es voluntad de Dios que aprendamos a perdonar al prójimo, que nos amemos, seamos magnánimos y tolerantes unos con otros; quiere que vivamos como cristianos. Luego, si pensamos un poco en la magnanimidad y tolerancia del Señor Jesús hacia la gente, por las que lavó personalmente los pies de Sus discípulos, nos emocionaremos más todavía. Cuando conozcamos estas verdades sentiremos ganas de amar al prójimo según las exigencias de Dios y, con naturalidad, cultivaremos la tolerancia y la comprensión hacia quienes nos rodean. Veamos otro ejemplo. Cuando nos volvemos débiles y negativos mientras predicamos el evangelio y nos topamos con los impedimentos, la represión, la calumnia y el juicio de las malvadas fuerzas de Satanás, podemos leer en la Escritura pasajes acerca de cómo tener en consideración la voluntad de Dios, así como sobre el perfeccionamiento de nuestra fe a manos de Dios. También podemos mirar fragmentos acerca de la prudencia ante las fuerzas de Satanás, opuestas a Dios, mientras predicamos el evangelio. Con la lectura de estas Escrituras podemos entender mejor la voluntad de Dios, ver que somos tan frágiles que nos volvemos negativos y débiles ante los fracasos o los reveses, y que tenemos muy poca fe. Puede que esto, asimismo, nos ayude a comprender que la propagación del evangelio del reino es nuestro deber y misión obligatorios y que hemos de soportar la persecución y las dificultades para dar testimonio de la obra de Dios. De igual modo, en la Escritura podemos llegar a conocer las exigencias de Dios hacia nosotros; debemos ser prudentes al difundir el evangelio en esta era del mal y aprender a ser astutos como las serpientes e inocentes como las palomas. Cuando sepamos estas cosas tendremos fe para apoyarnos en Dios y podremos utilizar la prudencia para vencer a Satanás y seguir difundiendo el evangelio de Dios. Por ello, si leemos la Biblia selectivamente, dirigiéndonos a nuestras dificultades reales, podremos recibir con mayor facilidad el esclarecimiento y la guía del Espíritu Santo, alcanzar a entender la voluntad de Dios y tener un sendero de práctica correcto. Acto seguido, nuestra relación con Dios puede volverse más íntima; así es como se logra el mejor resultado de la lectura de la Escritura.
3. Céntrate en meditar las palabras de Dios y en entender el significado profundo de la verdad.
Muchos piensan que solamente alegran a Dios las personas que están muy familiarizadas con la Biblia y tienen muchos conocimientos bíblicos. Así, al leer la Escritura, hacemos mucho hincapié en leer y memorizar más pasajes para sabérnosla más al dedillo y de cabo a rabo. Sin embargo, no nos centramos en meditar las palabras de Dios para lograr entender de qué tratan realmente. Si lo pensamos detenidamente, tal vez nos parezca que esta práctica simplemente nos familiariza más con el texto bíblico y que llegamos a comprender algunos principios espirituales. No obstante, no entendemos las verdades inherentes a las palabras de Dios, no conocemos Su voluntad ni Sus exigencias y, en especial, nos falta verdadero conocimiento del propio Dios. Es más, en nuestra vida normal no sabemos experimentar ni practicar las palabras de Dios. De ese modo, puede que también nos volvamos cada vez más arrogantes por dominar tantos conocimientos y teorías de la Biblia. Alardeamos ante los hermanos y hermanas y nos lucimos interpretando teorías y conocimientos bíblicos; nos exhibimos para que nos admiren y adoren, y nos plantamos ante nuestros hermanos y hermanas al tiempo que tenemos una relación cada vez más distante con Dios. En lo espiritual, caemos en la oscuridad, involucionamos y no sentimos la presencia de Dios.
La palabra de Dios dice: “Al leer Sus palabras, Pedro no estaba centrado en entender las doctrinas y, menos aún, en conseguir conocimiento teológico, sino en comprender la verdad y la voluntad de Dios, y lograr un entendimiento de Su carácter y Su encanto. Intentó, asimismo, comprender los diversos estados corruptos del hombre a partir de las palabras de Dios, la corrupta naturaleza del hombre y sus verdaderas deficiencias, y alcanzar todos los aspectos de las exigencias que Dios le hace al hombre, para que lo satisfaga. ¡Tuvo tantas prácticas correctas en las palabras de Dios! Es lo que más se ajusta a la voluntad de Dios, y es la mejor colaboración de la humanidad en su experiencia de la obra de Dios” (“Cómo tomar la senda de Pedro”). Esto deja claro que, cuando Pedro leía las palabras de Dios, no se conformaba únicamente con comprender algunos conocimientos teológicos o cartas y doctrinas, sino que se esforzaba especialmente en lo que Dios exige, así como en la búsqueda y la contemplación reiteradas, y entonces captó el propósito y la voluntad inherentes a las palabras de Dios. Posteriormente, actuó conforme a las exigencias de Dios de tal modo que supo poner en práctica, con gran naturalidad, las palabras de Dios en todas las cosas y vivir la realidad de Sus palabras. La práctica de Pedro nos aporta una senda propia, práctica y viable. Las palabras de Dios son la verdad, expresión de Su carácter y de lo que Él tiene y es; todas contienen la voluntad y las exigencias de Dios. Si no las buscamos, meditamos ni percibimos detenidamente, no entenderemos nada más que doctrinas literales; desde luego, no la voluntad de Dios. Tampoco entenderemos de qué tratan realmente las palabras de Dios, por lo que, naturalmente, no podremos entrar en la realidad de las mismas. Así pues, cada vez que leamos un pasaje de ellas, debemos meditar con esmero lo siguiente: ¿Cuál era el propósito de Dios al decir esto? ¿Cuál es Su voluntad y cuáles Sus exigencias a la humanidad? ¿Qué quería que lográramos por medio de esto? ¿En qué fallo yo? ¿Cómo debo practicar y entrar en esto en mi vida real? ¿Qué puedo hacer para cumplir las exigencias de Dios? Al emprender este tipo de búsqueda y meditación, para cuando nos demos cuenta, Dios nos dará esclarecimiento y guía y nos permitirá comprender el significado profundo de Sus palabras. Tendremos algo de verdadero conocimiento del carácter y la voluntad de Dios, hallaremos un sendero de práctica y entrada y, así, entraremos paso a paso en la realidad de las palabras de Dios.
Observemos las siguientes palabras del Señor: “En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:3). “Antes bien, sea vuestro hablar: ‘Sí, sí’ o ‘No, no’; y lo que es más de esto, procede del mal” (Mateo 5:37). En las palabras de Dios vemos que Él posee una esencia de credibilidad: ama a los honestos y le disgustan los mentirosos y tramposos. Sólo los honestos pueden entrar en el reino de los cielos, mientras que los siniestros y taimados no pueden cruzar sus puertas. La oración y meditación de las palabras de Dios son la única vía para que podamos entender que Dios quiere que seamos honestos, inocentes y abiertos como niños, sin mentir de palabra y sin engaño ni falsedad de corazón. Llegados a ese punto en nuestros planteamientos, podemos pasar a la búsqueda: ¿Tenemos elementos de deshonestidad? Reflexionando sobre nuestros pensamientos y actos comprobamos que aún manifestamos mucha falsedad. En ocasiones, cuando estamos ante Dios en oración, decimos toda clase de maravillas y nos proponemos muchas cosas, pero casi nunca estamos a esa altura en la vida real. A veces hacemos algo mal y queremos reconocer el error ante otra persona, pero nos da miedo que nos desprecie, así que, para preservar nuestra imagen y reputación, decimos una media verdad y ocultamos la realidad. De vez en cuando, al comentar nuestras experiencias, estamos más que dispuestos a airear cómo ponemos en práctica las palabras de Dios, pero muy rara vez hablamos de cómo desafiamos y nos oponemos a Dios y de cuando no ponemos en práctica la verdad. A menudo aparentamos ser lo que no somos para que los demás conserven una buena imagen de nosotros. Alguna vez vemos a hermanos y hermanas que hacen cosas que no están en consonancia con la voluntad de Dios y queremos hablar con ellos, pero nos preocupa herirlos en su orgullo o nos da miedo que no acepten nuestra opinión y nos juzguen, por lo que mantenemos un ojo abierto y otro cerrado como si no supiéramos nada. Suma y sigue. Con la reflexión vemos cuánta falsedad manifestamos: en absoluto somos honestos y agradables a Dios, así que ¿cómo podría entrar alguien como nosotros en el reino de los cielos? Tras comprender estas cosas, debemos proceder a sopesar la senda hacia la honestidad en las palabras de Dios. En primer lugar, no podemos mentir de palabra, sino que debemos hablar con arreglo a la verdad. Hay que diferenciar las cosas: este es el fundamento de nuestra práctica. Pero, más que nada, es necesaria la honestidad de corazón. Este no puede albergar perversidad ni falsedad; todo cuanto decimos o hacemos está sujeto al escrutinio de Dios. No podemos mentir ni engañar para proteger nuestro estatus, reputación o imagen, sino que, ante un problema, deberíamos ser capaces de despojarnos de nuestras motivaciones incorrectas y hablar sin rodeos, con honestidad y con el corazón. Este es el primer paso hacia la honestidad. Si siempre meditamos seriamente las palabras de Dios de esta forma, procurando entender la esencia de la verdad más allá del sentido literal, comprenderemos cada vez mejor los pormenores de la verdad y, entonces, será más correcto lo que practiquemos en nuestra vida. Nos acercaremos más a la voluntad y las exigencias de Dios y nuestra práctica será más acorde a Su voluntad. Estaremos cada vez más cerca de Dios y nos sentiremos firmes, tranquilos y satisfechos en el alma.
Otro punto que cabe plantear es que, sea cual sea el aspecto que estemos leyendo de las palabras de Dios, no podemos conocerlo del todo y a fondo tras una o unas pocas lecturas. Esto siempre es un proceso. Las palabras de Dios son tan profundas que ocultan muchas verdades, por lo que no podemos tener demasiada prisa ni ansia por terminar. Debemos esforzarnos con ellas, sopesarlas y orar al respecto de manera constante y trabajar diligentemente para entender las verdades que contienen. También debemos llevarlas a la práctica en la vida diaria, reflexionándolas y entrando en ellas al mismo tiempo para que adquiramos a través de nuestras experiencias una comprensión más profunda de las verdades que contienen. Tras practicar esto durante un tiempo, podremos entender y profundizar poco a poco en la verdad, lo que nos aportará conocimiento de la misma.
Estos son los tres principios de la lectura de la Escritura. Poniéndolos en práctica podemos subsanar nuestros problemas de falta de esclarecimiento en la lectura o de ausencia de gozo espiritual, madurar en la vida espiritual y cultivar una relación de creciente cercanía con Dios. Queridos hermanos y hermanas, ¿a qué esperáis? ¡Haced la prueba!
Hermanos y hermanas: ¡Paz a vosotros en el Señor! La oración es una manera importante para que nosotros los cristianos establezcamos una relación normal con Dios. Este es especialmente el caso durante la mañana y la noche. Es por eso que aprender cómo orar es sumamente importante. Sin embargo, muchos hermanos y hermanas se sienten perplejos: todos los días oramos tanto por la mañana como por la noche; también oramos antes de comer y después de que terminemos de comer así como cuando tenemos reuniones; además, cada vez que oramos, decimos mucho al Señor y oramos por mucho tiempo. Sin embargo, siempre sentimos como si Dios no estuviera ahí; se siente como si sólo estuviéramos hablando con nosotros mismos cuando oramos y nuestro espíritu no siente paz ni alegría. ¿Por qué Dios no escucha nuestras oraciones? ¿Cómo debemos orar para que podamos recibir la alabanza de Dios?
De hecho, hay unas cuantas razones por las que Dios no puede escuchar nuestras oraciones. Compartiré mi entendimiento personal de esto con todos. Primero, ¿oramos a Dios con uncorazón sincero?
El Señor Jesús dijo: “Cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren” (Juan 4:23). Las palabras de Dios nos han mostrado cómo debemos orar para adorar a Dios según Sus intenciones. En lo que Dios más se enfoca es si tenemos un corazón sincero cuando estamos ante Él y si le decimos palabras sinceras y verdaderas. Siempre y cuando tengamos un corazón reverente hacia Dios y tengamos un corazón sincero cuando oremos a Dios, Dios encontrará nuestras oraciones aceptables. Sin embargo, cuando oramos a Dios, a menudo somos incapaces de guardar silencio ante Dios y de usar un corazón verdadero para orar a Dios. Nuestros labios se mueven pero nuestro corazón está pensando en la familia o en el trabajo y está lleno de pensamientos ansiosos. A veces nuestros labios se mueven pero nuestros corazones no se mueven. No tenemos una actitud honesta y simplemente estamos haciendo las cosas por inercia y dándole vueltas al pasado, haciéndolo de manera superficial. Incluso frecuentemente decimos algunas palabras solemnes, pretenciosas y vacías, palabras que simplemente suenan bien o algunas palabras diluidas para engañar a Dios. Por ejemplo, amamos a nuestros padres más de lo que amamos al Señor o amamos a nuestra carrera más de lo que amamos al Señor pero cuando oramos decimos: “¡Oh Señor, te amo! ¡Estoy dispuesto a renunciar a todo y gastarme para Ti con todo mi corazón!”. Cuando nuestras familias se encuentran con algunos incidentes tristes, nuestros corazones se vuelven negativos y nos quejamos con el Señor. Sin embargo, cuando oramos, damos gracias al Señor y decimos palabras de alabanza al Señor. [...] Básicamente en las oraciones si uno no es sincero y sólo hace las cosas por inercia, usando algunas palabras grandes y vacías, palabras falsas o si uno mismo se disfraza ante Dios y sólo dice algunas palabras que suenan agradables, está engañando a Dios. Dios no escuchará las oraciones que no sean sinceras. Segundo, ¿rogamos a Dios con racionalidad?
Gran parte del tiempo, cuando oramos a Dios, exigimos a ciegas cosas de Dios o tenemos todo tipo de peticiones extravagantes para Dios. Por ejemplo: si no tenemos trabajo, le pedimos a Dios que nos provea trabajo. Si no tenemos un hijo, le pedimos a Dios que nos conceda un hijo. Si estamos enfermos, le pedimos a Dios que sane nuestra enfermedad. Si nuestras familias están experimentando dificultades, le pedimos a Dios que nos ayude. Las personas de negocios oran a Dios y le piden que las bendiga para que puedan hacer mucho dinero. Los estudiantes le piden a Dios que los bendiga con inteligencia y sabiduría. Los ancianos le piden a Dios que los proteja de enfermedades y calamidades para que puedan pasar sus últimos años en paz. En la vida, independientemente de con qué dificultades y pruebas nos encontremos, nunca somos capaces de someternos a los arreglos de Dios. Siempre esperamos que Dios nos salve de nuestros problemas para que ya no suframos. Siempre le pedimos al Señor que nos proteja para que podamos ser felices y estar tranquilos. Este tipo de oración no es una oración de una de las creaciones de Dios a Dios. Más bien implica pedirle cosas a Dios y pedirle que haga las cosas según nuestros propios pensamientos. Cuando las personas creen en Dios, esperan que Dios satisfaga todas sus peticiones y deseos. Básicamente esto es entrar en un acuerdo comercial con Dios y no tiene una pizca de conciencia ni racionalidad. Este tipo de personas no tienen una fe y un amor genuinos por Dios, ni tampoco obedecen ni reverencian genuinamente a Dios. Más bien están usando a Dios para alcanzar sus metas. Esto es precisamente como Dios dijo: “Este pueblo con los labios me honra, pero su corazon esta muy lejos de mi” (Mateo 15:8). Por lo tanto, Dios no escucha las oraciones que las personas hacen con intenciones inapropiadas.
Recuerde la etapa inicial de la Era de la Ley cuando el templo contenía la obra del Espíritu Santo. Cuando las personas cometieron pecados, recibieron la disciplina del Espíritu Santo. Si los sacerdotes que estaban sirviendo a Dios infringían la ley, descendía fuego directamente del cielo y los quemaba hasta la muerte. Las personas tenían mucho miedo y tenían corazones que reverenciaban a Dios. Sin embargo, durante el último periodo de la Era de la Ley, cuando Jesús apareció y obró, el pueblo judío no podía cumplir la ley, usó el templo como un lugar para intercambiar dinero y vender ganado. Habían convertido el templo en una cueva de ladrones. Ya no contenía la disciplina del Espíritu Santo. Dado que el Espíritu Santo ya había dejado el templo con el fin de defender la obra de Jesús, aquellas personas que se quedaron en el templo y se negaron a aceptar la salvación de Jesús fueron eliminadas por la obra de Dios, cayendo en oscuridad. Aunque oraron en el nombre de Jehová, Dios no escuchó. Más aún, fueron incapaces de obtener la obra del Espíritu Santo.
Echemos un vistazo a nuestra iglesia hoy. Los sermones de los pastores y ancianos son aburridos. No hay nueva luz. Los hermanos y hermanas no reciben alimento de vida y sus espíritus se marchitan y se oscurecen cada vez más y son incapaces de sentir la presencia del Espíritu Santo. Incluso comenzarían a codiciar la carne y los placeres de la vida, así como a buscar estatus y poder. Los conflictos estallarían entre los compañeros de trabajo. Sus transgresiones frecuentemente reclamarían la victoria sobre ellos y no se sentirían en deuda con el Señor. No siguen las palabras del Señor ni guardan Sus mandamientos. Han violado totalmente la voluntad de Dios, convirtiéndose en los que resisten a Dios. [...] ¿Cuál es la diferencia entre este tipo de iglesia y el templo que existió en el periodo posterior a la Era de la Ley? Esto cumple completamente la profecía en la Biblia: “Y también les he quitado la lluvia cuando faltaban todavía tres meses para la cosecha; e hice llover sobre una ciudad y no sobre otra, llovió sobre una parte y ese pedazo de tierra donde no llovió se marchitó. Entonces dos o tres ciudades fueron a otra ciudad a beber agua;pero no estuvieron satisfechos, aun así no volvisteis a Mí, dijo Jehová” (Amós 4:7-8).* De hecho, Dios ha dejado la iglesia de la Era de la Gracia. Hay muchos hermanos y hermanas que claramente sienten que la iglesia ya no tiene la obra del Espíritu Santo y que Dios ya ha cubierto Su rostro de nosotros. Así que, ¿cómo es posible que nuestros espíritus no se marchiten? ¿Cómo podría Dios escuchar nuestras oraciones?
Las tres circunstancias mencionadas antes son las razones principales por las que el Señor no escucha nuestras oraciones. Todo lo que podemos hacer es presentarnos ante el Señor, buscar Sus intenciones y reflexionar sobre estas cuestiones. También debemos buscar cómo orar al Señor para que Él escuche. Esta es una verdad a la que tenemos que entrar urgentemente. Ahora bien, compartiré con todos tres métodos de implementación para que sepáis cómo orar según las intenciones de Dios. Siempre y cuando podamos ponerlos en acción y practicar todos los días con nuestro corazón, creo que el Señor escuchará nuestras oraciones. Primero, debemos orar en espíritu, orar sinceramente y decir cosas verdaderas que provengan de nuestros corazones.
Todos sabemos que Dios es fiel. Con Dios no hay traición ni hipocresía ni mentira. Dios es sincero con todos y cada uno de nosotros. Dios también espera que oremos sincera y honestamente a Él. Esto es justo como Jesús dijo: “Antes bien, sea vuestro hablar: ‘Sí, sí’ o ‘No, no’; y lo que es más de esto, procede del mal” (Mateo 5:37). Por lo tanto, cuando oremos, debemos hablarle francamente a Dios. Si somos débiles, debemos decir que somos débiles. Cualquier pensamiento, idea, dolor, dificultad o cosa que hayamos hecho que no sea según las intenciones de Dios, debemos sincerar nuestros corazones completamente y contarle a Dios acerca de ellos. Hay algunas palabras y algunos asuntos que nos sentiríamos avergonzados de admitir a otras personas. Sin embargo, no podemos esconder estas cosas de Dios. Debemos sincerar nuestros corazones con Dios y contarle de ellas a Dios honestamente. Cuando Dios ve que nuestros corazones están completamente expuestos ante Él y que no le estamos ocultando nada y, además, que estamos diciendo cosas que vienen directamente de nuestros corazones y que estamos hablando muy honestamente con Él, Dios nos guiará para que entendamos Sus intenciones y entendamos todos los aspectos de la verdad. Esto nos dará una senda para caminar.
Además, cuando oremos debemos guardar silencio ante Dios. Debemos orar a Dios con un corazón concentrado. No debemos ser tibios ni tener palabras sin corazón. Cuando hablamos con nuestros padres, somos capaces de respetarlos. Nuestra actitud hacia ellos es sincera. ¿No es porque son nuestros mayores y nos han criado? Dios nos creó, nos concedió la vida, nos proporcionó todo lo que necesitamos para vivir y Él nos ha concedido la verdad. ¿No debería entonces ser aún más importante que oremos a Dios con un corazón reverente? Independientemente de acerca de qué oremos a Dios, debemos tener un corazón devoto y buscar las intenciones de Dios y contarle con honestidad acerca de nuestros propios pensamientos y dificultades y debemos esperar pacientemente el tiempo de Dios. Sólo de esta manera obtendremos el esclarecimiento y la guía de Dios y entenderemos Sus intenciones. Entonces nuestras dificultades se resolverán a tiempo. Segundo, debemos estar en el lugar de un ser creado y no tener exigencias para Dios; cebemos orar con un corazón que se someta a Dios.
Cuando oremos nos debe quedar claro que somos creaciones y que Dios es nuestro Creador. Dios sostiene todas las cosas y eventos en Sus manos. Nuestro todo está controlado por Él. Lo que sea que encontremos todos y cada uno de los días, sin importar si es un asunto importante o un asunto menor, todo se debe a los arreglos de Dios. Cuando oremos a Dios debemos mantenernos firmes en nuestra posición como creaciones y buscar la voluntad de Dios con una actitud devota y sumisa ante Dios. No debemos tener ninguna exigencia para Dios. Por ejemplo, cuando nos encontramos con dificultades y no sabemos qué hacer, podemos orar así: “¡Dios! No entiendo la verdad con respecto a este asunto. No sé cómo debo hacer las cosas según Tus intenciones. Sin embargo, estoy dispuesto a buscar en Tus palabras y hacer las cosas según Tus peticiones y satisfacer Tus intenciones. Por favor esclaréceme y guíame. ¡Amén!”. Cuando nuestros corazones tengan un lugar para Dios y cuando podamos estar en el lugar de una creación y orar, postrarnos y dar adoración a nuestro Creador y cuando podamos obedecer Su obra y poner Sus palabras en acción, sólo entonces construiremos una relación normal con Dios y obtendremos la obra del Espíritu Santo. Todos sabemos que Job fue un hombre que temía a Dios y evitaba el mal. Cuando perdió todo su ganado, hijos e hijas, se cubrió de llagas de pies a cabeza y estuvo soportando mucho dolor, creyó que Dios era el gobernante de todo y que sin el permiso de Dios estas cosas no le hubieran sucedido. Además, también sabía que todo lo que tenía, incluida su vida, le había sido dada por Dios. Independientemente de cuándo Dios quiera cobrar, es natural y correcto. Por lo tanto, no se quejó con Dios ni tuvo ninguna exigencia para Dios. Como resultado, se inclinó y adoró y con un corazón de sumisión oró a Dios. Dijo estas palabras: “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová” (Job 1:21).* “¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?” (Job 2:10). Job se mantuvo firme y dio testimonio de Dios. Su razonamiento y su sumisión a Dios obtuvieron la alabanza de Dios. Si también somos capaces de dirigirnos a Dios de la manera en que lo hizo Job, si tenemos un lugar para Dios en nuestros corazones y si podemos orar a Dios con un corazón que se somete a Él, independientemente de con qué pruebas nos encontremos, Dios nos guiará y esclarecerá para que entendamos la verdad. Nuestros espíritus se volverán cada vez más agudos y nuestros pensamientos serán cada vez más claros. Cuando revelemos algo de corrupción o tengamos algunas situaciones malas, será aún más fácil que seamos conscientes de ello y lo resolvamos a tiempo. Entonces nuestra relación con Dios se acercará cada vez más y nuestra vida crecerá cada vez más rápido. Tercero, si nuestra iglesia no tiene la obra del Espíritu Santo debemos tener oraciones de búsqueda.
Todos sabemos, en el periodo posterior de la Era de la Ley, que el hombre fue corrompido cada vez más profundamente por Satanás. El hombre vivió dentro del pecado y enfrentó el peligro de ser declarado culpable por la ley y de ser muerto. Entonces Dios, bajo el nombre de Jesús, terminó la Era de la Ley, comenzó la Era de la Gracia e hizo la obra de redimir a la raza humana. A partir de ese momento el judaísmo perdió completamente la gloriosa presencia de Dios. Para todos aquellos que no aceptaron el nombre ni la obra del Señor Jesús, independientemente de las circunstancias con las que se encontraron y de cómo oraron y apelaron a Jehová Dios, Dios no los escucharía y ellos no obtendrían la obra del Espíritu Santo. Sin embargo, todos aquellos que aceptaron la nueva obra de Jesús y oraron en el nombre de Jesús disfrutarían del alimento de la fuente de agua viva de Dios. Cuando invocaran al Señor, podrían ver las obras de Dios y tendrían el acompañamiento de la obra del Espíritu Santo. Hoy en día, independientemente de cómo oremos en el nombre del Señor, no sentimos la obra del Espíritu Santo y no podemos sentir Su presencia. No podemos obtener alimento para nuestras vidas y cometemos pecados pero no recibimos disciplina. Es muy posible que la obra del Espíritu Santo haya sido desviada una vez más. La Bible dice: “Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no lo juzgo; porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien lo juzgue; la palabra que he hablado, ésa lo juzgará en el día final” (Juan 12:47-48). “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios […]” (1 Pedro 4:17). De estos versículos podemos ver que en los últimos días Dios regresará una vez más para hacer la etapa de la obra de juicio. El Señor es fiel. Lo que Él dice sucederá, sucederá. En cuanto a nosotros, debemos buscar y orar, pidiéndole a Dios que nos guíe a la fuente de vida para que podamos obtener riego y alimento y seguir los pasos de nuestro Señor. Creo que siempre y cuando tengamos un corazón que tenga sed y busque, obtendremos la guía de Dios. Esto es porque Dios nos ha prometido: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo 7:7).
Gracias al Señor por Su guía. Espero que el contenido que se compartió hoy con respecto a cómo orar beneficie a todos. La oración es un paso importante para establecer una relación normal con Dios. También es una senda clave por la cual podemos obtener la obra del Espíritu Santo. Cuando entendamos cómo orar para obtener la respuesta del Señor y tengamos una senda práctica que seguir y cuando la practiquemos a menudo, sólo entonces el Señor escuchará nuestras oraciones. Que nuestras oraciones pronto puedan ser según las intenciones de Dios.
Película cristiana de reflexión"Libres de la trampa" Escena 6 - Por qué el Partido Comunista de China persigue a la Iglesia de Dios Todopoderoso
Hace 2000 años, cuando el Señor Jesús realizó la obra de redención, sufrió la calumnia y condena airadas de la comunidad religiosa judía. Los líderes judíos se aliaron con el Gobierno romano y lo crucificaron. En los últimos días, Dios Todopoderoso, el Señor Jesús que ha regresado en la carne, ha venido a China a realizar la obra de juicio. De nuevo afronta la condena, la represión y la detención frenéticas, esta vez por parte del Gobierno comunista chino y el mundo religioso. Los rumores y engaños que se han extendido para juzgar y difamar a la Iglesia de Dios Todopoderoso son una especie de trampa invisible que envuelve y controla a un sinnúmero de creyentes. Se repite la tragedia histórica…
1. Mateo 12:1 Por aquel tiempo Jesús pasó por entre los sembrados en el día de reposo; sus discípulos tuvieron hambre, y empezaron a arrancar espigas y a comer.
2. Mateo 12:6-8 Pero Yo os digo que en este lugar hay uno que es más grande que este templo. Pero si vosotros hubierais sabido lo que esto significa, Yo recibiría misericordia y no sacrificio, vosotros no condenaríais a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es el Señor aún en el día de reposo.*
Le echaremos primero una mirada a este pasaje: “Por aquel tiempo Jesús pasó por entre los sembrados en el día de reposo; sus discípulos tuvieron hambre, y empezaron a arrancar espigas y a comer”.
¿Por qué hemos escogido este pasaje? ¿Qué relación guarda con el carácter de Dios? En este texto, lo primero que sabemos es que era el día de reposo, pero el Señor Jesús salió y llevó a Sus discípulos por los campos de maíz. Y lo más “alevoso” es que hasta “empezaron a arrancar espigas y a comer”. En la Era de la Ley, las leyes de Jehová Dios consistían en que las personas no podían salir de manera informal ni participar en actividades en Sabbat: había muchas cosas que no se podían hacer en Sabbat. Esta acción por parte del Señor Jesús fue desconcertante para quienes habían vivido bajo la ley durante largo tiempo, y hasta provocó críticas. En cuanto a su confusión y a cómo hablaban sobre lo que Jesús hizo, lo dejaremos de lado por ahora y analizaremos primero por qué el Señor Jesús escogió, entre todos los días, hacer esto en el día de reposo, y qué quería comunicar por medio de esta acción a los que vivían bajo la ley. Esta es la relación entre este pasaje y el carácter de Dios sobre la que quiero hablar. Cuando el Señor Jesús vino, usó Sus actos prácticos para comunicarles a las personas: Dios se había marchado de la Era de la Ley, y había comenzado una nueva obra; esta no requería la observancia del Sabbat. Cuando Dios salió de los límites del día de reposo, sólo fue un anticipo de Su nueva obra; la verdadera gran obra estaba por venir. Cuando el Señor Jesús empezó Su obra, ya había dejado atrás los grilletes de la Era de la Ley, y se había abierto paso entre las normas y los principios de esa era. En Él no había rastro de nada relacionado con la ley; la había desechado por completo y ya no la observaba; ya no requería que la humanidad la cumpliera. De modo que aquí ves que el Señor Jesús atravesó los maizales en el día de reposo; el Señor no descansó, sino que salió a trabajar. Este acto suyo fue una conmoción para los conceptos de las personas y les comunicaba que Él ya no vivía bajo ella; que Él había abandonado los límites del Sabbat y apareció delante de la humanidad y en medio de ellos con una nueva imagen, con una nueva forma de obrar. Este acto suyo les decía a las personas que Él había traído consigo una nueva obra que empezó saliendo de la ley y del día de reposo. Cuando Dios llevó a cabo Su nueva obra, dejó de aferrarse al pasado y ya no se preocupó más por la normativa de la Era de la Ley. Tampoco le afectó Su obra en la era anterior, sino que obró como de costumbre durante el día de reposo, y cuando Sus discípulos tuvieron hambre, pudieron arrancar espigas de maíz para comer. Todo aquello era muy normal a los ojos de Dios. Él podía tener un nuevo comienzo para gran parte de la obra que quería hacer y de las cosas que quería decir. Cuando tiene un nuevo comienzo ni menciona de nuevo Su obra previa, ni sigue con ella. Y es que Dios tiene Sus principios en Su obra. Cuando quiere empezar una nueva obra es cuando quiere llevar a la humanidad a una nueva etapa de la misma, y cuando Su obra ha entrado en una fase más alta. Si las personas siguen actuando según los antiguos dichos o normas, o siguen aferrados a ellos, Él no lo recordará ni lo elogiará. Esto se debe a que ya ha introducido una nueva obra y ha entrado en una nueva fase de la suya. Cuando inicia una nueva obra, se aparece a la humanidad con una imagen completamente nueva, desde un ángulo totalmente nuevo y de un modo plenamente nuevo para que las personas puedan ver distintos aspectos de Su carácter y lo que Él tiene y es. Esta es una de Sus metas en Su nueva obra. Dios no se aferra a lo antiguo ni toma el camino trillado; cuando obra y habla no es tan prohibitivo como los seres humanos imaginan. En Dios, todo es libre y está liberado, y no hay prohibición ni coacción: lo que Él le trae a la humanidad es completa libertad y liberación. Es un Dios vivo, que existe genuina y verdaderamente. No es una marioneta ni una escultura de arcilla, y es por completo diferente de los ídolos que las personas consagran y adoran. Está vivo y vibrante, y lo que Sus palabras y Su obra les aporta a los seres humanos es todo vida y luz, libertad y liberación, porque Él contiene la verdad, la vida y el camino; Él no está obligado por nada en parte alguna de Su obra. Independientemente de lo que digan las personas y de cómo vean o valoren Su nueva obra, Él la realizará sin reparos. No se preocupará por los conceptos de nadie ni por los dedos que señalen Su obra y Sus palabras, o tan siquiera por la fuerte oposición y resistencia de ellos a Su nueva obra. Nadie, en toda la creación, puede usar la razón, la imaginación, el conocimiento o la moralidad humanos para medir o definir lo que Dios hace para desacreditar, interrumpir o sabotear Su obra. No existe prohibición en Su obra y en lo que Él hace, y no se verá obligado por ningún hombre, cosa u objeto, y esta no será alterada por ninguna fuerza hostil. En lo que se refiere a Su nueva obra, Él es el Rey siempre victorioso y pisotea bajo Su escabel, cualquier fuerza hostil y todas las herejías y las falacias de la humanidad. Independientemente de la nueva etapa de Su obra que esté llevando a cabo, seguro será desarrollado y expandido en medio de la humanidad, y seguro será llevado a cabo sin estorbo a lo largo del universo, hasta que Su gran obra haya concluido. Este es la omnipotencia y la sabiduría de Dios, Su autoridad y Su poder. Así, el Señor Jesús podía salir abiertamente y obrar en el día de reposo, porque en Su corazón no había normas ni conocimiento, ni doctrina originada en la humanidad. Lo que Él tenía era la nueva obra de Dios y Su camino, y Su obra era el camino de liberar a la humanidad, de desencadenarla y permitirle existir en la luz y vivir. Aquellos que adoran a los ídolos o a falsos dioses viven cada día atados por Satanás, reprimidos por todo tipo de normas y tabúes, hoy se prohíbe una cosa y mañana otra; no hay libertad en su vida. Son como prisioneros engrilletados, sin gozo del que hablar. ¿Qué representa la “prohibición”? Representa restricciones, lazos y maldad. Tan pronto como una persona adora a un ídolo, está adorando a un falso dios, adorando a un espíritu maligno. La prohibición viene acompañada de esto. No se puede comer esto o aquello; hoy no se puede salir; mañana no se puede encender el horno; al día siguiente uno no puede mudarse a una casa nueva; se deben seleccionar ciertos días para bodas y funerales, y hasta para dar a luz. ¿Cómo se denomina esto? Se le llama prohibición; es esclavitud de la humanidad, y son los grilletes de Satanás y los espíritus malignos que los controlan y cohíben su corazón y su cuerpo. ¿Existen estas prohibiciones con Dios? Cuando se habla de la santidad de Dios, deberías pensar primero en esto: con Dios no hay prohibiciones. Dios tiene principios en Sus palabras y en Su obra, pero no son prohibiciones, porque Dios mismo es la verdad, el camino y la vida. Veamos ahora el siguiente pasaje: “Pero Yo os digo que en este lugar hay uno que es más grande que este templo. Pero si vosotros hubierais sabido lo que esto significa, Yo recibiría misericordia y no sacrificio, vosotros no condenaríais a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es el Señor aún en el día de reposo” (Mateo 12:6-8).* ¿A qué se refiere “templo” aquí? Por decirlo de un modo sencillo, “templo” alude a un edificio magnífico, alto, y en la Era de la Ley, era un lugar donde los sacerdotes adoraban a Dios. Cuando el Señor Jesús declaró “en este lugar hay uno que es más grande que este templo”,* ¿a quién se refería ese “uno”? Claramente, se trata del Señor Jesús en la carne, porque sólo Él era mayor que el templo. ¿Qué transmiten esas palabras a las personas? Les indica que salgan del templo; Dios ya lo había abandonado y no obraba más allí, así que las personas deberían buscar las huellas de Dios fuera de él y seguirlas en Su nueva obra. El trasfondo de esta afirmación del Señor Jesús es que bajo la ley, los seres humanos habían llegado a considerar el templo como algo mayor que Dios mismo. Es decir, las personas adoraban el templo en lugar de a Dios, así que el Señor Jesús les advierte que no adoren a los ídolos, sino a Dios porque Él es supremo. Por consiguiente, Él dijo: “Yo recibiría misericordia y no sacrificio”.* Es evidente que, a los ojos del Señor Jesús, la mayoría de las personas que estaban bajo la ley ya no adoraban a Jehová, sino que llevaban a cabo el proceso del sacrificio, y determinó que esto era adorar a los ídolos. Estos adoradores de ídolos veían el templo como algo mayor y más elevado que Dios. En sus corazones sólo figuraba el templo, Dios no; si lo perdían, con él perdían también su morada. Sin él no tenían donde adorar y no podrían llevar a cabo sus sacrificios. Su pretendida morada era donde ellos operaban bajo el estandarte de la adoración a Jehová Dios, algo que les permitía permanecer en el templo y llevar a cabo sus propios negocios. Los pretendidos sacrificios que realizaban eran sólo para efectuar sus propios tratos personales y vergonzosos bajo el disfraz de cumplir con su servicio en el templo. Por esta razón, las personas de aquella época consideraban que el templo era mayor que Dios, porque lo usaban como tapadera, y los sacrificios como pretexto para engañar a otros y a Dios; el Señor Jesús declaró esto para advertir a las personas. Si se aplican estas palabras al presente, siguen siendo igual de válidas y pertinentes. Aunque las personas de hoy han experimentado una obra de Dios distinta a la de quienes vivieron en la Era de la Ley, la esencia de su naturaleza es la misma. En el contexto de la obra hoy, las personas seguirán haciendo las mismas cosas como “el templo es mayor que Dios”. Por ejemplo, los seres humanos consideran que cumplir con su deber es su trabajo; que dar testimonio de Dios y luchar contra el gran dragón rojo como movimientos políticos en la defensa de los derechos humanos, por la democracia y la libertad; voltean su deber para utilizar sus aptitudes en profesiones, pero tratan el temer a Dios y apartarse del mal como un mero pedazo de doctrina religiosa a observar, y así sucesivamente. ¿No son estas expresiones de los seres humanos básicamente las mismas que “el templo es mayor que Dios”? Sólo que hace dos mil años, las personas llevaban a cabo sus negocios personales en el templo físico, pero actualmente los realizan en templos intangibles. Los que valoran las normas las consideran mayores que Dios; quienes aman el estatus lo ven mayor que Dios; los que aman su profesión la consideran mayor que Dios, etc.; todas sus expresiones me llevan a afirmar: “Las personas alaban a Dios como el más grande por medio de sus palabras, pero a través de sus ojos todo es mayor que Él”. Esto se debe a que tan pronto como las personas encuentran una oportunidad a lo largo de su camino de seguir a Dios para exhibir sus propios talentos, o para llevar a cabo sus propios asuntos o su profesión, se distancian de Dios y se echan en brazos de la profesión que aman. En cuanto a lo que Dios les ha confiado y Su voluntad, hace tiempo ya que lo han descartado. En este escenario, ¿qué es distinto respecto a estas personas y las que llevaban a cabo su propio negocio en el templo, hace dos mil años?
A continuación, leamos la última frase de este pasaje de las escrituras: “Porque el Hijo del hombre es el Señor aún en el día de reposo”.* ¿Existe un lado práctico en esta frase? ¿Podéis verlo? Cada una de las cosas que Dios afirma sale de Su corazón, ¿por qué dijo esto, pues? ¿Qué entendéis por eso? Es posible que entendáis el significado de esta frase ahora, pero en aquel tiempo no muchos lo comprendían, porque la humanidad acababa de salir de la Era de la Ley. Para ellos, salir del día de reposo era algo muy difícil, por no hablar de entender lo que es el verdadero Sabbat.
La frase “el Hijo del hombre es el Señor aún en el día de reposo”* les dice a las personas que todo lo de Dios es inmaterial, y aunque Dios pueda suplir todas tus necesidades materiales, una vez satisfechas estas, ¿puede la satisfacción que proporcionan estas cosas sustituir tu búsqueda de la verdad? ¡Es evidente que no es posible! El carácter de Dios y lo que Él tiene y es, sobre los que hemos estado comunicando, son la verdad. No se pueden medir con el alto precio de los objetos materiales ni su valor se puede cuantificar con dinero, porque no es algo material y suple las necesidades del corazón de todas y cada una de las personas. Para cada persona, el valor de estas verdades intangibles debería ser mayor que el de cualquier cosa material que te parezca hermosa, ¿verdad? Esta declaración es algo a lo que tenéis que dedicarle tiempo. La idea clave de lo que he dicho es que lo que Dios tiene y es, y todo lo suyo, son los más importantes para cada persona y no pueden ser sustituidos por ningún objeto material. Te daré un ejemplo: cuando tienes hambre, necesitas comida. Esta puede ser relativamente buena o deficiente, pero en cuanto te hartas, esa desagradable sensación de estar hambriento ya no existe; habrá desaparecido. Puedes estar aquí sentado en paz y tu cuerpo estará en reposo. El hambre de las personas puede resolverse con comida, pero cuando estás siguiendo a Dios y sintiendo que no tienes una comprensión de Él, ¿cómo puedes solucionar el vacío de tu corazón? ¿Puedes remediarlo con comida? O cuando estás siguiendo a Dios y no entiendes Su voluntad, ¿qué puedes usar para saciar esa hambre de tu corazón? En el proceso de tu experiencia de salvación por medio de Dios, aunque busques un cambio en tu carácter, si no comprendes Su voluntad o no sabes cuál es la verdad, si no entiendes el carácter de Dios, ¿no te sientes muy incómodo? ¿No sientes en tu corazón una fuerte hambre y sed? ¿No te impiden estos sentimientos sentirte descansado en tu corazón? ¿Cómo se puede, pues, saciar esa hambre del corazón? ¿Existe alguna forma de resolverlo? Algunos van a comprar, otros van en busca de sus amigos para confiarse a ellos, otros duermen hasta hartarse, otros leen más palabras de Dios o trabajan más duro y dedican más esfuerzo para cumplir con sus deberes. ¿Pueden estas cosas solucionar tus dificultades prácticas? Todos vosotros entendéis por completo estos tipos de prácticas. Cuando te sientes impotente, o tienes un fuerte deseo de obtener esclarecimiento de Dios que te permita conocer la realidad de la verdad y Su voluntad, ¿qué es lo que más necesitas? No es una comida completa, ni unas pocas palabras amables. Además, no se trata del consuelo y la satisfacción pasajeros de la carne; lo que necesitas es que Dios te diga de un modo directo y claro lo que deberías hacer y cómo hacerlo; indicarte con claridad cuál es la verdad. Después de entender esto, aunque sólo sea una parte ínfima, ¿no te sientes más satisfecho en tu corazón que si hubieras comido una buena comida? Cuando tu corazón está colmado, ¿no gana verdadero reposo y toda tu persona también? A través de esta analogía y análisis, ¿entendéis ahora por qué quería Yo comunicar con vosotros esta frase “el Hijo del hombre es el Señor aún en el día de reposo”?* Su significado es que lo que procede de Dios, lo que Él tiene y es, y Su todo son mayores que cualquier otra cosa, incluido aquello o a aquella persona que una vez creíste valorar más. Esto significa que si una persona no puede tener las palabras de la boca de Dios o no entiende Su voluntad, no puede lograr el reposo. En vuestras experiencias futuras comprenderéis por qué quería que vierais este pasaje hoy; esto es muy importante. Todo lo que Dios hace es verdad y vida. Para la humanidad, la verdad es algo de lo que no puede carecer en su vida, algo de lo que no puede pasarse; también podrías decir que es lo más grande. Aunque no puedas verlo ni tocarlo, no puedes ignorar la importancia que tiene para ti; es lo único que puede traer reposo a tu corazón.
¿Está vuestro entendimiento de la verdad integrado en vuestras propias condiciones? En la vida actual, primero tienes que pensar en qué verdades se relacionan con las personas, las cosas y los objetos con los que te has encontrado; en medio de estas verdades es donde puedes descubrir la voluntad de Dios y relacionar lo que has hallado con Su voluntad. Si desconoces qué aspectos de la verdad están relacionados con las cosas con las que te has encontrado, pero vas directamente en busca de la voluntad de Dios, este planteamiento es bastante ciego y no puede lograr resultados. Si quieres buscar la verdad y comprender la voluntad de Dios, primero es necesario que consideres qué tipo de cosas te han sobrevenido, con qué aspectos de la verdad están relacionados, y sondear la verdad en la palabra de Dios que tenga que ver con lo que has experimentado. Luego, busca la senda de la práctica adecuada para ti en esa verdad; de esta forma, puedes lograr un entendimiento indirecto de la voluntad de Dios. Buscar la verdad y practicarla no es aplicar una doctrina de manera mecánica ni seguir una fórmula. La verdad no es formulada ni es una ley. No está muerta; es vida, es algo vivo, es la regla que una criatura debe seguir y la norma que un ser humano debe tener en su vida. Esto es algo que debes entender mejor de la experiencia. Independientemente de la etapa que hayas alcanzado en tu experiencia, eres inseparable de la palabra de Dios y de la verdad, y lo que entiendes de Su carácter y lo que sabes que Dios tiene y es, todo esto está expresado en Sus palabras; están inextricablemente vinculados a la verdad. El carácter de Dios y lo que Él tiene y es, son en sí mismos, la verdad. Esta es una manifestación auténtica del carácter de Dios y de lo que Él tiene y es. Concreta lo que Dios tiene y es, y lo declara de forma expresa; te indica de un modo más directo lo que le agrada a Dios, lo que le desagrada, lo que Él quiere que hagas y lo que no te permite hacer, a qué personas desprecia y en quiénes se deleita. Tras las verdades que Dios expresa, las personas pueden ver Su placer, Su enojo, Su tristeza y Su felicidad, así como Su esencia; esta es la revelación de Su carácter. Al margen de saber lo que Dios tiene y es, y de comprender Su carácter a partir de Su palabra, lo más importante es la necesidad de alcanzar esta comprensión por medio de la experiencia práctica. Si las personas se apartan de la vida actual para conocer a Dios, no serán capaces de lograrlo. Aunque haya quienes puedan lograr cierta comprensión de Su palabra, se limita a teorías y palabras, y existe una disparidad con cómo es Dios en realidad.
Lo que estamos comunicando ahora se encuentra, en su totalidad, dentro del ámbito de las historias recogidas en la Biblia. Por medio de ellas y a través del análisis de estas cosas que sucedieron, las personas pueden entender Su carácter, y lo que Él tiene y es, según Él lo ha expresado, permitiéndoles conocer cada aspecto de Dios de un modo más amplio, más profundo, más exhaustivo y más concienzudo. Por tanto, ¿son estas historias la única forma de conocer cada aspecto de Dios? ¡No, no lo es! Y es que lo que Dios dice y la obra que hace en la Era del Reino pueden ayudar más a las personas a conocer Su carácter, y hacerlo de un modo más pleno. Sin embargo, creo que es un poco más fácil conocer el carácter de Dios y entender lo que Él tiene y es, a través de algunos ejemplos o historias recogidas en la Biblia y con los que las personas están familiarizadas. Si tomo las palabras de juicio y castigo, así como las verdades que Dios expresa hoy para que llegues a conocerlo palabra por palabra, sentirás que es demasiado aburrido y tedioso, y algunas personas sentirán incluso que las palabras de Dios parecen poco formuladas. Pero si tomo estas narrativas bíblicas como ejemplos para ayudar a las personas a conocer el carácter de Dios, no lo encontrarán aburrido. Se podría decir que en el curso de la explicación de estos ejemplos, los detalles de lo que había en el corazón de Dios en aquel momento —Su estado de ánimo o sentimiento, Sus pensamientos e ideas— se han comunicado a las personas en lenguaje humano, y el objetivo de todo esto consiste en permitirles apreciar y sentir que lo que Dios tiene y es no es una fórmula. No es una leyenda ni algo que las personas no puedan ver o tocar. Es algo que existe de verdad y que las personas pueden sentir, y apreciar. Este es el objetivo supremo. Se podría afirmar que las personas que viven en esta era son bendecidas. Pueden recurrir a las historias de la Biblia para obtener un entendimiento más amplio de la obra anterior de Dios; pueden ver Su carácter a través de la obra que Él ha llevado a cabo. Y pueden entender Su voluntad para la humanidad por medio de estas actitudes que ha expresado, entender las manifestaciones concretas de Su santidad y Su preocupación por los seres humanos, a fin de alcanzar un conocimiento más detallado y profundo del carácter de Dios. ¡Creo que todos vosotros podéis sentir esto!
En el ámbito de la obra que el Señor Jesús completó en la Era de la Gracia, puedes ver otro aspecto de lo que Dios tiene y es. Este se expresó a través de Su carne, y fue hecho posible para que las personas vieran y apreciaran por medio de Su humanidad. En el Hijo del hombre, las personas vieron cómo vivió Dios en carne Su humanidad, y contemplaron Su divinidad expresada a través de la carne. Estos dos tipos de expresión permitieron ver a las personas un Dios muy real, y formarse un concepto diferente de Él. Sin embargo, en el período de tiempo entre la creación del mundo y el final de la Era de la Ley, esto es, antes de la Era de la Gracia, lo que las personas vieron, oyeron y experimentaron sólo fue el aspecto divino de Dios. Fue lo que Él hizo y dijo en una esfera intangible, y las cosas que expresó desde Su persona real que no podían verse ni tocarse. Con frecuencia, estas cosas hicieron que las personas sintieran que Dios era muy grande y que no podían acercarse a Él. La impresión que Dios solía dar a las personas era que Él iba y venía repentinamente y ellas incluso sentían que cada uno de Sus pensamientos e ideas era tan misterioso y difícil de escudriñar que no había forma de alcanzarlos y mucho menos de intentar entenderlos y apreciarlos. Para las personas, todo lo relativo a Dios era muy distante, tanto que no podían verlo ni tocarlo. Él parecía estar arriba en el cielo, y que no existía en absoluto. Así pues, entender el corazón y la mente de Dios o cualquiera de Sus pensamientos era inalcanzable para las personas, y hasta imposible. Aunque Dios llevó a cabo alguna obra concreta en la Era de la Ley, y también promulgó algunas palabras específicas y expresó algunas actitudes concretas que les permitieran apreciar a los hombres y ver algún conocimiento real de Él, después de todo, la expresión por parte de Dios de lo que Él tiene y es, en una esfera intangible, y lo que las personas entendían, lo que conocían, seguía perteneciendo al aspecto divino de lo que Él tiene y es. La humanidad no podía adquirir un concepto concreto a partir de esta expresión de lo que Él tiene y es, y su impresión de Dios seguía atascada en el ámbito de “un cuerpo espiritual al que resulta difícil acercarse, que entra y sale de la percepción”. Como Dios no usó un objeto específico ni una imagen en la esfera material para aparecerse a las personas, estas seguían sin poder definirlo mediante el lenguaje humano. En sus corazones y sus mentes, siempre querían usar sus propias palabras para establecer un estándar de Dios, para hacerlo tangible y humanizarlo, como lo alto y lo grande que es, cuál es Su aspecto, qué le gusta particularmente, y cuál es Su personalidad específica. En realidad, Dios sabía en Su corazón que las personas pensaban así. Tenía muy claras las necesidades de las personas y, por supuesto, también sabía lo que debía hacer; por ello, llevó a cabo Su obra de un modo diferente en la Era de la Gracia. Esta forma era tanto divina como humanizada. En el período de tiempo en que el Señor Jesús estuvo obrando, las personas podían ver que Dios tenía muchas expresiones humanas. Por ejemplo, podía danzar, asistir a bodas, conversar, hablar y discutir con las personas. Además de eso, el Señor Jesús también llevó a cabo mucha obra que representaba Su divinidad, y por supuesto toda esa obra era una expresión y una revelación del carácter de Dios. Durante este tiempo, cuando la divinidad de Dios se materializó en una carne ordinaria que las personas podían ver y tocar, ya no sentían que Él fuera y viniera repentinamente, que no pudieran acercarse a Él. Por el contrario, podían intentar comprender la voluntad de Dios o entender Su divinidad a través de todos los movimientos, las palabras, y la obra del Hijo del hombre quien, encarnado, expresaba la divinidad de Dios a través de Su humanidad y le transmitía Su voluntad a la humanidad. A través de la expresión de la voluntad y del carácter de Dios, también le reveló al Dios que no puede verse ni tocarse en la esfera espiritual. Lo que las personas vieron era Dios mismo, tangible y de carne y hueso. Así, el Hijo del hombre encarnado concretizó y humanizó cosas como la identidad, el estatus, la imagen, el carácter de Dios, y lo que Él tiene y es. Aunque Su aspecto externo tenía algunas limitaciones respecto a la imagen de Dios, Su esencia y lo que Él tiene y es, eran totalmente capaces de representar Su propia identidad y estatus; sencillamente existían algunas diferencias en la forma de expresión. Independientemente de que sea la humanidad del Hijo del hombre o de Su divinidad, no podemos negar que Él representaba la propia identidad y estatus de Dios. Sin embargo, durante este tiempo, Dios obró a través de la carne, habló desde esa perspectiva, y se presentó ante la humanidad con la identidad y el estatus del Hijo del hombre, y esto les proporcionó a las personas la oportunidad de encontrar y experimentar las palabras y la obra prácticas de Dios en medio de la humanidad. También les permitió tener una percepción de Su divinidad y de Su grandeza en medio de la humildad, así como obtener un entendimiento y una definición preliminares de la autenticidad y la realidad de Dios. Aunque la obra realizada por el Señor Jesús, Sus formas de obrar, y la perspectiva desde la que habló diferían de la persona real de Dios en la esfera espiritual, todo lo relativo a Él representaba realmente al Dios mismo que los humanos nunca habían visto antes; ¡esto es innegable! Es decir, no importa en qué forma aparezca Dios ni desde qué perspectiva hable, o en qué imagen se presente ante la humanidad, Dios no representa nada que no sea Él mismo. No puede representar a ningún ser humano; no puede representar a ningún humano corrupto. Dios es Dios mismo, y esto no se puede negar.
Extracto de ‘La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III’ en “La Palabra manifestada en carne”
Música cristiana 2020 | La identidad de Cristo es Dios mismo
I Ya que Dios se hace carne, obra en la identidad de Su carne; ya que viene en la carne, entonces termina en la carne la obra que debía hacer. Ya sea el Espíritu de Dios o Cristo, ambos son Dios mismo y Él hace la obra que debe hacer y desempeña el ministerio que debe desempeñar. Independientemente de cómo lleve a cabo Su obra, no actuaría de una manera en la que desobedeciera a Dios. No importa qué pida Él del hombre, ninguna demanda excede lo que el hombre puede lograr. Todo lo que Él hace es hacer la voluntad de Dios y es en aras de Su gestión. II La divinidad de Cristo está por encima de todos los hombres; por lo tanto, Él es la autoridad suprema de todos los seres creados. Esta autoridad es Su divinidad, es decir, el carácter y el ser de Dios mismo, que determina Su identidad. Por lo tanto, no importa qué tan normal sea Su humanidad, es innegable que tiene la identidad de Dios mismo; no importa desde qué punto de vista hable y la manera en la que Él obedezca la voluntad de Dios, no puede decirse que no sea Dios mismo. De “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”
I Son tantos los que creen, y tan pocos los que entienden qué significa realmente la fe en Dios, qué tienen que hacer para latir con Su corazón. Muchos conocen la palabra “Dios” y frases como “la obra de Dios”, pero no lo conocen a Él, no saben qué hace. Claro está que su fe ciega es. No se lo toman en serio porque esto les es desconocido y extraño. Por eso no cumplen los mandatos de Dios. Si a Él no conoces ni a Su obra, ¿acaso puedes ser apto para Él? ¿Podrás cumplir la voluntad de Dios? Creer que Dios existe no es suficiente. Eso es demasiado sencillo, demasiado religioso. No es lo mismo que creer realmente en Él. En la verdadera fe en Dios, sientes Sus palabras y Sus obras en la creencia de que Él es soberano de todo. Así te puedes librar de tu carácter corrupto, cumplir los deseos de Dios y llegar a conocerlo. Ese es el camino a la verdadera fe en Dios. Ese es el camino a la verdadera fe en Él. II Muchos piensan que creer es sencillo y superficial. Esa fe carece de sentido. ¿Cómo puede Dios aceptarla? Por el mal camino van. Aquellos que creen en las letras, en enseñanzas huecas no saben que su fe es irreal, que Dios no la aprobará. Aún rezan por gracia y paz. Párate a pensar si tener fe es tan fácil. ¿Es sólo pedir gracia y paz? ¿Puedes satisfacer el deseo de Dios, si aún te resistes a Él, sin conocerlo? Creer que Dios existe no es suficiente. Eso es demasiado sencillo, demasiado religioso. No es lo mismo que creer realmente en Él. En la verdadera fe en Dios, sientes Sus palabras y Sus obras en la creencia de que Él es soberano de todo. Así te puedes librar de tu carácter corrupto y cumplir los deseos de Dios y llegar a conocerlo. Ese es el camino a la verdadera fe en Dios. Ese es el camino a la verdadera fe en Dios. Ese es el camino a la verdadera fe en Él. De “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”