El hombre sólo puede salvarse en medio de la gestión de Dios
A ojos de las personas, la gestión de Dios es algo con lo que están muy poco familiarizadas, porque piensan que Su gestión es completamente ajena a ellas. Las personas piensan que la gestión de Dios únicamente está compuesta por Su obra y que solo le concierne a Él y, así, la humanidad es indiferente a Su gestión. De esta forma, la salvación de la humanidad se ha vuelto confusa e indistinta, y ahora no es otra cosa más que retórica vacía. Aunque el hombre sigue a Dios con el fin de recibir la salvación y entrar en el maravilloso destino, no se preocupa por cómo Dios gestiona Su obra. Al hombre no le interesa lo que ha planeado Dios y tampoco la parte que debe desempeñar con el fin de ser salvado. Esto es realmente trágico. La salvación del hombre no puede separarse de la gestión de Dios ni disociarse de Su plan. Sin embargo, el hombre no piensa para nada en la gestión de Dios y, así, cada vez se distancia más de Él. Esto ha provocado que un número cada vez mayor de personas que no tienen la más mínima idea de los asuntos estrechamente relacionados con la salvación —por ejemplo, qué es la creación, qué es la creencia en Dios, cómo adorarlo, etcétera— se unan a las filas de Sus seguidores. De ahí que ahora debamos hablar sobre la gestión de Dios, para que cada uno de sus seguidores comprenda claramente lo que significa seguir a Dios y creer en Él. Hacerlo ayudará a que cada persona elija de forma más precisa el camino que debe recorrer, en vez de seguir a Dios únicamente para obtener bendiciones, evitar desastres o destacar entre los demás.
Aunque la gestión de Dios es profunda, no escapa a la comprensión del hombre. Esto se debe a que toda Su obra está conectada con Su gestión y con Su obra de salvación de la humanidad y concierne a la vida, al vivir, y al destino de la humanidad. Se podría decir que la obra que Dios lleva a cabo entre los hombres, y en ellos, es muy práctica y está llena de sentido. El hombre puede verla y experimentarla y está lejos de ser algo abstracto. Si el hombre es incapaz de aceptar toda la obra que Dios lleva a cabo, entonces ¿cuál es el sentido de Su obra? ¿Y cómo puede llevar esa gestión a la salvación del hombre? Muchos de los que siguen a Dios solo se preocupan por cómo obtener bendiciones o evitar el desastre. Tan pronto como se mencionan la obra y la gestión de Dios, se quedan en silencio y pierden todo interés. Piensan que comprender tales cuestiones tediosas no ayudará a que su vida crezca y que no le brindará ningún beneficio. En consecuencia, aunque hayan oído hablar acerca de la gestión de Dios, le prestan poca atención. No la ven como algo precioso que se debe aceptar y, mucho menos, la reciben como parte de su vida. Esas personas solo tienen un único objetivo al seguir a Dios, y es recibir bendiciones. No pueden tomarse la molestia de prestar atención a nada que no involucre directamente este objetivo. Para ellas, no hay meta más legítima que creer en Dios para obtener bendiciones; es la esencia del valor de su fe. Si algo no contribuye a este objetivo, no las conmueve en absoluto. Esto es lo que ocurre con la mayoría de las personas que creen en Dios actualmente. Su objetivo y su intención parecen legítimos porque, al mismo tiempo que creen en Dios, también se esfuerzan por Él, se dedican a Él, y cumplen su deber. Entregan su juventud, abandonan a su familia y su profesión e, incluso, pasan años ocupados lejos de casa. En aras de su meta máxima, cambian sus intereses, su perspectiva de la vida e, incluso, la dirección que siguen, pero no pueden cambiar el objetivo de su creencia en Dios. Van de acá para allá tras la gestión de sus propios ideales; no importa lo lejos que esté el camino ni cuántas dificultades y obstáculos haya a lo largo del mismo, siguen siendo persistentes y no tienen miedo a la muerte. ¿Qué poder los impulsa a seguir entregándose de esta forma? ¿Es su conciencia? ¿Es su personalidad magnífica y noble? ¿Es su determinación de combatir a las fuerzas del mal hasta el final? ¿Es su fe de dar testimonio de Dios sin buscar recompensa alguna? ¿Es su lealtad al estar dispuestos a abandonarlo todo para cumplir la voluntad de Dios? ¿O es su espíritu de devoción para renunciar a las exigencias personales extravagantes? ¡Que alguien que nunca ha comprendido la obra de gestión de Dios dé tanto es, simplemente, un milagro! Por el momento, no hablemos de cuánto han dado estas personas. Sin embargo, su comportamiento es muy digno de nuestro análisis. Aparte de los beneficios tan estrechamente asociados con ellos, ¿podría existir alguna otra razón para que las personas, que nunca entienden a Dios, den tanto por Él? En esto descubrimos un problema no identificado previamente: la relación del hombre con Dios es, simplemente, de puro interés personal. Es la relación entre el receptor y el dador de bendiciones. Para decirlo con claridad, es similar a la relación entre empleado y empleador. El primero solo trabaja para recibir las recompensas otorgadas por el segundo. En una relación como esta, no hay afecto; solo una transacción. No hay un amar y ser amado; solo caridad y misericordia. No hay comprensión; solo engaño y reprimida indignación. No hay intimidad; solo un abismo que no se puede cruzar. Ahora que las cosas han llegado a este punto, ¿quién puede cambiar ese rumbo? ¿Y cuántas personas son capaces de entender realmente lo grave que se ha vuelto esta relación? Considero que, cuando las personas se sumergen en el gozo de ser bendecidas, nadie puede imaginar lo embarazosa y desagradable que es una relación así con Dios.
Lo más triste acerca de cómo cree la humanidad en Dios es que el hombre lleva a cabo su propia gestión en medio de la obra de Dios y, sin embargo, no presta atención a la gestión de Dios. El fracaso más grande del hombre radica en cómo, al mismo tiempo que busca someterse a Dios y adorarlo, está construyendo su propio destino ideal y tramando cómo recibir la mayor bendición y el mejor destino. Incluso si alguien entiende lo despreciable, aborrecible y patético que es, ¿cuántas podrían abandonar fácilmente sus ideales y esperanzas? Y ¿quién es capaz de detener sus propios pasos y dejar de pensar únicamente en sí mismo? Dios necesita a quienes van a cooperar de cerca con Él para completar Su gestión. Necesita a quienes se someterán a Él a través de dedicar toda su mente y todo su cuerpo a la obra de Su gestión. Él no necesita a las personas que estiran las manos para suplicarle cada día y, mucho menos, a quienes dan un poco y después esperan ser recompensados. Dios desprecia a los que hacen una contribución insignificante y después se duermen en sus laureles. Aborrece a esas personas de sangre fría que se ofenden con la obra de Su gestión y solo quieren hablar sobre ir al cielo y obtener bendiciones. Aborrece aún más a los que se aprovechan de la oportunidad presentada por la obra que Él hace al salvar a la humanidad. Eso es debido a que estas personas nunca se han preocupado por lo que Dios desea conseguir y adquirir por medio de la obra de Su gestión. Solo les interesa cómo pueden usar la oportunidad provista por la obra de Dios para obtener bendiciones. No les importa el corazón de Dios, pues lo único que les preocupa es su propio futuro y destino. Los que se ofenden con la obra de gestión de Dios y no tienen el más mínimo interés en cómo Dios salva a la humanidad ni en Su voluntad, solo están haciendo lo que les place de una forma que está desconectada de la obra de gestión de Dios. Dios no recuerda su comportamiento ni lo aprueba, y ni mucho menos lo ve con buenos ojos.
En la vastedad del cosmos y del firmamento, innumerables criaturas viven y se reproducen, siguen la ley cíclica de la vida y se ciñen a una regla constante. Los que mueren se llevan consigo las historias de los vivos, y los que están vivos repiten la misma trágica historia de los que han perecido. Y así, la humanidad no puede evitar preguntarse: ¿por qué vivimos? ¿Y por qué tenemos que morir? ¿Quién está al mando de este mundo? ¿Y quién creó a esta humanidad? ¿Fue la humanidad realmente creada por la Madre Naturaleza? ¿De verdad controla la humanidad su propio destino?… Estas son las preguntas que la humanidad se ha hecho incesantemente durante miles de años. Por desgracia, cuanto más se ha obsesionado el hombre con ellas, más ha desarrollado una sed por la ciencia. Esta ofrece una breve satisfacción y un disfrute temporal de la carne, pero está lejos de ser suficiente para liberar al hombre de la soledad, del aislamiento, del terror que no puede ocultarse y de la impotencia que existe en lo profundo de su alma. La humanidad simplemente utiliza el conocimiento científico que puede ver con sus propios ojos y que puede comprender con el cerebro para anestesiar su corazón. No obstante, ese conocimiento científico no es suficiente para impedir que la humanidad deje de explorar los misterios. La humanidad simplemente no sabe quién es el Soberano del universo y de todas las cosas y, mucho menos, conoce el principio y el futuro de la humanidad. Simplemente vive, por fuerza, en medio de esta ley. Nadie puede escapar a ella y nadie puede cambiarla, porque entre todas las cosas y en los cielos solo hay Uno de eternidad a eternidad que tiene la soberanía sobre todas las cosas. Él es Aquel al que el hombre nunca ha visto, a quien la humanidad nunca ha conocido, en cuya existencia la humanidad nunca ha creído y, sin embargo, es Aquel que insufló el aliento en los ancestros de la humanidad y le dio vida a esta. Él es Aquel que provee y alimenta a la humanidad y le permite existir, y Él es Aquel que la ha guiado hasta el día de hoy. Además, Él y solo Él es de quien depende la humanidad para su supervivencia. Tiene la soberanía sobre todas las cosas y rige sobre todos los seres vivos en el universo. Él tiene el mando sobre las cuatro estaciones, y es Él quien convoca al viento, a la escarcha, a la nieve y a la lluvia. Él trae la luz del sol a la humanidad y abre paso a la noche. Él fue quien ordenó los cielos y la tierra, y le brindó al hombre las montañas, los lagos y los ríos, así como todas las cosas vivientes que hay en ellos. Sus actos son omnipresentes, Su poder es omnipresente, Su sabiduría es omnipresente y Su autoridad es omnipresente. Cada una de estas leyes y normas es la personificación de Sus actos, y cada una de ellas revela Su sabiduría y Su autoridad. ¿Quién puede eximirse de Su soberanía? ¿Y quién puede liberarse de Sus designios? Todas las cosas existen bajo Su mirada; es más, todas viven bajo Su soberanía. Sus actos y Su poder no le dejan a la humanidad otra opción más que reconocer el hecho de que Él existe realmente y tiene soberanía sobre todas las cosas. Ninguna otra cosa aparte de Él puede dar órdenes al universo, y, menos aún, proveer incesantemente a esta humanidad. Independientemente de si eres capaz de reconocer los actos de Dios y de si crees en Su existencia, no hay duda de que tu destino lo determina Dios, y no hay duda de que Él siempre tendrá soberanía sobre todas las cosas. Su existencia y Su autoridad no se predican en función de si el hombre las reconoce y las comprende. Solo Dios conoce el pasado, el presente y el futuro del hombre, y solo Él puede determinar el destino de la humanidad. Independientemente de que seas capaz o no de aceptar este hecho, no pasará mucho tiempo antes de que la humanidad presencie todo esto con sus propios ojos, y esta es la realidad que Dios pronto aplicará. La humanidad vive y muere ante los ojos de Dios. El hombre vive para la gestión de Dios, y cuando sus ojos se cierran por última vez, también se cierran para esta gestión. Una y otra vez, el hombre va y viene, de un lado para otro. Sin excepción, todo forma parte de la soberanía y los designios de Dios. Su gestión nunca ha cesado. Avanza perpetuamente. Él hará que la humanidad sea consciente de Su existencia, que confíe en Su soberanía, que vea Sus actos y que vuelva a Su reino. Este es Su plan y la obra que Él ha estado gestionando durante miles de años.
La obra de gestión de Dios comenzó en la creación del mundo, y el hombre se encuentra en el centro de esta obra. Puede decirse que la creación de todas las cosas por parte de Dios es en beneficio del hombre. Como la obra de Su gestión abarca miles de años y no se lleva a cabo simplemente en cuestión de minutos o segundos o en un abrir y cerrar de ojos ni a lo largo de un año o dos, Él tuvo que crear más cosas necesarias para la supervivencia del hombre, como el sol, la luna, todo tipo de criaturas vivientes, alimentos y un entorno hospitalario. Este fue el comienzo de la gestión de Dios.
Después de eso, Dios le entregó la humanidad a Satanás, y el hombre vivió bajo su campo de acción, lo cual llevó gradualmente a la obra de Dios de la primera era: la historia de la Era de la Ley… A lo largo de varios miles de años durante la Era de la Ley, la humanidad se acostumbró a la guía de esta y la dio por hecho. Poco a poco, el hombre dejó el cuidado de Dios. Y así, aunque seguía la ley, también adoraba a ídolos y llevaba a cabo actos malvados. Quedaron sin la protección de Jehová y se limitaron a vivir su vida delante del altar en el templo. De hecho, la obra de Dios los había abandonado hacía mucho, y aunque los israelitas seguían apegándose a la ley, pronunciaban el nombre de Jehová y hasta creían con orgullo que solo ellos eran el pueblo de Jehová y Sus escogidos, la gloria de Dios los abandonó silenciosamente…
Cuando Dios lleva a cabo Su obra, siempre abandona un lugar en silencio y lleva a cabo con delicadeza la nueva obra que inicia en otra parte. Esto les parece increíble a las personas, que están adormecidas. Siempre han valorado lo viejo y han visto las cosas nuevas y poco familiares con hostilidad o como un fastidio. Y así, cualquiera que sea la nueva obra que Dios lleve a cabo, desde el principio hasta el final, el hombre es el último, entre todas las cosas, en saber de ella.
Como siempre ha ocurrido, después de la obra de Jehová en la Era de la Ley, Dios empezó Su nueva obra de la segunda etapa: asumiendo la carne —encarnándose como hombre durante diez, veinte años— y hablando y haciendo Su obra entre los creyentes. Pero nadie lo sabía, sin excepción, y solo un pequeño número de personas reconocía que Él era Dios hecho carne después de que el Señor Jesús fuera clavado en la cruz y resucitara. De forma problemática, apareció uno llamado Pablo, que se puso en enemistad mortal con Dios. Incluso después de ser derribado y de convertirse en apóstol, Pablo no cambió su antigua naturaleza y siguió caminando por la senda de oposición a Dios. Durante el tiempo en el que obró, Pablo escribió muchas epístolas; desafortunadamente, las generaciones posteriores disfrutaron de sus epístolas como palabras de Dios e, incluso, fueron incluidas en el Nuevo Testamento y se confundieron con las palabras habladas por Dios. ¡Esto ha sido una enorme desgracia desde la llegada de las Escrituras! ¿Y acaso no se cometió este error por la estupidez extrema del hombre? Poco sabía que, en los registros de la obra de Dios en la Era de la Gracia, las epístolas o escritos espirituales del hombre simplemente no deberían estar ahí para suplantar la obra y las palabras de Dios. Pero ese es otro tema, así que volvamos a nuestro tema original. En cuanto se completó la segunda etapa de la obra de Dios —después de la crucifixión—, Su obra de recuperar al hombre del pecado (es decir, de las manos de Satanás) se cumplió. Y así, a partir de ese momento, la humanidad solo tenía que aceptar al Señor Jesús como el Salvador y sus pecados les serían perdonados. Nominalmente hablando, los pecados del hombre ya no eran una barrera para que alcanzara su salvación y se presentara delante de Dios, ni eran ya la ventaja por la que Satanás acusaba al hombre. Esto se debe a que Dios mismo había llevado a cabo obra real, se había convertido en la semejanza y la muestra de la carne pecaminosa, y Él mismo era la ofrenda por el pecado. De esta forma, el hombre descendió de la cruz y fue redimido y salvado a través de la carne de Dios: la semejanza de esta carne pecaminosa. Y así, después de haber sido tomado en cautiverio por Satanás, el hombre se acercó un paso más a aceptar la salvación de Dios delante de Él. Por supuesto, esta etapa de la obra fue más profunda y desarrollada que la gestión de Dios durante la Era de la Ley.
Esa es la gestión de Dios: entregar a la humanidad a Satanás —una humanidad que no sabe qué es Dios, qué es el Creador, cómo adorar a Dios o por qué es necesario someterse a Él— y permitir que Satanás lo corrompa. Entonces, paso a paso, Dios recupera al hombre de las manos de Satanás, hasta que el hombre adora plenamente a Dios y rechaza a Satanás. Esta es la gestión de Dios. Puede sonar a cuento mítico y parecer desconcertante. Las personas sienten que esto es un cuento mítico porque no tienen ni idea de cuánto le ha ocurrido al hombre a lo largo de los últimos milenios y, mucho menos, cuántas historias han ocurrido en el cosmos y en el firmamento. Además, se debe a que no pueden apreciar el mundo más asombroso y atemorizante que existe más allá del mundo material, pero que sus ojos mortales les impiden ver. Esto le parece incomprensible al hombre porque no entiende la importancia de la salvación de la humanidad por parte de Dios o la importancia de Su obra de gestión, ni tampoco cómo Dios desea que sea la humanidad en última instancia. ¿Desea que la humanidad no sea corrompida en absoluto por Satanás? ¡No! El propósito de la gestión de Dios es ganar a un grupo de personas que adoren a Dios y se sometan a Él. Aunque estas personas han sido corrompidas por Satanás, ya no lo ven como su padre; reconocen el repugnante rostro de Satanás y lo rechazan, y vienen delante de Dios para aceptar Su juicio y Su castigo. Llegan a saber lo que es feo y cómo contrasta con aquello que es santo, y reconocen la grandeza de Dios y la maldad de Satanás. Una humanidad como esta no trabajará más para Satanás ni lo adorará ni lo consagrará. Es porque se trata de un grupo de personas que han sido ganadas por Dios de verdad. Esta es la importancia de la obra de Dios de gestionar a la humanidad. Durante Su obra de gestión de este tiempo, la humanidad es el objeto tanto de la corrupción de Satanás como de la salvación de Dios, y el hombre es el producto por el que pelean Dios y Satanás. Al mismo tiempo que Dios lleva a cabo Su obra, recupera poco a poco al hombre de las manos de Satanás y, así, el hombre se acerca cada vez más a Dios…
Y después vino la Era del Reino, que es una etapa más práctica de la obra y, sin embargo, es también la más difícil de aceptar para el hombre. Esto se debe a que, cuanto más se acerca el hombre a Dios, más se acerca a él Su vara, y Su rostro se revela con mayor claridad al hombre. Después de la redención de la humanidad, el hombre regresó oficialmente a la familia de Dios. El hombre pensó que ese era el momento de disfrutar; sin embargo, es objeto de un ataque frontal total por parte de Dios que nadie pudo haber previsto jamás. Resulta que es un bautismo que el pueblo de Dios tiene que “disfrutar”. Con ese trato, las personas no tienen más opción que detenerse y pensar para sí: “yo soy el cordero, perdido durante muchos años, por el cual Dios pagó mucho para volverlo a comprar; entonces, ¿por qué me trata Él así? ¿Es esta la forma en la que Dios se ríe de mí y me pone en evidencia?…” Con el paso de los años, el hombre se ha curtido y ha experimentado la dureza del refinamiento y el castigo. Aunque el hombre ha perdido la “gloria” y el “romance” de tiempos pasados, sin saberlo, ha llegado a entender los principios de la conducta humana y a apreciar los años de devoción de Dios para salvar a la humanidad. El hombre comienza lentamente a aborrecer su propia barbarie. Empieza a odiar lo salvaje que es, todas las malinterpretaciones y exigencias irracionales que ha hecho de Dios. El reloj no puede volver atrás en el tiempo. Los acontecimientos del pasado se convierten en los pesarosos recuerdos del hombre, y las palabras y el amor de Dios pasan a ser la fuerza impulsora de la nueva vida del hombre. Las heridas de este se curan día tras día, su fortaleza vuelve y se pone en pie y mira el rostro del Todopoderoso… solo para descubrir que Él siempre ha estado a mi lado, y que Su sonrisa y Su hermoso rostro siguen siendo muy conmovedores. Su corazón se sigue preocupando por la humanidad que Él creó, y Sus manos siguen siendo tan cálidas y poderosas como lo fueron en el principio. Es como si el hombre regresara al jardín del Edén pero, esta vez, ya no escucha las tentaciones de la serpiente ni se aleja del rostro de Jehová. El hombre se arrodilla ante Dios, contempla Su rostro sonriente y ofrece su sacrificio más valioso: ¡Oh! ¡Mi Señor, mi Dios!
El amor y la compasión de Dios impregnan cada detalle de Su obra de gestión, e independientemente de si las personas son o no capaces de entender las buenas intenciones de Dios, Él sigue llevando a cabo sin descanso la obra que se propuso cumplir. Sin importar cuánto entienden las personas sobre la gestión de Dios, todos pueden apreciar los beneficios y la ayuda que ha traído dicha obra al hombre. Quizás hoy no hayas sentido nada del amor o la vida suministrada por Dios, pero mientras no lo abandones ni renuncies a tu determinación de buscar la verdad, vendrá un día en el que la sonrisa de Dios se te revelará. Porque la meta de la obra de gestión de Dios consiste en recuperar a las personas que se encuentran bajo el campo de acción de Satanás, y no abandonar a las que han sido corrompidas por este y se oponen a Dios.
23 de septiembre de 2005
De “La Palabra manifestada en carne”
Versículos bíblicos como referencia:
“Así también Cristo, habiendo sido ofrecido una vez para llevar los pecados de muchos, aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvación de los que ansiosamente le esperan” (Hebreos 9:28).
“En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1).
Las palabras relevantes de Dios:
La primera encarnación fue para redimir al hombre del pecado; para redimirlo por medio de la carne de Jesús; es decir, Él salvó al hombre desde la cruz, pero el carácter satánico corrupto todavía permanecía en el hombre. La segunda encarnación ya no tiene como propósito servir como ofrenda por el pecado, sino, más bien, salvar por completo a los que fueron redimidos del pecado. Esto se hace de tal forma que quienes han sido perdonados puedan ser librados de sus pecados, sean purificados completamente, y, al lograr un cambio de carácter, sean liberados de la influencia de la oscuridad de Satanás y regresen delante del trono de Dios. Sólo así puede el hombre ser plenamente santificado. Después de que la Era de la Ley llegó a su fin, y al comenzar la Era de la Gracia, Dios inició la obra de salvación, la cual continúa hasta los últimos días, cuando, al juzgar y castigar a la raza humana por su rebeldía, Él habrá purificado totalmente a la humanidad. Sólo entonces Dios concluirá Su obra de salvación y entrará en el reposo. Por tanto, en las tres etapas de la obra, Dios solo se ha hecho carne dos veces para llevar a cabo Él mismo Su obra entre los hombres. Esto se debe a que sólo una de las tres etapas de la obra consiste en guiar al hombre sobre cómo debe llevar su vida, mientras que, las otras dos, consisten en la obra de salvación. Sólo haciéndose carne puede Dios vivir junto al hombre, experimentar el sufrimiento del mundo, y vivir en un cuerpo normal de carne. Sólo de esta forma puede proveer a los hombres con el camino práctico que necesitan como seres creados. El hombre recibe la salvación plena de Dios a través de la encarnación de Dios, no directamente del cielo en respuesta a sus oraciones. Y, como el hombre es de carne, no tiene forma de ver al Espíritu de Dios y, mucho menos, de acercarse a Él. Lo único con lo que el hombre puede entrar en contacto es con la carne encarnada de Dios y sólo a través de esto es el hombre capaz de entender todos los caminos y todas las verdades y recibir la salvación plena. La segunda encarnación será suficiente para eliminar los pecados del hombre y purificarlo plenamente. Por tanto, con la segunda encarnación se pondrá fin a la totalidad de la obra de Dios en la carne y se completará el sentido de la encarnación de Dios. A partir de ahí, la obra de Dios en la carne habrá llegado plenamente a su fin. Después de la segunda encarnación, Él no se hará carne una tercera vez para Su obra, porque toda Su gestión habrá llegado a su fin. La encarnación de los últimos días habrá ganado totalmente a Su pueblo escogido, y, en los últimos días, la humanidad habrá sido clasificada según su tipo. Él ya no hará más la obra de salvación ni regresará a la carne para llevar a cabo obra alguna.
Extracto de ‘El misterio de la encarnación (4)’ en “La Palabra manifestada en carne”
En la época en la que Jesús estaba llevando a cabo Su obra, el conocimiento que el hombre tenía de Él seguía siendo vago y poco claro. El hombre siempre creyó que Él era el hijo de David y proclamó que era un gran profeta y el Señor bondadoso que redimía los pecados del hombre. Algunos, por la fuerza de su fe, fueron sanados simplemente al tocar el borde de Su manto; los ciegos pudieron ver e incluso los muertos pudieron ser devueltos a la vida. Sin embargo, el hombre fue incapaz de descubrir el carácter satánico corrupto profundamente arraigado en su interior y tampoco sabía cómo desecharlo. El hombre recibió mucha gracia, como la paz y la felicidad de la carne, bendiciones sobre toda la familia por la fe de uno solo de sus miembros, la curación de las enfermedades, etc. El resto fueron las buenas obras del hombre y su apariencia piadosa; si alguien podía vivir con base en eso, se le consideraba un buen creyente. Sólo ese tipo de creyentes podían entrar en el cielo tras su muerte, lo que significaba que eran salvos. Pero durante su vida, estas personas no entendieron en absoluto el camino de la vida. Simplemente cometían pecados y después los confesaban, en un ciclo constante sin una senda para cambiar su carácter. Esa era la condición del hombre en la Era de la Gracia. ¿Ha recibido el hombre la salvación completa? ¡No! Por tanto, después de completarse esa etapa de la obra, aún quedaba la obra de juicio y castigo. Esta etapa tiene como objetivo hacer al hombre puro por medio de la palabra y, así, darle una senda que seguir. Esta etapa no sería fructífera ni tendría sentido si continuase con la expulsión de demonios, porque la naturaleza pecaminosa del hombre no sería extirpada y el hombre se detendría tras el perdón de los pecados. A través de la ofrenda por el pecado, al hombre se le han perdonado sus pecados, porque la obra de la crucifixión ya ha llegado a su fin y Dios ha vencido a Satanás. Pero el carácter corrupto del hombre sigue en él y este todavía puede pecar y resistirse a Dios y Dios no ha ganado a la humanidad. Esa es la razón por la que en esta etapa de la obra Dios usa la palabra para revelar el carácter corrupto del hombre y hace que este practique según la senda correcta. Esta etapa es más significativa que la anterior y también más fructífera, porque, ahora, la palabra es la que provee directamente la vida del hombre y permite que su carácter sea completamente renovado; es una etapa de obra mucho más concienzuda. Así pues, la encarnación en los últimos días ha completado el sentido de la encarnación de Dios y ha finalizado plenamente el plan de gestión de Dios para la salvación del hombre.
Extracto de ‘El misterio de la encarnación (4)’ en “La Palabra manifestada en carne”
Dios, en Su primera encarnación, no completó la obra de la encarnación, sino solo el primer paso de la obra que Dios debía realizar en la carne. Así pues, con el fin de terminar la obra de la encarnación, Dios ha regresado en la carne una vez más y vive toda la normalidad y la realidad de la carne; es decir, manifiesta el Verbo de Dios en una carne totalmente normal y ordinaria, concluyendo de esta forma la obra que Él dejó sin realizar en la carne. En esencia, la segunda carne encarnada es en esencia como la primera, pero es incluso más real aún, incluso más normal que la primera. Como consecuencia, el sufrimiento que la segunda carne encarnada soporta es mayor que el de la primera, pero este sufrimiento es una consecuencia de Su ministerio en la carne, el cual es diferente del sufrimiento que el hombre corrupto tendría que padecer. También brota de la normalidad y de la realidad de Su carne. Como Él realiza Su ministerio en una carne totalmente normal y real, esta debe soportar muchas dificultades. Cuanto más normal y real sea esta carne, más sufrirá Él en la realización de Su ministerio. La obra de Dios se expresa en una carne muy común, que no es en absoluto sobrenatural. Como Su carne es normal y también debe cargar con la obra de salvar al hombre, Él sufre en mayor medida de lo que lo haría una carne sobrenatural; y todo este sufrimiento brota de la realidad y de la normalidad de Su carne. De los sufrimientos que han padecido las dos carnes encarnadas durante la realización de Sus ministerios, se puede ver la esencia de la carne encarnada. Cuanto más normal sea la carne, mayor la dificultad que debe soportar al emprender la obra; cuanto más real sea la carne que emprende la obra, más duras las nociones de las personas y mayores los peligros que probablemente puedan sobrevenirle. Sin embargo, cuanto más real sea la carne y cuanto más posea esta las necesidades y el sentido completo de un ser humano normal, más capaz será Él de asumir la obra de Dios en la carne. Fue la carne de Jesús la que fue clavada en la cruz, Su carne que Él entregó como ofrenda por el pecado; fue por medio de una carne con humanidad normal que Él derrotó a Satanás y salvó totalmente al hombre desde la cruz. Y es como carne completa, que Dios, en Su segunda encarnación, lleva a cabo la obra de conquista y derrota de Satanás. Solo una carne completamente normal y real puede realizar la obra de conquista en su totalidad y dar un testimonio convincente. Es decir, la conquista al hombre se hace efectiva por medio de la realidad y la normalidad de Dios en la carne, no a través de milagros y revelaciones sobrenaturales. El ministerio de este Dios encarnado consiste en hablar, y, de este modo, conquistar y perfeccionar al hombre; en otras palabras, la obra del Espíritu materializada en la carne y el deber de la carne, es hablar y, de este modo, conquistar, revelar, perfeccionar y eliminar por completo al hombre. Por tanto, la obra de Dios en la carne se cumplirá en su totalidad en esta obra de conquista. La obra de redención inicial fue solo el comienzo de la obra de la encarnación; la carne que realiza la obra de conquista completará toda la obra de la encarnación. En cuanto al género, uno es varón y la otra es hembra; de esta manera se ha completado la relevancia de la encarnación de Dios y se han disipado las nociones del hombre sobre Él: Dios puede convertirse tanto en varón como en hembra y, en esencia, el Dios encarnado no tiene género. Él creó tanto al hombre como a la mujer y para Él no hay división de géneros. En esta etapa de la obra Dios no lleva a cabo señales y maravillas, de forma que la obra logrará sus resultados por medio de las palabras. Además, esto se debe a que la obra del Dios encarnado esta vez no consiste en sanar a los enfermos ni echar fuera a los demonios, sino conquistar al hombre hablando; lo que quiere decir que la habilidad natural de esta carne encarnada de Dios es hablar palabras y conquistar al hombre, no sanar a los enfermos ni echar fuera a los demonios. Su obra en una humanidad normal no es realizar milagros, ni sanar a los enfermos ni echar fuera a los demonios, sino hablar; y por eso la segunda carne encarnada les parece a las personas más normal que la primera. Las personas ven que la encarnación de Dios no es mentira; pero este Dios encarnado es diferente a Jesús encarnado y, aunque ambos son Dios encarnado, no son completamente iguales. Jesús poseía una humanidad normal y ordinaria, pero Él estuvo acompañado por muchas señales y maravillas. En este Dios encarnado, los ojos humanos no verán señales o maravillas, ni sanación de enfermos ni expulsión de demonios, ni lo verán caminar sobre el mar ni ayunar durante cuarenta días… Él no realiza la misma obra que Jesús llevó a cabo, no porque Su carne sea en esencia diferente a la de Jesús, sino porque no es Su ministerio sanar a los enfermos y echar fuera a los demonios. Él no echa abajo Su propia obra ni la interrumpe. Como conquista al hombre a través de Sus palabras reales, no hay necesidad de someterlo con milagros y, por tanto, esta etapa consiste en completar la obra de la encarnación.
Extracto de ‘La esencia de la carne habitada por Dios’ en “La Palabra manifestada en carne”
¿Por qué digo que el sentido de la encarnación no se completó en la obra de Jesús? Porque el Verbo no se hizo enteramente carne. Lo que Jesús realizó fue solo una parte de la obra de Dios en la carne; Él solo llevó a cabo la obra de redención y no la de ganar completamente al hombre. Por esta razón, Dios se ha hecho carne una vez más en los últimos días. Esta etapa de la obra también se lleva a cabo en una carne ordinaria; la realiza un ser humano completamente normal, uno cuya humanidad no es en absoluto trascendente. En otras palabras, Dios se ha hecho un ser humano completo; es una persona cuya identidad es la de Dios, un ser humano completo, una carne completa, que está llevando a cabo la obra. Los ojos humanos ven un cuerpo carnal que no es en absoluto trascendente, una persona muy ordinaria que puede hablar el lenguaje del cielo, que no muestra señales milagrosas, que no obra milagros y que mucho menos exhibe la verdad sobre la religión en grandes asambleas. Para las personas, la obra de la segunda carne encarnada es totalmente diferente a la de la primera, tanto es así, que ambas parecen no tener nada en común y nada de la primera obra puede verse en esta ocasión. Aunque la obra de la segunda carne encarnada es diferente de la obra de la primera, eso no prueba que Su fuente no sea la misma. Que Su fuente sea o no la misma depende de la naturaleza de la obra realizada por las carnes y no de Sus caparazones corporales. Durante las tres etapas de Su obra, Dios se ha encarnado dos veces y, en ambas ocasiones, la obra de Dios encarnado inaugura una nueva era, abre el paso a una nueva obra. Las encarnaciones se complementan entre sí. Es imposible para el ojo humano percibir que ambas carnes provienen realmente de la misma fuente. Sobra decir que esto escapa a la capacidad del ojo humano o a la de la mente del hombre. Pero, en Su esencia, son lo mismo, porque Su obra se origina en el mismo Espíritu. Si ambas carnes encarnadas surgen o no de la misma fuente, no puede juzgarse por la era y el lugar en el que nacieron, o por otros factores similares, sino por la obra divina expresada por Ellas. La segunda carne encarnada no lleva a cabo nada de la obra que Jesús realizó, porque la obra de Dios no se ciñe a convenciones, sino que cada vez se abre una nueva senda. La segunda carne encarnada no pretende profundizar ni solidificar la impresión de la primera carne en la mente de las personas, sino complementarla y perfeccionarla, profundizar el conocimiento de Dios por parte del hombre, romper todas las reglas existentes en los corazones de las personas y barrer las imágenes erróneas de Dios en sus corazones. Puede decirse que ninguna etapa individual de la obra de Dios puede darle al hombre un conocimiento completo de Él; cada una da solo una parte, no el todo. Aunque Dios ha expresado Su carácter por completo, debido a las limitadas facultades de entendimiento del hombre, su conocimiento de Dios sigue siendo incompleto. Es imposible, usando un lenguaje humano, transmitir la totalidad del carácter de Dios; ¿cuánto menos puede una sola etapa de Su obra expresar plenamente lo que es Dios? Él obra en la carne bajo la cubierta de Su humanidad normal y uno solamente puede conocerlo por las expresiones de Su divinidad, no por Su caparazón corporal. Dios viene en la carne para permitir al hombre conocerlo por medio de Su obra variada, y no hay dos etapas de Su obra que sean iguales. Solo de esta forma puede el hombre tener un conocimiento pleno de la obra de Dios en la carne, no confinada a una sola faceta.
Extracto de ‘La esencia de la carne habitada por Dios’ en “La Palabra manifestada en carne”
La etapa de la obra que realizó Jesús solo cumplió con la esencia de “el Verbo era con Dios”: la verdad de Dios era con Dios y el Espíritu de Dios era con la carne y era inseparable de la carne. Es decir, la carne de Dios encarnado estaba con el Espíritu de Dios, que es una prueba mayor de que Jesús encarnado fue la primera encarnación de Dios. Esta etapa de la obra cumple precisamente el significado interno de “la Palabra se hace carne”, le dio un significado más profundo a “el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”, y te permite creer firmemente en las palabras “en el principio era El Verbo”. Lo que es igual a decir que en el momento de la creación Dios estaba poseído de Palabras, Sus Palabras eran con Él y eran inseparables de Él, y en la era final deja aún más claro el poder y la autoridad de Sus palabras y permite al hombre ver todas Sus manifestaciones, oír todas Sus palabras. Tal es la obra de la era final. Debes llegar a entender estas cosas de pies a cabeza. No se trata de conocer la carne, sino de cómo entiendes la carne y la Palabra. Este es el testimonio que debes dar, que todos deben conocer. Como esta es la obra de la segunda encarnación, y la última vez que Dios se hace carne, completa totalmente el sentido de la encarnación, lleva a cabo y expone por completo toda la obra de Dios en la carne, y pone fin a la era de Dios en la carne.
Extracto de ‘Práctica (4)’ en “La Palabra manifestada en carne”
Durante la Era del Reino, Dios encarnado pronuncia palabras para conquistar a todos los que creen en Él. Esto es “la Palabra que aparece en la carne”. Dios ha venido durante los últimos días para llevar a cabo esta obra; es decir, ha venido a manifestar el significado práctico de la Palabra que aparece en la carne. Él sólo pronuncia palabras y rara vez se producen hechos. Esto es la esencia misma de la Palabra que aparece en la carne, y cuando Dios encarnado pronuncia Sus palabras, es la aparición de la Palabra en la carne y la Palabra que se hace carne. “En el comienzo existía el Verbo y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios, y la Palabra se hizo carne”.* Esto (la obra de la aparición de la Palabra en la carne) es la obra que Dios llevará a cabo en los últimos días, y es el capítulo final de la totalidad de Su plan de gestión; así, Dios tiene que venir a la tierra y manifestar Sus palabras en la carne. Lo que se hace hoy, lo que se hará en el futuro, lo que Dios realizará, el destino final del hombre, los que serán salvos, los que serán destruidos, etcétera, toda esta obra que debe realizarse al final se ha expuesto con claridad, y su propósito es manifestar el significado práctico de la Palabra que aparece en la carne. Los decretos administrativos y la constitución que se emitieron anteriormente, los que serán destruidos, los que entrarán en el reposo, todas esas palabras deben cumplirse. Se trata de la obra realizada por el Dios encarnado principalmente durante los últimos días. Él hace que las personas comprendan adónde pertenecen los que fueron predestinados por Dios, y adónde pertenecen los que no son predestinados por Él; cómo serán clasificados Su pueblo y Sus hijos, lo que le ocurrirá a Israel y lo que le ocurrirá a Egipto. En el futuro, cada una de estas palabras se cumplirá. El ritmo de la obra de Dios se va acelerando. Dios usa la palabra como el medio para revelarle al hombre lo que se ha de realizar en cada era, lo que el Dios encarnado ha de llevar a cabo durante los últimos días y el ministerio que Él realizará, y todas estas palabras tienen el propósito de manifestar el significado real de la Palabra que aparece en la carne.
Extracto de ‘Todo se logra por la palabra de Dios’ en “La Palabra manifestada en carne”
(Pasaje selecto de la Palabra de Dios)
Las dos encarnaciones completan el sentido de la encarnación
Cada etapa de la obra realizada por Dios tiene su propio sentido práctico. En aquel entonces, cuando Jesús vino, era varón, y cuando Dios viene esta vez, es mujer. A partir de esto puedes ver que Dios creó tanto al varón como a la mujer en aras de Su obra y que con Él no hay distinción de género. Cuando Su Espíritu viene, Él puede adoptar cualquier carne que desee y esa carne puede representarlo. Sea varón o mujer, puede representar a Dios mientras sea Su carne encarnada. Si Jesús hubiera aparecido como mujer cuando vino —en otras palabras, si el Espíritu Santo hubiera concebido una niña, y no un niño— esa etapa de la obra se habría completado de todas formas. Si esto hubiera ocurrido, la etapa actual de la obra la hubiera tenido que completar un varón, pero de todas maneras la obra se habría completado. La obra llevada a cabo en ambas etapas es igualmente significativa; ninguna de las dos etapas de la obra se repite ni entra en conflicto con la otra. En aquel momento, cuando Jesús llevaba a cabo Su obra, se le llamó el Hijo unigénito, e “Hijo” indica el género masculino. ¿Por qué no se menciona, entonces, al Hijo unigénito en la etapa actual? Porque los requisitos de la obra han necesitado un género diferente al de Jesús. Con Dios no hay distinción de género. Él realiza Su obra como lo desea y, al llevarla a cabo, Él no está sujeto a ninguna restricción, sino que es particularmente libre. Sin embargo, cada etapa de la obra tiene su propio sentido práctico. Dios se hizo carne dos veces, y es obvio que Su encarnación durante los últimos días es la última vez. Él ha venido a revelar todas Sus acciones. Si Él no se hubiera hecho carne en esta etapa para realizar personalmente una obra de la que el hombre fuera testigo, este se aferraría siempre a la noción de que Dios es sólo varón, y no mujer. Antes de esto, toda la humanidad creía que Dios sólo podía ser varón y que una mujer no podía ser llamada Dios, porque todos consideraban que el hombre tenía autoridad sobre la mujer. Creían que ninguna mujer podía asumir la autoridad; sólo los hombres. Aún más, incluso decían que el hombre era la cabeza de la mujer y que la mujer debía obedecer al hombre y no podía sobrepasarlo. Cuando se dijo en el pasado que el hombre era la cabeza de la mujer, se dijo con respecto a Adán y a Eva, a quienes la serpiente había engañado, y no al hombre y a la mujer creados por Jehová en el principio. Por supuesto, una mujer debe obedecer y amar a su marido, y un marido debe aprender a proveer de alimento y sustento a su familia. Son las leyes y decretos establecidos por Jehová que la humanidad debe cumplir durante sus vidas en la tierra. Jehová dijo a la mujer: “Tu deseo será para tu marido, y él tendrá dominio sobre ti”. Esto solo se dijo para que la humanidad (es decir, tanto el hombre como la mujer) pudiera vivir una vida normal bajo el dominio de Jehová, y para que la vida de la humanidad tuviera una estructura y no perdiera el orden. Por ello, Jehová elaboró normas apropiadas en cuanto a cómo deberían actuar el hombre y la mujer, aunque esto solo se refería a todos los seres creados que vivían sobre la tierra y no tenía relación con la carne encarnada de Dios. ¿Cómo podría ser Dios lo mismo que Sus seres creados? Sus palabras solo iban dirigidas a la humanidad de Su creación; Él estableció reglas para el hombre y la mujer con el fin de que la humanidad pudiera vivir una vida normal. En el principio, cuando Jehová creó a la humanidad, hizo dos clases de seres humanos, tanto al varón como a la mujer; y, por eso, hay una división entre el varón y la mujer en Sus carnes encarnadas. Él no decidió Su obra con base en las palabras que habló a Adán y Eva. Las dos veces que se ha hecho carne se han determinado totalmente de acuerdo con Su pensamiento cuando creó por primera vez a la humanidad. Es decir, Él ha completado la obra de Sus dos encarnaciones con base en el varón y la mujer antes de ser corrompidos. Si la humanidad tomara las palabras habladas por Jehová a Adán y Eva, quienes habían sido engañados por la serpiente, y las aplicara a la obra de la encarnación de Dios, ¿acaso no tendría que amar Jesús también a Su esposa como debería hacerlo? ¿Seguiría Dios siendo Dios, entonces? Siendo esto así, ¿seguiría siendo capaz de completar Su obra? Si es incorrecto que la carne encarnada de Dios sea mujer, entonces ¿no habría sido también un error de la mayor magnitud que Dios creara a la mujer? Si la gente sigue creyendo que sería un error que Dios encarnara como mujer, entonces ¿no estaría Jesús —quien no se casó y que, por ende, no pudo amar a Su esposa— igual de errado que la presente encarnación? Ya que usas las palabras habladas por Jehová a Eva para medir la verdad de la encarnación de Dios en el presente, debes usar las palabras de Jehová a Adán para juzgar al Señor Jesús, quien se hizo carne en la Era de la Gracia. ¿No es lo mismo? Ya que juzgas al Señor Jesús por el varón a quien la serpiente no había engañado, no puedes juzgar la verdad de la encarnación de hoy por la mujer a quien la serpiente engañó. ¡Esto sería injusto! Medir a Dios de esta manera muestra tu falta de racionalidad. Cuando Jehová se hizo carne dos veces, el género de Su carne estaba relacionado con el varón y la mujer que no habían sido engañados por la serpiente. En dos ocasiones Él se hizo carne conforme al varón y la mujer que no habían sido seducidos por la serpiente. No penséis que la masculinidad de Jesús era la misma que la de Adán, quien fue engañado por la serpiente. No tienen ninguna relación; son dos varones de dos diferentes naturalezas. Ciertamente no puede ser que la masculinidad de Jesús demuestre que Él es la cabeza de todas las mujeres, pero no de todos los hombres. ¿No es Él el Rey de todos los judíos (incluidos hombres y mujeres)? Él es Dios mismo, no solo la cabeza de la mujer, sino del hombre también. Él es el Señor de todas las criaturas y la cabeza de todas ellas. ¿Cómo podrías determinar que la masculinidad de Jesús es el símbolo de la cabeza de la mujer? ¿No sería esto blasfemia? Jesús es un varón que no ha sido corrompido. Él es Dios; Él es Cristo; Él es el Señor. ¿Cómo podría ser Él un varón como Adán, que fue corrompido? Jesús es la carne con la que se viste el santísimo Espíritu de Dios. ¿Cómo podrías decir que Él es un Dios que posee la masculinidad de Adán? En ese caso, ¿no estaría errada toda la obra de Dios? ¿Hubiera podido Jehová incorporar dentro de Jesús la masculinidad de Adán, quien fue engañado por la serpiente? ¿No es la encarnación del presente otro ejemplo de la obra de Dios encarnado, que es diferente en género de Jesús, pero igual que Él en naturaleza? ¿Todavía te atreves a decir que Dios encarnado no podría ser una mujer, ya que fue una mujer la primera que fue engañada por la serpiente? ¿Todavía te atreves a decir que al ser la mujer la más impura y el origen de la corrupción de la humanidad, Dios no podía en absoluto encarnarse como una mujer? ¿Todavía te atreves a persistir en decir que “la mujer siempre obedecerá al hombre y nunca podrá manifestar o representar directamente a Dios”? No entendías en el pasado, pero ¿puedes seguir blasfemando ahora contra la obra de Dios, especialmente contra la carne encarnada de Dios? Si no tienes esto claro, mejor cuida tu lengua, para que no se revelen tu insensatez y tu ignorancia, y tu fealdad no quede expuesta. No pienses que lo entiendes todo. Yo te digo que todo lo que has visto y experimentado es insuficiente para que entiendas siquiera una milésima parte de Mi plan de gestión. ¿Por qué actúas, pues, con tanta arrogancia? ¡Esa pequeña porción de talento y el conocimiento exiguo que tienes son insuficientes para ser usados por Jesús siquiera en un solo segundo de Su obra! ¿Cuánta experiencia posees realmente? ¡Lo que has visto y todo lo que has oído durante tu vida y lo que has imaginado, es menos que la obra que Yo hago en un momento! Será mejor que no seas quisquilloso ni busques fallas. Puedes ser todo lo arrogante que quieras, pero ¡no eres más que una criatura que no puede compararse siquiera con una hormiga! ¡Todo lo que hay en tu barriga es menos que lo que hay en la barriga de una hormiga! No pienses que, porque tienes algo de experiencia y antigüedad, esto te da derecho a gesticular salvajemente y hablar con grandilocuencia. ¿No son tu experiencia y tu antigüedad un resultado de las palabras que Yo he pronunciado? ¿Crees que fueron a cambio de tu trabajo y esfuerzo? Hoy, ves que me he hecho carne y, como consecuencia de ello, en ti hay una sobreabundancia de conceptos y nociones sin fin. De no ser por Mi encarnación, por muy extraordinarios que fueran tus talentos, no tendrías tantos conceptos. ¿No es de aquí de donde surgieron tus nociones? De no ser por la primera vez que Jesús se hizo carne, ¿sabrías algo de la encarnación? ¿No es por tu conocimiento de la primera encarnación que tienes el descaro de tratar de juzgar la segunda? ¿Por qué la sometes a estudio en lugar de ser un seguidor obediente? Si entras en esta corriente y vienes delante del Dios encarnado, ¿te permitiría Él, acaso, investigarlo? Puedes estudiar tu propia historia familiar, pero si intentas estudiar la “historia familiar” de Dios, ¿te permitiría, acaso, llevar a cabo ese estudio el Dios actual? ¿Acaso no estás ciego? ¿No tienes desprecio por ti mismo?
Si solo se hubiera llevado a cabo la obra de Jesús sin complementarse con la obra en esta etapa en los últimos días, el hombre se habría aferrado por siempre a la noción de que solo Jesús es el único Hijo de Dios; es decir, que Dios sólo tiene un hijo y que cualquiera que venga después con otro nombre no será el único Hijo de Dios; mucho menos, Dios mismo. El hombre tiene la noción de que alguien que sirve como ofrenda por el pecado o que asume el poder en nombre de Dios y redime a toda la humanidad es el único Hijo de Dios. Hay algunos que creen que, siempre que el que venga sea un varón, se le puede considerar el único Hijo de Dios y representante de Dios. Están incluso los que dicen que Jesús es el Hijo de Jehová, Su Hijo unigénito. ¿No son estas nociones exageradas? Si esta etapa de la obra no se llevara a cabo en la era final, toda la humanidad estaría envuelta en una sombra oscura en lo referente a Dios. Si así fuera, el hombre pensaría que es superior a la mujer y las mujeres nunca podrían levantar la cabeza, y ninguna mujer podría ser salva. Las personas siempre creen que Dios es varón y que Él siempre ha aborrecido a la mujer y no le dará la salvación. De ser así, ¿no sería cierto que todas las mujeres, que fueron creadas por Jehová y que también fueron corrompidas, nunca tendrían la oportunidad de ser salvas? ¿No habría sido inútil, entonces, que Jehová hubiera creado a la mujer; es decir, que hubiera creado a Eva? ¿Y acaso no perecería la mujer por toda la eternidad? Por ello, la etapa de la obra en los últimos días debe llevarse a cabo para salvar a toda la humanidad, no sólo a la mujer. Si alguien pensara que si Dios se encarnara como mujer sería únicamente para salvar a la mujer, ¡esa persona sería, en verdad, una insensata!
La obra de hoy ha impulsado la obra de la Era de la Gracia; es decir, la obra bajo la totalidad del plan de gestión de seis mil años ha avanzado. Aunque la Era de la Gracia ha terminado, la obra de Dios ha progresado. ¿Por qué digo una y otra vez que esta etapa de la obra se basa en la Era de la Gracia y la Era de la Ley? Porque la obra de hoy es una continuación de la obra realizada en la Era de la Gracia y ha sido un avance sobre la obra realizada en la Era de la Ley. Las tres etapas están estrechamente interconectadas y cada eslabón en la cadena está íntimamente vinculado con el siguiente. ¿Por qué digo también que esta etapa de la obra se basa en la obra realizada por Jesús? Suponiendo que esta etapa no se construyera tomando como base la obra realizada por Jesús, habría tenido que ocurrir otra crucifixión en esta etapa, y la obra redentora de la etapa anterior tendría que volver a hacerse. Esto no tendría sentido. Por tanto, no es que la obra esté completamente finalizada, sino que la era ha avanzado y el nivel de la obra se ha elevado más que antes. Puede decirse que esta etapa de la obra se construye sobre la base de la Era de la Ley y sobre la roca de la obra de Jesús. La obra de Dios se construye etapa por etapa, y esta etapa no es un nuevo comienzo. Solo la combinación de las tres etapas de la obra puede considerarse el plan de gestión de seis mil años. La obra de esta etapa se lleva a cabo sobre la base de la obra de la Era de la Gracia. Si estas dos etapas de la obra no tuvieran relación, ¿por qué, entonces, la crucifixión no se repite en esta etapa? ¿Por qué no cargo Yo con los pecados del hombre, sino que vengo a juzgar y a castigar al hombre directamente? Si Mi obra de juzgar y castigar al hombre y Mi venida ahora —no por medio de la concepción del Espíritu Santo— no siguiera a la crucifixión, entonces Yo no estaría calificado para juzgar y castigar al hombre. Es, precisamente, porque Yo soy uno con Jesús que vengo directamente a castigar y juzgar al hombre. La obra en esta etapa se construye, en su totalidad, sobre la obra de la etapa anterior. Esta es la razón por la que sólo la obra de este tipo puede llevar al hombre, paso a paso, a la salvación. Jesús y Yo venimos de un solo Espíritu. Aunque nuestra carne no tiene relación, nuestro Espíritu es uno; aunque el contenido de lo que hacemos y la obra que asumimos no son los mismos, somos iguales en esencia; nuestra carne adopta distintas formas, pero esto se debe al cambio en la era y a los diferentes requisitos de Nuestra obra; Nuestros ministerios no son iguales, por lo que la obra que traemos y el carácter que revelamos al hombre también son diferentes. Por eso, lo que el hombre ve y entiende hoy es diferente a lo del pasado, lo cual se debe al cambio en la era. A pesar de que son diferentes en cuanto al género y la forma de Su carne y de que no nacieron de la misma familia, y, mucho menos, en la misma época, Su Espíritu es uno. A pesar de que Su carne no comparte ni sangre ni parentesco físico de ningún tipo, no puede negarse que Ellos son la carne encarnada de Dios en dos períodos diferentes. Es una verdad irrefutable que ellos son la carne encarnada de Dios, aunque no son del mismo linaje ni comparten un idioma humano común (uno fue un varón que hablaba el idioma de los judíos y el otro es una mujer que sólo habla chino). Es por estas razones que Ellos han vivido en diferentes países para llevar a cabo la obra que le corresponde hacer a cada uno y en distintos períodos también. A pesar del hecho de que son el mismo Espíritu y poseen la misma esencia, no existe absolutamente ninguna similitud entre el caparazón externo de Su carne. Lo único que comparten es la misma humanidad, pero en lo que se refiere a la apariencia externa de Su carne y a las circunstancias de Su nacimiento, no se parecen. Estas cosas no tienen ningún impacto sobre Su respectiva obra o sobre el conocimiento que el hombre tiene de Ellos, porque, a fin de cuentas, son el mismo Espíritu y nadie puede separarlos. Aunque no tienen relación de sangre, la totalidad de Su ser está a cargo de Su Espíritu, el cual les asigna una obra diferente en distintos períodos, y asigna Su carne a diferentes linajes. El Espíritu de Jehová no es el padre del Espíritu de Jesús, y el Espíritu de Jesús no es el hijo del Espíritu de Jehová: ambos son el mismo Espíritu. De igual manera, el Dios encarnado de hoy y Jesús no tienen relación de sangre, pero son uno; esto se debe a que Su Espíritu es uno. Dios puede llevar a cabo la obra de misericordia y bondad, así como la del juicio justo y el castigo del hombre y la de lanzar maldiciones sobre el hombre. Al final, Él puede realizar la obra de destruir el mundo y castigar a los malvados. ¿Acaso no hace todo esto Él mismo? ¿No es esto la omnipotencia de Dios? Él fue capaz tanto de promulgar las leyes para el hombre como de expedirle los mandamientos, y también fue capaz de guiar a los primeros israelitas para vivir en la tierra y para edificar el templo y los altares, poniendo a todos los israelitas bajo su dominio. Debido a Su autoridad, vivió en la tierra con el pueblo de Israel durante dos mil años. Los israelitas no se atrevían a rebelarse contra Él; todos veneraban a Jehová y cumplían Sus mandamientos. Esa fue la obra que se llevó a cabo en virtud de Su autoridad y Su omnipotencia. Luego, durante la Era de la Gracia, Jesús vino a redimir a toda la humanidad caída (no solo a los israelitas). Él mostró compasión y bondad hacia el hombre. El Jesús que el hombre vio en la Era de la Gracia estaba lleno de bondad y siempre fue amoroso con el hombre, pues Él había venido a salvar a la humanidad del pecado. Pudo perdonar al hombre sus pecados hasta que Su crucifixión redimió por completo a la humanidad del pecado. Durante este periodo, Dios apareció delante del hombre con misericordia y bondad; es decir, Él se convirtió en una ofrenda por el pecado para el hombre y fue crucificado por los pecados de este para que pudiera ser perdonado para siempre. Él era misericordioso, compasivo, paciente y amoroso, y todos los que seguían a Jesús en la Era de la Gracia también buscaban ser pacientes y amorosos en todas las cosas. Eran sufridos y nunca tomaban represalias, ni siquiera cuando los golpeaban, los maldecían o los apedreaban. Sin embargo, durante la etapa final, ya no podía ser así. La obra de Jesús y la de Jehová no eran totalmente iguales, aunque Su Espíritu fuera uno. La obra de Jehová no puso fin a la era, sino que la guio, y marcó el inicio de la vida de la humanidad en la tierra, y la obra de hoy consiste en conquistar a quienes viven en las naciones gentiles que han sido profundamente corrompidos, y guiar no solo al pueblo escogido de Dios en China, sino a todo el universo y a toda la humanidad. Puede parecerte que esta obra se está llevando a cabo solo en China, pero, de hecho, ya ha comenzado a difundirse en el extranjero. ¿Por qué razón la gente fuera de China busca el verdadero camino una y otra vez? Eso se debe a que el Espíritu ya ha empezado a trabajar, y las palabras pronunciadas hoy se dirigen a las personas en todo el universo. Con esto, la mitad de la obra ya está en marcha. Desde la creación del mundo hasta el presente, el Espíritu de Dios ha puesto en marcha esta gran obra y, además, ha realizado obras diferentes en distintas eras y entre naciones diferentes. Las personas de cada era ven un carácter diferente de Él, el cual se revela de forma natural por medio de la obra diferente que Él realiza. Él es Dios, lleno de misericordia y bondad; Él es la ofrenda por el pecado para el hombre y su pastor, pero Él también es el juicio, el castigo y la maldición del hombre. Él pudo guiar al hombre para que viviese sobre la tierra durante dos mil años y también pudo redimir del pecado a la humanidad corrupta. Hoy, también es capaz de conquistar a la humanidad, que no lo conoce, y someterla bajo Su dominio, de forma que todos se sometan totalmente a Él. Al final, Él quemará todo lo impuro e injusto dentro de las personas en todo el universo para mostrarles que Él no sólo es un Dios misericordioso y amoroso, un Dios de sabiduría y maravillas, un Dios santo, sino, además, un Dios que juzga al hombre. Para los malvados entre la humanidad, Él es fuego, juicio y castigo; para aquellos que deben ser perfeccionados, Él es tribulación, refinamiento y pruebas, así como consuelo, sustento, provisión de palabras, trato y poda. Y para los que son eliminados, Él es castigo y retribución. Dime, ¿no es Dios todopoderoso? Él puede llevar a cabo cualquier obra, no sólo la crucifixión, como tú imaginas. ¡Subestimas demasiado a Dios! ¿Crees que todo lo que Él puede hacer es redimir a toda la humanidad a través de Su crucifixión, y nada más? ¿Y que, después de eso, lo seguirías hasta el cielo para comer el fruto del árbol de la vida y que beberías del río de la vida?… ¿Podría ser tan sencillo? Dime, ¿qué has conseguido? ¿Tienes la vida de Jesús? Ciertamente, fuiste redimido por Él, pero la crucifixión fue la obra del propio Jesús. ¿Qué deber has cumplido como ser humano? Solo tienes piedad exterior, pero no entiendes Su camino. ¿Es así como manifiestas a Jesús? Si no has alcanzado la vida de Dios ni has visto la totalidad de Su carácter justo, entonces no puedes afirmar que eres alguien que tiene vida y no eres digno de pasar por la puerta del reino de los cielos.
Dios no sólo es un Espíritu, sino que también puede hacerse carne. Además, Él es un cuerpo de gloria. Aunque vosotros no hayáis visto a Jesús, los israelitas —es decir, los judíos de la época— sí lo hicieron. Al principio, Él era un cuerpo de carne, pero después de que lo crucificaran, pasó a ser el cuerpo de gloria. Él es el Espíritu que todo lo abarca y que puede obrar en todo lugar. Él puede ser Jehová o Jesús o el Mesías; al final, también puede convertirse en Dios Todopoderoso. Él es justicia, juicio y castigo; es maldición e ira, pero también es misericordia y bondad. Toda la obra que ha llevado a cabo puede representarlo. ¿Qué clase de Dios dices que es Él? No puedes explicarlo. Si en verdad no puedes explicarlo, no debes sacar conclusiones sobre Dios. No llegues a la conclusión de que Dios es siempre un Dios de misericordia y bondad sólo porque llevó a cabo la obra de redención en una etapa. ¿Puedes estar seguro de que Él sólo es un Dios misericordioso y amoroso? Si Él es, meramente, un Dios misericordioso y amoroso, ¿por qué pondrá fin a la era en los últimos días? ¿Por qué enviará tantos desastres? Según las nociones y pensamientos de las personas, Dios debería ser misericordioso y amoroso hasta el final, para que hasta el último miembro de la humanidad pueda ser salvo. Pero ¿por qué en los últimos días envía desastres tan grandes como terremotos, pestes y hambruna para destruir a esta malvada humanidad, que considera a Dios como un enemigo? ¿Por qué permite que el hombre sufra estos desastres? Ninguno de vosotros se atreve a decir qué clase de Dios es Él, y nadie es capaz de explicarlo. ¿Puedes estar seguro de que Él es el Espíritu? ¿Te atreves a decir que Él no es otro que la carne de Jesús? ¿Y te atreves a decir que Él es un Dios que será crucificado por siempre en aras del hombre?
de “La Palabra manifestada en carne”
Las escrituras tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com
Por qué no se alcanza la vida eterna si se defiende e idolatra la Biblia
Versículos bíblicos como referencia:
“Examináis las Escrituras porque vosotros pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida” (Juan 5:39-40).
“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6).
Las palabras relevantes de Dios:
Muchas personas creen que entender y ser capaz de interpretar la Biblia es lo mismo que encontrar el camino verdadero, pero, de hecho, ¿son las cosas realmente tan simples? Nadie conoce la realidad de la Biblia: que no es nada más que un registro histórico de la obra de Dios, y un testimonio de las dos etapas anteriores de la misma, y que no te ofrece un entendimiento de los objetivos de la obra de Dios. Todo aquel que ha leído la Biblia sabe que documenta las dos etapas de la obra de Dios durante la Era de la Ley y la Era de la Gracia. El Antiguo Testamento registra la historia de Israel y la obra de Jehová desde la época de la creación hasta el final de la Era de la Ley. El Nuevo Testamento registra la obra de Jesús en la tierra, que se encuentra en los Cuatro Evangelios, así como la obra de Pablo. ¿No son, estos, registros históricos? Mencionar hoy las cosas del pasado las convierte en historia, y no importa cuán verdaderas o reales puedan ser, siguen siendo historia, y la historia no puede ocuparse del presente, ¡porque Dios no mira atrás en la historia! Así pues, si sólo entiendes la Biblia y no entiendes nada de la obra que Dios pretende hacer hoy, y, si crees en Dios, pero no buscas la obra del Espíritu Santo, entonces no entiendes lo que significa buscar a Dios. Si lees la Biblia con el fin de estudiar la historia de Israel, de investigar la historia de la creación de todos los cielos y la tierra por parte de Dios, entonces no crees en Dios. Pero hoy, como crees en Él y buscas la vida, como persigues el conocimiento de Dios y no letras y doctrinas muertas ni un entendimiento de la historia, debes buscar la voluntad de Dios de hoy, así como la dirección de la obra del Espíritu Santo. Si fueras arqueólogo podrías leer la Biblia, pero no lo eres. Eres uno de esos que creen en Dios, y más te vale buscar Su voluntad de hoy.
Extracto de ‘Relativo a la Biblia (4)’ en “La Palabra manifestada en carne”
Al leer la Biblia, las personas también pueden obtener muchos caminos de vida que no pueden encontrarse en otros libros. Estos caminos son los caminos de vida de la obra del Espíritu Santo, experimentados por profetas y apóstoles en eras pasadas, y muchas de las palabras son valiosas y pueden proveer lo que las personas necesitan. Así pues, a todas las personas les gusta leer la Biblia. Como hay tanto oculto en ella, las opiniones de las personas sobre ella son diferentes de las que tienen sobre los escritos de grandes figuras espirituales. La Biblia es un registro y una recopilación de las experiencias y el conocimiento de personas que sirvieron a Jehová y a Jesús en la antigua era y en la nueva; así, las generaciones posteriores han sido capaces de obtener de ella mucho esclarecimiento, iluminación y sendas de práctica. La razón por la que la Biblia es más elevada que los escritos de cualquier gran figura espiritual es que sus escritos se basan en la Biblia, todas sus experiencias proceden de ella, y todos la explican. Así pues, aunque las personas puedan obtener provisión de los libros de cualquier gran figura espiritual, siguen adorando la Biblia, ¡porque parece muy elevada y profunda para ellos! Aunque la Biblia reúne algunos de los libros de las palabras de vida, como las epístolas de Pablo y de Pedro, y, aunque estos libros pueden proveer a las personas y ayudarles, los mismos siguen siendo obsoletos, siguen perteneciendo a la era antigua, y por muy buenos que sean, sólo son apropiados para un período, y no son eternos. Y es que la obra de Dios siempre está desarrollándose, y no puede simplemente detenerse en la época de Pablo y Pedro, o permanecer siempre en la Era de la Gracia en la que Jesús fue crucificado. Por tanto, estos libros sólo son apropiados para la Era de la Gracia, no para la Era del Reino de los últimos días. Sólo pueden proveer para los creyentes de la Era de la Gracia, no para los santos de la Era del Reino, y, por muy buenos que sean, siguen siendo obsoletos. Ocurre lo mismo con la obra de creación de Jehová o Su obra en Israel: por muy grande que fuera, llegaría a estar obsoleta, y llegaría el tiempo en el que esto pasaría. La obra de Dios también es igual: es grande, pero llegará un momento en el que termine; no siempre puede permanecer en medio de la obra de la creación ni entre la de la crucifixión. No importa cuán convincente fue la obra de la crucifixión ni lo efectiva que fue para derrotar a Satanás; la obra sigue siendo, después de todo, obra, y las eras siguen siendo, después de todo, eras. La obra no siempre puede permanecer sobre la misma base ni los tiempos pueden permanecer inmutables, porque existió la creación y también existirán los últimos días. ¡Es inevitable! Por consiguiente, las palabras de vida del Nuevo Testamento —las epístolas de los apóstoles y los Cuatro Evangelios— han pasado a ser hoy libros históricos, viejos almanaques, y ¿cómo podrían los viejos almanaques llevar a las personas a la nueva era? Independientemente de lo capaces que sean estos almanaques de proveer vida a las personas y de llevarlas a la cruz, ¿acaso no están obsoletos? ¿No están desprovistos de valor? Por tanto, digo que no deberías creer ciegamente en estos almanaques. Son demasiado antiguos, no pueden llevarte a la nueva obra y sólo pueden ser una carga para ti. No sólo no pueden llevarte a la nueva obra y a una nueva entrada, sino que te conducen a viejas iglesias religiosas; si así fuera, ¿no estarías retrocediendo en tu creencia en Dios?
Tal vez lo que quieras ahora es ganar la vida o tal vez deseas obtener la verdad. Cualquiera que sea el caso, quieres encontrar a Dios, encontrar al Dios en el que puedas confiar y que te pueda dar la vida eterna. Si quieres obtener la vida eterna, primero debes entender la fuente de la vida eterna y saber dónde está Dios. Ya he dicho que solo Dios es la vida inmutable y que sólo Dios posee el camino de la vida. Ya que Su vida es inmutable, por eso es eterna; ya que solo Dios es el camino de la vida, por eso Él mismo es el camino de la vida eterna. Como tal, primero debes entender dónde está Dios y cómo obtener este camino de la vida eterna. Hablemos ahora de estos dos asuntos por separado.
Si tú realmente quieres obtener el camino de la vida eterna, y si eres voraz en tu búsqueda de él, entonces primero contesta esta pregunta: ¿Dónde está Dios hoy? Tal vez contestarías: “Dios vive en el cielo, por supuesto; no viviría en tu casa, ¿o sí?”. Tal vez podrías decir que es obvio que Dios vive entre todas las cosas. O podrías decir que Dios vive en el corazón de cada persona o que Dios está en el mundo espiritual. No niego nada de esto, pero debo aclarar esta cuestión. No es totalmente correcto decir que Dios vive en el corazón del hombre, pero tampoco es completamente incorrecto. Porque, entre los que creen en Dios, están aquellos cuya creencia es cierta y aquellos cuya creencia es falsa; están aquellos a quienes Dios aprueba y aquellos a quienes desaprueba, están aquellos que lo agradan y aquellos a los que aborrece, y están aquellos a quienes perfecciona y aquellos a quienes elimina. Y por eso digo que Dios vive sólo en los corazones de algunas personas y ellas son sin duda las que verdaderamente creen en Dios, a las que Dios aprueba, las que lo agradan y a las que perfecciona. Son a las que Dios guía. Ya que Dios las guía, son las personas que ya han escuchado y visto el camino de la vida eterna de Dios. Aquellos cuya creencia en Dios es falsa, aquellos a los que Dios no aprueba, aquellos a quienes Dios desprecia, aquellos a quienes Dios elimina, están destinados a que Dios los rechace, están destinados a permanecer sin el camino de la vida y están destinados a permanecer ignorantes de en dónde está Dios. En cambio, aquellos que tienen a Dios viviendo en sus corazones saben dónde está Él. Son las personas a las que Dios les otorga el camino de la vida eterna y son las que siguen a Dios. ¿Sabes en este momento dónde está Dios? Dios está tanto en el corazón del hombre como al lado del hombre. No sólo está en el mundo espiritual y por encima de todas las cosas, sino más aún, está en la tierra sobre la cual existe el hombre. Y así la venida de los últimos días ha llevado los pasos de la obra de Dios a un nuevo territorio. Dios tiene la soberanía sobre todas las cosas del universo y es el pilar del hombre en su corazón y, además, existe entre los hombres. Sólo así puede traer el camino de la vida a la humanidad y llevar al hombre hacia ese camino. Dios ha venido a la tierra y vive entre los hombres para que el hombre pueda obtener el camino de la vida y pueda existir. Al mismo tiempo, Dios también ordena todas las cosas del universo para que cooperen con Su gestión entre los hombres. Y así, si tú sólo reconoces la doctrina de que Dios está en el cielo y en el corazón del hombre, pero no reconoces la verdad de la existencia de Dios entre los hombres, entonces nunca obtendrás la vida ni el camino de la verdad.
Dios mismo es la vida y la verdad, Su vida y verdad coexisten. Los que no pueden obtener la verdad nunca obtendrán la vida. Sin la guía, el apoyo y la provisión de la verdad, solo recibirás letras, doctrinas y, por encima de todo, la muerte. La vida de Dios siempre está presente, Su verdad y vida coexisten. Si no puedes encontrar la fuente de la verdad, entonces no obtendrás el alimento de la vida; si no puedes obtener la provisión de vida, entonces, seguramente no tienes la verdad, y así, aparte de las imaginaciones y las nociones, la totalidad de tu cuerpo no será nada más que carne, tu apestosa carne. Debes saber que las palabras de los libros no cuentan como vida, los registros de la historia no se pueden consagrar como la verdad, y las normas del pasado no pueden servir como un registro de palabras que Dios pronuncia en el presente. Sólo lo que Dios expresa cuando viene a la tierra y vive entre los hombres es la verdad, la vida, la voluntad de Dios y Su manera actual de obrar. Si aplicas los registros de las palabras que Dios pronunció desde las eras pasadas hasta la actualidad, eso te convierte en arqueólogo y la mejor manera de describirte es como un experto en patrimonio histórico. Lo eres porque siempre crees en los rastros de la obra que Dios hizo en tiempos pasados, sólo crees en la sombra de Dios que quedó cuando antes obró entre los hombres, y sólo crees en el camino que Dios les dio a Sus seguidores en tiempos pasados. No crees en la dirección de la obra de Dios en la actualidad, no crees en el glorioso semblante de Dios en la actualidad y no crees en el camino de la verdad que Dios expresa en el presente. Y así eres, sin duda, un soñador que está completamente fuera de contacto con la realidad. Si todavía hoy te aferras a las palabras que son incapaces de dar la vida al hombre, ¡entonces eres un inútil pedazo de madera muerta,[a] porque eres demasiado conservador, demasiado intratable y demasiado insensible para razonar!
Extracto de ‘Solo el Cristo de los últimos días le puede dar al hombre el camino de la vida eterna’ en “La Palabra manifestada en carne”
El Cristo de los últimos días trae la vida y el camino de la verdad, duradero y eterno. Esta verdad es el camino por el que el hombre obtendrá la vida, y el único camino por el cual el hombre conocerá a Dios y por el que Dios lo aprobará. Si no buscas el camino de la vida que el Cristo de los últimos días provee, entonces nunca obtendrás la aprobación de Jesús y nunca estarás cualificado para entrar por la puerta del reino de los cielos, porque tú eres tanto un títere como un prisionero de la historia. Aquellos que son controlados por los reglamentos, las letras y están encadenados por la historia, nunca podrán obtener la vida ni el camino perpetuo de la vida. Esto es porque todo lo que tienen es agua turbia que ha estado estancada por miles de años, en vez del agua de la vida que fluye desde el trono. Aquellos que no reciben el agua de la vida siempre seguirán siendo cadáveres, juguetes de Satanás e hijos del infierno. ¿Cómo pueden, entonces, contemplar a Dios? Si sólo tratas de aferrarte al pasado, si sólo tratas de mantener las cosas como están quedándote quieto, y no tratas de cambiar el estado actual y descartar la historia, entonces, ¿no estarás siempre en contra de Dios? Los pasos de la obra de Dios son vastos y poderosos, como olas agitadas y fuertes truenos, pero te sientas y pasivamente esperas la destrucción, apegándote a tu locura y sin hacer nada. De esta manera, ¿cómo puedes ser considerado alguien que sigue los pasos del Cordero? ¿Cómo puedes justificar al Dios al que te aferras como un Dios que siempre es nuevo y nunca viejo? ¿Y cómo pueden las palabras de tus libros amarillentos llevarte a una nueva era? ¿Cómo pueden llevarte a buscar los pasos de la obra de Dios? ¿Y cómo pueden llevarte al cielo? Lo que sostienes en tus manos es la letra que solo puede darte consuelo temporal, no las verdades que pueden darte la vida. Las escrituras que lees solo pueden enriquecer tu lengua y no son palabras de sabiduría que te ayudan a conocer la vida humana, y menos aún los senderos que te pueden llevar a la perfección. Esta discrepancia, ¿no te lleva a reflexionar? ¿No te hace entender los misterios que contiene? ¿Eres capaz de entregarte tú mismo al cielo para encontrarte con Dios? Sin la venida de Dios, ¿te puedes llevar tú mismo al cielo para gozar de la felicidad familiar con Dios? ¿Todavía sigues soñando? Sugiero entonces que dejes de soñar y observes quién está obrando ahora, quién está llevando a cabo ahora la obra de salvar al hombre durante los últimos días. Si no lo haces, nunca obtendrás la verdad y nunca obtendrás la vida.
Extracto de ‘Solo el Cristo de los últimos días le puede dar al hombre el camino de la vida eterna’ en “La Palabra manifestada en carne”
Nota al pie:
a. Un pedazo de madera muerta: un modismo chino que significa “sin remedio”.
Las escrituras tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.
Las palabras relevantes de Dios:
Para vivir una vida espiritual normal, uno debe ser capaz de recibir nueva luz diariamente y buscar una comprensión real de las palabras de Dios. Uno debe ver la verdad con claridad, encontrar un camino de práctica en todos los asuntos, descubrir nuevas cuestiones mediante la lectura diaria de las palabras de Dios y darse cuenta de las propias limitaciones para poder tener un corazón que anhele y busque y mueva todo su ser, para estar tranquilo ante Dios en todo momento, con un profundo temor de quedarse atrás. Una persona con tal corazón de anhelo y búsqueda, dispuesta a alcanzar continuamente la entrada, está en el camino correcto de la vida espiritual. Aquellos que son conmovidos por el Espíritu Santo, que desean hacerlo mejor, que están dispuestos a buscar ser perfeccionados por Dios, que anhelan una comprensión más profunda de Sus palabras, que no buscan lo sobrenatural sino que pagan un precio real, a las que les importa realmente la voluntad de Dios, que logran la entrada en la realidad de manera que sus experiencias son más genuinas y auténticas, que no buscan palabras y doctrinas vacías o sentir lo sobrenatural, que no adoran a ninguna gran personalidad; estos son los que han entrado en una vida espiritual normal. Todo lo que hacen tiene como objetivo lograr un mayor crecimiento vital y tener un espíritu fresco y vivaz, y siempre son capaces de lograr la entrada de forma activa. Sin darse cuenta, llegan a comprender la verdad y entran en la realidad. Aquellos con una vida espiritual normal encuentran la liberación y la libertad de espíritu cada día, y pueden practicar las palabras de Dios de forma libre para Su satisfacción. Para estas personas, orar no es una formalidad o un procedimiento; cada día, son capaces de seguir el ritmo de la nueva luz. Por ejemplo, las personas se entrenan para aquietar su corazón ante Dios y realmente lo logran y no pueden ser perturbadas por nadie. Ninguna persona, evento o cosa puede limitar su vida espiritual normal. Tal entrenamiento tiene la intención de dar resultados, no de que las personas sigan reglas. Esta práctica no tiene que ver con seguir reglas, sino con promover el crecimiento vital de las personas. Si ves esta práctica solo como reglas a seguir, tu vida nunca cambiará. Puede que estés participando en la misma práctica que los demás, pero mientras que en última instancia ellos son capaces de mantener el ritmo de la obra del Espíritu Santo, tú eres eliminado de la corriente del Espíritu Santo. ¿Acaso no te estás engañando a ti mismo?
Extracto de ‘Acerca de una vida espiritual normal’ en “La Palabra manifestada en carne”
La manera en que las personas creen en Dios, lo aman y lo satisfacen es llegando al Espíritu de Dios con el corazón, obteniendo de este modo Su satisfacción, y usando el corazón para comprometerse con las palabras de Dios y así poder ser conmovidos por Su Espíritu. Si quieres alcanzar una vida espiritual normal y establecer una relación normal con Dios, entonces tienes que entregarle primero tu corazón a Dios. Solo después de que hayas tranquilizado tu corazón ante Él y lo hayas derramado por completo en Él, podrás desarrollar poco a poco una vida espiritual normal. Si al creer en Dios la gente no le entrega su corazón y lo tiene puesto en Él, si no consideran la carga de Dios como propia, entonces lo único que hacen es un acto de engaño a Dios, un acto común en las personas religiosas, y no pueden recibir la alabanza de Dios. Él no puede obtener nada de este tipo de personas; sólo sirven como contraste de la obra de Dios, como un adorno en la casa de Dios, algo superfluo e inútil. Él no hace uso de este tipo de personas. No es sólo que en ellas no haya oportunidad para la obra del Espíritu Santo, sino que ni siquiera aporta ningún valor que sean perfeccionadas. Este tipo de persona es, en verdad, un “muerto viviente”. Tales personas no poseen nada que pueda ser usado por el Espíritu Santo, sino que, al contrario, Satanás se ha apropiado de todas ellas y las ha corrompido profundamente. Dios se deshará de tales personas. En la actualidad, al usar a las personas, el Espíritu Santo no sólo aprovecha sus virtudes para hacer las cosas, sino que también perfecciona y cambia sus defectos. Si tu corazón se puede derramar en Dios, y mantenerse tranquilo delante de Él, tendrás la oportunidad y las cualificaciones para que el Espíritu Santo te use, para recibir Su esclarecimiento e iluminación y, es más, tendrás la oportunidad de que el Espíritu Santo compense tus deficiencias. Cuando entregas tu corazón a Dios, el aspecto positivo es que puedes lograr una entrada más profunda y alcanzar un plano más alto de entendimiento; el aspecto negativo es que tendrás más entendimiento de tus propias faltas y deficiencias, estarás más dispuesto a buscar satisfacer la voluntad de Dios y, no serás pasivo, sino que entrarás activamente. Así, te convertirás en una persona adecuada.
Extracto de ‘Es muy importante establecer una relación normal con Dios’ en “La Palabra manifestada en carne”
Acallar el corazón en presencia de Dios es el paso más crucial para entrar en Sus palabras. Es una lección en la que todas las personas tienen la necesidad urgente de entrar en este momento. Las sendas de entrada para acallar el corazón delante de Dios son las siguientes:
1. Retira tu corazón de los asuntos externos. Aquiétate delante de Dios y concentra toda tu atención en orar a Él.
2. Con tu corazón en paz delante de Dios, come, bebe y disfruta de Sus palabras.
3. Medita sobre el amor de Dios y contémplalo, y reflexiona en tu corazón sobre la obra de Dios.
Primero, empieza con el aspecto de la oración. Ora con toda tu atención y en un horario fijo. Independientemente de lo presionado que estés por el tiempo, de cuánto trabajo tengas o de lo que te ocurra, ora cada día de forma habitual y come y bebe las palabras de Dios como de costumbre. Mientras comas y bebas las palabras de Dios, no importa cuál sea tu entorno, sentirás gran placer en tu espíritu y no te molestarán las personas, los acontecimientos o las cosas que te rodean. Cuando contemplas de forma habitual a Dios en tu corazón, lo que ocurre fuera no te puede molestar. Esto es lo que significa poseer estatura. Empieza con la oración: orar en silencio delante de Dios es lo más productivo. Después de ello, come y bebe las palabras de Dios, busca la luz en ellas mediante la reflexión, encuentra la senda de práctica, conoce el propósito que Dios tiene al pronunciar Sus palabras y compréndelas sin desviación. Generalmente, debería ser normal que fueras capaz de acercarte a Dios en tu corazón, que contemplaras Su amor y que reflexionaras sobre Sus palabras, sin ser perturbado por las cosas externas. Cuando tu corazón haya alcanzado cierto grado de paz serás capaz de meditar en silencio, contemplar dentro de ti mismo el amor de Dios y acercarte de verdad a Él, independientemente del entorno en el que estés, hasta que hayas alcanzado, finalmente, el punto en el que la alabanza brote de tu corazón y sea incluso mejor que la oración. Entonces poseerás cierta estatura. Si puedes alcanzar los estados antes descritos, será prueba de que tu corazón está verdaderamente en paz delante de Dios. Esta es la primera lección básica. Solo después de que las personas son capaces de estar en paz delante de Dios, el Espíritu Santo puede tocarlas y las puede esclarecer e iluminar, y solo entonces pueden tener comunión verdadera con Dios y pueden entender Su voluntad y la guía del Espíritu Santo. Entonces, habrán entrado en el camino correcto en su vida espiritual. Cuando su entrenamiento para vivir delante de Dios haya alcanzado cierta profundidad y sean capaces de abandonarse a sí mismos, de despreciarse a sí mismos y de vivir en las palabras de Dios, entonces su corazón estará verdaderamente en paz delante de Dios. Ser capaz de despreciarse a uno mismo, maldecirse y abandonarse es el efecto que consigue la obra de Dios, y las personas no pueden hacerlo por su propia cuenta. Por consiguiente, la práctica de acallar el corazón delante de Dios es una lección en la que las personas deberían entrar de inmediato.
Extracto de ‘Acerca de acallar el corazón delante de Dios’ en “La Palabra manifestada en carne”
Tal como se mencionó antes, debéis entregar vuestro corazón a Dios. Esto es un requisito previo para recorrer la senda por la que guía el Espíritu Santo. Debéis hacerlo con el fin de entrar en el camino correcto. ¿Cómo hace una persona conscientemente la obra de entregarle su corazón a Dios? En vuestra vida diaria, cuando experimentáis la obra de Dios y le oráis, lo hacéis con descuido: oráis a Dios mientras trabajáis. ¿Puede llamarse esto dar vuestro corazón a Dios? Estáis pensando en los problemas del hogar o en asuntos de la carne; siempre estáis entre dos aguas. ¿Puede considerarse esto aquietar vuestro corazón en presencia de Dios? Esto se debe a que tu corazón siempre se fija en los asuntos externos, y no puede regresar ante Dios. Si queréis tener vuestro corazón realmente en paz ante Él, entonces debéis hacer la obra de cooperación consciente. Es decir, cada uno de vosotros debe dedicar un tiempo para vuestras devociones, un momento en el que apartáis a todas las personas, asuntos u objetos, calmáis vuestro corazón y guardáis silencio ante Dios. Todo el mundo debería tomar notas devocionales, registrar su conocimiento de la palabra de Dios y cómo se les conmueve el espíritu, independientemente de que sea profundo o superficial, todos deben acallar sus corazones ante Dios de manera consciente. Si puedes dedicar una o dos horas cada día a una vida espiritual verdadera, tu vida durante ese día se sentirá enriquecida y tu corazón será brillante y claro. Si vives esta clase de vida espiritual a diario, entonces tu corazón podrá volver a estar más en posesión de Dios, tu espíritu se volverá cada vez más fuerte, tu condición mejorará constantemente, podrás recorrer mejor la senda por la que guía el Espíritu Santo, y Dios te concederá más bendiciones. El propósito de vuestra vida espiritual es obtener conscientemente la presencia del Espíritu Santo. No consiste en observar reglas o celebrar rituales religiosos, sino en actuar verdaderamente en sintonía con Dios y disciplinar realmente vuestro cuerpo. Esto es lo que el hombre debe hacer; así que debéis hacerlo esforzándoos al máximo. Cuanto mejor sea tu cooperación y cuanto más esfuerzo pongas en ello, más podrá tu corazón volver a Dios y mejor podrás aquietarlo ante Él. Llegado cierto punto, Dios ganará por completo tu corazón. Nadie podrá influir en tu corazón ni capturarlo, y pertenecerás completamente a Dios. Si sigues esta senda, entonces la palabra de Dios se te revelará en todo momento y te esclarecerá en todo lo que no entiendas; todo esto puede lograrse mediante tu cooperación. Por esta razón, Dios siempre dice: “A todos los que actúan en sintonía conmigo, Yo los recompensaré el doble”. Debéis ver esta senda con claridad. Si deseáis seguir la senda correcta, debéis hacer todo lo que podáis para satisfacer a Dios. Debéis hacer todo lo posible por alcanzar una vida espiritual. Al principio, es posible que no logres grandes resultados en tu búsqueda, pero no debes permitirte dar marcha atrás ni regodearte en la negatividad: ¡debes seguir trabajando duro! Cuanto más vivas una vida espiritual, más ocupado estará tu corazón por las palabras de Dios, siempre preocupado por estos asuntos, siempre llevando esta carga. Después de eso, revela tu verdad más íntima a Dios a través de tu vida espiritual; dile lo que estás dispuesto a hacer, lo que estás pensando, tu entendimiento y tu opinión acerca de Su palabra. ¡No escondas nada; ni lo más mínimo! Practica comunicarle las palabras de tu corazón a Dios y revelarle tus verdaderos sentimientos. Si está en tu corazón, entonces dilo a toda costa. Cuanto más hables de esa manera, más sentirás la hermosura de Dios, y tu corazón se aferrará más a Él. Cuando esto ocurra, sentirás que Dios es más querido para ti que cualquier otra persona. Pase lo que pase, nunca te apartarás de Su lado. Si practicas esta clase de devoción espiritual a diario y no lo sacas de tu mente, sino que lo consideras algo de gran importancia en tu vida, la palabra de Dios ocupará tu corazón. Esto es lo que significa ser tocado por el Espíritu Santo. Será como si Dios hubiera poseído siempre tu corazón, como si aquello que amas estuviera siempre en tu corazón. Nadie puede quitarte esto. Cuando esto ocurra, Dios vivirá realmente en tu interior y tendrá un lugar en tu corazón.
Extracto de ‘Una vida espiritual normal guía a las personas por el camino correcto’ en “La Palabra manifestada en carne”
La humanidad corrupta necesita más que nadie la salvación del Dios encarnado
Dios se hizo carne porque el objeto de Su obra no es el espíritu de Satanás o cualquier cosa incorpórea, sino el hombre que es de la carne y a quien Satanás ha corrompido. Precisamente porque la carne del hombre ha sido corrompida es que Dios ha hecho al hombre carnal el objeto de Su obra; además, porque el hombre es objeto de la corrupción, Dios ha hecho al hombre el único objeto de Su obra a través de todas las etapas de Su obra de salvación. El hombre es un ser mortal, es de carne y sangre, y Dios es el único que puede salvar al hombre. De esta manera, Dios se debe hacer una carne que posea los mismos atributos que el hombre con el fin de hacer Su obra, para que Su obra pudiera lograr mejores efectos. Dios debe hacerse carne para hacer Su obra justamente porque el hombre es de la carne y es incapaz de vencer el pecado o de despojarse de la carne. Aunque la esencia y la identidad de Dios encarnado difieren grandemente de la esencia e identidad del hombre, con todo, Su apariencia es idéntica a la del hombre; tiene la apariencia de una persona normal y lleva la vida de una persona normal y los que lo ven no pueden discernir ninguna diferencia de una persona normal. Esta apariencia normal y humanidad normal son suficientes para que haga Su obra divina en la humanidad normal. Su carne le permite hacer Su obra en la humanidad normal y le ayuda a hacer Su obra entre los hombres, y Su humanidad normal, además, le ayuda a llevar a cabo la obra de la salvación entre los hombres. Aunque Su humanidad normal ha causado mucho alboroto entre los hombres, tal alboroto no ha impactado los efectos normales de Su obra. En resumen, la obra de Su carne normal es de un beneficio supremo para el hombre. Aunque la mayoría de la gente no acepta Su humanidad normal, Su obra aún puede surtir efecto y estos resultados se logran gracias a Su humanidad normal. De esto no hay duda. Por Su obra en la carne, el hombre gana diez veces o docenas de veces más cosas que las nociones que existen entre los hombres acerca de Su humanidad normal y, al final, todas esas nociones Su obra se las tragará y el efecto que Su obra ha logrado, es decir, el conocimiento que el hombre tiene de Él, excederá por mucho en número las nociones que el hombre tiene de Él. No hay manera de imaginar o medir la obra que hace en la carne, porque Su carne es diferente a la de cualquier ser humano carnal; aunque el caparazón externo es idéntico, la esencia no es la misma. Su carne engendra entre los hombres muchas nociones acerca de Dios, sin embargo, Su carne también le puede permitir al hombre adquirir mucho conocimiento y puede, incluso, conquistar a cualquier persona que posea un caparazón externo similar. Porque no es solamente un humano, sino que es Dios con el caparazón externo de un humano y nadie puede desentrañarlo o entenderlo por completo. Todos aman y acogen favorablemente a un Dios invisible e intangible. Si Dios es solo un espíritu que es invisible al hombre, al hombre le es muy fácil creer en Dios. La gente puede dar rienda suelta a su imaginación, puede escoger cualquier imagen que le guste como la imagen de Dios para agradarse y hacerse sentir feliz. De esta manera, la gente puede hacer lo que sea más agradable para su propio Dios y lo que este Dios quiera que haga, sin escrúpulos. Es más, la gente cree que nadie es más leal y devota que ella con Dios y que todos los demás son perros gentiles y desleales con Dios. Se puede decir que esto es lo que buscan aquellos cuya creencia en Dios es vaga y se basa en doctrina; todo lo que ellos buscan es lo mismo, con poca variación. Sólo que las imágenes de Dios en sus imaginaciones son diferentes, pero su esencia es de hecho la misma.
Al hombre no le preocupa su creencia despreocupada en Dios y cree en Dios como le place. Este es uno de los “derechos y libertades del hombre”, con los que nadie puede interferir porque la gente cree en su propio Dios y no en el Dios de nadie más; es de su propiedad privada y casi todos poseen esta clase de propiedad privada. La gente considera esta propiedad como un tesoro precioso pero para Dios no hay nada más despreciable o sin valor, porque no hay una señal más clara de la oposición a Dios que esta propiedad privada del hombre. Es por causa de la obra de Dios encarnado que Dios se hace una carne con tiene una forma tangible y que el hombre puede ver y tocar. No es un Espíritu sin forma, sino una carne que el hombre puede ver y tener contacto con ella. Sin embargo, la mayoría de los Dioses en los que la gente cree son deidades sin carne que no tienen forma, que también son de una forma libre. De esta manera, el Dios encarnado se ha vuelto el enemigo de la mayoría de los que creen en Dios y los que no pueden aceptar el hecho de la encarnación de Dios se han vuelto, de manera similar, los adversarios de Dios. El hombre tiene nociones, no por su forma de pensar o por su rebelión, sino por esta propiedad privada que tiene. Es por esta propiedad privada que la mayoría de las personas mueren y, este Dios ambiguo que no se puede tocar, que no se puede ver y que, en realidad, no existe, es lo que arruina la vida del hombre. La vida del hombre es arruinada, no por el Dios encarnado, mucho menos por el Dios del cielo, sino por el Dios de la propia imaginación del hombre. La única razón por la que el Dios encarnado haya venido a la carne es por causa de las necesidades del hombre corrupto. Es por causa de las necesidades del hombre, no por las de Dios, y todos Sus sacrificios y sufrimientos son por el bien de la humanidad y no por el bien de Dios mismo. No hay pros y contras o recompensas para Dios; Él no va a segar una cosecha futura sino solo lo que desde el principio se le debía. Todo lo que hace y sacrifica por la humanidad no es para que pueda ganar grandes recompensas sino solo por el bien de la humanidad. Aunque la obra de Dios en la carne implica muchas dificultades inimaginables, los resultados que esta logra al final exceden por mucho los de la obra hecha directamente por el Espíritu. La obra de la carne conlleva muchas dificultades y la carne no puede poseer la misma identidad grandiosa que el Espíritu, no puede llevar a cabo los mismos hechos sobrenaturales que el Espíritu, mucho menos puede poseer la misma autoridad que el Espíritu. Aun así, la esencia de la obra hecha por esta carne común y corriente es muy superior a la de la obra hecha directamente por el Espíritu y esta misma carne es la respuesta a las necesidades del hombre. Para los que van a ser salvados, el valor de utilización del Espíritu es muy inferior al de la carne: la obra del Espíritu es capaz de cubrir todo el universo, a través de todas las montañas, ríos, lagos y océanos, con todo, la obra de la carne se relaciona de un modo más efectivo con cada persona con quien tiene contacto. Es más, el hombre puede entender mejor y confiar más en la carne de Dios que tiene una forma tangible, y puede profundizar más en el conocimiento que tiene de Dios, y puede dejar en el hombre una impresión más profunda de los hechos reales de Dios. La obra del Espíritu está envuelta en misterio; es difícil que los seres mortales la desentrañen y aún más difícil que la vean, y por eso sólo pueden confiar en imaginaciones huecas. La obra de la carne, sin embargo, es normal y se basa en la realidad, y posee una rica sabiduría y es un hecho que el ojo físico del hombre puede contemplar; el hombre puede experimentar de forma personal la sabiduría de la obra de Dios y no tiene necesidad de emplear su profusa imaginación. Esta es la exactitud y valor real de la obra de Dios en la carne. El Espíritu solo puede hacer cosas que son invisibles para el hombre y difíciles para que él se las imagine, por ejemplo, el esclarecimiento del Espíritu, el toque del Espíritu y la guía del Espíritu, pero para el hombre que es capaz de pensar, esto no le aporta ningún significado claro. Solo le proporcionan un toque o un significado amplio, pero no le pueden dar una instrucción con palabras. La obra de Dios en la carne, sin embargo, es muy diferente: implica la orientación exacta de las palabras, tiene una voluntad clara y tiene objetivos claros que se requieren. Y así el hombre no tiene que dar palos de ciego o emplear su imaginación, mucho menos hacer conjeturas. Esta es la claridad de la obra en la carne y su gran diferencia de la obra del Espíritu. La obra del Espíritu solo es adecuada para una esfera limitada y no puede reemplazar la obra de la carne. La obra de la carne le da al hombre metas mucho más exactas y necesarias y un conocimiento mucho más real y valioso que la obra del Espíritu. La obra que es de mayor valor para el hombre corrupto es la que le proporciona palabras exactas, metas claras que perseguir y que puede ver y tocar. Solo la obra realista y la guía oportuna son idóneas para los gustos del hombre y sólo la obra real puede salvar al hombre de su carácter corrupto y depravado. Esto solo lo puede lograr el Dios encarnado; solo el Dios encarnado puede salvar al hombre de su antiguo carácter corrupto y depravado. Aunque el Espíritu es la esencia inherente de Dios, una obra como esta solo la puede hacer Su carne. Si el Espíritu obrara completamente solo, entonces no sería posible que Su obra fuera efectiva, esta es la pura verdad. Aunque la mayoría de las personas se han vuelto enemigas de Dios por causa de esta carne, cuando Él concluya Su obra, los que están en Su contra no sólo dejarán de ser Sus enemigos sino que, por el contrario, se convertirán en Sus testigos. Se convertirán en los testigos a los que ha conquistado, los testigos que son compatibles con Él e inseparables de Él. Hará que el hombre sepa la importancia de Su obra en la carne para él y el hombre sabrá la importancia de esta carne para el significado de su existencia, conocerá Su valor real para el crecimiento de su vida y, además, sabrá que esta carne se convertirá en una fuente viva de vida de la que el hombre no soportará apartarse. Aunque la carne encarnada de Dios está lejos de ser igual a la identidad y posición de Dios, y al hombre le parece que es incompatible con Su estatus presente, esta carne, que no posee la inherente imagen de Dios o la inherente identidad de Dios, puede hacer la obra que el Espíritu de Dios no puede hacer directamente. Tal es el inherente significado y valor de la encarnación de Dios y es este significado y valor lo que el hombre no puede apreciar y reconocer. Aunque toda la humanidad admira al Espíritu de Dios y menosprecia la carne de Dios, sin tomar en cuenta cómo vean o piensen, el significado y el valor reales de la carne superan con creces los del Espíritu. Por supuesto, solo es con relación a la humanidad corrupta. Para cualquiera que busca la verdad y anhela la aparición de Dios, la obra del Espíritu puede solo proporcionar un movimiento o una inspiración, y un sentimiento de asombro que es inexplicable e inimaginable, y un sentimiento que es grandioso, trascendente y admirable aunque también inasequible e inalcanzable para todos. El hombre y el Espíritu de Dios solo se pueden ver el uno al otro desde lejos, como si hubiera una gran distancia entre ellos y nunca pueden ser iguales, como si el hombre y Dios estuvieran separados por una división invisible. De hecho, esta es una ilusión que el Espíritu le da al hombre, porque el Espíritu y el hombre no son de la misma especie, y nunca van a coexistir en el mismo mundo y porque el Espíritu no posee nada del hombre. Así que el hombre no necesita al Espíritu porque el Espíritu no puede hacer directamente la obra que el hombre más necesita. La obra de la carne le ofrece al hombre objetivos reales que buscar, palabras claras y un sentimiento de que Él es real y normal y que es humilde y corriente. Aunque el hombre lo pueda temer, a la mayoría de la gente le es fácil relacionarse con Él: el hombre puede contemplar Su rostro y escuchar Su voz y no tiene que contemplarlo desde lejos. Esta carne se siente accesible a los hombres, no distante o insondable, sino visible y palpable, porque esta carne está en el mismo mundo que el hombre.
Para todos aquellos que viven en la carne, cambiar su carácter requiere metas que perseguir, y conocer a Dios exige ser testigos de los hechos reales y del rostro real de Dios. Ambas cosas sólo las puede lograr la carne encarnada de Dios y sólo las puede conseguir la carne normal y real. Por esta razón, la encarnación es necesaria y toda la humanidad corrupta la necesita. Ya que a las personas se les pide que conozcan a Dios, las imágenes de Dioses ambiguos y sobrenaturales deben ser disipadas de sus corazones, y ya que se les pide que desechen su carácter corrupto, primero deben conocer su carácter corrupto. Si solo el hombre hace la obra para disipar las imágenes de los Dioses vagos de los corazones de las personas, entonces fracasará en conseguir el efecto apropiado. Las imágenes de los Dioses ambiguos que están en los corazones de las personas no se pueden exponer, desechar o expulsar por completo solo con palabras. Al hacerlo así, a la larga no será posible disipar estas cosas que están profundamente arraigadas en las personas. Sólo al sustituir estas cosas ambiguas y sobrenaturales con el Dios práctico y la inherente imagen de Dios y hacer que las personas las conozcan poco a poco, se puede lograr el efecto debido. El hombre reconoce que el Dios al que buscó en tiempos pasados es ambiguo y sobrenatural. Lo que puede lograr este efecto no es la guía directa del Espíritu, mucho menos las enseñanzas de un cierto individuo, sino el Dios encarnado. Las nociones del hombre se ponen al descubierto cuando el Dios encarnado hace de manera oficial Su obra, porque la normalidad y la realidad del Dios encarnado es la antítesis del Dios ambiguo y sobrenatural que hay en la imaginación del hombre. Las nociones originales del hombre solo se pueden revelar cuando se contrastan con el Dios encarnado. Sin la comparación con el Dios encarnado, las nociones del hombre no se podrían revelar; en otras palabras, sin la realidad como contraste, las cosas vagas no se podrían revelar. Nadie es capaz de usar palabras para hacer esta obra y nadie es capaz de articular esta obra usando palabras. Sólo Dios mismo puede hacer Su propia obra y nadie más puede hacer esta obra en Su nombre. No importa qué tan rico sea el lenguaje del hombre, es incapaz de articular la realidad y la normalidad de Dios. El hombre sólo puede conocer a Dios de una manera más práctica y solo lo puede ver con mayor claridad si Dios personalmente obra entre los hombres y muestra por completo Su imagen y Su ser. Este efecto no lo puede lograr ningún ser humano de la carne. Por supuesto, el Espíritu de Dios también es incapaz de lograr este efecto. Dios puede salvar a los hombres corruptos de la influencia de Satanás, pero esta obra no la puede conseguir directamente el Espíritu de Dios; más bien, solo la puede hacer la carne que el Espíritu de Dios se pone, la carne encarnada de Dios. Esta carne es hombre y también es Dios, es un hombre que posee una humanidad normal y también es Dios que posee una divinidad completa. Y entonces, aunque esta carne no es el Espíritu de Dios, y difiere grandemente del Espíritu, todavía es el mismo Dios encarnado que salva a los hombres, que es el Espíritu y también la carne. No importa cómo se le llame, al final de cuentas es todavía Dios mismo que salva a la humanidad. Porque el Espíritu de Dios es indivisible de la carne y la obra de la carne también es la obra del Espíritu de Dios; es sólo que esta obra no se hace usando la identidad del Espíritu sino que se hace usando la identidad de la carne. La obra que el Espíritu tiene que hacer de manera directa no necesita la encarnación, y la obra que la carne tiene que hacer no la puede hacer directamente el Espíritu y sólo la puede hacer el Dios encarnado. Esto es lo que se necesita para esta obra y es lo que necesita la humanidad corrupta. En las tres etapas de la obra de Dios, sólo una etapa fue llevada a cabo directamente por el Espíritu, y las dos etapas restantes son llevadas a cabo por el Dios encarnado y no directamente por el Espíritu. La obra de la Era de la ley que el Espíritu hizo no implicó cambiar el carácter corrupto del hombre y tampoco tuvo relación con el conocimiento que el hombre tenía de Dios. La obra de la carne de Dios en la Era de la Gracia y la Era del Reino, sin embargo, involucra el carácter corrupto del hombre y su conocimiento de Dios y es una parte importante y crucial de la obra de salvación. Por lo tanto, la humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado y está más necesitada de la obra directa del Dios encarnado. La humanidad necesita al Dios encarnado para que la pastoree, la apoye, la riegue, la alimente, la juzgue y la castigue y ella necesita más gracia y una mayor redención del Dios encarnado. Solo Dios en la carne puede ser el confidente del hombre, el pastor del hombre, el pronto auxilio del hombre, y todo esto es la necesidad que se tiene de la encarnación hoy y en el tiempo pasado.
Satanás ha corrompido al hombre y este es la más elevada de todas las criaturas de Dios, así que el hombre necesita la salvación de Dios. El objeto de la salvación de Dios es el hombre, no Satanás, y lo que será salvado es la carne del hombre y el alma del hombre, no el diablo. Satanás es el objeto de la aniquilación de Dios, el hombre es el objeto de la salvación de Dios y Satanás ha corrompido la carne del hombre por lo que lo primero que debe ser salvado es la carne del hombre. La carne del hombre ha sido profundamente corrompida y se ha convertido en algo que se opone a Dios, tanto que incluso abiertamente se opone y niega la existencia de Dios. Esta carne corrupta es simplemente demasiado indisciplinada y no hay nada más difícil con lo cual tratar o cambiar que el carácter corrupto de la carne. Satanás viene a la carne del hombre para provocar disturbios y usa la carne del hombre para perturbar la obra de Dios y perjudicar el plan de Dios y de esta manera el hombre se ha vuelto Satanás y el enemigo de Dios. Para que el hombre sea salvado primero debe ser conquistado. Es por esto por lo que Dios acepta el reto y viene a la carne para hacer la obra que tiene la intención de hacer y librar la batalla contra Satanás. Su meta es la salvación del hombre que se ha corrompido y la derrota y aniquilación de Satanás que se rebela contra Él. Derrota a Satanás por medio de Su obra de conquistar al hombre, mientras que al mismo tiempo salva a la humanidad corrupta. Así, es una obra que consigue dos objetivos a la vez. Obra en la carne y habla en la carne y emprende toda la obra en la carne con el fin de tener mejor contacto con el hombre y conquistar mejor al hombre. La última vez que Dios se haga carne, concluirá en la carne Su obra de los últimos días. Va a clasificar a todos los hombres de acuerdo a su clase, concluirá toda Su gestión y también concluirá toda Su obra en la carne. Después de que toda Su obra en la tierra llegue a su fin, será completamente victorioso. Al obrar en la carne, Dios habrá conquistado por completo a la humanidad y habrá ganado por completo a la humanidad. ¿No quiere decir esto que toda Su gestión habrá llegado a un fin? Cuando Dios concluya Su obra en la carne, cuando haya derrotado por completo a Satanás y haya salido victorioso, Satanás ya no tendrá oportunidad de corromper al hombre. La obra de la primera encarnación de Dios fue la redención y el perdón de los pecados del hombre. Ahora es la obra de conquistar y ganar por completo a la humanidad para que Satanás ya no tenga manera de hacer su obra y haya perdido completamente y Dios haya salido completamente victorioso. Esta es la obra de la carne y es la obra que Dios mismo hace. La obra inicial de las tres etapas de la obra de Dios la hizo directamente el Espíritu y no la carne. La obra final de las tres etapas de la obra de Dios, sin embargo, la hace el Dios encarnado y no el Espíritu directamente. La obra de redención de la etapa intermediaria también la hizo Dios en la carne. A lo largo de toda la obra de gestión, la obra más importante es salvar al hombre de la influencia de Satanás. La obra clave es la conquista completa del hombre corrupto, restaurando así la reverencia original a Dios en el corazón del hombre conquistado y permitiéndole lograr una vida normal, es decir, la vida normal de una criatura de Dios. Esta obra es crucial y es el núcleo de la obra de gestión. En las tres etapas de la obra de salvación, la primera etapa de la obra de la Era de la Ley estaba lejos del corazón de la obra de gestión; sólo tenía la ligera apariencia de la obra de salvación y no era el inicio de la obra de Dios de salvar al hombre del campo de acción de Satanás. La primera etapa de la obra la hizo directamente el Espíritu porque, bajo la ley, el hombre solo sabía acatar la ley y no tenía más verdad, y porque la obra en la Era de la Ley apenas involucraba cambios en el carácter del hombre, mucho menos tenía que ver con la obra de cómo salvar al hombre del campo de acción de Satanás. Así el Espíritu de Dios completó esta etapa supremamente simple de la obra que no tenía que ver con el carácter corrupto del hombre. Esa etapa de la obra tuvo poca relación con el núcleo de la gestión y no tuvo gran correlación con la obra oficial de la salvación del hombre y, por lo tanto, no requería que Dios se hiciera carne para hacer personalmente Su obra. La obra que el Espíritu hace está implícita y es insondable, y para el hombre es profundamente aterradora e inaccesible; el Espíritu no es el adecuado para hacer directamente la obra de salvación y no es el adecuado para proporcionar directamente vida al hombre. Lo más adecuado para el hombre es transformar la obra del Espíritu en un enfoque que esté cerca del hombre, es decir, lo que es más adecuado para el hombre es que Dios se vuelva una persona ordinaria y normal para hacer Su obra. Esto requiere que Dios se encarne para reemplazar al Espíritu en Su obra, y para el hombre no hay forma más adecuada en la que Dios obre. Entre estas tres etapas de la obra, dos etapas las lleva a cabo la carne y estas dos etapas son las fases clave de la obra de gestión. Las dos encarnaciones son mutuamente complementarias y se complementan perfectamente entre sí. La primera etapa de la encarnación de Dios puso el fundamento para la segunda etapa y se puede decir que las dos encarnaciones de Dios forman un todo y no son incompatibles entre sí. Estas dos etapas de la obra de Dios las lleva a cabo Dios en Su identidad encarnada porque son muy importantes para toda la obra de gestión. Casi se podría decir que, sin la obra de las dos encarnaciones de Dios, toda la obra de gestión se detendría por completo y la obra de salvar a la humanidad no sería nada más que palabras vacías. Que esta obra sea o no importante se basa en la necesidad de la humanidad, en la realidad de la depravación de la humanidad, y en la seriedad de la desobediencia de Satanás y la perturbación que hace en la obra. El adecuado que está a la altura de esta tarea está basado sobre la naturaleza de la obra realizado por el obrador, y la importancia de la obra. Cuando se trata de la importancia de esta obra, en términos de qué método adoptar para obrar —la obra hecha directamente por el Espíritu de Dios, o la obra hecha por Dios encarnado, o la obra hecha por el hombre— la primera que se debe eliminar es la obra hecha a través del hombre y, basándose en la naturaleza de la obra y la naturaleza de la obra del Espíritu versus la de la carne, al final de cuentas se decide que la obra hecha por la carne es más beneficiosa para el hombre que la obra hecha directamente por el Espíritu, y ofrece más ventajas. Este es el pensamiento que Dios tuvo cuando decidió si la obra la debía hacer el Espíritu o la carne. Hay una relevancia y una base para cada etapa de la obra. No son imaginaciones sin fundamento ni tampoco se llevan a cabo de un modo arbitrario; hay cierta sabiduría en ellas. Esta es la verdad detrás de toda la obra de Dios. En concreto, hay más del plan de Dios en esa obra grandiosa como Dios encarnado obrando personalmente entre los hombres. Por lo tanto, la sabiduría de Dios y la totalidad de Su ser se reflejan en Su cada acción, pensamiento e ideas en Su obra; este es el ser de Dios que es más concreto y sistemático. Estos pensamientos e ideas sutiles son difíciles que el hombre se los imagine y son difíciles que el hombre los crea y, además, son difíciles que el hombre los conozca. La obra hecha por el hombre es de acuerdo a los principios generales que, para el hombre, es altamente satisfactoria. Pero comparada con la obra de Dios, hay simplemente una disparidad excesiva; aunque los hechos de Dios son grandiosos y la obra de Dios es de una magnífica escala, detrás de ellos hay muchos planes y arreglos minuciosos y precisos que son inconcebibles para el hombre. Cada etapa de Su obra no solo se realiza conforme a principio sino que cada etapa también contiene numerosas cosas que el lenguaje humano no puede articular, y estas son las cosas que al hombre le son invisibles. Independientemente de si es la obra del Espíritu o la obra de Dios encarnado, cada una contiene los planes de Su obra. Él no obra infundadamente y no hace una obra insignificante. Cuando el Espíritu obra directamente es con Sus metas, y cuando se hace hombre (es decir, cuando transforma Su caparazón externo) para obrar, es aún más con Su propósito. ¿Por qué otro motivo cambiaría Su identidad de inmediato? ¿Por qué se haría sin reparos una persona que es vista como despreciable y es perseguida?
Su obra en la carne es de la máxima importancia, de la cual se habla con respecto a la obra, y Aquel que en última instancia concluye la obra es el Dios encarnado y no el Espíritu. Algunos creen que Dios puede en algún momento desconocido venir a la tierra y aparecerse al hombre, tras lo cual juzgar personalmente a toda la humanidad, probándola uno por uno sin omitir a nadie. Los que piensan de esta manera no conocen esta etapa de la obra de encarnación. Dios no juzga al hombre uno por uno y no prueba al hombre uno por uno; hacerlo así no sería la obra de juicio. ¿No es la corrupción de toda la humanidad la misma? ¿No es la esencia de la humanidad la misma? Lo que se juzga es la esencia corrupta de la humanidad, la esencia del hombre que Satanás corrompió y todos los pecados del hombre. Dios no juzga los errores frívolos e insignificantes del hombre. La obra de juicio es representativa y no se lleva a cabo especialmente para una cierta persona, más bien, es la obra en la que un grupo de personas es juzgado con el fin de representar el juicio de toda la humanidad. Al llevar a cabo personalmente Su obra en un grupo de personas, Dios en la carne usa Su obra para representar la obra de toda la humanidad, después de lo cual se extiende gradualmente. La obra de juicio también es así. Dios no juzga a una cierta clase de persona o a un cierto grupo de personas, sino que juzga la injusticia de toda la humanidad, la oposición del hombre a Dios, por ejemplo, o la irreverencia del hombre contra Él o la interferencia del hombre a la obra de Dios, etc. Lo que se juzga es la esencia de la humanidad en su oposición a Dios y esta obra es la obra de conquista de los últimos días. La obra y la palabra del Dios encarnado de las que el hombre es testigo, son la obra de juicio ante el gran trono blanco durante los últimos días, que el hombre concibió durante el tiempo pasado. La obra que actualmente está haciendo el Dios encarnado es exactamente el juicio ante el gran trono blanco. El Dios encarnado de hoy es el Dios que juzga a toda la humanidad durante los últimos días. Esta carne y Su obra, palabras y carácter completo son la totalidad de Él. Aunque la esfera de Su obra es limitada, y no involucra de manera directa todo el universo, la esencia de la obra de juicio es el juicio directo de toda la humanidad; no es sólo para el pueblo escogido de China ni para un reducido número de personas. Durante la obra de Dios en la carne, aunque la esfera de esta obra no involucra todo el universo, representa la obra de todo el universo y después de que Él concluya la obra dentro de la esfera de la obra de Su carne, de inmediato expandirá esta obra a todo el universo, de la misma manera que el evangelio de Jesús se esparció a todo el universo después de Su resurrección y ascensión. Independientemente de si es la obra del Espíritu o la obra de la carne, es la obra que se lleva a cabo dentro de una esfera limitada pero que representa la obra de todo el universo. Durante los últimos días, Dios hace Su obra al aparecer en Su identidad encarnada y Dios en la carne es el Dios que juzga al hombre ante el gran trono blanco. Independientemente de si Él es el Espíritu o la carne, el que hace la obra de juicio es el Dios que juzga a la humanidad durante los últimos días. Esto se define basándose en Su obra y no se define de acuerdo a Su apariencia externa u otros diversos factores. Aunque el hombre alberga nociones de estas palabras, nadie puede negar el hecho del juicio de Dios encarnado y la conquista de toda la humanidad. Independientemente de lo que piense el hombre, los hechos son, después de todo, hechos. Nadie puede decir que, “Dios hace la obra pero la carne no es Dios”. Esto es erróneo, porque esta obra nadie la puede hacer excepto Dios en la carne. Puesto que esta obra ya se ha terminado, después de esta obra la obra del juicio de Dios para el hombre no aparecerá por segunda vez; Dios en Su segunda encarnación ya ha terminado por completo toda la obra de gestión y no habrá una cuarta etapa de la obra de Dios. Porque el que es juzgado es el hombre, el hombre que es de la carne y se ha corrompido, y no es el espíritu de Satanás el que es juzgado directamente, la obra de juicio no se lleva a cabo en el mundo espiritual sino entre los hombres. Nadie es más adecuado y está más calificado que Dios en la carne para hacer la obra de juzgar la corrupción de la carne del hombre. Si el juicio lo llevara a cabo directamente el Espíritu de Dios, entonces no lo abarcaría todo. Además, sería difícil que el hombre aceptara esta obra, porque el Espíritu no puede venir cara a cara con el hombre y, por esta razón, los efectos no serían inmediatos, mucho menos el hombre sería capaz de contemplar con mayor claridad el carácter de Dios que no se puede ofender. Satanás solo puede ser completamente derrotado si Dios en la carne juzga la corrupción de la humanidad. Al ser igual que el hombre poseyendo una humanidad normal, Dios en la carne puede juzgar directamente la injusticia del hombre; esta es la marca de Su santidad innata y Su atributo extraordinario. Solo Dios está calificado y en la posición de juzgar al hombre porque Él es poseedor de la verdad y la justicia y por eso es capaz de juzgar al hombre. Los que no tienen la verdad y la justicia no son aptos para juzgar a los demás. Si esta obra la hiciera el Espíritu de Dios, entonces no significaría una victoria sobre Satanás. Por naturaleza el Espíritu es más exaltado que los seres mortales y por naturaleza el Espíritu de Dios es santo y victorioso sobre la carne. Si el Espíritu hiciera esta obra directamente, no sería capaz de juzgar toda la desobediencia del hombre y no podría revelar toda la injusticia del hombre. Porque la obra de juicio también se lleva a cabo por medio de las nociones que el hombre tiene de Dios y el hombre nunca ha tenido ninguna noción del Espíritu y así el Espíritu es incapaz de revelar mejor la injusticia del hombre, mucho menos de descubrir por completo tal injusticia. El Dios encarnado es el enemigo de todos aquellos que no lo conocen. Por medio de juzgar las nociones del hombre y su oposición a Él, descubre toda la desobediencia de la humanidad. Los efectos de Su obra en la carne son más aparentes que los de la obra del Espíritu. Y así, el juicio de toda la humanidad no lo lleva a cabo directamente el Espíritu sino que es la obra del Dios encarnado. El hombre puede ver y tocar al Dios en la carne y el Dios en la carne puede conquistar por completo al hombre. En su relación con Dios en la carne, el hombre avanza de la oposición a la obediencia, de la persecución a la aceptación, de la noción al conocimiento y del rechazo al amor. Estos son los efectos de la obra del Dios encarnado. El hombre solo es salvo a través de la aceptación de Su juicio, solo llega a conocerlo poco a poco a través de las palabras de Su boca, es conquistado por Él durante su oposición a Él, y recibe la provisión de Su vida durante la aceptación de Su castigo. Toda esta obra es la obra de Dios en la carne y no la obra de Dios en Su identidad como el Espíritu. La obra que hace el Dios encarnado es la obra más grande y la obra más profunda, y la parte crucial de las tres etapas de la obra de Dios son las dos etapas de la obra de encarnación. La profunda corrupción del hombre es un gran obstáculo a la obra de Dios encarnado. En particular, la obra que se lleva a cabo en las personas de los últimos días es tremendamente difícil y el ambiente es hostil y el calibre de cada clase de persona es bastante pobre. Sin embargo, al final de esta obra, todavía logrará el resultado apropiado, sin defectos; este es el resultado de la obra de la carne y este resultado es más persuasivo que el de la obra del Espíritu. Las tres etapas de la obra de Dios las concluirá en la carne y las debe concluir el Dios encarnado. La obra más importante y más crucial la hace en la carne, y la salvación del hombre la debe llevar a cabo personalmente Dios en la carne. Aunque toda la humanidad sienta que Dios en la carne no parece relacionado con el hombre, de hecho, esta carne tiene que ver con el destino y la existencia de toda la humanidad.
Cada etapa de la obra de Dios se implementa por el bien de toda la humanidad y se dirige a toda la humanidad. Aunque es Su obra en la carne, todavía se dirige a toda la humanidad; Él es el Dios de toda la humanidad y es el Dios de todos los seres creados y no creados. Aunque Su obra en la carne está dentro de una esfera limitada, y el objeto de esta obra también es limitado, cada vez que se hace carne para hacer Su obra, escoge un objeto de Su obra que es supremamente representativo; no selecciona un grupo de gente simple y ordinario en el cual obrar, sino que escoge como el objeto de Su obra a un grupo de personas capaces de ser el representante de Su obra en la carne. Este grupo de personas se escoge porque la esfera de Su obra en la carne es limitada y porque está preparado especialmente para Su carne encarnada y se escoge especialmente para Su obra en la carne. La selección que Dios hace de los objetos de Su obra no es infundada sino que se hace de acuerdo al principio: el objeto de la obra debe ser de beneficio a la obra de Dios en la carne y debe ser capaz de representar a toda la humanidad. Por ejemplo, los judíos pudieron representar a toda la humanidad al aceptar la redención personal de Jesús y los chinos pueden representar a toda la humanidad al aceptar la conquista personal del Dios encarnado. Hay una base para que los judíos representen a toda la humanidad y también hay una base para que las personas chinas representen a toda la humanidad al aceptar la conquista personal de Dios. Nada revela más el significado de la redención que la obra de redención que se hizo entre los judíos y nada revela más la minuciosidad y el éxito de la obra de conquista que la obra de conquista llevada a cabo entre las personas chinas. La obra y la palabra del Dios encarnado parece que solo se dirigen a un pequeño grupo de personas pero, de hecho, Su obra entre este pequeño grupo es la obra de todo el universo y Su palabra se dirige a toda la humanidad. Después de que Su obra en la carne llegue a su fin, los que lo sigan van a comenzar a esparcir la obra que Él ha hecho entre ellos. Lo mejor de Su obra en la carne es que Él puede dejar palabras y exhortaciones exactas y Su voluntad precisa para la humanidad para los que lo siguen, para que después Sus seguidores puedan, de una manera más exacta y más concreta, transmitir toda Su obra en la carne y Su voluntad a toda la humanidad para los que aceptan este camino. Solo la obra de Dios en la carne entre los hombres logra realmente el hecho de que Dios esté y viva junto con el hombre. Solo esta obra cumple el deseo del hombre de contemplar el rostro de Dios, de presenciar la obra de Dios, y de escuchar la palabra personal de Dios. El Dios encarnado da fin a la época cuando solo la espalda de Jehová aparecía a la humanidad y también concluye la época en que la humanidad tenía la creencia en el Dios ambiguo. En particular, la obra del último Dios encarnado trae a toda la humanidad a una época más realista, más práctica y más bella. Él no solo concluye la época de la ley y la doctrina; de mayor importancia aún, revela a la humanidad un Dios que es real y normal, que es justo y santo, que abre la obra del plan de gestión y demuestra los misterios y el destino de la humanidad, que creó a la humanidad y da fin a la obra de gestión y que ha permanecido oculto por miles de años. Da fin por completo a la época de ambigüedad y concluye la época en la que toda la humanidad deseaba buscar el rostro de Dios pero no era capaz de hacerlo, termina la época en la que toda la humanidad servía a Satanás y guía a toda la humanidad siempre hasta entrar a una era completamente nueva. Todo esto es el resultado de la obra de Dios en la carne en vez de la del Espíritu de Dios. Cuando Dios obra en Su carne, los que lo siguen ya no buscan y andan a tientas por esas cosas que parecen existir y no existir a la vez, y ellos dejan de adivinar la voluntad del Dios ambiguo. Cuando Dios esparce Su obra en la carne, los que lo siguen transmitirán la obra que ha hecho en la carne a todas las religiones y denominaciones, y van a comunicar todas Sus palabras a oídos de toda la humanidad. Todo lo que escuchen los que reciban Su evangelio van a ser los hechos de Su obra, van a ser las cosas que el hombre personalmente haya visto y escuchado y van a ser hechos y no rumores. Estos hechos son la evidencia con los cuales Él esparce la obra y también son las herramientas que usa para esparcir la obra. Sin la existencia de los hechos, Su evangelio no se esparciría a todos los países y a todos los lugares; sin los hechos sino sólo con las imaginaciones del hombre, Él nunca podría hacer la obra de conquistar todo el universo. El Espíritu no es palpable para el hombre y es invisible para el hombre, y la obra del Espíritu es incapaz de dejarle al hombre cualquier otra prueba o hechos de la obra de Dios. El hombre nunca contemplará el verdadero rostro de Dios, siempre creerá en un Dios ambiguo que no existe. El hombre nunca contemplará el rostro de Dios ni nunca escuchará las palabras que Dios habló personalmente. Las imaginaciones del hombre son, después de todo, huecas y no pueden reemplazar el verdadero rostro de Dios; el carácter inherente de Dios y la obra de Dios mismo el hombre no los puede imitar. El Dios invisible en el cielo y Su obra sólo pueden ser traídos a la tierra por el Dios encarnado que personalmente hace Su obra entre los hombres. Esta es la manera más ideal para que Dios e aparezca al hombre, en la que el hombre ve a Dios y llega a conocer el verdadero rostro de Dios, y esto no lo puede lograr un Dios no encarnado. Habiendo Dios llevado a cabo Su obra hasta esta etapa, Su obra ya ha logrado el efecto óptimo y ha sido un éxito completo. La obra personal de Dios en la carne ya ha completado noventa por ciento de la obra de toda Su gestión de Dios. La carne ha provisto un mejor comienzo a toda Su obra y un resumen para toda Su obra, y ha promulgado toda Su obra y hecho la última reposición a fondo a toda esta obra. De ahora en adelante, no habrá otro Dios encarnado para hacer la cuarta etapa de la obra de Dios y ya no habrá más ninguna obra maravillosa de una tercera encarnación de Dios.
Cada etapa de la obra de Dios en la carne representa Su obra de toda la era y no representa un cierto periodo como lo hace la obra del hombre. Y de esta manera el fin de la obra de Su última encarnación no quiere decir que Su obra ha llegado a un final completo, porque Su obra en la carne representa toda la era y no sólo representa el periodo en el que hace Su obra en la carne. Es sólo que termina Su obra de toda la era durante el tiempo que está en la carne, después de lo cual se esparce a todos los lugares. Después de que el Dios encarnado cumpla Su ministerio, les va a confiar Su obra futura a los que lo siguen. De esta manera, Su obra de toda la era se llevará a cabo de un modo continuo. La obra de toda la era de la encarnación sólo se va a considerar completa una vez que se haya esparcido a todo el universo. La obra de Dios encarnado da inicio a una nueva era y los que continúan Su obra son los que Él usa. Toda la obra hecha por el hombre está dentro del ministerio de Dios en la carne y no puede ir más allá de esta esfera. Si Dios encarnado no hubiese venido a hacer Su obra, el hombre no sería capaz de dar fin a la era antigua y no sería capaz de dar inicio a la nueva era. La obra que el hombre hace es solamente dentro del rango de su deber que es humanamente posible y no representa la obra de Dios. Sólo el Dios encarnado puede venir y completar la obra que Él debe hacer y, excepto por Él, nadie puede hacer esta obra en Su nombre. Por supuesto, de lo que hablo es en relación con la obra de encarnación. Este Dios encarnado primero lleva a cabo una etapa de la obra que no se conforma a las nociones del hombre, después de lo cual hace más obra que no se conforma a las nociones del hombre. La meta de la obra es la conquista del hombre. En un aspecto, la encarnación de Dios no se conforma a las nociones del hombre, además Él hace más obra que no se conforma a las nociones del hombre y así el hombre desarrolla puntos de vista incluso más críticos acerca de Él. Solo hace la obra de conquista entre las personas que tienen miles de nociones acerca de Él. Independientemente de cómo lo traten, una vez que ha cumplido Su ministerio, todos los hombres estarán sujetos a Su dominio. El hecho de esta obra no solo se refleja entre las personas chinas, sino que también representa cómo toda la humanidad va a ser conquistada. Los efectos que se logran en estas personas son un precursor de los efectos que se van a lograr en toda la humanidad, y los efectos de la obra que Él hace en el futuro incluso excederán cada vez más los efectos en estas personas. La obra de Dios en la carne no involucra grandes fanfarrias ni tampoco está envuelta en misterio. Es real y actual y es la obra en la cual uno más uno son dos. No está escondida de nadie ni tampoco engaña a nadie. Lo que las personas ven son cosas reales y genuinas y lo que el hombre gana es conocimiento y verdad reales. Cuando la obra termine, el hombre tendrá un nuevo conocimiento de Él y los que verdaderamente buscan a Dios ya no tendrán ninguna noción acerca de Él. Este no es solo el resultado de Su obra en las personas chinas, sino que también representa el resultado de Su obra de conquistar a toda la humanidad, porque nada es más beneficioso a la obra de conquistar a toda la humanidad que esta carne y la obra de esta carne y todo lo de esta carne. Son beneficiosas a Su obra hoy y son beneficiosas para Su obra en el futuro. Esta carne conquistará a toda la humanidad y ganará a toda la humanidad. No hay mejor obra por medio de la cual toda la humanidad contemple a Dios y obedezca a Dios y conozca a Dios. La obra que el hombre hace sólo representa una esfera limitada, y cuando Dios hace Su obra no le habla a cierta persona sino que le habla a toda la humanidad y a todos los que aceptan Sus palabras. El fin que proclama es el fin de todas las personas, no solo el fin de una cierta persona. No le da un trato especial a nadie ni tampoco victimiza a nadie, y Él obra para y le habla a toda la humanidad. Por lo tanto, este Dios encarnado ya ha clasificado a toda la humanidad de acuerdo a la especie, ya ha juzgado a toda la humanidad y ha arreglado un destino adecuado para toda la humanidad. Aunque Dios sólo haga Su obra en China, en realidad Él ya ha resuelto la obra de todo el universo. No puede esperar hasta que Su obra se haya esparcido entre toda la humanidad para hacer Sus declaraciones y arreglos paso a paso. ¿No sería eso demasiado tarde? Ahora es totalmente capaz de completar la obra futura por adelantado. Ya que el que está obrando es Dios en la carne, Él está haciendo una obra ilimitada dentro de una esfera limitada y después va a hacer que el hombre desempeñe el deber que el hombre debe desempeñar; este es el principio de Su obra. Solo puede vivir con el hombre por un tiempo y no puede acompañar al hombre hasta que la obra de toda la era haya concluido. Es porque Él es Dios que predice Su obra futura por adelantado. Después, clasificará por Sus palabras a toda la humanidad de acuerdo a su especie y la humanidad entrará a Su obra paso a paso de acuerdo con Sus palabras. Nadie escapará y todos deben practicar de acuerdo a esto. Así que, en el futuro Sus palabras guiarán la era y no el Espíritu.
La obra de Dios en la carne se debe hacer en la carne. Si el Espíritu de Dios la hiciera directamente no produciría resultados. Incluso si el Espíritu la hiciera, la obra no tendría gran significado y al final de cuentas sería poco convincente. Todas las criaturas quieren saber si la obra del Creador tiene significado, qué representa y en beneficio de qué es y si la obra de Dios está llena de autoridad y sabiduría y si es de sumo valor y significado. La obra que Él hace es para la salvación de toda la humanidad y con el objetivo de derrotar a Satanás y para dar testimonio de Él mismo entre todas las cosas. Como tal, la obra que Él hace debe ser de gran significado. Satanás ha corrompido la carne del hombre y la ha cegado profundamente y la ha dañado terriblemente. La razón fundamental por la que Dios obra personalmente en la carne es porque el objeto de Su salvación es el hombre, que es de la carne, y porque Satanás también usa la carne del hombre para turbar la obra de Dios. La batalla contra Satanás es en realidad la obra de conquistar al hombre y, al mismo tiempo, el hombre también es el objeto de la salvación de Dios. De esta manera, la obra de Dios encarnado es esencial. Satanás corrompió la carne del hombre y el hombre se convirtió en la personificación de Satanás y se volvió el objeto que Dios debe derrotar. Así, la obra de librar la batalla contra Satanás y salvar a la humanidad ocurre en la tierra y Dios se debe hacer humano con el fin de librar la batalla contra Satanás. Esta es una obra de la máxima realidad. Cuando Dios está obrando en la carne, en realidad está librando la batalla contra Satanás en la carne. Cuando obra en la carne, está haciendo Su obra en el reino espiritual y hace toda Su obra en el reino espiritual real en la tierra. El que es conquistado es el hombre, que lo desobedece a Él, el que es derrotado es la personificación de Satanás (por supuesto, este también es el hombre), que está en enemistad con Él, y el que al fin de cuentas es salvado también es el hombre. De esta manera, es hasta más necesario que Dios se haga un humano que tenga el caparazón externo de una creación, para que pueda librar la batalla real contra Satanás y conquistar al hombre, que lo desobedece y posee el mismo caparazón externo que Él, y salva al hombre, que es del mismo caparazón externo que Él y a quien Satanás ha dañado. Su enemigo es el hombre, el objeto de Su conquista es el hombre, y el objeto de Su salvación es el hombre que creó. Así que debe volverse humano y, de esta manera, Su obra se hace mucho más fácil. Es capaz de derrotar a Satanás y conquistar a la humanidad y, además, es capaz de salvar a la humanidad. Aunque esta carne es normal y real, Él no es una carne común: Él no es carne que es solo humana sino carne que es tanto humana como divina. Esta es la diferencia con Él y el hombre y es la marca de la identidad de Dios. Sólo carne como esta puede hacer la obra que Él tiene la intención de hacer, y cumplir el ministerio de Dios en la carne y terminar por completo Su obra entre los hombres. Si no fuera así, Su obra entre los hombres siempre estaría vacía y sería imperfecta. Aunque Dios puede librar la batalla contra el espíritu de Satanás y salir victorioso, la antigua naturaleza del hombre corrupto nunca se puede resolver y los que son desobedientes a Dios y se le oponen nunca pueden verdaderamente estar sujetos a Su domino, es decir, Él nunca puede conquistar a la humanidad y nunca puede ganar a toda la humanidad. Si Su obra en la tierra no se puede resolver, entonces Su gestión nunca llegará a un fin y toda la humanidad no podrá entrar en el reposo. Si Dios no puede entrar en el reposo con todas Sus criaturas, entonces nunca habrá un resultado a esa obra de gestión y la gloria de Dios por consiguiente desaparecerá. Aunque Su carne no tiene autoridad, la obra que Él hace habrá logrado su efecto. Esta es la dirección inevitable de Su obra. Independientemente de si Su carne posee o no autoridad, siempre y cuando Él sea capaz de hacer la obra de Dios mismo, entonces es Dios mismo. Independientemente de qué tan normal y corriente sea esta carne, Él puede hacer la obra que debe hacer porque esta carne es Dios y no solo un humano. La razón por la que esta carne puede hacer la obra que el hombre no puede hacer es porque Su esencia interna es diferente a la de cualquier humano, y la razón por la que Él puede salvar al hombre es porque Su identidad es diferente a la de cualquier humano. Esta carne es tan importante para la humanidad porque es hombre y, más aún, Dios, porque puede hacer la obra que ningún hombre de carne común y corriente puede hacer, y porque puede salvar al hombre corrupto que vive junto con Él en la tierra. Aunque es idéntico al hombre, el Dios encarnado es más importante para la humanidad que cualquier persona de valor porque puede hacer la obra que el Espíritu de Dios no puede hacer, y es más capaz que el Espíritu de Dios para dar testimonio de Dios mismo, y es más capaz que el Espíritu de Dios para ganar por completo a la humanidad. Como resultado, aunque esta carne es normal y corriente, Su contribución a la humanidad y Su significado a la existencia de la humanidad, la hacen sumamente preciosa y el valor y el significado reales de esta carne son inmensurables para cualquier humano. Aunque esta carne no puede destruir directamente a Satanás, puede usar Su obra para conquistar a la humanidad y derrotar a Satanás y hacer que Satanás se someta por completo a Su dominio. Debido a que Dios es encarnado, Él puede derrotar a Satanás y es capaz de salvar a la humanidad. No destruye directamente a Satanás sino que se hace carne para hacer la obra de conquistar a la humanidad, a quien Satanás ha corrompido. De esta manera, está en mejores condiciones para dar testimonio de Él mismo entre Sus criaturas y está mejor capacitado para salvar al hombre corrompido. Que el Dios encarnado derrote a Satanás da un mayor testimonio y es más convincente que si el Espíritu de Dios destruyera directamente a Satanás. Dios en la carne está mejor capacitado de ayudar al hombre a conocer al Creador y está en mejores condiciones de dar testimonio de Él mismo entre Sus criaturas.
De "La Palabra manifestada en carne"
Hoy hemos recibido una carta de la hermana Anita: “Soy de México. A menudo leo vuestras publicaciones y creo que son útiles para mí. Tengo una pregunta: En los últimos años, han ocurrido muchos desastres, como el terremoto, la inundación y la plaga de langostas, y quiero saber ¿cuál es la causa raíz de la ocurrencia frecuente de los desastres?”.
Dios Todopoderoso dice: “Echa un vistazo a la época del arca de Noé: la humanidad era profundamente corrupta, se había desviado de la bendición de Dios, Él ya no cuidaba más de ella, y había perdido Sus promesas. Vivía en las tinieblas, sin la luz de Dios. Así pues, los hombres se volvieron licenciosos por naturaleza, abandonados a sí mismos a una depravación horrible. Tales hombres ya no podían recibir la promesa de Dios; no eran dignos de ver el rostro de Dios, ni de oír Su voz, porque lo habían abandonado, habían dejado de lado todo lo que Él les había concedido, y se habían olvidado de las enseñanzas de Dios. Su corazón se apartaba más y más de Dios, y conforme lo hacía, se volvieron depravados más allá de toda razón y humanidad, y cada vez más malvados. Así pues, cada vez se acercaron más a la muerte, y cayeron bajo la ira y el castigo de Dios. Sólo Noé adoró a Dios y se apartó del mal, y por eso fue capaz de oír Su voz, y Sus instrucciones. Él construyó el arca siguiendo las instrucciones de la palabra de Dios, y reunió a toda forma de criaturas vivientes. Y de esta manera, una vez que todo se había preparado, Dios desató Su destrucción sobre el mundo. Sólo Noé y los siete miembros de su familia sobrevivieron a la destrucción, porque Noé adoró a Jehová y se apartó del mal”.
Las personas de los días de Noé no escucharon a Dios, todos se alejaron de Él, disfrutaron de los placeres pecaminosos y hicieron las cosas que eran malvadas a los ojos de Dios. Por lo tanto, Dios decidió destruir el mundo con un diluvio. Pero, antes de que Dios enviara el desastre, les dio oportunidad de entrar en el arca, le mandó a Noé a predicar el evangelio durante más de 100 años, sin embargo, nadie hizo caso a la Palabra de Dios, continuaron haciendo el mal y resistiéndose a Él, al final, fueron destruidas por el diluvio. Solo Noé obedeció la Palabra de Dios y construyó el arca y sobrevivió con su familia. Hoy en día, la gente también adora el mal y odia la verdad, e incluso aquellos que creen en Dios también siguen la tendencia malvada y viven en el pecado, son peores que la gente de la época de Noé y han ofendido el carácter de Dios hace mucho tiempo, esto es la causa por la que los desastres ocurren con frecuencia. Cuando nuestra resistencia y hostilidad hacia Dios provocan Su carácter justo, su ira será enviada a nosotros, y al mismo tiempo, Él también espera nuestro regreso. Ahora Dios ha regresado a realizar una nueva obra para salvar a la humanidad, ¡dicha obra es Su última salvación para nosotros! Hermanos y hermanas, ¿cómo podemos aprovechar estos últimos tiempos para seguir los pasos de Dios y obtener Su salvación de los últimos días?